Relato

La noche que conocí a Kiko Matamoros

Ana Sharife 24/08/2018

<p>Kiko Matamoros.</p> — Kiko Matamoros.
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“¿Cómo te llamas?”, preguntó. Kiko se había plantado a mi lado con aplomo, dando la espalda a un grupo de personas con las que había llegado hasta el local, entre ellos un tipo grotesco y disparatado que luego supe era su hermano. “Me llamo Kiko Matamoros”, dijo mientras yo medía insegura aquella escenografía. “No te creo”, contesté. “Ese apellido no existe”. Kiko sacó entonces su DNI y me lo mostró sonriente, a modo de victoria. Le dije entonces que “no hablaba con alguien con tal apellido”. Su carcajada (qué vergüenza) aún retumba en mi memoria. Yo apenas tenía 18 años, carecía de habilidades sociales y el ridículo que acababa de hacer me dejó completamente fuera de juego, muda y pequeña.

Kiko se sentó en el taburete a mi lado y recondujo hábilmente la situación. Yo permanecía de perfil, tonta y altiva, apoyada en la barra del bar. Entonces acercó mi asiento hacia él e inclinándose hacia mí comenzó a describirme el contexto de una novela que estaba leyendo, La judía de Toledo, el “esplendor de un reino donde convivieron tres religiones en relativa armonía. Unas se servían a las otras, decía, “los cristianos con su poder, los judíos con su maestría para la economía y los musulmanes con sus habilidades para las artes y la medicina”. Mientras aquel desconocido me hablaba de la que sería la auténtica pasión del rey Alfonso VIII de Castilla, “esos amores que raramente se dan en la vida”, pude recomponerme y observarlo bien. Era un hombre educado, atractivo, tenía clase y se expresaba lentamente, articulando las frases con cierta armonía, y sin embargo había algo en él, un gesto de profunda de tristeza y mansedumbre que me perturbaba y conmovía a la vez.

Kiko se encontraba en Sevilla porque él y Coto acababan de abrir un restaurante de cinco tenedores a la orilla del río Guadalquivir, en el barrio de Triana. Un espacio exquisito, blanco y luminoso cuando aún en restauración nada era blanco y luminoso, y al que luego fui muchas veces con mi marido, un sevillano al que, sin saberlo, estaba a punto de conocer. Pero volvamos a Kiko. Aquella noche nos enredamos en una larga conversación que nos aisló por completo del entorno, parecíamos dos plantas inclinadas, un tallo sobre el otro buscando luz.

De pronto, una chica salió del reservado lanzando una retahíla de improperios y Kiko, sin girarse, murmuró con desdén “otra vez mi hermano”. Intrigada elevé la mirada por encima de su hombro y la cortina abierta me dejó entrever la figura de su hermano cómodamente instalado en un sofá, riendo maliciosamente y rodeado de mujeres bellas. Entonces sentí esa ingravidez que luego he vuelto a sentir otras veces en mi vida. Kiko me había sacado en volandas del bar, descendimos la calle y huimos de la mano hasta la Iglesia de El Salvador, en cuyas escaleras nos sentamos a contemplar una reyerta de navajas, y cómo los bares iban cerrando y apagándose la vitalidad de la plaza. Le conté una historia de brujas y fantasmas y él me contó una historia de verdad. Me habló del nacimiento de la gran obra de los carpinteros del mundo, de todo lo que era capaz de florecer de la mano de los hombres. Observábamos la fatiga de la creación en aquel descomunal taller del mundo que era esa plaza andalusí, sin yo advertir que aquella visión deslumbrante, aquella imprevista felicidad estaba siendo construida con el tronco de nuestras almas.

Hablamos y hablamos y de la noche fue desapareciendo la negrura. A Kiko le preocupaba su hermano, la dualidad del yo, la culpa, los límites de la conciencia, los pecados del odio y del amor. Hablaba sin modificar ese gesto de tristeza, ese tono de humildad que tanto me inquietaba y apenaba a la vez, sin advertir que amanecía, que los bares que habían cerrado volvían a abrir, que incluso todas las estrellas del cielo se precipitaban en forma de rocío sobre la tierra y sobre nosotros también.

Me acompañó hasta mi casa y al principio de la calle compró en el kiosco una docena de periódicos y revistas, me dio un beso que no esperaba y pronunció la única frase vulgar de toda la noche: “los domingos me doy atracones de prensa, adiós”. Y allí me quedé, apoyada en el muro del Palacio Dueñas, muda y pequeña otra vez, viéndolo alejarse con su vaquero roto y media camisa fuera. Se giró varias veces para mirarme, en silencio, y yo creí que nadie volvería a mirarme así. Kiko desapareció por la misma calle estrecha que acabábamos de recorrer de la mano, canturreando desafinadamente y partido de risa. Nunca lo volví a ver.

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18 comentario(s)

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Ricardo Díaz

Muy bueno Ana Sharife, perfectamente escrito. Felicidades

Hace 6 años 2 meses
Sofia Perez

Que historia tan romántica!!

Hace 6 años 2 meses
Carlorta

No me jodas. Me leo el texto entero para que al final sólo se dieran un beso? Que me cambien el final YA.

Hace 6 años 2 meses
Yoli

Yo también estoy enamorada de niko matamoros

Hace 6 años 2 meses
Fernando

Una firma exótica. Escribe distinto al menos. Y al matamoros lo pone de cojones.

Hace 6 años 2 meses
Marcos

Bravo!

Hace 6 años 2 meses
Gascón

"La noche que conocí a Kiko Matamoros" o "Los primeros ardores de Ana"

Hace 6 años 2 meses
Javier

No sé si es un suceso real ni me importa...me encanta como está escrito!

Hace 6 años 2 meses
Fran

Joder! El artículo ha conseguido que Kiko me caiga de puta madre! Está muy bien escrito. Enhorabuena a la periodista. Esto es un milagro!

Hace 6 años 2 meses
Lucia

Me parece un relato bellísimo.

Hace 6 años 2 meses
Isabel Rei

¿Esta es la nueva ruta de @ctxt_es? ¡Qué bajo! Una joven nos relata sus frustación poque un macarra después de enredarla toda la noche prefiere irse a la cama sólo, a leer periódicos, sin atenderla a ella, cuando ya lubricaba hasta las rodillas.

Hace 6 años 2 meses
MIGUEL

Como ha caído tan bajo en CTXT? La basura en vez de cultura.

Hace 6 años 2 meses
Miguel Ángel Febrero Carmona

No soporto el fútbol, pero hasta un ridículo comentario futbolístico tendría más salsa.

Hace 6 años 2 meses
sergio

Vale que sea verano. ¿ pero esto en CTXT ? . Me parece que un artículo como este está fuera de contexto. Lástima.

Hace 6 años 2 meses
chusa

¿Y? Ay ctxt ¿hacía donde te diriges con estas compañías?. Penita. Fíjate que lo he leído atraída por el apellido de la firmante que me pareció una adaptación al francés de un apellido "musulmán" y me dije seguro que el análisis de esta moza sobre el apellido del tipo es internaste (contexto: publicado por ctxt). En fin, que insulso.

Hace 6 años 2 meses
Roberto Kles

Muy bien. Lo que no alcanzo a entender es lo que hace esto en CTXT, pero bueno, quizás esa sea otra cuestión,

Hace 6 años 2 meses
El Omeya.

Se sentaron en las escalinatas de la iglesia colegial del Salvador, sin saber quizás que tres metros bajo esa escalinata permanece el pavimento de una de las mezquitas mas importantes de la ciudad, realizada sobre una basílica visigótica que se asentó sobre los restos de una torre con un templo romanos y un rio ya desaparecido, así hasta el infinito de la historia...

Hace 6 años 2 meses
Mark

Para mí que el tipo con quien estuviste de charleta una noche de farra era un famosete de las tertulias de ahora, pero no me hagas mucho caso. A los dieciocho uno/a es muy impresionable ¿verdad?

Hace 6 años 2 meses

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