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¿Podemos pensar discursos universales?

Respuesta al artículo ‘Los otros somos nosotros’, de Gonzalo Velasco

Luciana Cadahia 5/10/2018

<p>Novalis, seudónimo del escritor y filósofo Georg Philipp Friedrich von Hardenberg.</p>

Novalis, seudónimo del escritor y filósofo Georg Philipp Friedrich von Hardenberg.

Franz Gareis

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En una nota titulada “Los otros somos nosotros”, el filósofo español Gonzalo Velasco recoge algunas de las principales tesis del libro de Owen Jones, Chavs, y las emplea para pensar a fondo el éxito de las nuevas políticas reaccionarias en Europa. Por un lado, reconstruye la idea de que la cultura neoliberal del thatcherismo supuso un esquema mental de rechazo a la clase obrera, una apología a la realización individual por fuera de las regulaciones del Estado y la instauración de la racionalidad liberal como horizonte de sentido universalista. Es decir, la naturalización de un formalismo universal centrado en los principios de la libertad individual y tolerancia multicultural y en la defensa de la libertad de mercado frente a la intervención del Estado. 

Por otra parte, Velasco recoge la tesis de que la pretendida universalidad de esta racionalidad liberal en realidad cumplía un doble rol ideológico que consistía en neutralizar los conflictos irresueltos de clase y brindarse como un mecanismo de exclusión social. De esta manera, la ficción de universalidad y neutralidad valorativa se convertía en la garantía de legitimidad de su discurso, a la vez que invalidaba, por parcial y sesgado, todo discurso que buscara explicitar su posición política y denunciara el mecanismo de precariedad laboral y desprotección social implícito en esta nueva sensibilidad neoliberal. Tan es así que este formalismo llegó al extremo de tildar de fascista o xenófoba cualquier tipo de propuesta política que se animara a echar mano de algún tipo de proteccionismo social. Si bien este esquema –al que también podemos denominar una sensibilidad neoliberal expansiva a las clases medias– sentó las bases para una nueva hegemonía en Reino Unido, tras el fin de la guerra fría y la amenaza del comunismo en Europa, Velasco se pregunta si no es posible emplear este marco explicativo para pensar el escenario europeo y, sobre todo, español. 

Ahora bien, y a partir de estas premisas, Velasco nos invita a pensar que el surgimiento de ciertos discursos reaccionarios en Europa –como los de Le Pen, Salvini, Casado, Orbán y otros– no se deberían tanto a una especie de fascismo reprimido en Europa –y que ahora saldría a la luz a través de un profundo sentimiento antimigratorio y nacionalista–, como a los efectos indeseados de las falacias del universalismo liberal. Pero su argumento no se queda allí, puesto que nos advierte del error que supondría reducir este mecanismo de exclusión a su dimensión estrictamente económica y sugiere el tratamiento de este problema en un registro socio-simbólico. De lo contrario no se explicaría por qué este nuevo discurso identitario, además de incidir entre los sectores económicamente deprimidos, resuene también en las capas medias de la sociedad. Y, para ello, emplea el ejemplo del discurso que el líder del PP en España, Casado, logra posicionar a propósito de la “ideología de género”. Aunque Velasco no lo señale, también podría pensarse en las palabras de una de las nuevas figuras de la derecha francesa, Marion Maréchal (Le Pen), cuando identifica a ese universalismo liberal con la vieja ideología de las élites europeas y trata de oponerlo a una nueva alianza identitaria entre clases medias y sectores populares.  

Ante la crisis del discurso neoliberal, por tanto, pareciera abrirse una curiosa brecha antagónica donde los particularismos nacionalistas quedarían del lado de los oprimidos y la pluralidad y el universalismo del lado de los privilegios de las élites. Por lo que Velasco se atreve a sugerir esta incómoda pregunta que me permito parafrasear y traer aquí: ¿no estaremos perdiendo algo valioso si renunciamos al universalismo y simplemente nos dejamos arrastrar por el auge de los particularismos?

Si bien es cierto que Velasco piensa todas estas cuestiones para el escenario europeo, considero que mucho de lo que allí se dice tiene resonancias con lo que venimos pensando desde América Latina. Incluso me atrevería a decir que existen ciertos aires de familia entre los fracasos del formalismo ético, el auge de los discursos de la nueva derecha y el liderazgo de figuras como Uribe, Moreno o Bolsonaro en la región. Nos encontramos en un escenario donde los locusde enunciación de la nueva derecha circulan de manera global. Resulta muy llamativo que el discurso de la ideología de género, empleado en Colombia por el uribismo para boicotear el plebiscito sobre los acuerdos de Paz, se haya usado en Argentina para darle marcha atrás al proyecto de la interrupción voluntaria del embarazo y lo esté empleando Casado en España con fines políticos. O, por citar otro ejemplo, no es casual que se estén reuniendo los nuevos líderes de la derecha regional latinoamericana para convertir los desplazamientos de venezolanos hacia Colombia, Ecuador y Brasil en un problema migratorio y xenófobo de características similares al europeo. Al punto de volver a propiciar relaciones carnales con los Estados Unidos y comenzar a emplear discursos bélicos para combatir la amenaza del “Castrochavismo”. Pero esta amenaza también tiene su correlato en Europa, agitada una y otra vez entre los líderes del PP para atacar las propuestas de Podemos. 

Ante esta situación, considero que desde la tradición del pensamiento crítico experimentamos algunas limitaciones para elaborar un mapa más amplio que nos ayude a entender lo que está sucediendo a nivel mundial y pensar mejor la capacidad socio-simbólica de las diferentes facciones de la derecha –mediante la Red Atlas, sus diferentes think tanks y los medios de comunicación– al momento de crear una agenda mediática a escala global. Agenda mediática que incide en las nuevas sensibilidades y sentidos comunes colectivos. Posiblemente esta limitación se deba a que hemos estado durante mucho tiempo inclinados a sospechar de los discursos universalistas y más interesados en propiciar un discurso fragmentario y centrado en las particularidades de las minorías oprimidas. 

A diferencia de nuestra miopía, la nueva derecha está siendo muy hábil en el momento de plantear estrategias globales mediante ficciones identitarias y particularistas. Ha encontrado la forma de apropiarse de los narcisismos de las diferencias que nosotros mismos hemos contribuido a cosechar y ponerlos al servicio del capitalismo global. Porque es claro que, a pesar de esta nueva estrategia por crear una alianza entre las clases medias y los sectores populares contra las élites liberales, hay algo que esta nueva derecha no está dispuesta a poner en cuestión: el avance de la precarización de nuestras formas de vida. Observen si no la respuesta que Maréchal le ofrece al comunicador español Guillermo Fernández en una entrevista para el periódico El confidencial, cuando le pregunta cómo se compatibiliza la defensa de "los olvidados" con una mayor liberalización de la economía. Ella contesta: “Todo depende de lo que se entienda por liberalismo. Yo no creo que haya ninguna incoherencia en defender por un lado la libertad de empresa y por otro lado a las clases populares. Al contrario: el hecho de bajar los impuestos, de simplificar los procedimientos administrativos o de dar más libertad a los empresarios es compatible con la defensa de las clases populares porque la gente más humilde aspira precisamente a que el Estado no se lo ponga más difícil. Lo que quiere todo el mundo es progresar en la sociedad y, a ser posible, enriquecerse.

Es bien curioso cómo la joven Maréchal logra hacer congeniar, a nivel discursivo, la necesidad de representar los intereses de las clases medias y populares con una estrategia económica totalmente permisiva con los empresarios que han originado el malestar social hacia esos sectores que busca representar. Pero lo que más llama la atención es que esta respuesta podría haber sido ofrecida por Macri en Argentina, Duque en Colombia o Moreno en Ecuador.  

Por tanto, este escenario de incertidumbre, que la derecha busca convertir en la clásica estrategia de gatopardismo, tiene que ser aprovechado por la tradición crítica y emancipadora de un modo más inteligente y global. El problema de habernos centrado en los particularismos es que ahora solamente vemos el mundo de manera fragmentaria y no encontramos el lenguaje ni la lucidez para pensar alternativas globales al capitalismo. Por eso recojo la invitación de Velasco a repensar la importancia del universalismo. Pero esta resistencia a abandonar el universalismo no puede significar una nostalgia por recuperar el formalismo universal excluyente propiciado tanto en Europa como en América Latina. Incluso, me atrevería a decir que la crisis actual de este formalismo ético puede funcionar como una oportunidad para traer a presencia una serie de vocaciones universalistas olvidadas a lo largo de la historia. Por lo que quizá sea momento de problematizar nuestra fijación por los particularismos de los oprimidos y empezar a prestar más atención a su vocación universalista, una especie de universalismo concreto que estando situado en unas circunstancias históricas y territoriales muy precisas ha sido capaz de imaginar formas de emancipación para la humanidad. 

Estoy pensando en las revueltas plebeyas del siglo XIX en Europa, en la reapropiación que los haitianos hicieron de la declaración de los derechos del hombre, y que marcó un antes y un después en América Latina. Estoy pensando en toda una tradición nacional-popular que nada tiene que ver ni con los nacionalismos de élite ni con los nacionalismos identitarios y que, a pesar de resultar incomprensible para cierto legado de pensamiento europeo, han estado marcando la agenda de las experiencias políticas más novedosas de la región. 

La crisis del universalismo liberal, por tanto, es la oportunidad para volver a vincularnos con nuestros legados del pasado y reactualizar sus aspectos aún por realizar, puesto que, como decía el enigmático Novalis, a propósito de la disputa entre república y monarquía: “los acontecimientos más cercanos parecen tener sólo una relación superficial, pero no por ello revelen una simpatía menos maravillosa con los lejanos; y sólo cuando uno está en situación de abarcar con la vista una larga serie de sucesos, ni tomándolos todos al pie de la letra ni confundiendo su verdadero valor con los sueños de la fantasía, sólo entonces advierte el secreto encadenamiento de lo pasado con lo futuro”. 

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Luciana Cadahia es filósofa y profesora de la Pontificia Universidad Javeriana.

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2 comentario(s)

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  1. cayetano

    Acabo de leer en elpais.com el final del discurso del secretario general del ultraderechista español Vox, al que la última encuesta del CIS otorga un diputado al Congreso, que ilustra muy bien el presente artículo y lo comentado, dice así: “Que amáis a vuestra patria, xenófobos y fachas. Que la inmigración tiene que controlarse, racistas y fachas. Que les gustan las tradiciones, retrógrados y fachas. Que les molestan los impuestos abusivos, insolidarios y fachas”, apunta. Se dirige a la izquierda —“me da igual progres o comunistas”—, a “la derecha cobarde” y a “la veleta naranja”: “Con nosotros se han acabado los sambenitos de Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Quim Torra. Los insultos nos los ponemos como medallas en el pecho”. “No hemos venido a ganar con España, hemos venido a que España gane con nosotros”, concluye Abascal y cierra el acto: “Vox vive para que España viva. ¡Viva España!”. Un cordial saludo.

    Hace 5 años 5 meses

  2. cayetano

    Podemos pensar alternativas globales, universalismo que confrontar al capitalismo. ¿Pero acaso el capitalismo es universal? ¿Acaso los particularismo geográficos no son mapa de un universo? ¿Acaso venció alguna alternativa al capitalismo no construida desde su universal particularidad? Sí, se puede confrontar con el formalismo universal neoliberal, pero sólo en aquellos rasgos universales del mismo, su reducido núcleo discursivo. Los elementos globales elegidos por la ultraderecha siendo universales (a capitalismos desarrollados o en vías), algunos atienden a particularidades. No olvidemos que vivimos un Planeta globalizado, sí, pero que nos ofrece un viaje geográfico por el tiempo. Podemos caminar los tiempos en que no existían Estados, desarrollos basados en el sector primario, el extractivo, el industrial, la caída de los Estados, incluso quienes no están o apenas en el circuito internacional de valor… Plantear un discurso universal como alternativo en todo el Mundo, ideológicamente sería factible, pero políticamente inviable. Ahora bien, podemos recrear un discurso contra el neoliberalismo universal políticamente viable, al menos en países desarrollados o en vía. Pero, como hemos dicho, sólo respecto del neoliberalismo, un discurso radicalmente anticapitalista hoy, es inviable políticamente. Las gentes en los países desarrollados ansían volver a la situación previa a la Crisis, respecto a sus bases materiales de vidas, y dónde están en vías de desarrollos consolidarlas para mejorar. Recuperar el papel del Estado o cualquier otra forma de lo público en el imaginario, no se construye desde la negación del capitalismo, sino negando el neoliberalismo. (Quede claro que pese a plantear la autora el debate en términos filosóficos, aquí se habla de discursos políticos, fundamentalmente). ¿Qué es y significa el capitalismo para las gentes? Acaso las coberturas sociales que estamos perdiendo en Europa, no significan socialismo material en América para sus habitantes, sean del Norte o Sur. Aunque tod@s sufrimos unas inercias globales del capitalismo, nuestras geografías muestran distintos estadios históricos de su desarrollo (todos dominados por la financiarización, ejercida preferentemente desde EE.UU.). Y dichas inercias globales sólo se evidencian en países con ciertos índices de desarrollo capitalista o en vías (sean o no emergentes). Siendo sus mentalidades y sentidos comunes diferentes, pese a compartir dichas inercias globales del capitalismo, veámoslas. Con la Gran Crisis resucitó la crítica al Capitalismo cuestionado, era el tiempo de la refundación capitalista planteada desde liderazgos conservadores verbalizado en Sarkozy. Sin embargo la contestación del neoliberalismo a su desaguisado fue más madera, si no quieres una taza pues toma dos. El neoliberalismo y la agenda setting han sabido resituar la responsabilidad de la Crisis, trasladándola de las fuerzas del Mercado a la regulación e intervención del Estado. Ha sabido instrumentar la socialización de la Crisis producto de la “cieguera” (falta de visión por embriaguez) del Mercado, transfiriendo sus consecuencias y rescates financieros a la Deuda Pública del Estado. A partir de ese momento, el responsable de los recortes e inseguridades vitales no era la cieguera del Mercado, sino la acción del Estado. Estado que efectivamente era la ventanilla del funcionario cobrando el desposeimiento y la precarización vital. En esa batalla por el discurso de la responsabilidad en la Crisis y sus recortes, cuando se ha señalado en su conexión tramposa al discurso neoliberal, ha dado lugar a respuestas políticas como la de España y Grecia. El 15-M español gritaba No es Crisis es una Estafa (de los Mercados) ejecutada por unos políticos que No Nos Representan, desarbolando el universalismo neoliberal europeo. A su vez, en Europa los Estados han derivado su responsabilidad en la UE templo de los sacerdotes que interpretan los augurios del “Mercado”. Ahora bien, esta Crisis económica y discursiva del neoliberalismo en su huida hacia adelante en desposesión y precarización, sólo muestra la debilidad actual del sistema como proveedor. ¿Qué comparten las ultraderechas y los neoliberales? el papel del Estado y los Mercados. Denunciar la vacuidad de su diferencia sobre el auténtico responsable de la Crisis en Europa les identifica juntos, empujando el tren al precipicio, ultraderecha y neoliberales son amantes del mismo Mercado. Amo del Estado que hemos de arrebatarle como eje de reequilibrio que proteja a los débiles, cuyo relato es extensión del construido sobre el Derecho y la Justicia, formalismo universal que requiere para ser efectivo de la materialidad de un Estado regulador e interviniente. En cuanto al universalismo formal, si cabe confrontación global, el relato de un Estado ficticio protector de los débiles frente a los fuertes (que se han hecho sus amos, el Mercado no el stablishment neoliberal-político). Que parte del propio significado del Derecho, como reconocimiento de la necesaria protección del débil ante el fuerte, de los corderos ante los lobos, ante la falsedad de igualdad de oportunidades y libertad entre desiguales (como planteaban Santiago Albar Rico y su entrevistadora Amaya Olivas Díaz. Reconocimiento que ha de llegar más allá de la igualdad formal, para que ésta se realice, concrete, de forma que la regulación e intervención directa del Estado es condición sine qua non para que la libertad e igualdad tengan sustancialidad y vida en nuestra cotidianidad. Sin la intervención de un Estado reapropiado no existe posibilidad de saltar los muros trabajando, antes barreras, de las grandes corporaciones, de no autoexplotarse al servicio de éstas, por mor del control que ejercen sobre la oferta y demanda secuestrada ante la debilidad del Estado, de lo público, de nosotr@s como comunidad. El tiempo político viene fundamentalmente determinado por cinco grandes inercias interrelacionadas, aunque en sus caracterizaciones unas sean más económicas o sociales. SFI, Infraestructuras, Incorporación de la mujer al trabajo y el conocimiento, Migraciones, Límites ecológicos. De un lado un modelo de crecimiento fundado en la especulación financiera (SFI) como motor de crecimiento económico, encabezado por EE.UU., su garante y beneficiario principal. De otro, un cambio tecnológico revolucionario y paradigmático en procesos, medios de producción, intercambio, comunicación corpórea y audiovisual, energía, cuyo mayor inercia es la automatización y marginalización del trabajo, como expresiones de transición productiva. Estas dos inercias presentes en los grandes actores internacionales, cuenta como máximo exponente de la financiarización a EE.UU. La segunda, cuenta como exponente a China, cuyo desarrollo geoestratégico se funda prioritariamente en la economía productiva. De otra parte, el Capital en sus diversas formas no es más que acumulación de trabajo enajenado. Así las cosas, el crecimiento del capitalismo requirió en los países de desarrollados o en vías, no sólo de la incorporación al mundo laboral de la mujer. Sino también de su incorporación al valor añadido, es decir, al conocimiento. La masiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo y acceso al conocimiento, en su desarrollo ha visibilizado y concienciado a las mujeres respecto a su marginación integral dentro de una sociedad todavía patriarcal, que en sus estertores sigue marginándolas y violentándolas. El cuestionamiento no ya político, a la zaga, sino de la fractura entre cotidianidad del rol y capacidad de las mujeres y su reflejo institucional público y privado, junto al mantenimiento de la violencia de género en países desarrollados o en vías, ha generado una respuesta masiva de las mujeres que más allá de movimientos parciales reclaman igualdad. El fin de un patriarcado que ya no tiene más razón material de existencia (económica), que la de una cultura añeja resistiéndose contra las cuerdas. El cuestionamiento del Patriarcado por la dignidad de la mujer, materialmente igual en el mundo laboral y del valor añadido (conocimientos), ha permitido que por la misma chimenea volcánica aparezcan conos secundarios, reivindicando la dignidad de identidades entorno a las orientaciones sexuales. En Europa, al menos, las clases populares son más motores de estos movimientos que parte de la reacción. El caldo de cultivo para la ultraderecha al respecto del movimiento de género e identitario sexual, se encuentra más entre las menguantes clases medias que inseguras y en catarsis, son permeables al discurso ultraderechista sobre reivindicaciones de género. Inseguridad asimilable al ultraderechismo de culpar a stablishment (estados) neoliberales como responsables directos de sus males, que no les permiten desarrollar sus potencias individuales (Mercado frente a Estado). Y que en esta huida hacia delante redobla su resistencia a todo cambio, que arriesga su reafirmación identitaria convertida en tabla de salvación: Libre Mercado frente Estado, patriarcado frente a “libertinajes”, “valores espirituales ante la amenaza de género y la migración de culturas distantes”. Respecto de las clases trabajadoras, también las han permeado en dos discursos: “competencia material de migrantes por unos recursos económicos y/o sociales escasos”; la asfixiante carga que es el Estado para el desarrollo de la vida social, de abajo arriba. Malestar que se consolida aun más por reconocerse las clases populares como sostenedoras desproporcionadas del Estado, ante la “incapacidad” para hacer tributar a las grandes compañías. Un Estado que paga las pérdidas de éstas corporaciones con su tributación y recorta sus condiciones materiales. Pero recogiendo ésta crisis catártica de la menguante clase media, en España es curioso como la agenda setting, desde hace unos años ha multiplicado la difusión de informaciones del movimiento animalista. Que no guardando relación ni con la Crisis Económica, ni con el movimiento de Género, sin embargo comparten dos elementos, al menos en España. La resistencia mostrada por el Partido Animalista a converger con Unidos Podemos, PSOE o cualquier otra fuerza progresista, convirtiéndose a la fecha en una dispersión del voto infructuosa institucionalmente; que al tiempo por el valor simbólico que adopta respecto a los Toros (elemento de mayor difusión y repercusión general) y otras fiestas crueles con animales, provocan una reafirmación en el sentimiento de amenaza que perciben viejos sectores conservadores de las clases medias, también golpeados por la Crisis económica. Desde las izquierdas españolas no se comprende la real incidencia socio-política de estas iniciativas, y considerarlas en un todo o nada universal, es un error. En España, prohibir los Toros es condenar al cierre la explotación de sus hábitats, las dehesas y acabar por extinguir al Toro, como ocurre allá donde no existe dicha fiesta para sustentarlo. La regulación incruenta de los Toros, permitiría de una parte la subsistencia económica de sus hábitats y de otra la de la fiesta que guste o no, es un símbolo de identidad cultural transversal. El animal eliminada las prácticas cruentas, seguiría sufriendo estrés, pero igual cuota pagamos tod@s para subsistir en éste sistema. En este sentido apuntado entorno a los Toros en España, y relacionándola con la lucha de género y orientaciones sexuales fundadas más en una realidad social y económica que política. La introducción y alentamiento de dicha agenda setting de género, tendrá efectos inmediatos dispares según los países, en unos ampliará la base social conservadora, galvanizada entorno al redoble del Mercado sobre el Estado y cualquier tipo de cambio en su mentalidad y vida social. Mientras en otros, podrá coincidir en la recuperación de la iniciativa de un nuevo concepto de nación-popular, incluyente de la relación Estado-Mercado, pero que llegue más allá, alcanzando al feminismo y colindantes en su reivindicación de libertad e igualdad de oportunidad que requieren del Estado para su avance, dado que dicha lucha de género no es más que el reconocimiento de una realidad social preexistente ante una cultura institucional resistente. Por ello, los efectos políticos de la lucha de género van a depender de los desarrollos socieconómicos de cada país. Así los últimos acontecimientos entorno a la elección de Kavanaugh y la posterior represión- con 300 detenid@s- del movimiento Me Too. Muestra la debilidad de Trump, ante las elecciones en Noviembre y fuerza del Me Too. No otra situación alienta una jugada arriesgada hasta el punto de lanzarse a partirles los brazos al movimiento Me Too, recurriendo a una anticampaña directa y la represión, jugando a un todo o nada. Si el movimiento responde aumentando su presión ante la represión, que no sería de extrañar dada no sólo la influencia real de la mujer en EE.UU., sino la sinergia que aporta la colaboración de mass media influyentes. La respuesta represiva quedaría invalidada, pues añadiría además un cuestionamiento tácito de Trump y los valores democráticos, que de seguir, Noviembre electoralmente sería la caída de un Trump, que probablemente fuera desalojado antes de terminar su legislatura. Desalojo, que impediría tener que elegir entre un demócrata socialista como mejor opción ante el candidato republicano, ante un desaparecido Trump de la quiniela. Respecto de la otra particularidad compartida globalmente sobre la xenofobia y el racismo, se efectúa sobre un coctel cuyo ingrediente principal no es racial o xenófobo, sino que reproduce la mentalidad neoliberal a la competencia por la escasez entre comuner@s y migrantes. Este coctel, unido a EE.UU. o Hungría, o…Primero, ha permitido mensaje diferenciados, que en EE.UU. hablaban de relocalización de industrias y control migratorio atrayendo a la comunidad de origen migrante, en Europa el mensaje que más ha calado es la responsabilización de la UE y la migración. La dificultad que representa este último pretendido universal ético, es precisamente su universal, que no responde a comunidad. Mientras el formal universal de la igualdad de oportunidad, libertad, derechos, se referencia respecto a una comunidad de pertenencia. La bondad o maldad universal de la migración no es respecto a una comunidad de pertenencia, sino al por llegar. Esta dificultad de identificación entre interés particular y bien ético universal, es la que coloca en desventaja cualquier articulación universal o maximalista al respecto de la migración. Es decir, situar el debate migratorio sobre una realidad de bondad o maldad ética per sé, es situarnos en su campo de juego, desde el que han derribado todo el discurso con una sola palabra: buenismo. Buenismo que es posible como réplica, dado que el bien ético no es identificable con comunidad de pertenencia. Esto implica la necesidad de confrontar el discurso migratorio desde la realidad de cada zona o país. Así en España el mensaje más inclusivo en tiempo, ha sido el ofrecido entorno al debate abierto dentro del gobierno Sánchez, entre los ministerios de economía y trabajo, sobre la viabilidad de las pensiones y su equiparación IPC. Cuando desde la TV pública al menos, se dio la noticia de que un estudio demográfico de reconocido prestigio, nos habla de una migración de 250.000 personas anuales que llevarán a España a 60 mill. hab. en 2.050, rompiendo las negras previsiones económicas soportadas por el envejecimiento e inversión de la pirámide poblacional. La migración venezolana como intento de alentar la xenofobia en Sudamérica, habrá que contextualizarla dentro del resto de movimientos migratorios intersudamericanos, y analizarla en su coyunturalidad o no, y significación económico-social para los países receptores. Pretender dar respuesta principal a universales que no te identifican como comunidad de pertenencia es complicado. Sobre todo si la comunidad de pertenencia sudamericana está debilitada, y no puede operar como tal frente a un tercero responsable (los EE.UU.) y quiénes son sus lacayos locales. Teniendo en cuenta todo lo dicho. Sí, es posible en Europa, la concepción nacional-popular o patriótica (nación en España excluye a nación de naciones), la extensión de lo que significó ese fenómeno en América Latina. Si allá lo fue respecto del Imperio, hoy en Europa por parte de sus pobladores se vive igualmente como imposiciones del Imperio Mercado, adopte la fórmula anti UE o no, dependiendo de las particularidades europeas. La tangibilidad del Estado siervo del Mercado en Europa se llama UE y por ello los ultras dirigen sus críticas contra ella, salvando al impoluto Mercado de la ecuación. Concepción patriótica de la comunidad de pertenencia como Estado de naciones y nacionalidades, entorno a la que identificar una diversidad de pueblos; la transversalidad de clases medias y trabajadoras por el rescate del Estado prisionero del Mercado; la lucha de género y colindantes por superar al patriarcado; el cambio a un modelo productivo de valor añadido no dependiente de la especulación financiera como motor económico; el respeto a los límites ecológicos y su capacidad de regeneración. Quizás en la disputa por la mentalidad, cuando las condiciones son adversas, no perdiendo la orientación ética universal, políticamente haya que replegarse y adoptar otros métodos de disputa que no son universales, o reunir más fuerzas entorno a otros universales posibles, si el universal antagónico merece el unir esfuerzos y consensos contra él, e incluso descender al terreno de lo particular cuando los fake rhetoric de la ultraderecha se muevan como pez en agua en su ficción universal-migración-. En América Latina fue hegemónica la lucha que rehuía a la confrontación universal física, basada en la lucha particularista o guerrillera. Replegarse es reconocer una fase defensiva, resituar los diversos planos o formas de confrontación sin renunciar a un discurso universal o general, que en algunos de sus elementos ha de pasar a ser más político o particular. Un cordial saludo.

    Hace 5 años 5 meses

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