La superficie boscosa del planeta ha aumentado un 7% en los últimos 35 años
Un estudio de la revista Nature contradice las estimaciones anterioes y advierte de los cambios en la biodiversidad que ha experimentado el planeta entre los años 1982 y 2016. El 60% de estas variaciones están asociadas directamente a la actividad humana
ctxt 24/08/2018
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Las variaciones en los usos del suelo y las propias modificaciones de la superficie terrestre afectan de manera determinante a las propiedades de los ecosistemas, lo que contribuye de forma significativa al cambio climático. Durante los últimos 35 años, estos cambios en los ecosistemas han propiciado un aumento de las superficies boscosas y un descenso de las tierras vacías, tal y como asegura una investigación publicada recientemente por la prestigiosa revista británica Nature, financiada por el programa MEaSUREs de la NASA. Según el estudio, entre 1982 y 2016 la superficie cubierta por árboles en la tierra aumentó un 7,1% –2,24 millones de Km2, una extensión similar a la de Argelia–, mientras que la superficie desnuda disminuyó en algo menos de la mitad, 1,16 millones de Km2, concentrados principalmente en la región agrícola de Asia.
El estudio, pese a todo, no habla en ningún momento de que estos datos supongan un éxito rotundo –el área de vegetación corta descendió durante este periodo un 1,4%, 0,88 millones de km2–, sino que más bien aportan información de valor para comprender “un sistema terrestre dominado por los humanos”. Hasta el punto de que el 60% de los cambios en las superficies registrados en los últimos 35 años están directamente relacionados con la actividad humana, responsable a su vez del 36% del aumento de tierras vacías y el 70% de la desforestación. De esta forma, asegura el estudio, la presencia humana afecta cada vez más a “los procesos del sistema terrestre, incluido el balance energético de la superficie, el ciclo del carbono, el ciclo del agua y la diversidad de especies”. Mientras, el 40% del resto de cambios documentados responden a factores indirectos como el cambio climático.
Según los datos de la investigación, extraídos de multitud de imágenes satélite, estos cambios en el uso del suelo corroboran ciertas tendencias regionales, como la deforestación en los trópicos –concentrada en Brasil, Argentina y Paraguay– o un aumento considerable de la superficie boscosa en las zonas más templadas y australes. Un sesgo que se repite en los sistemas montañosos, donde se han ganado kilómetros cuadrados de árboles y ha disminuido la vegetación corta y las tierras vacías. O en los más áridos, donde la tendencia es completamente opuesta.
Europa es el continente donde más se ha incrementado la superficie boscosa, un 35%
Los lugares donde más vegetación se ha perdido son el sudoeste de Estados Unidos, el sur de Argentina, Kazajistán, Mongolia, China, Afganistán y grandes zonas de Australia. India, por su parte, encabeza la lista de regiones con más kilómetros cuadrados de tierra vacía –cerca del 34% del total–, al mismo tiempo que es la segunda zona donde más se ha extendido la vegetación corta –9%–, principalmente por la intensificación en el uso de las tierras agrícolas existentes. Europa, por su parte, es el continente donde más se ha incrementado la superficie boscosa, un 35%.
Por otro lado, la influencia humana en los cambios de la morfología terrestre varía según los continentes: es muy elevada en Europa (86%) y relativamente importante en América del Sur (66%), Asia (62%) y África (50%), pero tiene un papel menor en América del Norte (47%) y Oceanía (35%).
En cuanto a las zonas donde están afectando factores relacionados con el cambio climático, el estudio apunta al oeste de Estados Unidos, que está sufriendo sequías e incrementos de temperatura que aumentan el riesgo de incendio. Por el lado contrario, las importantes anomalías en las precipitaciones han provocado aumentos de vegetación en la sabana centroafricana o el Sahel.
Los investigadores involucrados en el estudio advierten que, si bien las variaciones totales recogidas en sus datos contradicen las mediciones de la FAO –que estimó un descenso de la superficie boscosa entre los años 1990 y 2015–, el descenso neto documentado por este estudio y el de la organización internacional sí que coinciden, más allá de diferencias temporales y metodológicas. Asimismo, los científicos aseguran que, principalmente, los datos de este estudio son de valor para comprender los cambios en el uso de la tierra, los ciclos biogeoquímicos o, en última instancia, las interacciones entre la vegetación y el cambio climático.