Tribuna
A cambio de nada
La RBU no es en ningún caso incompatible con el derecho al trabajo, únicamente discute el mantra de que emplearte sea la única forma de valorar el trabajo como contribución social
Alberto Tena 3/01/2018
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Tras la crisis de 2008, los economistas y la economía han sufrido muchas críticas. No solo por parte de la ciudadanía, que la consideraba la disciplina responsable de evitar estas catástrofes, sino dentro de la propia academia. Aún tenemos que comprobar cuánto ha quedado de todo esto –si es que ha quedado algo– casi una década después de la catástrofe. No haber podido prever la crisis, para muchos, no se trataba solo un problema ideológico; existían profundas raíces epistemológicas que hacían a los economistas ciegos a determinados problemas. En el punto de mira de estas críticas estaba el lugar privilegiado que tienen los modelos econométricos para los economistas: aparatos teóricos que por medio de fórmulas matemáticas tratan de prever lo mejor posible lo que puede suceder en una economía. Incluso Dani Rodrick, uno de los académicos de moda del mainstream económico global, ha tenido que publicar recientemente un libro en el que trataba de encajar estas críticas, defender su disciplina dentro de las ciencias sociales y discutir el lugar que debían ocupar estas objeciones.
El auge de los randomistas
Una de las corrientes de investigación que ha tratado de poner en jaque el lugar privilegiado de las modelizaciones, y que está empezando a imponerse en muchos de los debates relativos a la idoneidad o menos de determinadas políticas públicas, es la de los denominados randomistas: científicos sociales que no utilizan modelos matemáticos, si no experimentación controlada con diseños aleatorios (“randomly”) y grupos de control.
Esta corriente profundiza algunas de las críticas que se está realizando a la disciplina económica desde el llamado behavioral economics.La principal discrepancia con las formas tradicionales de los economistas es que consideran que las emociones y los condicionantes sociales no son solo desvíos temporales de la racionalidad económica individual en la conducta de las personas, sino que implican una complejidad de las dinámicas sociales y la voluntad personal que los modelos matemáticos les cuesta o no pueden captar. La búsqueda del gran modelo que pueda explicarlo todo les ha hecho perder de vista el conjunto. Los randomistas, hartos de las rencillas ideológicas y de las pontificaciones de muchos economistas en sus torres de marfil, han decidido basar sus argumentaciones en la evidencia empírica que muestran los resultados de experimentos de este tipo.
Los experimentos han demostrado que, en general, las transferencias monetarias son herramientas mucho más eficaces que los microcréditos, repartir alimentos o subvencionar libros escolares
Los randomistas vienen impulsando cambios especialmente en las políticas de cooperación al desarrollo y lucha contra la pobreza. Con estas técnicas tratan de averiguar qué programas van más acorde con esos objetivos. Son especialmente conocidos los trabajos de la investigadora Esther Duflo (premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2015) relativos al impacto de los microcréditos. Realizando una serie de experimentos y analizando los resultados de proyectos de ayuda al desarrollo, demostró que no hay evidencias sólidas en el largo plazo de que este tipo de financiación sea eficaz para combatir la pobreza y la enfermedad. El laboratorio de Acción contra la Pobreza del MIT, donde trabaja Duflo y que hoy emplea a 150 investigadores que han llevado a cabo más de quinientos estudios en 56 países, ha analizado intensamente la eficacia de estos programas. Sus experimentos han demostrado que, en general, tanto a corto como a largo plazo, las transferencias monetarias son herramientas mucho más eficaces que los microcréditos, repartir alimentos o subvencionar libros escolares.
Los experimentos con la Renta Básica Universal
Dentro de este campo abierto por los randomistas, los defensores de la Renta Básica Universal, que no es otra cosa que una política de transferencias monetarias, incondicional, universal e individual, han tratado de continuar en esta línea de experimentos y proyectos piloto. Los detractores de la RBU dicen: “De acuerdo, que la gente tenga más dinero es mejor que darles créditos condicionados, comida u otros bienes. ¿Pero a cambio de nada? ¿Esto no hará que la gente no trabaje y la economía no se desarrolle?” El impacto de la incondicionalidad es en concreto lo que se ha tratado de medir en la mayoría de experimentos que conocemos de RBU. Esto es lo que está en el punto de mira en el experimento que se va a desarrollar en Barcelona o que está creando tanta expectación en Finlandia. Los experimentos que recientemente se han realizado en países como India, Namibia o Kenia, o que se realizaron en Estados Unidos y Canadá durante los años 70, ya pusieron encima de la mesa que no es posible demostrar con experimentos controlados que dar dinero a cambio de nada haga que los individuos no participen en la vida social o en la economía. De hecho, si uno se basa en los diferentes datos que se han ido recogiendo, parece ser más bien al contrario.
Mismos resultados, pero con muchas más variables, se tienen cuando se observan las pautas de consumo de las personas en Alaska, estado donde existe actualmente una RBU, o cuando se observa que sucedió con la elasticidad de la oferta de trabajo en Irán: entre los años 2010 y 2016 convirtió, casi por casualidad, un programa de subvenciones estatales a la energía en una RBU efectiva. En todos estos lugares, a lo sumo, se encuentra evidencia de que las personas más jóvenes dedican esos recursos a estudiar o al ocio, que las mujeres toman la decisión de buscar empleos diferentes y aumentan su capacidad de negociación dentro de las familias, o que determinados sectores laborales cambian sus condiciones de trabajo. Los economistas que desde la izquierda apoyan otro tipo de soluciones a largo plazo del problema histórico en el que nos encontramos, como el trabajo garantizado, suelen ignorar este tipo de evidencias y presumir del impacto perverso que tendría una RBU según sus propios modelos.
Los presupuestos del trabajo garantizado
En el fondo, la idea del trabajo garantizado se puede pensar como una transferencia monetaria muy condicionada. Una renta a cambio de que lleves a cabo una actividad, en un determinado horario, con unas determinadas reglas. Por lo tanto, es razonable que quienes ven en la RBU una medida incompatible con otro tipo de políticas por los efectos que creen que van a tener en la economía, discutieran sobre este tipo de evidencia. Por ahora, lo que parece bastante claro es que a pesar de los efectos muy heterogéneos que puede tener el impacto de la RBU, no se puede decir que implique en ningún caso la reducción de las oportunidades de emplearse en el mercado de trabajo.
a pesar de los efectos muy heterogéneos que puede tener el impacto de la RBU, no se puede decir que implique en ningún caso la reducción de las oportunidades de emplearse en el mercado de trabajo
A veces, desde este tipo de propuestas, parece que, si no intervenimos empujando a las personas hacia actividades con un valor social que no sea el de la iniciativa privada, en realidad estamos excusándonos en la idea de libertad puramente formal en la que las personas deciden sin presiones en el mercado. En cambio, lo que parece que demuestra este tipo de experimentación es que el problema de las personas es no tener suficiente poder económico para enfrentarse a las fuerzas del mercado y llevar a cabo su propia vida sin estar sometido a estas tensiones. El impacto central de la RBU es generar entornos de seguridad material a las personas a partir de los cuales puedan tomar las decisiones racionales para su propio bienestar. La libertad material no es lo mismo que la libertad formal liberal con la que se acusa a los defensores de la RBU desde quienes apoyan exclusivamente la idea del trabajo garantizado.
Como nos recordaba Luis Fernando Medina, la historia de la izquierda no tiene que ver con la lucha por el aumento de los ingresos, o el control de la política montaría per se, sino por el aumento del poder en el proceso de producción de la riqueza en la sociedad. Los salarios no dependen exclusiva o mecánicamente de la política monetaria de los países. La subida de los salarios es un síntoma de este proceso de empoderamiento, y la política monetaria, una herramienta. Del mismo modo es fundamental recordar que una de las ventajas de la RBU frente a otras alternativas es que se trata de una transferencia ex ante, y por lo tanto no está condicionada, por ejemplo, a que tengas ya un trabajo u otro tipo de ingreso. Esto significa que tiene efectos sustancialmente diferentes a políticas como los complementos salariales o las políticas activas de empleo. No se convierten en sustitutos del salario absorbidos por el empleador, como en cambio se está demostrando que si pasa con este otro tipo de políticas como la famosa –y multimillonaria– garantía juvenil.
Políticas basadas en la evidencia
Cuando observamos la manera en que opera una RBU en comunidades de personas reales, no en los modelos, nos damos cuenta de que sistemáticamente obviamos una reciprocidad implícita que siempre funciona en este tipo de políticas. Hay una ingente cantidad de trabajo de todo tipo, no solo en el denominado mercado de trabajo, que se debe hacer sí o sí para que la vida funcione y que las personas desarrollamos de manera natural. El trabajo de cuidados y reproductivo que se hace cada día y que tan desigualmente está repartido, es el principal ejemplo de un trabajo sistemáticamente invisibilizado y sin el cual las sociedades no funcionan. Cuando hablamos de propuestas como la renta de participación de Atkinson, rentas a cambio de una mínima reciprocidad de actividad socialmente útil, en realidad pensamos que podría quedar totalmente cubierta por este otro tipo de trabajos si fuéramos capaces de ampliar nuestra idea de utilidad social. En el fondo, quienes piensan en términos de reciprocidad, como quienes apuestan en exclusiva por el trabajo garantizado, presuponen que cualquier contribución valiosa a una comunidad debe ser en el ámbito que consideramos restrictivamente económico.
En realidad, la RBU no es en ningún caso incompatible con el derecho al trabajo, únicamente discute el mantra de que emplearte sea la única forma de valorar el trabajo como contribución social, o lo que es lo mismo, el empleo remunerado como el único espacio valioso para nuestra economía y nuestras sociedades.
La experimentación con RBU no resuelve, ni de lejos, todas las incógnitas sobre la eficacia de este tipo de políticas para favorecer la justicia social y resolver alguno de los problemas de los cuales compartimos el diagnóstico. Esto es, básicamente, porque su impacto tiene que ver en realidad con el diseño institucional con el que se implantaría, es decir, con su financiación y con su articulación con el resto de las instituciones del Estado de Bienestar. Pero también es cierto que quien afirme que una RBU nos transformaría en sociedades de vagos y maleantes no tiene ni una sola evidencia empírica experimental que pueda demostrarlo.
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Alberto Tena. Investigador en Políticas Públicas y Sociales. Ha trabajado como asistente parlamentario para En Marea en el congreso de los diputados.
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