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Deporte de élite y maternidad: la ausencia de derechos laborales complica la relación

Los contratos con cláusulas “antimaternidad” son la punta del iceberg de los problemas que enfrentan las deportistas

Cristina Vallejo 8/08/2018

<p>Vanessa Veiga, corredora de larga distancia y madre de familia numerosa</p>

Vanessa Veiga, corredora de larga distancia y madre de familia numerosa

@iammrshit

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¿Cuál es la relación entre la maternidad y el deporte de élite? Posiblemente haya que hablar en plural, de relaciones, tantas como mujeres deportistas que fueron madres. En las líneas que siguen, un puñado de deportistas comparten con CTXT su experiencia: algunas hicieron parones largos antes de reincorporarse a la competición, otras no consiguieron volver, otras forzaron la máquina (sus cuerpos) para procurar no perder el hueco en la élite que se habían ganado, y un último grupo está en ello, batallando para conseguir volver a competir este año.

Hay que señalar que a las mujeres les es más difícil llegar al deporte de élite y explicar por qué. Las mujeres deportistas, antes de plantearse ser madres e intentar volver a la alta competición, ya habían tenido que romper muchas barreras. Marta Eulalia Blanco García, especialista en igualdad de género, explica: “Es muchísimo más difícil para las mujeres llegar al deporte de élite, tanto por razones directas como indirectas. De manera directa, los recursos para el deporte femenino y las mujeres deportistas son muchos menos, existe menos oferta inicialmente, pero además, las ligas superiores y los propios clubes invierten lo justo. Además, al deporte de élite se llega con muchísimo trabajo, pero también hace falta algo de talento; imaginemos en fútbol o baloncesto cuando una niña tiene talento: ¿A cuántas jugadoras va a ver por la televisión? ¿A cuántas entrenadoras va a ver o tener ella misma? Sus compañeros, incluso con menos talento que ella, ficharán enseguida por equipos muy conocidos, cobrando dinero bastante antes de su mayoría de edad. El entorno de una deportista nunca potenciará su dedicación tanto como la de los hombres. Incluso creyendo en su potencial, sus oportunidades nunca serán las mismas.”

Las mujeres que aparecen en este relato han tenido que luchar mucho para superar todos estos impedimentos. Además, las deportistas, una vez llegan a la cúspide, se enfrentan a discriminaciones frente a sus pares masculinos. Lourdes Santos Pérez, profesora del departamento de Historia del Derecho y Filosofía Jurídica, Moral y Política de la Universidad de Salamanca, explica que las mujeres padecen dos tipos de discriminación en la alta competición: una directa y otra indirecta. En la primera se incluyen, por ejemplo, los test de verificación de sexo a los que sólo se les somete a ellas; en la segunda, la infrarrepresentación de las deportistas en los puestos directivos del gobierno del deporte, de lo que se deriva la menor presencia del deporte femenino en los medios y los mayores obstáculos para el acceso a recursos económicos.

Los derechos laborales y la maternidad en el deporte

Sin embargo, como fuente de discriminaciones la maternidad se lleva la palma. Blanco García explica: “En el deporte de élite, hoy por hoy, la maternidad es prácticamente imposible. Si en un entorno laboral en el que el embarazo y la maternidad están reconocidos y regulados pueden darse muchísimas dificultades, imagina cómo debe ser en un entorno en el que ni siquiera se contempla esta opción. La punta del iceberg son las cláusulas antiembarazo en los contratos de las deportistas contra las que tanto se está luchando; pero éstas sólo muestran parte de un problema muchísimo más arraigado. La maternidad en el deporte no existe, así de fácil".

Lourdes Santos Pérez explica la discriminación de las deportistas-madres como “potenciales trabajadoras” aunque no siempre son consideradas como tales. “En el ámbito del deporte femenino profesional en España, la ausencia de ligas profesionales y de convenios colectivos, así como el escaso número de contratos (se carece de estadísticas oficiales, pero en todo caso parece ser que no son más del 5% en las ligas más destacadas: baloncesto y fútbol) colocan a la mujer que pretende ser madre en una situación nada propicia, pues se ve desprovista de la protección y garantías que asistirían a cualquier trabajadora”. Santos también explica que muchas veces, cuando existe relación contractual se incluye una cláusula de rescisión en el caso de que la deportista quede embarazada, aunque se disfrace de “mutuo acuerdo”. También a veces el embarazo modifica la relación laboral. Así, la Liga Profesional de Baloncesto “lo califica de 'anormal rendimiento', mientras que en el caso del tenis profesional, hay un caso reciente, el de Serena Williams, en el que se considera su maternidad como una 'lesión', con los efectos derivados como la falta de cobertura social y asistencial”, añade Santos.

Historias de deportistas

María Jesús Alegre (abajo, segunda a la izquierda) con la selección española de gimnasia rítmica, 1975

María Jesús Alegre (Madrid, 1957) es en muchos sentidos una pionera. Bronce en el Campeonato Mundial de Gimnasia de Madrid de 1975 y campeona absoluta de España en 1976 y 1977. En 1978, con 20 años, en un descanso de la preparación del Europeo de 1978, se quedó embarazada. Los efectos secundarios de la píldora anticonceptiva, como el aumento de peso, le impedían tomarla. Tuvo que dejar el deporte en un momento en que era la capitana del equipo nacional de gimnasia rítmica y en las vísperas de una competición importante en la que sería la estrella. Fue traumático, dice, tanto para ella como para la familia y para la Federación. Para esta última, porque se les iba la figura principal. Para ella, porque cortaba su carrera deportiva. A los 19 años, su vida era el deporte.

En su casa, la noticia también cayó como una bomba. “Era muy joven, ahora las maternidades no son a los veinte años y la vida de las mujeres es diferente. Además, era una época muy especial y un deporte también muy especial, con chicas muy jóvenes y muy poco profesionalizado”, explica Alegre, para quien lo más doloroso fue que en los periódicos apareciera que la número uno del equipo dejaba el deporte por “un problema gordo”, sin precisar que era por un embarazo. “Yo no estaba avergonzada, ni mucho menos, lo asumí con total normalidad”, añade. Se casó y se fue a vivir a Aranjuez (donde ahora trabaja como entrenadora en la Escuela Municipal) y, de manera libre y consensuada con su marido, decidió que era inviable continuar en el equipo nacional a plena dedicación.

María Jesús Alegre hoy, como entrenadora 

Tras ser madre decidió volver a la gimnasia (dio a luz en marzo y volvió en noviembre). pero por su cuenta, y llegó a participar en el Campeonato de España de 1978. La puntuaron mal. “Me penalizaron por usar un maillot que decían era inapropiado, aunque ya lo había usado antes”, rememora. En su opinión, lo que la castigó fue presentarse por su cuenta. No disfrutó de esa fugaz vuelta a la alta competición y la experiencia le quitó el gusanillo de volver a la élite deportiva para siempre.

Vanessa Veiga (Pontevedra, 1979) es corredora de larga distancia y madre de familia numerosa. Debutó en el año 1998 y cuando en 2003 se casó con el también deportista Julio Rey, decidió aparcar el atletismo. “Como mi marido estaba en su mejor momento y uno de los dos se tenía que hacer cargo de los hijos, acordamos que fuera yo la que dejara mi carrera deportiva”, recuerda. Pero lo hizo de manera temporal: fue madre por primera vez a los 25 años y volvió a la competición a los 31 años, la edad correcta, afirma, para el atletismo de larga distancia. Regresó al deporte profesional en el año 2010, cuando compitió en el Campeonato de España de Atletismo, después en la Copa de Europa y a continuación se clasificó para ir a los Juegos Olímpicos de Londres de 2012.

No se arrepiente del parón, aunque se extendiera sobre unos años importantes en la vida de una deportista. “El éxito profesional no me hubiera compensado. Lo que me ha gustado ha sido compartir mis triunfos deportivos con mis hijos, combinar mi faceta de madre con la de mujer de éxito. Soy una madre joven, he sido siempre consciente de lo que he hecho, no creo que haya sido una equivocación. Mi meta en la vida era ser madre y esto nunca lo vi como una limitación, al contrario”, reflexiona Veiga. “He tenido suerte: se me ha valorado todo lo que he hecho”, concluye.

Hasta aquí hemos visto a una madre a la que la maternidad la llevó a abandonar el deporte de élite para siempre y a otra a la que le apartó de las pistas de atletismo por decisión propia durante siete años. También hay otros modelos de mujer en el deporte. Por ejemplo, el de la atleta Nuria Fernández (Suiza,1976). Cuando decidió ser madre, en 2007, estaba en la élite y, según relata, sintió una cierta presión por parte de su entorno, entrenador incluido, que le recomendaban esperar un poco para estirar su carrera deportiva porque en aquel momento no había nadie que después de haber sido madre hubiera vuelto a la alta competición. De hecho, de ahí venía la presión de plantear una vida a contracorriente. También desde el punto de vista económico su decisión tuvo consecuencias: le congelaron la beca, aunque le prometieron que se la volverían a dar en caso de que regresara a la competición. Mientras, su patrocinador se quedó en stand-by.

Fernández afirma que lo que las mujeres necesitan es que se confíe en ellas y que eso se demuestra con los hechos: que no les quiten las ayudas, incluso que se las amplíen, que transmitan tranquilidad y que no se retiren los patrocinadores. “Si lo pienso con la cabeza y también con el bolsillo, no hubiera sido madre, pero yo quería serlo”. Y esa misma convicción mostró para volver al deporte después. De hecho, tuvo demasiada prisa por hacerlo y reconoce que fue “muy radical”, no respetó la cuarentena y dejó de dar el pecho “demasiado pronto”. “Pero es que se trataba de un sendero que nadie antes había recorrido”, afirma. “No hemos tenido referencias, pero ahora mis hijas sí las tienen”, añade. Después de ser madre, Fernández tuvo enormes éxitos deportivos: en 2010 fue campeona de Europa en los 1.500 metros; en 2011 y 2012, subcampeona de Europa, “He roto la barrera de ser madre y volver a la alta competición; ahora quiero romper la barrera de la edad: me estaban retirando desde los 33 años y aquí sigo. Es una lucha continua”, concluye.

Blanca Manchón (Sevilla, 1987) hace windsurf y fue campeona mundial por sexta vez en 2017, siete meses después de ser madre. No contó con patrocinadores –los perdió al poco de comunicar su embarazo– y tuvo que pagarse ella misma su viaje para competir. Con amargura cuenta las consecuencias que tuvo para ella ser madre: “empezar de cero sin ningún tipo de ayuda ni de federación, de patrocinador, ni de nada, sólo de mi familia. Y como el contrato no hacía referencia a la maternidad, no pude hacer nada. Simplemente no me renovaron o se hicieron los locos”. “Ahora mismo en España la maternidad y el deporte de alta competición no están siendo compatibles. Sólo algunas afortunadas consiguen salir adelante y volver a tener resultados, pero es muy difícil”, explica.

Manchón también incide en las dificultades que tiene compatibilizar la maternidad con el deporte de élite, por el tiempo que exige. ”Ser madre te pone las cosas más complicadas, pero nada que una buena planificación no pueda solucionar. Con mucho esfuerzo y sacrificio se pueden compaginar las dos cosas”, dice.

Marta Arce (Valladolid, 1977), judoka ciega, ha sido medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004 y Pekín 2008 y bronce en los de Londres de 2012. Ello tras varios oros en campeonatos de Europa y del Mundo. Arce se retiró justo después de los Juegos de Pekín porque no veía la manera de compatibilizar la maternidad que planeaba con el deporte. Pero cuando su bebé tenía seis meses, volvió al entrenamiento para intentar clasificarse para Londres 2012, donde consiguió subirse al podio. Inmediatamente, se retiró por edad y también porque tenía muchas lesiones.

Marta Arce celebrando el bronce en los JJ.OO. de Londres de 2012

Sin embargo, hoy Arce, madre de tres hijos, persiste y está preparándose para intentar participar en los Juegos de Tokio. Posiblemente, por dos razones: para ver si las mujeres de 40 años pueden continuar en lo más alto del deporte y también porque ahora no hay judo femenino para ciegos y hay que rellenar ese hueco. A ella le ha costado conseguir su sitio en un equipo que era completamente masculino. Arce se erige, por tanto, en un doble referente como madre de tres hijos y también como deportista paralímpica.

Diana Martín (Madrid, 1981) fue madre a mediados del 2017 y ya está intentando volver a la alta competición. Dejó el deporte después de los Juegos Olímpicos de 2016 para ser madre, y así se lo comunicó a su club, con el que llegó a un acuerdo para poder volver en el caso de que no consiguiera quedarse embarazada. Su patrocinador, Adidas, no le ha retirado su apoyo y durante todo este tiempo ha vestido su ropa en redes sociales. Así que tuvo suerte, tanto con su club como con su patrocinador le fue bien. Después del parto se tomó seis meses para recuperarse y a partir de ahí empezó a entrenar progresivamente. A los nueve meses, ya entrenaba dentro de la normalidad en kilometraje, aunque todavía estaba lejos de los tiempos que lograba antes del embarazo.

 

Diana Martín

Después de la maternidad ha cambiado su especialidad. Ya no corre los 3.000 metros obstáculos, una disciplina muy dura y agresiva que lleva consigo lesiones importantes.  Ahora quiere hacer larga distancia, menos exigente para el cuerpo y más acorde con su edad (37 años). Ella espera alcanzar el nivel que tenía previamente. Pero hay algo que, según sus propias palabras, le ha resultado doloroso: que la maternidad se trate como una lesión, que no haya seguro médico que lo cubra, que en el deporte no existan las bajas maternales. Ahora, en ese crítico momento en el que lucha por volver al deporte de élite, Martín afirma: “Si no consigo volver a competir, no va a ser por el bebé, porque me da un plus de alegría y de fuerza. Si no vuelvo es porque no he encontrado la motivación suficiente para entrenar”, concluye.

Thais Escolar (Valencia, 1990) abandonó la gimnasia artística en el verano de 2007 antes de los Mundiales clasificatorios para los Juegos Olímpicos de Pekín. No fue porque quisiera ser madre, sino por otros motivos. Quizás por la gran presión a la que se veía sometida a su tempranísima edad. Justo a continuación, se quedó embarazada. Fue madre en septiembre de 2008 y volvió al deporte menos de un año después y consiguió una plaza para participar en los Mundiales de gimnasia artística. Para ella, esos dos años fuera de la competición fueron como haber estado un mes de vacaciones: su condición física seguía siendo extraordinaria. “El cuerpo tiene memoria”, ratifica.

 

Un año después, una lesión de rodilla la apartó definitivamente del deporte de élite y ahora es entrenadora. Aunque ella no dejó el deporte para ser madre, aunque consiguió volver a la élite después de su embarazo, su experiencia le dice que las deportistas de alto nivel se lo tienen que pensar muy bien antes de dar el paso, sobre todo por cuestiones económicas: qué va a pasar con la beca, con los patrocinadores y debido a lo poco que ayuda la federación. Asimismo, cree que resultaría interesante que, una vez de vuelta en el mundo del deporte, las madres tuvieran más facilidades para poder llevarse a sus hijos o no sufrir tantas exigencias en cuanto a los tiempos de concentración. Porque, entre concentración y competición, Escolar podía llegar a pasar un mes entero fuera de casa y lejos de los suyos. La conciliación en el deporte es bastante complicada.

Deporte, maternidad y medicina

El embarazo tiene una serie de restricciones médicas a la hora de entrenar. Las atletas de élite deben seguir entrenando pero no igual que antes y deben estar continuamente guiadas y asesoradas. Por otro lado, tras el parto, es necesario que la atleta respete una fase inicial de entrenamiento restaurativo antes de volver a la alta intensidad, ya que de no hacerlo podría acarrear lesiones de suelo pélvico y otras músculo-esqueléticas”, explica Lidia Romero Gallardo, formadora y entrenadora personal especialista en embarazo y post-parto. En definitiva, como señala esta experta, “no se puede forzar la máquina para volver porque podría hacer que esa máquina se retrase o se pare directamente”. Respecto a la lactancia, “la leche no se ve afectada por el entrenamiento. Aunque la alta intensidad podría interrumpir la secreción de la misma”, añade.

Yolanda Puentes, especialista en Medicina Deportiva, indica: “No es lo mismo competir que entrenar. Las deportistas de élite pueden entrenar con precaución incluso durante el segundo trimestre. La tendencia ahora es que trabajen con pulsómetro, que no sobrepasen las 140 pulsaciones, que se controlen algunos indicadores. Se podría entrenar siempre que sea un embarazo sin complicaciones. Competir es más arriesgado. Creo que ningún médico lo recomendemos”. Puentes añade: “Las mujeres que compiten suelen ser prudentes a la hora de pensar en quedarse embarazadas. Sobre todo si están a un nivel muy alto, por miedo a perderlo. Para muchas de ellas, el deporte es su vida y su trabajo. En un embarazo no sabes cómo va a ir, te arriesgas a que no vaya bien y debas parar”.

Otra cuestión que llama la atención es que algunas de estas mujeres muestran cómo antes de ser madres estaban obsesionadas con el deporte, y cómo la maternidad les ayudó a relativizar, aumentar y diversificar sus intereses y necesidades. Incluso cómo les llegó a dar más fuerza, aunque sobre esto haya pocos estudios. Yolanda Puentes explica: “Cuando empiezan a competir a los pocos meses del parto, las atletas mejoran sus marcas personales, supongo que por los cambios hormonales. Paula Dadcliffe, maratoniana, la tenista belga Kim Clijsters, la nadadora Dara Torres, Natalia Rodríguez o Nuria Fernández, todas mejoraron en las competiciones posteriores a la maternidad”. “En general, psicológicamente están más fuertes”, asegura Puentes. Eva Ferrer, especialista en Medicina del Deporte en el Hospital Clínic Sant Joan de Deu (Barcelona), señala que cada mujer vive su regreso al deporte de manera diferente y que las prioridades de cada madre son propias.

Lo que tienen que enfrentar las deportistas es lo que toda mujer: que se les exija más. Respecto al embarazo, cada decisión supone un precio que se tiene que pagar y responde a un proceso de socialización y a una institucionalización no muy favorable a las mujeres. Por eso, Blanco García explica que las mujeres que volvieron a la élite vieron como fue “a costa de muchísimo esfuerzo y de una importantísima red de apoyo. Estas mujeres no han estado amparadas por ninguna prima económica estratosférica, tampoco les han ofrecido ningún 'reality' que siga día a día su embarazo, recuperación y vuelta a la actividad deportiva”.

¿Qué es lo que ha de cambiar?

Denunciar una situación sirve para apuntar qué tendría que cambiar. Blanco García declara que empezaría por tres aspectos: representación, regulación y formación. Representación porque “tenemos que empezar a visibilizar a mujeres deportistas, con sus luchas particulares, dificultades, problemas, limitaciones”. También “a las madres deportistas, sus procesos de superación, recuperación, sensaciones… Tenemos que vernos, escucharnos y sentirnos representadas por mujeres que luchan cada día”. Regulación, porque, una vez conocemos la problemática, hay que regularla, abrir los “agujeros negros legales en los que se han escondido cuestiones que afectan al deporte femenino y las mujeres deportistas”.

Lourdes Santos Pérez señala que habrían de asumirse, al menos, tres medidas. En primer lugar, un campo laboral que dignifique a las mujeres deportistas y las trate como profesionales, no como trabajo oculto, lo que, en el caso de la maternidad contemplaría el riesgo en caso de embarazo, la prestación por maternidad, la sustitución, la reanudación del trabajo y medidas para conciliar la vida familiar y profesional. En segundo lugar, medidas de acción positiva, como cuotas en las federaciones y en otros órganos de gobierno, que son plenamente acordes con los valores inherentes a la práctica deportiva y a la legalidad internacional. Y, por último, la activación de instrumentos normativos de rango nacional e internacional que no discriminen y que sirvan como inspiradoras de políticas públicas. Santos Pérez se refiere a la Ley de Igualdad de 2007, que tiene una referencia explícita al deporte, y también a las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo, que establecen que el embarazo no tiene que constituir causa justificada para la terminación de la relación laboral.

Por último, Antonia Pelegrín señala que es importante que haya más representación femenina en cargos de responsabilidad en federaciones, clubes y centros universitarios de formación, para a continuación, ocupar más puestos de trabajo en el mercado laboral deportivo. “Las mujeres españolas han tardado en tener una representación aceptable en los equipos olímpicos”, termina. 

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Autora >

Cristina Vallejo

Cristina Vallejo, periodista especializada en finanzas y socióloga.

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