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Si Vd. no es gallego, pero le ha coincidido estar por aquí el pasado jueves 17, habrá observado que, además de ser festivo, los periódicos, al menos las portadas, estaban en gallego. Un fenómeno tan hermoso como pasajero, igual que la floración del cereus greggii, un cactus de los desiertos de Arizona y México, que tiene lugar solo un día al año. En 1979 se oficializó como Día Nacional de Galicia la fecha del 25 de julio, que se venía celebrando –con el lapso que imaginarán– desde 1920, pero la conmemoración, con mucho, más popular, es la del 17 de mayo, el Día das Letras Galegas.
Ese día –o esa semana, o a lo largo de todo el mes, a diferencia del cactus– las agendas de instituciones y entidades se llenan de actos y conferencias. Pero también de las asociaciones de vecinos a los sindicatos, pasando por los colectivos culturales; las agrupaciones de caza y pesca a las deportivas, sin olvidarse de casinos y ateneos, celebran concursos de poemas, de dibujos, de relatos cortos o no, recitales, representaciones teatrales y veladas, con ágape o sin él. La cadena de supermercados líder en la comunidad imprime para la fecha millones de bolsas de plástico con poemas o citas literarias. Una de las grandes bodegas de Rías Baixas hizo este año una edición limitada de botellas con media docena de escritores en la etiqueta. Y por supuesto, en las aulas de enseñanza primaria y secundaria se toca el tema y los pasillos de los centros se llenan de manualidades y creaciones artísticas del alumnado. Todo ello, en Galicia, y en el resto del mundo, de Queens (NY) a Avellaneda (Buenos Aires), de Zúrich a Basilea.
Lo más curioso es que ese enorme despliegue de energía y devoción, mucho más civil que oficial, se realiza alrededor de una única figura literaria ya fallecida, y que no tiene por qué ser conocida. A veces incluso no lo suele ser demasiado. Pero se edita, se reedita y se antologa su obra. Se publican estudios académicos sobre sobre ella, biografías para el público juvenil, cómics, adaptaciones, se hacen documentales… Y la gente educada manifiesta su respeto a la fecha mediante mensajes en las redes o los medios. Me vienen a la memoria de este jueves un tuit de Norwegian y otro de Fabian Schär, defensa del Deportivo.
Lo más curioso es que ese enorme despliegue de energía y devoción, mucho más civil que oficial, se realiza alrededor de una única figura literaria ya fallecida
El invento se le ocurrió a un apacible miembro de la Real Academia Galega (RAG), Paco del Riego, que había sido un joven dirigente de la FUE (la organización universitaria republicana) y del Partido Galeguista, y había sido obligado a luchar en el bando contrario. Era 1963, y los intelectuales que habían sobrevivido a la purga intentaban retomar el timón de la RAG en concreto y de la maltrecha cultura en general. Lo del Día das Letras era más bien una excusa para poder vender libros en gallego en público sin ser molestados oficiosamente ni multados oficialmente. Escogieron el 17 de mayo por ser el centenario de la primera edición de Cantares gallegos, de Rosalía de Castro, y le dedicaron a ella ese primer Día. Establecieron también una moratoria de un mínimo de diez años del fallecimiento para poder ser candidato.
Desde entonces, han sido homenajeados escritores clásicos, como los trovadores medievales o Alfonso X el Sabio y otros con un amplio reconocimiento –Álvaro Cunqueiro, Rafael Dieste, Eduardo Blanco Amor, Celso Emilio Ferreiro… Pero también ha habido apuestas arriesgadas en los últimos años, como Lois Pereiro, un poeta de culto muerto a los 37 años que solo había publicado dos breves poemarios en vida, o Roberto Vidal Bolaño, un dramaturgo de pensamiento –y obra– radical, al lado de figuras como Xosé Filgueira Valverde, que suscitó una considerable polémica por haber sido alcalde franquista.
Es de suponer que la condición de seleccionar muertos la adoptaron en su día para no suscitar grescas entre los vivos, y la de la moratoria de diez años, para evitar que el duelo por el fallecimiento reciente de un autor interfiriese en el ánimo de los académicos a la hora de seleccionar homenajeados. Eso de legislar en caliente, que ahora es tendencia. Las precauciones no han evitado, en los últimos tiempos, la polémica. Los ayuntamientos y otras instituciones proponen a sus candidatos, y no llevan bien que no salgan: la candidatura perdedora de Antonio Fernández y Morales, un berciano que publicó en gallego antes que Rosalía casi provoca un conflicto fronterizo (cultural). Sea cual sea la elección, los intelectuales más lenguaraces sancionan méritos, normalmente a la baja, del autor o autora designado. La vida cultural en toda su plenitud.
La homenajeada este año fue María Victoria Moreno Márquez, una extremeña (Valencia de Alcántara, Cáceres, 1939) hija de toledano y malagueña, que no tenía ninguna vinculación con Galicia hasta que su marido, valenciano, fue destinado, precisamente en 1963, a Pontevedra. Se licenció en Filología Románica por la Complutense, a la vez que daba clases gratuitas de francés (lo había aprendido, al igual que el catalán, mientras estudiaba secundaria en Barcelona) en el barrio obrero de Entrevías. Editó ya en 1973 un libro en gallego (Mar Adiante), uno de los primeros de literatura infantil en esa lengua, y en ese mismo año le denegaron el pasaporte por dar clases clandestinas, también gratuitas, de gallego. Hay gente que no aprende. El resto de su vida la dedicó a apoyar los movimientos de renovación pedagógica y a escribir, con éxito de crítica y público (su novela Anagnórise suma veinte ediciones).
Todo esto viene a cuento, o no, para ilustrar cómo un artefacto cultural creado por unos resistentes en un despacho polvoriento puede ser aceptado natural y masivamente por una sociedad, hasta que las autoridades, del signo político que sea, no tienen más remedio que asumirlo. Sin embargo, estamos en tiempos de regeneración y centrismo. El mismo día en el que hasta un pelotero suizo que ni siquiera se quedará en el Deportivo homenajea a una profesora que decidió asumir, defender y usar de forma brillante el idioma del lugar al que llegó, la candidata a la presidencia autonómica del partido que pretende que los funcionarios no conozcan los idiomas de los administrados celebra la fecha preguntándose si alguna vez será el Día de toda la literatura hecha por gallegos. Como si la Pardo Bazán, Valle Inclán, Cela o Torrente necesitasen algún tipo de apoyo a la promoción de su obra o difusión de su figura.
Está claro que las conmemoraciones tienen que recordar gestas, batallas, descubrimientos o cualquier otro tipo de masacre. Si lo que celebras es la publicación de un libro de poemas te toman por el pito del sereno.
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas
Autor >
Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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