1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

La pesadilla de los negristas. La actualidad de Gramsci y lo nacional-popular

En respuesta a Emmanuel Rodríguez, ‘La izquierda y lo nacional-popular’

Carlo Formenti 7/02/2018

<p>Manifestación del grupo Potere Operaio en Milán. </p>

Manifestación del grupo Potere Operaio en Milán. 

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito, la web exclusiva de la comunidad CTXT. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí. 

Los amigos Manolo Monereo y Javier Aguilera me solicitan mi respuesta a la recensión crítica de Emmanuel Rodríguez de la edición española de mi último libro, La variante populista. Acepto su invitación tras algunas dudas, porque el texto de Rodríguez no me pareció que pudiera suscitar un debate interesante: tras replicar a los numerosos ataques de los “negristas” italianos, su lectura me provoca, en realidad, una sensación de dejà vu (es curioso que los intelectuales post-obreristas, aunque declarándose refractarios a las jerarquías y a las disciplinas de partido o de movimiento, emplean un lenguaje que nunca se distancia del catálogo de conceptos que el “maestro” Antonio Negri y sus fieles han codificado en un verdadero y propio catecismo). Nada nuevo en el frente hispánico, por tanto, pero vayamos al asunto.

No me detengo sobre la primera parte del artículo, que propone un sintético, y no siempre riguroso y fiel, resumen de las tesis del libro. Respecto a la segunda parte, que por el contrario entra en los asuntos de fondo, contestaré sucintamente sobre las cuestiones más relevantes: Estado y economía; capital y trabajo;  tecnología y composición de clase; pueblo y nación y Europa y América Latina. De la crítica que Rodríguez hace a lo que he escrito sobre la relación entre Estado y globalización capitalista, alguien podría pensar que no ha leído el libro, pero visto que lo ha leído, me veo obligado a tomar nota de su mala fe. En parte alguna del libro encontraréis la tesis de que la globalización coincidiría con el triunfo del mercado sobre el Estado. Al contrario: siguiendo el análisis, entre otros, de Dardot y Laval, sostengo que no estamos frente a una “retirada” del Estado de la economía, sino en un proceso de desmantelamiento de la sociedad fordista y de sus instituciones políticas, nacionales y supranacionales, totalmente proyectado, planificado y realizado por los estados conforme a los principios del ordoliberalismo, que se basan en la existencia de un Estado fuerte, al que atribuyen una doble tarea: 1) crear las condiciones jurídicas, políticas y culturales necesarias para el funcionamiento del mercado, del que se reconoce explícitamente la incapacidad de autoregularse (cfr. von Hayek y otros), y 2) construir un sujeto social "hecho a medida" de las necesidades de la fase actual del desarrollo capitalista.

Vayamos ahora a las relaciones entre capital y trabajo y entre tecnología y composición de clase. La concepción post-obrerista de la relación capital-trabajo en la actual fase capitalista propone una mezcla contradictoria de neo-proudhonismo y arqueología marxista. A la arqueología marxista pertenece el entusiasmo por el progreso tecnológico (bien sintetizado por el Manifiesto aceleracionista que relanza el concepto –que suena hoy como un patético residuo del siglo XIX–  según el cual el desarrollo de las fuerzas productivas crea por sí mismo –por hegeliana necesidad histórica– las condiciones para la transición al socialismo). Un entusiasmo que elimina el problema de la no neutralidad de la tecnología (en particular de la tecnología digital, que genera un nivel incomparablemente más radical de subordinación/integración de la fuerza de trabajo en el capital respecto al de las tecnologías fordistas), y presume que el proletariado puede heredar el sistema técnico del capital tal y como es para convertirlo en el instrumento de su propia emancipación.  

Neo-proudhoniana es, por el contrario, la idea de un capitalismo “parasitario” (impugnada por Marx en su crítica al socialismo utópico) que “roba a la fuerza de trabajo los resultados de una cooperación social que se desarrollaría espontánea y autónomamente del comando capitalista (a quien sostiene idioteces similares habría que sugerirle que se aprenda de memoria el Capítulo VI Inédito del Capital). De aquí se derivaría la tesis de la ruptura de las relaciones de fuerza entre el trabajo vivo y el trabajo muerto, por la que hoy el primero dominaría/usaría al segundo y no a la inversa. Y llegamos aquí al ridículo: los “trabajadores del conocimiento” que los post-obreristas identifican con la nueva vanguardia revolucionaria son, en todo caso, reducidos ellos mismos a trabajo muerto, a capital fijo en su forma digitalizada, compuesta por la integración entre computadora, software e  inteligencia humana objetivada, estandarizada y sistematizada, mientras la “creatividad” de este sector laboral se reduce al desarrollo de tecnologías, productos y servicios que sirven para controlar/disciplinar la amplia masa de trabajadores ejecutivos, precarizados, descentralizados en áreas de bajo costo y sobreexplotados. Estamos, por tanto, ante una versión post-moderna de la aristocracia obrera de leniniana memoria o incluso a la de los empleados en diseño de métodos y sistemas de control de la era taylorista.

En este punto debo añadir tres incisos. Uno: Rodríguez rechaza mis críticas al concepto de trabajo inmaterial sosteniendo que el término no hay que entenderlo en sentido literal, sino como “subsunción general de la subjetividad en los procesos de valorización del capital (la vida puesta a trabajar)”. Pero aquí la abstracción se hace, si ello fuera posible, más “inmaterial”, impalpable, resultando que, en vez de atribuir a las concretas formas de vida un papel antagonista, en cuanto irreduciblemente externas a las relaciones de producción, se impone a la vida reducida a pura abstracción el papel de “capital variable”. Dos: las tesis recien expuestas se basan esencialmente en las páginas del “Fragmento sobre las máquinas” de los “Grundrisse”, donde Marx habla al final de la ley del valor. Teniendo en cuenta que la teoría marxista del valor trabajo, tomada en clave puramente económica (además de ser científicamente contestable: véase Sraffa), pierde todo contenido subversivo (contenido referido a las relaciones de fuerza entre las clases y no a la teoría económica), es evidente que las formas concretas en las que la teoría “se encarna” en las diversas fases del desarrollo capitalista cambian con el tiempo, así como es evidente que se podrá hablar del fin de la ley del valor sólo si y cuando se acabe con el dominio del capital sobre el trabajo. Rodríguez y los negristas sueñan que viven en un mundo donde esto ya ha tenido lugar: benditos sean, pero mientras sigan soñando, el capitalismo “tendrá los siglos contados” (citando las palabras de un conocido economista). Tres: los negristas se obstinan en leer la crisis como fruto exclusivo de las contradicciones inmanentes al modo de producción, siendo incapaces de captar la naturaleza eminentemente política de la crisis actual: una crisis de hegemonía que hace que grandes masas populares dejen de delegar y de confiar en las élites, mientras que solo éste carácter político de la crisis nos permite tener alguna esperanza de relanzar la lucha de clases.

Antes de pasar a los temas de lo nacional-popular, haré dos consideraciones. La primera referida a la crisis de la globalización. De la delirante visión de un mundo unificado que Negri expuso en Imperio (versión post-moderna del super-imperialismo de Kautsky) no queda rastro alguno. Esto no significa que se hayan acabado los flujos globales financieros (los comerciales, por el contrario, efectiva y significativamente se han ralentizado, mientras crecen las pulsiones proteccionistas y mercantilistas), sino que hemos entrado en una fase de caos sistémico (cfr. Wallerstein y Arrighi) en el que renace la lucha inter-imperialista entre las grandes potencias, las mega-empresas multinacionales (que mantienen, se diga lo que se diga, relaciones estratégicas con sus países de origen), y los bloques regionales. El esquema de centro, semiperiferia y periferia sigue siendo válido pero sufre modificaciones con el rápido desarrollo de las relaciones geopolíticas de fuerza, surgiendo imperialismos subregionales (Brasil, por ejemplo) que crean sus propias periferias, pero aparecen a su vez subordinados a bloques regionales más poderosos (Estados Unidos y China, en primer lugar).  

La segunda se refiere al progresivo eclipse del concepto de multitud en los discursos post-obreristas (en ausencia de toda consideración autocrítica, algo ya típico: cuando una categoría se queda sin fundamento alguno, los negristas pasan de largo fingiendo como si nada hubiera pasado). El fracaso de tal concepto, incapaz de dar cuenta de las dinámicas reales de los conflictos de clase de los últimos veinte años, ha llevado a la recuperación de la categoría obrerista “clásica” de composición de clase, aunque declinada en formas nuevas. Paradójicamente, el concepto de multitud, a pesar incluso de su abstracción, representaba un avance, mientras que la vuelta a los conceptos obreristas tradicionales es un paso atrás, aunque sólo fuera  porque la de multitud era una imagen más cercana a la realidad de una masa fragmentada de  piezas de clase heterogéneas, resultado de medio siglo de contrarrevolución neoliberal.

El mérito de haber afrontado esta realidad “hecha pedazos” y de haber descrito las modalidades de una posible recomposición política lo tiene Ernesto Laclau y su concepto de pueblo. En su crítica, los post-obreristas, como de costumbre, juegan sucio. Mantienen que la idea de pueblo en Laclau coincide de hecho con la que fue configurándose históricamente con el nacimiento de los modernos estados-nación y las grandes revoluciones burguesas. Por el contrario, Laclau habla de pueblo en relación a un proceso (específicamente asociado a la crisis de los sistemas políticos post-democráticos, surgidos de la contrarrevolución neoliberal) a través del que: 1) los distintos momentos conflictivos generados por la incapacidad sistémica de responder a determinadas reivindicaciones económicas, sociales, identitarias, etc, pueden –en determinadas circunstancias y condiciones– aglutinarse en torno a una demanda particular que asume un papel hegemónico; 2) inéditos proyectos políticos pueden aprovechar la ocasión de estos “momentos” para construir un pueblo, para dar así unidad simbólica a los distintos impulsos antagonistas y encauzarlos hacia un resultado contra-hegemónico y antisistémico. En mi libro estas tesis son asumidas críticamente (sin  esconder los puntos débiles: que se trata de una descripción empírico/fenoménica de algunos procesos reales, el excesivo peso atribuido al aspecto retórico/comunicativo de los fenómenos sociales frente a una escasa atención al papel de las clases sociales, etc), pero sobre todo son releídas a la luz del pensamiento gramsciano y de las categorías de hegemonía, guerra de posiciones, el hacerse Estado de las clases subalternas, el partido como formación de intelectuales orgánicos, etc.

El último punto es dirimente porque, siendo verdad que el que escribe compartió durante mucho tiempo la historia del obrerismo italiano, como recuerda Rodríguez (que como sus amigos italianos me reprocha tácitamente la “traición”), es igualmente cierto que mi biografía política se inicia, entre finales de los 60 e inicios de los 70 del siglo pasado, en una formación política que se denominaba, no casualmente, Grupo Gramsci. Por lo que para mí la recuperación de la teoría gramsciana es, más que un giro, un retorno a los orígenes, impuesto por la extraordinaria actualidad que el pensamiento de Gramsci está hoy revelando (véase su redescubrimiento en América Latina, Asia y África). Que se me vincule al giro trontiano, por tanto, no tiene fundamento alguno, teniendo en cuenta que Tronti siempre fue, y lo sigue siendo, antigramsciano: su fidelidad al PCI y a sus posteriores mutaciones hasta el PD se debe fundamentalmente (véase la larga vídeo-entrevista  dirigida por mí y publicada por DeriveApprodi) a su autodefinición como “viejo bolchevique”, es decir, un realista político (su amor por Maquiavelo y Schmitt no es casual) que decide estar allí donde  más fuerza hay para defender así mejor los intereses de los más débiles (argumento débil, pero que nada tiene que ver con Gramsci). En mi libro, la capacidad de las tesis de Laclau (y más aún la del Gramsci nacional-popular) para analizar la realidad de los conflictos sociales y políticos contemporáneos se mide sobre todo en relación a las revoluciones bolivarianas (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y a los casos de Podemos en España y de Sanders en los Estados Unidos. En la edición griega del libro, que está a punto de salir, he actualizado y profundizado estas partes y he añadido algunos párrafos dedicados al ascenso de Corbyn en Inglaterra, al movimiento de Mélenchon en Francia, a Syriza y a la evolución de Podemos y del M5S (Movimiento 5 Estrellas) italiano. Aquí me limitaré a algunas notas sobre Europa y América Latina, a las que sin embargo debo adelantar un breve excursus sobre el tema de la relación entre Estado, pueblo y nación.

La formidable aceleración histórica que el mundo ha sufrido a partir de la contraofensiva capitalista tras el ciclo de luchas de los años 60 y 70 del siglo XX y su aparente triunfo definitivo, asociado al derrumbe del bloque soviético y a la revolución tecnológica iniciada en los años 90, han neutralizado la capacidad de análisis e iniciativa política de las izquierdas: las socialdemocracias se han convertido en masa al neoliberalismo, las izquierdas radicales entraron en una depresión, entre remordimientos y nostalgia del compromiso fordista o –en el caso de los post-obreristas– se dejaron llevar por la euforia de un imaginario vuelco en las relaciones de fuerza entre el capital y el trabajo. No sorprende, por tanto, que no sepan captar los elementos, al mismo tiempo, de continuidad y de discontinuidad entre la crisis de la primera y de la segunda globalización. El concepto de globalización viene asumido acríticamente en la versión ideológica que proporciona el pensamiento único dominante, eliminando el hecho de que la internacionalización de los flujos de dinero y de  mercancías es un dato permanente de la historia del capitalismo, eliminando la actualidad del análisis leninista del imperialismo (que obviamente hay que actualizar respecto a la caótica evolución de las relaciones de fuerza geopolíticas señaladas con anterioridad) y asumiendo el discurso cosmopolita burgués que anuncia el triunfo definitivo del mercado sobre la política por el que, de vez en cuando, se aceptan “de forma realista” las restricciones de la economía o, peor, se atribuyen al cosmopolitismo burgués las virtudes del internacionalismo proletario. De la cuestión nacional, que ha agitado durante más de un siglo el debate en el marxismo, se han perdido los rastros de los años 70 del siglo pasado, cuando el presunto fin de la época colonial ha marginado los análisis de autores como Franz Fanon, Samir Amin o Gunder Frank  (por no hablar de los teóricos del sistema mundo). De ahí que hoy cualquier referencia a la soberanía nacional sea tildada como algo de derechas. Poco importa que ello haya regalado a los populismos de derechas el apoyo de amplias masas proletarias, tanto las pertenecientes a los sectores inferiores “incivilizados, racistas y  sexual-fóbicos” (Franco Bifo Berardi ha hablado con desprecio de nacional-obrerismo) que no interesan a una izquierda que apuesta por las vanguardias de los trabajadores del conocimiento.

Admitiendo por un momento que los “verdaderos” proletarios sean hoy estos sectores más aculturados de la clase trabajadora (que yo sigo sobre todo considerando clases medias emergentes),  ¿cuándo tales sujetos (o las viejas aristocracias obreras) han hecho una revolución? ¿Es o no un hecho  que todas las grandes revoluciones socialistas las hicieron las masas campesinas, dirigidas por minorías obreras e intelectuales pequeño-burgueses? Es o no un hecho que en todos estos procesos revolucionarios  la cuestión de la soberanía popular y nacional (inseparables) han desempeñado un papel determinante, porque sólo cuando las situaciones en las que la opresión nacional y la explotación de clase iban juntas se daban las condiciones revolucionarias. Condiciones políticas no económicas (Gramsci dijo que Lenin hizo una revolución contra “el Capital” conquistando el poder en un país económicamente atrasado). ¿Es o no un hecho que también hoy en los países occidentales las masas populares reivindican intereses y necesidades que les niegan los procesos  de internacionalización de los flujos de mercancías y de dinero?   

Si la soberanía popular y nacional no se funda en reivindicaciones identitarias de tradiciones, tierra y sangre, sino en procesos de construcción hegemónica de una comunidad de lucha, de un pueblo que nace uniendo distintos impulsos antagonistas contra las élites políticas y económicas, si la nación es entendida como la proyección simbólica de un pueblo que comprende a todos aquellos que –prescindiendo de la etnia, la lengua, la religión, el sexo, etc– viven y luchan en un determinado territorio, no existe razón alguna para que ese tipo de ideas sean de “derechas”. Como máximo se podrá decir que es una estrategia política perdedora en base al dogma de la imposibilidad de realizar el socialismo en un sólo país. Pero las revoluciones bolivarianas se han hecho a contrapelo de las izquierdas radicales (troskistas, maoistas, neoestalinistas, post-obreristas, etc) empeñadas en degollarse en estériles luchas ideológicas, fueron el resultado de procesos muy similares a los descritos por Laclau, nacieron de la conjunción de rebeliones de masas contra los gobiernos neoliberales y partidos y líderes populistas que cooptaron/integraron en su seno a sectores de las izquierdas y los movimientos. ¿Estas revoluciones no son socialistas? Quizás. ¿ Que hoy todas están en crisis cercadas por el imperialismo y las nuevas luchas sociales? Es verdad. Pero eso no significa que no tengan nada que enseñarnos (y no sólo en lo negativo). Representan de hecho las únicas experiencias que han sabido interrumpir la hegemonía del consenso de Washington. Su pecado mortal no fue el soberanismo populista , sino el haber apuntado a una integración regional (el ALBA) contra-hegemónica basada casi exclusivamente  en la reconversión de la renta petrolera hacia el gasto social, de haber apostado, por tanto, a un neo-extractivismo que no ha permitido desarrollar eficaces estrategias de desenganche (delinking, cfr. Samir Amin) del mercado global. Mientras tanto anotamos que las “izquierdas radicales”, ante las dificultades económicas  que estos regímenes están atravesando, se posicionan en la práctica junto a las oposiciones neoliberales  de derecha, demostrando otra vez su naturaleza oportunista y su incapacidad de medirse con los tiempos largos de la historia.  

¿Que Europa está a distancia estelar de América Latina, de procesos de regreso a burguesías compradoras de sus élite nacionales? ¿Estamos seguros? En la lucha interimperialista que opone a los grandes bloques regionales, Europa es la cazuela entre la gran potencia declinante y la gran potencia emergente, entre EE.UU y China. Europa ha impulsado su proceso de unificación para competir mejor. Pero la condición para hacerlo ha sido un proceso de centralización que ha puesto en manos de Alemania –la única dotada de recursos industriales, financieros, demográficos y técnico-científicos– la hegemonía total sobre los países miembros. Su política neo-mercantilista, basada en el crecimiento de las exportaciones y en los principios ordoliberales que inspiran las políticas económicas (lucha contra la inflación y contención a toda costa del coste de la fuerza de trabajo) han condicionado todo el proceso de unificación, determinando: 1) el desmantelamiento de los sistemas industriales del sur de Europa, reducidos a reservas de mano de obra barata y suministradores de productos semi-elaborados para la industria alemana; 2) la colonización de los países del Este tras la caída de la URSS, la reunificación de las dos Alemanias y la guerra de los Balcanes; y 3) la imposición de políticas feroces de austeridad (administradas conjuntamente con el BCE, el FMI y las instituciones de Bruselas) a los países “indisciplinados” como Grecia (a su vez reducida a casi una colonia). El instrumento que ha permitido   realizar esta presión y  reducir a la obediencia a los países satélites ha sido la unificación monetaria (sobre el asunto no me extiendo porque existe ya una vasta literatura sobre ello). En otras palabras, en la región europea se ha formado una articulación local del esquema centro, semiperiferia y periferia, que vuelve a plantear, en términos distintos pero no demasiado respecto al contexto latinoamericano, las mismas contradicciones y la misma necesidad de retomar el tema de la soberanía popular y nacional en el análisis  teórico y en la gestión práctica de la lucha de clases. Oportunista no es quien invita a tener todo esto en cuenta, sino quien, como Negri, se hace agit prop de un “patriotismo europeo” que corta los amarres con Marx y con Lenin, que describieron siempre el ideal de una federación de países europeos como una pesadilla reaccionaria.

Obviamente, el tema del Estado está estrechamente vinculado al de construcción de un pueblo y al de soberanía popular y nacional. Me limito, por tanto, a concluir afirmando que, frente al anti-estatalismo de las izquierdas radicales y en sintonía con el concepto gramsciano del “hacerse Estado” de las clases subalternas, estoy convencido de que la utopía del “fin del Estado” es un residuo del que hay que desprenderse, al basarse en una idea del “fin de la Historia”, de un Edén en el que todo conflicto inter-humano –y, por tanto, toda exigencia de mediación política– se habrá acabado, una idea que hoy parece no menos improbable  que el dogma cristiano de la resurrección y la ascensión final de los justos al Paraíso. En las constituciones bolivarianas se configura un proyecto de Estado que no protege sólo los derechos humanos y civiles, sino también a aquellos  sujetos y comunidades colectivas, garantizando su autonomía y el autogobierno democrático, pero sobre todo garantizando la posibilidad de defensa conflictiva de estas prerrogativas también y sobre todo frente al Estado que los reconoce. El hecho de que estas constituciones aún no se hayan utilizado en gran medida no cuestiona la validez del principio.

  

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito, la web exclusiva de la comunidad CTXT.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Carlo Formenti

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí