En el año 1935 el Tour de Francia iba a celebrar su 32º aniversario. El Giro de Italia se encaminaba al 26º. La Vuelta a Bélgica se disputaba desde el año 1908, la de Portugal nace 1927 y en Suiza las bicis dieron giros helvéticos ya en 1933. Más aun, Catalunya tuvo su Volta en 1911, Euskadi vive su primera edición en 1924, al año siguiente nacen las rondas de Asturias y Cantabria.

Y, entonces, la Vuelta a España ¿qué?

No es respuesta fácil. El nacimiento de la ronda española estuvo trufado de dificultades, palos en las ruedas, intereses cruzados y miradas de soslayo a lo que hace el de al lado, no vaya a ser que triunfe y guste, coño… Hubo ya movimientos en 1913, auspiciados por el periódico “El Mundo Deportivo” (con Barcelona como centro y que, a decir de algunos, fracasaron precisamente por no ser suficientemente centralistas) y otra intentona en 1924, más seria, promovida por el “Heraldo de Madrid”. Al final los problemas se acababan reduciendo a uno: pero, ¿ha visto usted cómo tenemos aquí las carreteras? No sea botarate y ocúpese de cosas posibles, muchacho…

Hacía falta un impulso, quizá uno privado, de carácter casi personal. Alguien que no se arredrase con las dificultades, con las negativas.

Un hombre para recordar.

Al contrario de lo que sucede en Francia con Henri Desgrange y en Italia con Emilio Colombo (los “padres” del Tour y el Giro) en España la figura de Clemente López-Dóriga es relativamente desconocida. Y no por falta de pedigrí, precisamente. Ni del deportivo ni del otro.

Familiarmente López-Dóriga pertenecía a una de las sagas más importantes en la historia de Santander durante el siglo XIX y los comienzos del XX. Uno de esos burgueses que gustan de emparentar con primas y tías (nuestro protagonista tiene en su partida de bautismo el eufónico nombre de Clemente López-Dóriga López-Dóriga Sañudo López-Dóriga) y que empezaron con lo de los barquitos a ultramar antes de fisgonear en poltronas, ayuntamientos, escaños y hasta tronos. En la genealogía de los López-Dóriga se pueden rastrear gentilhombres de Su Majestad, capitanes de fragata, alcaldes de Santander, diputados en Cortes, fundadores de cierto banco hoy muy conocido internacionalmente y ricachones en general. También mecenas, tipos arriesgados en los negocios, unas narices a lo Dante que regían la ciudad y cierto gusto por la sofisticación que los llevaba a ser los pioneros en todo. ¿El primer coche de Cantabria? Un López-Dóriga. ¿Qué es eso de la aviación? Lo prueba otro López-Dóriga. ¿Regatas con veleros futuristas? Se le ocurrió a un tal López-Dóriga. Ya ven, tampoco hay que extrañarse mucho porque eran los que tenían los reales suficientes como para gastarlos en estas cosas.

Y la bici, claro.

Al principio a escondidas, furtivamente. Un hermano de Clemente, Alfredo López-Dóriga, había fallecido a causa de una caída mientras descendía en ese cacharro maléfico por La Pajosa, apenas un par de kilómetros de pendiente muy cerquita de Santander. Los padres, claro, horrorizados. Don Victoriano y Doña Matilde regando lágrimas por El Sardinero. Y el joven Clemente que se ve obligado a competir bajo pseudónimo. Porque le puede la afición. Porque no quiere contrariar al patriarca de la dinastía. “Lapize” se hace llamar, como aquel ciclista francés. Pero es inútil, uno no puede formar parte de la élite santanderina y pretender que no lo reconozcan en las carreras. Y con esa nariz tan López-Dóriga, además…

Así que el niño siguió compitiendo. Y no lo hacía mal. Hasta que un día se cruzó en una carrera con Victorino Otero, que era una fiera de las dos ruedas, y toda su moral se vino abajo. Jamás sería como Otero, así que…para qué seguir. No, mejor contribuiría al velocípedo de otras maneras. Y como un López-Dóriga siempre es echado para adelante pues se puso a escribir en prensa, a organizar carreras y conseguir patrocinios. Incluso logró que admitieran al diminuto Vicente Trueba (y a su hermano José) en el Tour de 1930. Ya ven, no creo que pasen de la segunda etapa, decían todos…

Pero el sueño estaba claro entonces, en los años treinta. Que hubiera una vuelta. Una competición que abrazase España, como si fuera un lazo. Y ahí que se fue, a vender su idea por los Madriles…

“Sí, sí, una carrera que cubra toda la geografía española, para mayor gloria de la República”. La República…ah, la República. Desde 1932 se viene celebrando un Gran Premio de la República, con sede en Eibar, que ha llegado a tener hasta cinco etapas, cubriendo más de 1.000 kilómetros. La referencia a la villa eibarresa era casi obligada, pues resultaba poco menos que la capital ciclista del país en aquel entonces, al haber transformado parte de su industria armera en otra velocipédica tras el final de la Gran Guerra y la subsiguiente crisis en los pedidos de balas, bombas y cosas varias de matar.

Así que la nueva ronda, piensa López-Dóriga, podría tomar esa antorcha, y enorgullecer al régimen republicano por todo el país. Sí, es una bonita manera de venderlo, por mucho que no se ajustase, ni mucho menos, al patrón ideológico de Don Clemente. Pero bueno, todo sea por los negocios, que al fin y al cabo nos hemos forrado siendo burgueses.

Sucede que en un par de sitios se le ponen en plan Larra, y le sueltan lo de “vuelva usted mañana”. Y que cuando le quieren escuchar quienes lo hacen son Manuel González Domingo (un periodista que firma como Rienzi) y Juan Pujol. El periódico donde escribe el primero y ejerce como director el segundo se llama “Informaciones” y de orgulloso republicano tiene bien poco…

Empecemos por Pujol, que tiene sustancia. Murciano de nacimiento, jurista por estudios, anarquista en sus años mozos, ultraderechista un poco más tarde. Muy pronto empieza a escribir en diferentes diarios y mantiene una línea de lo más recta. Extremadamente recta. Si hay un artículo de la Primera Guerra Mundial se muestra uno furibundo proteutón. Si se habla de los judíos que se nos note bien el antisemitismo. ¿El manifiesto del golpe de Sanjurjo, en 1932? Lo escribió Pujol. ¿La política? Diputado dos veces, primero con Acción Popular (el partido del Cardenal Herrera Oria) y después por la CEDA. Ambos tirando a la derecha, no sé si me explico. Medró este Pujol aun más a raíz del 18 de julio de 1936, siendo nombrado Jefe de Prensa y Propaganda en plena Guerra Civil. Ya ven, un corderito este otro padre de la Vuelta a España…

En cuanto al diario Informaciones….¿cómo decirlo sin utilizar la palabra “nazi”? Bah, no importa…era un periódico manifiestamente nazi en esa segunda mitad de los años treinta. Al fin alguien ha venido a salvar Europa de su decadencia, aunque sea un antiguo cabo con bigotito ridículo. Sí, señor, ese es el camino a seguir. Así que el periódico se deshacía en mieles con los arios, y pegaba sus buenas hostias, a nada que hubiera oportunidad, a cuanto judío se le pusiera por delante. También es verdad que cobraba entre 3.000 y 4.000 pesetas mensuales, bien calentitas, salidas directamente del Reich. Ya ven, prensa libre. Por ahí estaba también, poniendo sus buenos dineros, Juan March. Sí, el de “si la República no acaba con Juan March, Juan March acabará con la República”. Qué listo Jaime Carner, cómo lo vio.

Breve inciso. Informaciones sobrevivió hasta el año 1983, con una clara evolución en su línea editorial. Durante los años cuarenta, con Víctor de la Serna, continuó un pelín faccioso, pero después se fue abriendo y acabó como uno de los diarios donde más voces críticas con la Dictadura se podían leer. Críticas dentro de lo esperable en la época, ojo, que nadie espere chistes sobre Carrero. Pero vamos, que es de justicia apuntarlo.

Así se escribe la historia. Cuando el lunes 29 de abril de 1935, a las ocho menos cuarto de la mañana, un pelotón de 50 ciclistas se ponga en marcha en plena Puerta de Atocha seguramente sean pocos quienes lo tengan en cuenta. La Vuelta a España, esa carrera creada a mayor gloria de la República por un burgués santanderino y un periodista filonazi, ha empezado a andar.

Larga vida.