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El componente social de la ciencia responde a su capacidad para conseguir impacto en las necesidades y el bienestar de la población. En la investigación médica, esta situación se escenifica en el equilibro que se consiga alcanzar entre el esfuerzo –cantidad de recursos destinados a la investigación– y las necesidades o sensibilidades de la sociedad. Sin embargo, el ajuste entre esta dos variables no siempre es el deseado tanto a nivel global como local, según recoge el artículo ¿Responde la investigación a las necesidades de salud?, de Ismael Ràfols, de la Universitat Politècnica de València, y Alfredo Yegros, de la Universidad de Leiden (Países Bajos).
Según estos investigadores, en España, enfermedades como el ictus o la depresión, entre otras, no se investigan lo suficiente si se tiene en cuenta el grado de incidencia que tienen entre la población. Una de las causas que explica esta situación es que los sistemas de evaluación de la investigación y la generación de méritos priman la visibilidad científica. Es decir, se da más peso a, por ejemplo, la publicación en revistas especializadas que a la cobertura de necesidades sanitarias concretas.
Para evaluar si existe un desajuste entre el esfuerzo investigador y las necesidades, Yegros y Ràfols comparan la proporción que existe entre la carga de las enfermedades –su incidencia– con el número de publicaciones científicas. De esta forma, aseguran los autores, patologías como la malaria o la tuberculosis, prevalentes en países de renta baja y media, merecerían más inversión en I+D si se tienen en cuenta esta comparación.
Yegros y Ràfols señalan que, si bien su metodología debe tomarse con cautela –la contabilización de publicaciones no refleja con exactitud las iniciativas de investigación y no detecta la mayoría de proyectos privados de I+D–, cuenta con la ventaja de reflejar el trabajo de médicos y docentes en hospitales y universidades. La ‘carga de enfermedad’, por su parte, es un indicador que recoge parámetros como la prevalencia de las enfermedades, su incidencia, los días de hospitalización, la mortalidad, los años de vida perdidos…
Según los datos extraídos por los investigadores, a nivel mundial el cáncer –tumores malignos– representa cerca del 22% de las publicaciones médicas totales, pese a que su carga de enfermedad no llega al 10% global. Por su parte, las enfermedades cardiovasculares, infecciosas y parasitarias representan más del 16% de la carga de enfermedad y solo un 10% de las publicaciones.
En el caso concreto de España, la carga de enfermedad del cáncer sí que es mayor que el porcentaje de publicaciones, mientras que la proporción de publicaciones sobre enfermedades infecciosas y parasitarias es mucho mayor que su carga de enfermedad.
Gran parte de las investigaciones mundiales en el ámbito de la salud se publican en países de renta alta de Europa, Norteamérica y Asia Oriental. Según los investigadores, en estas zonas existe una correlación, aunque imperfecta, entre la carga de enfermedad y las iniciativas de investigación.
En 2010 se gastaron, aproximadamente, 240.000 millones de dólares en I+D sanitaria. De ellos, el 90% se concentró en estos países de renta alta. Esto provoca que las iniciativas de investigación mundiales encajen más con las necesidades sanitarias de las sociedades ricas que con las del resto del mundo.
Para establecer las prioridades en investigación y desarrollo, comentan los investigadores, se debe prestar más atención tanto a las necesidades humanas como a las causas de la mala salud. Es decir, tener en cuenta factores medioambientales y socioeconómicos como la contaminación o la desigualdad. Sin embargo, el hecho de que el 60% de la I+D sanitaria provenga de financiación privada hace que las investigaciones se rijan casi exclusivamente por lógicas comerciales.
Según Yegros y Ràfols, esta circunstancia se une a problemas relacionados con los criterios y prioridades que se aplican en la investigación: la lentitud para aplicar los avances científicos a la práctica clínica y la atención; la proporción alarmante de los descubrimientos científicos publicados falsos; experimentos que no se pueden reproducir; o publicaciones que repiten descubrimientos ya conocidos.
Para abordar las necesidades sanitarias de los países de renta baja, en su gran mayoría poco estudiadas, se ha comenzado a recomendar a los países desarrollados que destinen una pequeña parte del PIB a I+D sanitaria, y un porcentaje de ello a enfermedades desatendidas.
Los investigadores proponen un mayor uso estratégico de los datos almacenados en el sistema sanitario y una mayor participación de los agentes sociales para salvar estos problemas y poder alcanzar un mejor balance entre los esfuerzos investigadores y las necesidades sociales.
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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el el artículo ¿Responde la investigación a las necesidades de salud?, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.