Las acciones dirigidas a facilitar la movilidad de los ciudadanos a precios asequibles, reduciendo el consumo de energía y minimizando el impacto sobre la salud y el medio ambiente, son claros elementos para conseguir una movilidad sostenible. Encontrar combustibles libres de carbono en el sector del transporte ha sido, es y será un reto mucho mayor que en la generación de energía eléctrica, donde la hidroelectricidad, la eólica, la solar y otras son alternativas libres de carbón ampliamente utilizadas. Cualquier cambio radical que afecte al suministro de combustible o a la tecnología de los motores utilizados en el transporte por carretera supone un gran desafío. El grueso de la población se ha habituado a tener a su disposición un automóvil cuyo coste relativo se ha abaratado enormemente con el paso del tiempo, como también lo ha hecho el del carburante. Para poder penetrar en el mercado, cualquier tecnología alternativa que implique cambios en los combustibles o en los motores habrá de ser competitiva. Cualquier solución a largo plazo tendrá que hacer posible la reducción, como mínimo, tanto de la dependencia del petróleo como de las emisiones de gases de efecto invernadero.

incluso las previsiones más optimistas admiten que en el año 2030 el 70% de los coches todavía no serán eléctricos y que la electricidad no es una opción para sectores como el transporte pesado, la aviación o el transporte marítimo

En los últimos tiempos, la electromovilidad ha suscitado mucho interés en las sociedades modernas. Independientemente del juicio que nos merezcan, los automóviles eléctricos se vienen comercializando desde hace varios años pero, hasta muy recientemente, no han conseguido suscitar gran interés en los consumidores. La relación entre el tamaño y coste de las baterías y la energía que contienen ha sido una seria limitación para fabricar automóviles de tamaño, potencia y autonomía suficientes a un precio que el comprador esté dispuesto a pagar. Además, el tiempo medio de recarga del coche eléctrico es demasiado alto, ya que la recarga rápida afecta a la vida de la batería. Tras varios intentos fallidos a lo largo de los últimos 20 años, los avances significativos que se están produciendo en la tecnología de las baterías han mejorado el atractivo de este tipo de automóviles para un abanico de compradores más amplio y han llegado por fin al mercado en cantidades significativas. Sin embargo, incluso las previsiones más optimistas admiten que en el año 2030 el 70% de los coches todavía no serán eléctricos y que la electricidad no es una opción para sectores como el transporte pesado, la aviación o el transporte marítimo.

En este contexto, podemos decir que el futuro del sector del transporte será multienergético y que energías y combustibles alternativos como el gas natural renovable, la electricidad y los biocarburantes deberán convivir para abordar los objetivos de sostenibilidad que requiere este sector.

Los biocarburantes derivados de biomasa ofrecen una solución que tiene que ser aprovechada, ya que son renovables y contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pueden sustituir directamente a los combustibles fósiles y pueden utilizarse en los vehículos y los sistemas de distribución existentes sin generar, prácticamente, coste adicional alguno.

Bajo el término biocarburantes se recoge un amplio abanico de productos resultantes de procesos muy diversos y con un grado de desarrollo muy diferente, algunos están todavía en etapa experimental mientras que otros se comercializan desde hace décadas. En una fase inicial del desarrollo de los biocarburantes, estos se clasificaron atendiendo a sus características: biodiesel y aceites vegetales hidrogenados para sustituir al gasóleo y bioetanol para sustituir a la gasolina. Sin embargo, el impacto de los biocarburantes sobre la seguridad alimentaria ha conducido a una nueva clasificación basada en categorías de generación: primera, segunda y tercera generación de biocarburantes. Los de primera generación se obtienen a partir de tecnologías comerciales y maduras y por ello también se conocen como biocarburantes convencionales. Los de segunda generación se producen a partir de materias primas sostenibles, normalmente residuos lignocelulósicos, que no interfieren con el sector alimentario. Los procesos de transformación son más complejos, por lo que se conocen como biocarburantes avanzados. Los de tercera generación hacen referencia a los biocarburantes derivados de algas y su desarrollo está todavía en fase de investigación.

Cada vez existe un mayor consenso en reconocer que los biocombustibles convencionales son una energía de transición que únicamente podrá sustituir una parte de los derivados del petróleo debido a problemas de abastecimiento de las materias primas. Sin embargo, el debate sobre los biocombustibles no se puede producir perdiendo de vista la situación actual. Aunque es necesario considerar de manera inaplazable cómo se pueden modificar nuestras pautas de consumo y fomentar el ahorro energético, aspecto muy importante y del que demasiado a menudo nos olvidamos, partimos de una realidad muy concreta: cientos de millones de coches se mueven en el mundo con derivados del petróleo y, nos guste o no, lo van a seguir haciendo durante los próximos años. Debemos, por tanto, buscar nuevos combustibles que sustituyan a los ya existentes y que resuelvan las necesidades energéticas de la población al tiempo que protejan el medio ambiente.

En este contexto, la utilización de biomasa lignocelulósica ofrece un enorme potencial para la producción de biocarburantes, con la ventaja de utilizar materiales que proceden de los residuos de otros procesos productivos de los sectores forestal, agrícola, industrial o, incluso, doméstico. También la producción de biocarburantes mediante microorganismos fotosintéticos como las microalgas autótrofas es un área de desarrollo muy interesante ya que estos microorganismos son cosmopolitas y utilizan la energía solar para crecer y multiplicarse. Una ventaja de las microalgas es su balance medioambiental, ya que consumen CO₂ durante su crecimiento y pueden cultivarse en aguas de baja calidad como las residuales o el agua salada.

los biocarburantes avanzados pueden abastecer entre el 6 y el 9% de las necesidades energéticas del sector del transporte en 2030

Para obtener biocarburantes avanzados pueden elegirse distintas vías. La primera es biotecnológica, extrayendo los azúcares de la celulosa con intervención de enzimas muy activas. La segunda consiste en gasificar biomasa en una mezcla de hidrógeno y monóxido de carbono, que posteriormente, mediante una serie de etapas intermedias, es transformada en un carburante líquido. La tercera opción que consiste en la obtención de un combustible líquido mediante pirolisis. Según los datos recogidos en el documento “Building Up the Future” recientemente publicado por el SubGroup on Advanced Biofuels de la Comisión Europea, los biocarburantes avanzados pueden abastecer entre el 6 y el 9% de las necesidades energéticas del sector del transporte en 2030.

La obtención de biocarburantes a partir de biomasa estará ligada al sector primario (actividades agrícolas, forestales y ganaderas), además de otras industrias asentadas en el medio rural (cooperativas agroalimentarias, industria papelera y maderera, entre otras). Esto convierte al sector de los biocarburantes avanzados en un activo estratégico potencial para estos entornos rurales. Su capacidad para generar nuevos puestos de trabajo podría contribuir a paliar el elevado desempleo que se concentra en el medio rural (muy vinculado al sector primario, donde además la creación de nuevas oportunidades es escasa).

En definitiva, los biocarburantes avanzados son un sector clave para la transición del actual modelo económico basado en la utilización de los recursos fósiles hacia una nueva bioeconomía basada en los recursos orgánicos renovables. Si somos capaces de impulsar una producción de biomasa responsable en origen, que sea efectiva contra la pobreza y el cambio climático, estableciendo un sistema internacional de certificación que incluya la comprobación de las emisiones de gases de efecto invernadero que producen y la prosperidad y el nivel de bienestar social que generan en las comunidades rurales, el futuro de los biocarburantes avanzados está garantizado.

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Mercedes Ballesteros Perdices es jefa de la División de Energías Renovables del Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas.

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