CUATRO LUGARES DE VERANEO
3. Santander y Cádiz: el jersey al hombro y el ‘hippy’ de palo
Ángeles Caballero 16/08/2017
Playa de Bolonia, en Tarifa, Cádiz.
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En un alarde de originalidad sin precedentes, pensaba hacer una comparativa de dos sitios como Santander y Cádiz. Periodismo reposado e innovador, diría yo que hasta disruptivo. Pero resulta que las dos Españas de ese retrato estereotipado, la de los jerseys por encima del hombro y la de titiritero de playa nudista, se parecen más de lo que pensaba.
A la tierruca uno va porque es de allí, o porque quiere tomar el fresco, o porque se es de derechas. Absténganse los de la piel fina, por favor. Uno va para ir al Sardinero y ver cuerpos delgados y poco exuberantes, niños con los bañadores iguales y pareos perfectamente conjuntados con el capazo. A Santander uno va porque se va a misa de doce y luego al aperitivo, y después de un rato en la playa uno se va a la ducha y sale hecho un pincel a lucir “el fachón y el clasón”, que diría la chica Telva que nunca seré. A Santander uno va como va al barrio de Salamanca: a ver gente guapa y arreglada y para ver si se nos pega algo a los no lugareños. Una ciudad en la que, como dice mi amigo Alejandro, hasta los perros llevan bandera de España.
Luego están los que son de los alrededores y reniegan de la patria chica de Don Emilio Botín y cierra España. Porque dicen que es todo rancio y asfixia. A ver, lo que asfixia es vivir en un cuarto sin ascensor y en Usera y sobrevivir ahí en verano, no seamos marqueses. Una vez dormí en el Hotel Real, que si no me equivoco fue propiedad de los Botín, como poseen media España porque la otra es de Amancio Ortega. Fue por trabajo, claro. Me metí en mi cama y me hundí en el colchón de lo mullido que era. Salí a mirar por la ventana y me sentí Kate Winslet en Sentido y sensibilidad, no por lo de rolliza y de piel rosada, malvados, sino por el traslado de época. Es cierto que todo huele mejor allí y que tiene pinta de que pocos votan a Podemos. El caso es que, como para casi todo en esta vida, hace falta pasta para pasar allí unos días. Y tener buen pelo, que es una condición indispensable si quieres hacer carrera en la derecha y en las empresas con sede en el Paseo de la Castellana y alrededores.
Como pasta hace falta para ir a Cádiz. En verano aún más. La primera vez que pisé aquellas benditas tierras fue hace unos cuantos años. Llegas en agosto y te crees que con cuatro cositas sencillas de ropa y música de Chambao (perdón) en el coche vas a triunfar como Los Chichos. Pues no. Has visto en sucesivos números de Cuore que los buenorros tipo Hugo Silva y Miguel Ángel Silvestre no salen de allí, y piensas que vas a ver ese torso divino con su neopreno haciendo surf mientras ensayas la cara esa en la que “el mundo me importa un bledo”. Pues tampoco.
Allí se vota más a Podemos pero el que va a pasar sus vacaciones tiene dinero como para dormir en el Hotel Real de Santander al menos una semana. El que va de tirado por la vida pero tiene una casa tan grande en la que viviría yo con mi familia sin cruzarme con ella durante el día. Un pijo relajado, de profesión liberal, que puede permitirse pasar más de los 22 días de vacaciones que tenemos algunos estipulados por ley.
También están los grupos de amigos que van a hacer el idiota a cualquier parte de España. Porque eso son vacaciones, estés en Benidorm, Zahara de los Atunes o Alpedrete (estupendas fiestas patronales, por cierto). Pero los más son los que piensan que por ir de tirao cuela la idea de que eres uno más. Mentira. Tú eres de la gauche divine o eres cachorro de padres que van a Santander y tú juegas a ser el malote vestido de hippy pero con Visa. El que iba los fines de semana a La Latina y a Malasaña (no digamos cuando en un arranque casi abertzalete adentras en Usera a vivir experiencias) pero luego volvía a la casa paterna, al barrio donde baldean las aceras día sí y otro también.
Me gustan ambos sitios porque nos permiten dibujar un retrato muy agradecido a los que nos gusta el costumbrismo y el topicazo. Porque a veces lo previsible se agradece, porque hablamos de Marbella y nos lo imaginamos. Porque pronunciamos Benidorm y nos deleitamos. España de vacaciones y la portada del ABC con la caravana de coches. Viva el vino.
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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