El billete
¿Por qué, Miguel?
8/08/2017
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No soy un Dios para juzgarte. Pero, en los bajos fondos de la condición humana, me pregunto, ¿por qué lo has hecho?, ¿no podías mirarte al espejo?, ¿no soportabas que toda España pudiera entrar en tu intimidad y condenarte? Tu muerte ha sido un choque y te compadezco, tratando de entenderte, de explicarte, de conocerte, de solidarizarme contigo, porque eres un ser humano, como yo, y compartía contigo una gran parte de la obligación de vivir, porque no me atrevo a decir, una gran parte de la condena a vivir, como suponían mis admiraciones existencialistas, de los años 40 y 50 del siglo pasado. ¿Por qué, Miguel? Ahí tienes a tus colegas en el delito, sea cual sea, los Rodrigo Rato, los Ignacio González, los Francisco Granados, los Jaume Matas, los Carlos Fabra, los Luis Bárcenas, los Gabriel Cañellas, los Francisco Camps, los Ricardo Costa, los Arturo Fernández, los Alberto López Viejo, los Manuel de la Concha, los Mariano Rubio, los Rosendo Naseiro, los Enrique Porto, los Francisco Correa, los Pedro Antonio Sánchez, etc., etc., todos compañeros tuyos en el PP, que siguen mirándose al espejo todas las mañanas y salen a la calle del sol todos los días, y conviven con la gente, y duermen por la noche en su cama, y leen los periódicos, donde hablan de ellos, y ven la televisión, donde su imagen es una cita habitual, y hasta quizá sonrían entre sus amigos y besen a sus mujeres, y hasta vayan a misa todos los domingos, si son cristianos o lo aparenten. Y siguen tan frescos, con su yo tan pancho y su conciencia en la mochila, porque, de verdad, aquí no ha pasado nada, es cosa de todos los días y tampoco es para tanto. ¿Por qué no aguantaste, Miguel? Me conmueves y me admiras, me sobrecoges. Si hubieras aguantado, tal como van las cosas, a lo mejor, dentro de poco te hubieran concedido la categoría de héroe, con opción a estatua.
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