EL ÚLTIMO MILLENNIAL (3)
“El movimiento anti-'millennial’ viene del mundo donde uno hablaba y el resto escuchaba”
Un nuevo inquilino se une a la serie de conversaciones de verano en busca de talento generacional. Esta vez, opinología joven en política, prensa y sociedad
Manuel Gare 16/08/2017
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Olvide todo lo que ha leído sobre los millennials. Ahora intente definir el concepto. ¿Qué se le viene a la mente? No gran cosa, ¿verdad? A su favor le diré que es complicado definir a un millennial, de ahí que sea un concepto ridículo. Aun así, hemos decidido adoptarlo y aquí está, para todos ustedes. Una semana más, el carrusel de los millennials.
Álvaro, de 24 años, podría ser un buen ejemplo de eso que algunos tratan de definir a toda costa. Estudiante de Ciencias Políticas en la Carlos III de Madrid. ADE en Granada. Un año en la Claude Bernard de Lyon, donde estudió marketing. Trabaja en una fundación, pero ha pasado por puestos de redactor web, community manager, empleado de McDonald's, actor de figuración, traductor de francés o profesor de clases particulares.
No suena muy emocionante, pero es la radiografía perfecta de una generación que estudia mucho y trabaja más.
—¿Por qué Políticas?
—La política me había interesado siempre y, en particular, me atrajo el cambio político al que desde hace unos años estamos asistiendo en España y en toda Europa.
Vale. Centrémonos. Millennials. “Creo que el término millennial abarca a una generación bastante amplia, tan amplia que puede resultar muy simplista analizarnos (y criticarnos) como un grupo homogéneo”, dice Álvaro. Se ha sorprendido, eso sí, de la reacción colectiva que ha surgido ante las críticas “que generalizan con nuestra forma de ser”, creando una especie de "orgullo generacional del que hasta hace poco no había sido consciente”.
Internet ha sido y es clave en lo personal, académico y profesional para Álvaro, que no duda en destacar sus bondades. “Internet no ha inventado problemas como el bullying, lo que ha hecho es visibilizarlos y ayudar a romper la espiral de silencio sobre muchos temas”, ejemplifica mientras cuenta el caso de un profesor "muy cuñado" que en una ocasión trató de convencerles de que “su época era mejor que la nuestra porque en ella no existía tanto acoso, tanta violencia de género o tanta homofobia, pero es obvio que esta percepción está sesgada por las experiencias de quienes no han sufrido nunca nada de esto”.
A pesar de servir de altavoz a “comentarios imbéciles que antes se decían en una barra de bar”, el papel de internet hoy día se torna crucial para una generación de jóvenes que encuentra en la red un mundo de oportunidades. “Puede cumplir una sana función de ascensor social en la medida en que facilita al chaval que vive, estudia y socializa en un barrio obrero conectar con personas de otra clase social, con otro estilo de vida (y viceversa) con las que encontrará inquietudes en común”, explica Álvaro.
—Volvamos a la política. ¿Qué papel dirías que juegan los millennials en ella?
—Si hablamos de España, hemos sido determinantes para agitar un sistema político que necesitaba cambios. Más pluralidad en las instituciones, rendición de cuentas, apertura en los canales de participación.
En cualquier caso, Álvaro guarda ciertos miedos al respecto. Para él, debemos ser conscientes de que el sistema democrático actual y la Unión Europea, “con todas sus imperfecciones”, se han construido sobre algo “mucho peor y gracias a grandes esfuerzos colectivos”. Además, teme que el cambio político actual “se quede en mero cambio de siglas de los partidos y no se traduzca en nuevas soluciones y nuevas políticas, en un aumento de la exigencia real a los representantes”.
Álvaro me cuenta que, junto a su carrera en Ciencias Políticas, está haciendo un complemento en Periodismo. “Es como grado y medio”, se ríe.
—Ya sabes qué te voy a preguntar.
—¿Millennials en la prensa?
—Dame un titular.
—¿Tengo gato y vivo para los likes? No sé. Diría que esto del movimiento anti-millennial se articula como una reacción a la pérdida de privilegios que se disfrutaban en un mundo donde uno hablaba y el resto escuchaba. Ahora hay muchas más voces en el debate público y eso es positivo. Al margen de que no todas merezcan ser escuchadas, claro.
Sigue. “Artículos como el de Navalón describen un mundo que no se está comprendiendo: ¿cómo se puede culpar a los jóvenes de la victoria de Trump, cuando cualquier análisis sociológico revela que los jóvenes votaron contra Trump y contra el Brexit?”, se pregunta Álvaro. “Si es posible la crítica a toda una generación, que lo dudo, deberá basarse en datos y en hechos y no en percepciones”, afirma.
¿Tengo gato y vivo para los likes? No sé. Diría que esto del movimiento anti-millennial se articula como una reacción a la pérdida de privilegios que se disfrutaban en un mundo donde uno hablaba y el resto escuchaba
—¿Hay talento en la juventud española?
—Hay mucho talento. No entraría a discutir si más o menos del que demostraron otras generaciones, pero lo hay. Tanto en política como en prensa son necesarios nuevos estilos y formas de hacer las cosas: es necesario que una diputada como Marian Campello (Compromís) reconozca que sufrió acoso escolar y es necesario que haya periodistas jóvenes con ganas de comerse el mundo y contar historias con el rigor y la independencia que pueden faltar en las viejas redacciones.
Como reflexión final, Álvaro se acuerda de sus abuelos, quienes, dice, “han demostrado mucho interés, respeto y admiración por lo que mi generación hace, por lo que nos gusta y por las herramientas que usamos”. “Sería bonito que la sociedad del futuro se construya sobre relaciones de colaboración mutua entre generaciones y no sobre enfrentamientos absurdos en los que abundan las descalificaciones y el trazo grueso”.
Olvide todo lo que ha leído sobre los millennials. Ahora intente definir el concepto. ¿Qué se le viene a la mente? No gran cosa, ¿verdad? A su favor le diré que es complicado definir a un millennial, de ahí que sea un concepto ridículo. Aun así, hemos decidido adoptarlo y aquí está, para todos...
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Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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