El último millennial (y 4)
“Sin las redes sociales jamás hubiera llegado donde estoy ahora”
Ana Oncina es dibujante. Sus ilustraciones, de corte humorístico, retratan a una generación con muchos más matices de los que caben en el espectro ‘millennial’
Manuel Gare 16/08/2017
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¿Alguna vez se han parado a pensar en qué pinta tiene un millennial? A juzgar por lo que se dice en prensa, debemos de tener un aspecto rarísimo. Por un lado, estaría la faceta de adolescente pasota idiotizado. Por otro, la de esa chica que se pasa el día haciéndose fotos para subirlas a Instagram. Más allá, un youtuber con gorra que le habla a su ordenador. Muchos emprendedores que emprenden del verbo emprender. Jóvenes que reivindican poco. Jóvenes que reivindican demasiado.
Ana Oncina tiene 27 años y es autora de cómic e ilustradora, creadora del popular tebeo Croqueta y Empanadilla (La Cúpula). También es una de las seleccionadas por la revista Forbes en su lista de los menores de 30 años más influyentes de Europa. En nuestra conversación, no se menciona la palabra millennial una sola vez. No obstante, las ilustraciones de Ana tienen mucho de ese espíritu generacional: describen la realidad de unos jóvenes que luchan por sus sueños, pero que no se toman tan en serio a sí mismos como pretenden quienes les categorizan.
No hay grandilocuencia en las viñetas de Ana. La forma de representar a sus personajes, de plasmar sus vivencias en forma de caricaturas humorísticas, es “simplemente algo que me apetece, tampoco le doy muchas vueltas”. Su fin es, sin más, que el lector “se divierta”. En Croqueta y Empanadilla, sendos personajes representan el costumbrismo de pareja, basado en experiencias propias de su autora. El primer libro lleva doce ediciones a sus espaldas; el éxito de la obra le ha permitido, hasta ahora, “seguir dedicándome íntegramente al dibujo”.
La relación de Ana con el mundo del cómic empieza, como siempre, desde pequeña, cuando pasaba las horas dibujando. Sin pegas, menos mal. “Mis padres siempre me han apoyado en todo lo que he querido hacer, sabían que lo que me hacía feliz era dibujar y jamás me pusieron trabas”. Aunque tuvo claro que tenía que estudiar Bellas Artes, lo de dedicarse al cómic lo veía como algo poco menos que imposible. “Hasta que no se hizo realidad no fui consciente de que había alcanzado mi sueño”, confiesa.
“Cuando empecé a publicar, no tenía ninguna plataforma en internet. Ahora mismo, considero que sin las redes sociales jamás hubiera llegado donde estoy ahora”. Gracias a ellas, dice Ana, mucha gente ha podido conocer su obra y asistir a sus firmas. “He podido tener un contacto directo con el público”, comenta.
Repaso las viñetas de Ana. Más de cincuenta mil seguidores en Instagram, miles de me gusta. La simpatía de sus ilustraciones te atrapa. Es un humor blanco, simple. Para quienes compartimos generación con ella, sin embargo, es un espejo en el que mirarnos a través de su autora.
Me detengo en una viñeta. El chico le pregunta a la chica qué tal está su cena. “Estoy haciéndole una foto para subirla a internet. Cuando la pruebe, te cuento”, le responde.
—¿Dirías que esto es un problema real de nuestra generación?
—A veces parece que preferimos hablar con una persona a través de una pantalla que levantar la cabeza y disfrutar de la compañía. Esa misma escena la vi en un restaurante, dos personas se pasaban horas sin cruzar palabra mientras cenaban juntos, me impactó bastante y enseguida pensé en dibujarlo.
Otra viñeta. La protagonista se dispone a mandarle un WhatsApp a su amiga. Justo en ese momento, suena su móvil. “Mierda, me está llamando”.
—¿Somos cada vez más reacios a articular palabras en favor de la comodidad de un WhatsApp?
—Sí, en este caso me declaro culpable. Prefiero hablar por WhatsApp o mail, a no ser que sea una persona muy cercana.
En varias viñetas, Ana ironiza sobre el trabajo de autónomo y la profesión de ilustrador, muchas veces menospreciada por una sociedad que no termina de acostumbrarse a pagar y valorar la profesión artística. “Muy poco a poco creo que todo empieza a cambiar. Desde luego yo trabajo de lo que me gusta y disfruto mucho con ello, pero sí es cierto que muchas veces no se valora el trabajo que hacemos y se cree que tardamos dos minutos en hacer en dibujo, cuando son muchísimas horas”, explica Ana.
Ahora que su carrera ha despegado, Ana quiere recorrer otros caminos: “Me apetece mucho explorar el medio del cómic, hacer historias diferentes y experimentar con la narrativa”. Nuevos pasos a dar con un objetivo claro: continuar desarrollándose como artista, cautivando a sus lectores actuales y a quienes estén por llegar.
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Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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