Ana Frank frente al balón
El antisemitismo sigue acechando en los campos de fútbol. Algunos equipos ensayan fórmulas novedosas para erradicarlo
Ricardo Uribarri 1/11/2017
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“Veo que el mundo se transforma lentamente en un desierto, oigo el trueno que se acerca y que algún día nos destruirá también. Siento el sufrimiento de millones de personas. Y, sin embargo, cuando miro hacia el cielo, de alguna manera siento que todo va a cambiar para mejor, que esta crueldad también terminará, que la paz y la tranquilidad volverán una vez más”. Este texto, un fragmento del famoso Diario de Ana Frank, fue leído hace unos días por el capitán del Inter de Milán, Mauro Icardi, en el mismo césped del estadio Giuseppe Meazza en medio de un silencio absoluto, antes del partido ante la Sampdoria. La insólita escena se ha repetido durante dos jornadas en todos los encuentros disputados en el fútbol italiano, desde la serie “A” hasta las categorías inferiores, acompañada del reparto de Si esto es un hombre, el libro de Primo Levi en el que relata su experiencia en Auschwitz.
Con este simbólico gesto, las autoridades transalpinas tratan de concienciar a los aficionados sobre la necesidad de que no se repitan acciones como las que protagonizaron hace unos día los radicales del equipo de la Lazio. Conocidos por su ideología de extrema derecha, aprovecharon la cita con su eterno rival para pegar en el Estadio Olímpico fotografías de una niña asesinada en 1945 por los nazis en un campo de concentración en las que aparecía con la camiseta de la Roma. Un hecho que fue catalogado de antisemita y que se suma a otros de ese mismo perfil registrados en las últimas semanas en el fútbol europeo, lo que demuestra que es un problema que sigue latente y enraizado en diferentes lugares del continente.
Durante dos jornadas se han leído pasajes de ‘El Diario de Ana Frank’ antes de los partidos de la Liga italiana como repulsa a la utilización de la imagen de la joven asesinada por los nazis por parte de los ultras de la Lazio
De forma paralela a lo ocurrido en la capital italiana, un grupo de ultras del equipo holandés del Feyenoord distribuía por redes sociales unos días antes de medirse a su gran rival, el Ajax, una imagen de dos niños judíos con sendas estrellas de David cosidas en la ropa. Los pequeños eran los hermanos Avram y Emanuel Rosenthal, de 5 y 2 años, respectivamente. Fueron asesinados por los nazis en 1944, en el campo de concentración de Majdanek, en Polonia. La imagen iba acompañada del hashtag #anti020week y el mensaje “Cuando el 020 sólo tenía una estrella”, en referencia al prefijo telefónico de Amsterdam y a la estrella que se ponen los equipos en algunos campeonatos europeos cuando ganan 10 ligas.
Esta misma temporada futbolística, el delantero internacional español Álvaro Morata, vio cómo seguidores de su actual equipo, el Chelsea londinense, incluían su nombre en un cántico racista contra los judíos que suelen emplear, como ocurre en todos los casos, para ofender a los hinchas de su más acérrimo rival, el Tottenham, equipo vinculado tradicionalmente a la comunidad hebrea: “Álvaro Morata, he came from Real Madrid, he hates the fucking Yids” (Vino del Real Madrid y odia a los jodidos judíos). El propio Morata publicó un mensaje en su cuenta de Twitter en el que pedía a los aficionados “que respetaran a todo el mundo”.
Este tipo de manifestaciones se repiten de forma periódica en los recintos deportivos, por lo que cabe preguntarse si las autoridades, tanto deportivas como políticas, hacen todo lo posible para erradicarlas. No es la primera vez que el grupo ultra de la Lazio, los “Irriducibili”, han protagonizado situaciones similares. Hace ya muchos años que aparecieron pancartas en su fondo con mensajes dirigidos a sus rivales romanistas en las que se podía leer “Auschwitz es vuestra patria; los hornos, vuestras casas” o “Equipo de negros, grada de hebreos”. La UEFA sí ha sancionado al club numerosas veces, tanto con multas económicas como cerrando su estadio al público. Alguien dirá que el antisemitismo está volviendo a los estadios. La realidad es que nunca se ha ido.
Lo ocurrido en esta ocasión, sin embargo, ha levantado ampollas y los medios de comunicación italianos han hecho del caso un asunto de debate durante varios días. El periódico La Repubblica publicó la polémica imagen con la camiseta de cada uno de los equipos de la Liga italiana y el titular Ana Frank somos todos. El escándalo ha trascendido a la escena política y el presidente de la República, Sergio Mattarella, ha calificado lo sucedido como “un acto inhumano” y “una alarma para el país”. Otras personalidades como el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, o la presidenta de la comunidad judía de Roma, Ruth Dureghello, también han mostrado su repulsa. La Federación Italiana ha abierto una investigación y la policía ya ha identificado a 16 personas como responsables del hecho, entre ellas tres menores, que serán imputadas por un delito de odio racial.
El presidente del club, Claudio Lotito, ha puesto en marcha varias iniciativas como señal de desagravio al acto de sus ultras. Así, una representación de la entidad acudió a la Sinagoga de Roma para depositar una corona de flores (que un grupo de jóvenes hebreos lanzó horas más tarde al río al considerarlo un acto de hipocresía), los jugadores salieron al campo en el siguiente partido con una camiseta con la imagen de Ana Frank y el mensaje “No al antisemitismo”, y se organizará cada año un viaje para 200 jóvenes aficionados al campo de concentración de Auschwitz.
Los movimientos migratorios de los judíos y su asentamiento en distintas ciudades europeas están en el origen de la empatía de varios clubes con esa comunidad. Ese es el caso del Ajax de Amsterdam
Cabe preguntarse de dónde viene la ideología antisemita que históricamente manifiesta un sector de seguidores de la Lazio, que no es un caso único en Italia, aunque quizá sí el más significativo, y por qué a algunos clubes europeos se les identifica con la comunidad judía y sufren provocaciones de sus rivales por ello. Como veremos, las circunstancias políticas vividas en el viejo continente en las primeras décadas del siglo XX fueron determinantes.
La Lazio fue fundada en 1900 por un grupo de jóvenes dirigidos por Luigi Bigiarelli, oficial del ejército, que eligieron el águila como emblema de la entidad en reconocimiento a la antigua Roma imperial. En 1922, cuando toma el poder Benito Mussolini, el fútbol empezaba a ser un deporte de masas y nada mejor que acercarse a él para consolidar su figura y hacerla más popular. De ahí que se hiciera socio del club romano y acudiera a ver sus partidos. En 1938, el régimen de Mussolini promulgó las leyes raciales, que introducían medidas discriminatorias y persecutorias contra los judíos italianos. Debido a ellas, grandes técnicos que entrenaban en aquella época en Italia, como Arpad Weisz, que hizo ganar tres títulos al Bologna, o Egri Erbstein, director técnico del Torino, se vieron obligados a dejar sus puestos. Aún hoy, en el fondo de los “Irreducibili”, se escucha el grito de “Boia chi molla!” (“verdugo el que abandone la lucha”) que acuñaron en el Partido Nacional Fascista de Mussolini.
A la plantilla de la Lazio que ganó la primera Liga, en 1974, se la conoció como “Grupo salvaje”. En el vestuario había dos bandos enfrentados y los jugadores solían llevar pistolas. Uno de los líderes era el delantero Giorgio Chinaglia, que simpatizó con el pensamiento de los grupos ultras, haciéndose íntimo de sus líderes. Años después terminó siendo presidente de la entidad. Muchos jugadores del propio equipo han sufrido a lo largo del tiempo las iras de los radicales. Al holandés Winter, el primer negro y de ascendencia judía del club, le devolvieron la camiseta que había tirado a la grada tras ganar un derbi. Otros fueron adorados. Como Paolo Di Canio, que en 2005 y tras marcar un gol, hizo el saludo fascista.
Los movimientos migratorios de los judíos y su asentamiento en distintas ciudades europeas están en el origen de la empatía de varios clubes con esa comunidad. Ese es el caso del Ajax de Amsterdam, conocido desde hace décadas como el club judío de Holanda. Uno de sus presidentes más importantes, Jaap Van Praag, tenía ese origen. Él escapó de la persecución nazi pero sus padres y su hermana nunca volvieron de Auschwitz. Los propios seguidores del equipo no tienen reparo en animar con el grito de “judíos, judíos” (joden o superjoden) y las banderas de Israel conviven en las gradas con las del propio club.
Las manifestaciones de carácter racista se vienen repitiendo de forma periódica en los recintos deportivos, por lo que cabe preguntarse si las autoridades, tanto deportivas como políticas, han hecho todo lo posible para erradicarlas
Para entender este hecho hay que remontarse a los años anteriores a la II Guerra Mundial, cuando en Amsterdam vivían unos 80.000 ciudadanos judíos. Uno de ellos, Eddie Hamel (que también moriría en Auschwitz) era una de las estrellas del equipo. Además, durante muchos años, el antiguo estadio del Ajax estuvo ubicado en el barrio de Este de la ciudad, donde se concentraba más población judía. Ese lugar se convertía los domingos en un gran bazar que cerraba sus puertas a la hora del partido para poder ir al campo.
Esta circunstancia ha provocado históricamente actitudes antisemitas en las aficiones rivales como provocación y menosprecio al Ajax. Seguidores del Utrech han entonado en alguna ocasión cánticos tan ofensivos como “Hamas, Hamas, judíos al gas”, en relación a la organización terrorista enemiga de Israel, o “Mi padre estaba en los comandos, mi madre estaba en las SS, juntos quemaron judíos, porque los judíos se queman muy bien”. En otros estadios se han visto pancartas que decían “Adolf, aquí hay otros 11 para ti”. El Ajax ha intentado evitar esta situación pidiendo a sus seguidores que renuncien a mostrar banderas con la estrella de David y a emitir ciertos cánticos con el fin de que se les deje de señalar como un equipo judío.
Otro de los equipos europeos más identificados con los judíos es el Tottenham londinense. Se cree que esa unión procede del establecimiento de esa comunidad en el noreste de Londres a principios del siglo XX, en una zona cercana a la sede del equipo. A lo largo de los años, su hinchada ha sufrido cánticos ofensivos y menosprecios por parte de los aficionados más radicales de equipos como el Chelsea o el West Ham. Incluso han recibido agresiones cuando han jugado en Francia o Italia por parte de los grupos de radicales de extrema derecha del Olympique de Lyon o de la propia Lazio.
Es habitual que se dirijan a ellos con el término Yid –vocablo que proviene del alemán Jude y que tiene un marcado carácter despectivo para calificar a los judios-- pero, curiosamente, los propios seguidores del Tottenham empezaron a utilizar la palabra como un apodo. Lo que es un insulto, ellos lo utilizan como una seña de identidad, hasta el punto de verse numerosas pancartas en su estadio con la leyenda “Yid Army” (Ejército judío) a pesar de que se estima que el 90% de los actuales aficionados del club no son judíos. Sí lo es su presidente, Daniel Levy.
La Federación inglesa emitió un comunicado hace unos años pidiendo a la hinchada del Tottenham que dejara de autodenominarse así por considerarlo “inaceptable”, amenazando con castigar penalmente a los que lo hicieran. Consideraba que el uso de la misma podía ofender a otras personas, fueran judías o no, y fomentar el antisemitismo. En la polémica terció hasta el primer ministro británico en aquel momento, David Cameron, que defendió la postura de los seguidores del Tottenham, “ya que en ningún momento lo utilizan como un insulto hacia un tercero, lo que sí sería punible”.
Hay más equipos en Europa que han tenido problemas de antisemitismo por tener un pasado relacionado con los judíos, como el polaco KS Cracovia, cuyos aficionados protegieron durante la Segunda Guerra Mundial a esta comunidad. Herencia de aquellos años es el grupo de seguidores “La Banda de Judas”, o también el Slavia de Praga. Hasta el laureado Bayern de Munich prefirió esconder durante muchos años un pasado con reminiscencias judías por temor a sufrir ataques antisemitas. Dos de sus fundadores eran de ese origen, lo mismo que uno de sus presidentes más importantes, Kurt Landauer, que tuvo que dimitir junto a otros miembros del club cuando Hitler llegó al poder. Landauer se fugó a Suiza tras pasar por un campo de concentración. Concluida la guerra regresó a Munich y volvió a ser presidente entre 1947 y 1951.
El próximo 9 de noviembre se celebra una edición más del Día Internacional contra el Fascismo y el Antisemitismo. Qué mejor momento para que los clubes de las ligas más importantes europeas muestren su rechazo a estas prácticas para concienciar a sus aficionados y tomen medidas para evitarlas. Con palabras como las de Ana Frank, sí. Pero también con hechos.
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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