VIAJES
‘Saudade’ en tren
Crónica de un viaje a Extremadura, entre cinco y nueve horas, en el 25º aniversario del AVE
Juanjo Cubero 19/11/2017
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Un chico se incorpora en el asiento cuando se da cuenta de que está completamente espatarrado sobre su maleta con ruedas. Cerca de él, sentados en el suelo y con la espalda pegada a la pared, una pareja de mochileros se dedica la última de todo un ritual de pegajosas carantoñas. Dos amigas no interrumpen su conversación junto al panel de los horarios y tampoco un señor levanta la mirada de la página impar de un periódico nacional.
Acaban de informar por la megafonía de la estación de Chamartín que los viajeros que vayan a Badajoz deben acceder a las vías por la puerta uno, pero nadie parece darse por aludido. No hay agobios, no hay prisas, no hay controles de maletas. No hay revisores, ni escáner para los billetes. No hay sonrisas amables, ni deseos de buen viaje. No hay despedidas, ni despedidas de soltero. No hay carreras por el andén. Hay paradas. Trece. Aparecen en el monitor de la puerta de embarque: Atocha Cercanías, Leganés, Torrijos, Talavera de la Reina, Oropesa, Navalmoral de la Mata, Monfragüe, Mirabel, Cañaveral, Cáceres, Mérida, Montijo y Badajoz.
Hay un tren de Media Distancia con tres vagones que abandona la estación a las 16.04 y apenas hay cuatro pasajeros en el vagón tres.
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La cara de fastidio del que descubre que su asiento está a contramarcha y la sorpresa del que desconocía que tendría que compartir mesa. El trasiego y las aglomeraciones en los pasillos, las maletas "que pesan un quintal", el "disculpe, creo que está usted sentado en mi sitio", y el "te cuelgo que me voy a quedar sin cobertura". El tren se llena en la estación de Atocha – Cercanías y la última oportunidad de viajar en ferrocarril a Badajoz un día como hoy, viernes 5 de mayo, se esfuma a las 16.23.
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Se supone que las dos pantallas que cuelgan del techo de cada vagón muestran el recorrido y la velocidad, pero la imagen —Renfe Media Distancia sobre un fondo lila—no ha variado desde que el tren abandonó Chamartín.
"Hoy por lo menos el monitor está bloqueado. Hay días que indica que la siguiente parada es Oropesa cuando, en realidad, estamos a punto de llegar a Montijo". Abel Mendoza tiene 34 años. Ocupa un asiento con ventana en la penúltima fila del coche tres. Trabaja en Renfe desde el pasado mes de diciembre. Hace este trayecto todos los fines de semana. "Está mal que yo lo diga pero es un transporte un poco tercermundista. Necesitamos un ferrocarril que tarde, por lo menos, lo mismo que el coche".
Madrid y Badajoz están separados por 403 kilómetros de carretera. Un conductor que respeta las señales de tráfico y tiene la fortuna de no quedarse atascado en el Paseo de Extremadura o en los Campos Iker Casillas de Móstoles puede tardar menos de cuatro horas. La distancia es algo mayor en tren—435 kilómetros según Adif —y la mejor combinación que ofrece Renfe para realizar este trayecto necesita 5 horas y 22 minutos. Existen cinco posibilidades más para viajar diariamente desde Madrid a Badajoz en tren. Una de ellas es una auténtica clase de geografía por Castilla-La Mancha y Extremadura. Hace 26 paradas y tarda 9 horas y 17 minutos. Los precios de los billetes oscilan entre los 34,10 € y los 50,60 € (sólo ida) y, paradójicamente, el que más tarda es uno de lo más caros.
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Cosas que no pueden hacer los viajeros a bordo de este tren: ver una película en las pantallas del vagón, escuchar el hilo musical, viajar en clase preferente, medir el ruido del coche en silencio, echar un vistazo a la prensa escrita, conectarse a la red Wifi, comprar billetes de tarifa mesa.
Cosas que sí pueden hacer los pasajeros de este tren: enchufar su ordenador a la corriente y ver offline un capítulo de una serie, cargar el teléfono móvil, leer mientras anochece, compartir mesa con otros tres pasajeros, dar un paseo por los vagones y sentirse observado, dormir acurrucado en la ventana, viajar en silla de ruedas, dejar la bicicleta atada en el coche central, fumar.
Hay paradas en las que el tren se detiene más de lo esperado y los fumadores aprovechan para bajar al andén y alimentar al mono. Un ejemplo: Torrijos. Un pasajero con billete hasta Mirabel aspira el cigarro hasta casi quemarse el labio. Tira la colilla, la pisa, y se queda tomando el aire en el apeadero. Nadie ni nada le apremia. Se prende otro pitillo. El tren sale de Torrijos con más de diez minutos de retraso.
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--¿Por qué hemos estado tanto tiempo parados en Torrijos?
--Porque al ser vía única, hay que esperar a que pase al tren que viene en sentido contrario y haga el cambio de vía en la estación. En Oropesa tendremos que esperar también. El problema es que el viaje Madrid-Badajoz es larguísimo y al ser una vía única se cruzan cuatro trenes durante el trayecto. Basta con que uno de ellos se retrase para que ya vaya afectando a todos los demás. Hoy no se está dando del todo mal.
Quien así se explica es Jerónimo, revisor de Renfe. Le quedan pocos años para jubilarse. Cree que cuando llegue la alta velocidad a Extremadura a él ya no le pillará trabajando. Tampoco lo lamenta. "Se me hace más aburrido el trabajo en el AVE. Prefiero el tren convencional".
El recorrido Madrid-Badajoz es el más largo de los que Jerónimo tiene planificado en su cuadrante. Lo cubre cada 45 días.
--¿Siempre va así de lleno este tren?
--Hoy hay ocupados 171 de los 183 asientos que tiene. La verdad es que los viernes viene bastante lleno. El resto de días, por la mitad, más o menos.
--De los 171, ¿cuántos viajan a Badajoz?
--Veintiuno.
--¿Por qué en algunos momentos el tren circula tan despacio?
--Es cierto que a partir de Mirabel se hace más lento, pero hasta esa parada se puede alcanzar 160 km/h. Es un viaje con zonas montañosas en las que se deben hacer muchos cambios de velocidad porque hay túneles estrechos y pasos a nivel. También hay zonas en las que hay que extremar la precaución porque los conejos han construido agujeros a los dos lados de los terraplenes y el paso del tren puede hundir las vías. Son muchos factores. Ayer, sin ir más lejos, un compañero nos informó de que se había cruzado un caballo por la zona de Monfragüe.
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La alta velocidad cumplió 25 años el 21 de abril y las autoridades celebraron el aniversario de "un éxito colectivo que ha vertebrado España".
Las páginas de los periódicos que alguna vez informaron sobre la alta velocidad en Extremadura están contaminadas por declaraciones grandilocuentes, previsiones fallidas y fotografías de políticos con cascos de obra y chaleco reflectante.
Un ligero vistazo a la hemeroteca debería ruborizar a ministros, consejeros y presidentes.
Año 2003. Los gobiernos de España y Portugal acuerdan en Figueira da Foz que el AVE Madrid-Lisboa, previsto para 2010, pase por Extremadura.
Año 2005. Portugal anuncia el retraso de las obras del AVE. El gobierno español mantiene su compromiso y abrirá el tramo Madrid- Badajoz en 2010.
Año 2008. Magdalena Álvarez, ministra de Fomento: "Se mantienen los plazos comprometidos del AVE extremeño".
Año 2009. José Blanco, ministro de Fomento: "En 2010 estará en obras todo el tramo extremeño de la línea de alta velocidad".
Año 2011. Portugal suspende el proyecto de AVE entre Lisboa y Madrid.
Año 2012. La ministra Ana Pastor confirma que el Gobierno mantiene sus planes del AVE Madrid-Lisboa pese a la retirada de Portugal.
Año 2013. Ana Pastor anuncia que los extremeños tendrán un tren en 2015 que conectará Madrid y Badajoz en 3 horas y 35 minutos.
Año 2015. La ministra de Fomento, Ana Pastor, se compromete a poner en servicio el tren rápido en 2016.
Año 2016. Ana Pastor culpa a las constructoras del retraso del AVE extremeño.
Año 2017. Íñigo de la Serna asegura que las obras estarán terminadas en 2019 y la electrificación de las vías en 2020.
A este dietario de promesas le puso rúbrica el presidente de Adif, Juan Bravo, el pasado 27 de abril — 6 días después de la fiesta de aniversario del AVE— en Cáceres. «Reconozco que me resulta bastante inexplicable la situación de Extremadura desde el punto de vista ferroviario(...) No tiene explicación que la región no tenga una infraestructura adecuada al siglo XXI»
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El cielo se confunde con el cemento de las aceras en Talavera de la Reina.
Una pareja joven se baja del coche tres. Ella acuna a un cachorro de Beagle.
Son las 18.02. El tren lleva casi dos horas de viaje y ha recorrido 134 kilómetros. Quedan 301 para llegar Badajoz y, según el horario facilitado por Renfe, 3 horas y 43 minutos. Esto no es un problema de matemáticas.
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Óscar De la Mata es agente inmobiliario en Valencia. Hace este trayecto bastante a menudo porque su novia vive en Badajoz. "Viajo en tren porque no tengo otra alternativa. Los vuelos desde Madrid son caros y los horarios no me vienen bien". Air Nostrum es la línea aérea que opera desde el aeropuerto de Badajoz. La compañía ofrece —excepto los sábados— un vuelo diario a Madrid y otro de regreso a la ciudad pacense. Los horarios no son compatibles para ir y volver en un mismo día. El precio de cada vuelo ronda los 80 euros.
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La lluvia golpea los cristales del vagón a su paso por Oropesa y el tren sale con 16 minutos de retraso respecto a la hora programada.
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No hay colas para pedir un bocadillo de jamón y queso camembert. No hay colas para pedir un café. No hay colas. No hay café. No hay cafetería. Sólo dos máquinas expendedoras. Un precio, 1'50€, y un número de teléfono. Si las máquinas se estropean, la empresa concesionaria es la responsable.
Esther Higueras camina apoyada en el brazo izquierdo de Jerónimo desde que se levantó de su asiento, en el tercer vagón. Trabaja de actriz en la ONCE. Es ciega.
El revisor le explica que en una de las máquinas hay aperitivos. "Kikos, chocolatinas, patatas". En la otra refrescos.
"Es una maravilla cómo se porta el personal de Renfe conmigo. Voy muy segura, muy tranquila. Sí es verdad que echo en falta, por ejemplo, una cafetería. Si no es por la ayuda de la gente del tren, no podría tomarme nada".
Esther viaja con relativa frecuencia a Badajoz para visitar a su hermana.
"Me parece un viaje larguísimo. Es incomprensible que se trate tan mal a esta comunidad. El tren me recuerda a los de las películas del Oeste, pero sin vaqueros". La megafonía anuncia que la próxima parada es Navalmoral de la Mata.
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Ana Belén —35 años— se levanta de su asiento, despliega el asa de su maleta y camina hasta la puerta del vagón. Allí espera de pie a que el tren enfile la estación de Navalmoral de la Mata. "Hago este trayecto una vez a la semana y estoy acostumbrada a que casi siempre lleguemos con retraso. Aún así, mi viaje no es el peor de todos. Los que seguís hacia abajo sois unos valientes porque ahora empieza lo malo. Aunque, bueno, por lo menos este tren no para en Plasencia".
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Renfe devuelve el 25% del precio de un billete de tren Media Distancia si el retraso es superior a 15 minutos, el 50% si es mayor a 30 y el importe entero si se demora más de una hora. Los retrasos son tan frecuentes que los pasajeros que viajan a Plasencia saben que deben afinar el oído cuando el tren se aproxime a Monfragüe. Es posible que la megafonía les anuncie que tienen que bajarse allí y continuar su camino en un autobús. "Este tipo de medidas se toma cuando arrastramos un retraso muy elevado, de unos 40 o 45 minutos. Plasencia es un fondo de saco, una calle sin salida. Los trenes tienen que desviarse en Monfragüe para llegar a la ciudad y luego deben retroceder y tomar lo que nosotros llamamos un by-pass —un atajo— para reincorporarse a la vía principal. En toda esta operación se tarda unos treinta minutos" admite Jerónimo, revisor de Renfe. "A veces no nos queda más remedio que tomar esta medida para no acumular más retraso". Sale el sol y Jerónimo pregunta a los pasajeros de manera afable. "¿Cómo andamos de calor por aquí? ¿Subo un poquito el aire?". Nadie parece disconforme. El tren Media Distancia 17194 está a punto de parar en la estación de Monfragüe.
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Una coca cola se desparramó hace un rato sobre el suelo del vagón central, frente al baño de minusválidos. Salió embrutecida de la máquina de refrescos.
El pequeño charco que se formó junto a una de las puertas es ahora un muestrario de pisadas que evidencia que hay algún que otro supinador en este tren.
Al vagón central acuden los viajeros para estirar las piernas, ir al baño —limpio y con papel— tomar algo de beber o iniciar una conversación sin grandes pretensiones; sólo por engrasar la garganta. También es un balcón con extraordinarias vistas a la caída de la tarde sobre el río Tajo.
Esta zona de paso se ha convertido en el punto de encuentro de un grupo de pasajeros que, a fuerza de coincidir cada fin de semana, ha hecho pandilla.
Francisco Javier Jiménez vive en Malpartida de Cáceres y trabaja de soldador en Torrijos. Coge este tren desde septiembre de 2015. "Viajo en ferrocarril porque así me evito a la Guardia Civil, y la carretera en general".
Mercedes Leal es ingeniera técnica en topografía y trabaja en una empresa especializada en energía solar fotovoltaica. Viaja cada viernes a Cáceres desde hace seis años. "A mí me resulta cómodo ir en tren, pero es cierto, y voy a ser prudente, que el servicio es muy mejorable. Extremadura necesita una vía rápida. Y te das cuenta de eso sobre todo cuando comparas con el resto de las comunidades autónomas".
Ambos llevan coincidiendo desde hace un tiempo. Comparten destino, conversación, cigarrillos en las paradas largas y una colección de anécdotas a bordo. "Nos ha pasado de todo. Hace un mes, por ejemplo, al tren le fallaba el sistema de seguridad y nos tuvieron que bajar en Oropesa. Yo me lo tomo con resignación".
Francisco Javier es más optimista. "Si el tren se avería, pues qué le vamos a hacer. No sé si hay que mejorar el servicio, a mí me vale. Me sale más barato que el coche, tardo prácticamente lo mismo y no tengo el riesgo de conducir por la carretera".
Mercedes saca el teléfono móvil del bolsillo. Hoy faltan compañeros de la pandilla. "¿Nos hacemos una foto y se la enviamos a una de las chicas del grupo?¿Os importa?".
Estamos llegando a Cáceres y el vagón central se llena de pasajeros impacientes. Las ruedas de las maletas desdibujan las huellas de pisadas y restos de coca cola.
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Hay quien lee en el coche tres el inicio de un artículo publicado por el periodista Julio Camba en 1907. Se titula La diligencia. "Heme aquí en una diligencia (…) He podido hacer el viaje en tren (...) pero el caso era meterse en una diligencia para luego quejarse de ella".
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"El otro día vi un mapa de los trenes de alta velocidad en España y me recordó al de la Vuelta Ciclista. Pasa por todos sitios, menos por Extremadura".
Se refiere Manuel —28 años y desempleado— a un artículo del diario HOY en el que se demuestra que la región es la única de la península sin servicio de larga distancia. Ni AVE, ni Alvia, ni Avant, ni Altaria, ni Talgo, ni Tren Hotel. "En realidad, yo me conformo con un tren digno. No creo que tenga que ser un AVE".
Loli se planteó la posibilidad de viajar en alta velocidad desde Zaragoza a Sevilla y después continuar el camino hasta Badajoz en uno convencional, pero desechó la idea cuando comprobó que sólo hay dos trenes diarios que unan las dos ciudades—226 kilómetros por carretera— y uno tarda casi cuatro horas y media; el otro más de seis. "Al final cogí el AVE desde Zaragoza a Madrid y luego este tren. La cantidad de horas que tarda es desproporcionada y el precio es muy elevado para el servicio que ofrece. Si hubiera un tren mejor vendría con más asiduidad a Extremadura. Seguro".
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Alguien lee ahora a Carlos Lobo d´Avila, un político y periodista portugués que relató sus viajes por España en la segunda mitad del siglo XIX en Carteira d´um viajante: Apontamentos a lapis. Carlos García-Romeral traduce en su obra Viajeros Portugueses por España en el siglo XIX un fragmento de una de esas cartas que Lobo d´Avila escribió para un periódico lisboeta.
"Partí de Lisboa. Mi viaje a Madrid fue un verdadero suplicio digno de figurar entre los que las satánicas mentes de los inquisidores inventaron para martirizar a sus indefensas víctimas (…) Nadie piensa en aquellos pobres mortales que tienen el valor y la tenacidad necesaria para, en pleno mes de julio, atravesar en un cansino tren español la Extremadura española y La Mancha. ¡Ni tan siquiera un refrigerio! ¡En las estaciones ni agua y si la hubiere salobre y mala!".
La carta está fechada en septiembre de 1878. Hoy no es posible viajar a Portugal desde Extremadura. El Lusitania recorrió por última vez la comunidad el 15 de agosto de 2012.
Saudade de tren.
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30 de mayo de 2017. "España y Portugal tendrán tres nuevos corredores ferroviarios electrificados a partir de 2021. Uno de ellos saldrá desde Sines (al sur de Lisboa) llegará hasta la frontera de Extremadura y enlazará con Madrid".
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Ascensión y su hijo Sergio van a Badajoz una vez al mes. Suelen hacer el trayecto en autobús, pero hoy han decidido cambiar de plan. "El bus me parece caro. Tarda más o menos lo mismo que el tren y encima el niño se marea".
El grupo Avanza es la empresa de autobuses que realiza el recorrido Badajoz - Madrid. Ofrece dos tipos de servicios. Uno de ellos es exprés y tarda en torno a cinco horas. Cuesta 45,90 € (sólo ida). El normal, que en teoría tarda seis, cuesta 33,25 €.
Madre e hijo también utilizan Bla Bla Car. Hay una media de 120 ofertas de conductores que hacen el camino Madrid – Badajoz cada semana a un precio que ronda los 24 euros. Extremadura es la sexta región con más usuarios de esta plataforma, en torno a 150.000 en 2016, según manifiesta la compañía.
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Alfonso y Jesús están sentados en sentido contrario a la marcha.
Jesús es funcionario. Sube a este tren todas las semanas. "Lo asumes. Sabes que tarda mucho y es lo que hay. Para mí es económico porque tengo descuento. Sueño con que llegue ese famoso tren de 2019".
Alfonso está jubilado y vuelve a Badajoz tras visitar a sus hijos en Madrid. "Cojo este tren porque me sale barato y no tengo prisa, pero la valoración que hago de él es mala. Hay que reconocer que es difícil mejorar la líneas. Somos un millón de personas repartidas por toda Extremadura. Es como poner un bar en medio del campo". El tren deja atrás la estación de Mérida.
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La desazón de una comunidad a la que todo llega un poco más tarde. Muchos pasajeros comparten ese diagnóstico de la situación. No es lo único que tienen en común. Ninguno de los que ha querido hablar ha participado en las iniciativas que se llevan a cabo en la región para reivindicar un tren acorde a las necesidades de los ciudadanos.
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Hay un lugar en la autovía A5 que conecta Madrid y Badajoz en la que el conductor debe decidir si aborda la ciudad por la M30 o la M40. Allí, entre acelerones, cambios de carril, radares de 90, frenazos, puentes sobre el asfalto, túneles y farolas, se distingue, a lo lejos, una hilera de carteles publicitarios. En uno de ellos puede leerse: "Extremadura. Tren digno en 2017. AVE 2020".
El abajo firmante es Extremadura en Red, una plataforma auspiciada por una serie de empresarios de la región que pretende concienciar acerca de la importancia de mejorar las comunicaciones en Extremadura.
Antonio García Salas es el coordinador de esta plataforma.
"No sólo no se han cumplido los compromisos, sino que el servicio actual se ha ido deteriorando con el tiempo. Nos encontramos con graves carencias en el mantenimiento de los trenes: baños inutilizables, megafonía estropeada. A veces, incluso, goteras en los vagones. Este abandono ha provocado que el tren lo utilice cada vez menos gente. Un tren digno crearía un nuevo escenario en la región en todos los ámbitos".
Extremadura en Red pretende que este mismo año se pongan en marcha algunas mejoras en el ferrocarril extremeño. "Proponemos que los trenes Media Distancia y Regionales sean sustituidos por Larga Distancia. Consideramos necesario que haya más servicios diarios Madrid-Badajoz ya que hoy en día es imposible ir a la capital a una reunión y regresar en el día. Creemos que los trenes deben ofrecer servicios básicos, como cobertura telefónica e Internet durante los trayectos. No pedimos nada que esté fuera de lo lógico".
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Viajeros de pie en el pasillo y las maletas de los altillos ya en tierra. Oscuridad total tras la ventanas. Hay quien mira el reloj con ansiedad como si estuviera a punto sonar la sirena del recreo y hay quien disimula en su asiento las fatigas del jet lag. No es para menos. El viaje ha durado prácticamente lo que dura un vuelo transoceánico. El tren asoma por la estación de Badajoz a las 21.58, trece minutos después de la hora fijada por Renfe y dos minutos antes de que el usuario tenga la posibilidad de reclamar una compensación. Ha necesitado 5 horas y 54 minutos para recorrer 435 kilómetros. Como escribió Julio Camba en La diligencia "¡La prisa! ¡La calma! No hay dos palabras en las que se encierren conceptos más relativos (…) Dichoso el tiempo en el que los deseos eran lentos y cercanos. Quien tuviera su espíritu… y un buen automóvil".
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Autor >
Juanjo Cubero
Periodista y melómano.
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