CIENCIA Y CARIDAD. Corriendo al CCCB, al Pati/patio de les dones/mujeres. Un edificio precioso, con un patio rodeado por baldosas del siglo XVII, repletas de refranes y sentencias sobre la humildad, la riqueza de la pobreza, el esfuerzo, la rectitud, y el premio de todo ello en la otra vida. Uno ve esos textos en las paredes y se imagina que BCN fue una ciudad calvinista. Pero no. El sentido de todas estas palabras es absolutamente católico. La severidad moral de tanta sentencia no estaba encaminada a ser leída, aprendida e interiorizada por el grueso de la ciudad, que mayormente pasaba ocho pueblos de esas tendencias. Eran eslóganes elaborados para un pequeño grupo de víctimas de esa ciudad. Las ciudades, en fin, en cada época, en cada día, tienen sus víctimas. O, al menos, personas a las que tratar con otro registro. ¿Quiénes eran? ¿Para quién se construyeron tantas palabras? Si han picado el anzuelo, es que me lo he currado y están intrigados, por lo que es momento, alehop, de cambiar de párrafo, como especifica el Manual Martínez de Crónicas Sexis.

 LA CULTURA. Lo que pueden ver en las paredes del patio del CCCB eran textos para la reeducación de prostitutas. Reeducación relativa. Coincidiendo con cada cuaresma, el Consell de Cent –la autoridad de BCN, elegida desde el siglo XIV por un sorteo entre ciutadans honrats, un censo que integraba a nobles y a no nobles con posibles, en el que participaba menos del 20% de la ciudadanía– retiraba las putas de los prostíbulos para cuidar el expediente. Durante 40 días, les pagaba el sueldo, y las recluía en esta institución. Unas monjas simulaban que les enseñaban a coser, y unos curas les hablaban del valor del trabajo, como si no trabajaran a destajo el resto del año. Durante 40 días, sólo podían pasear por este patio. De ahí, los textos. Eran para darles la matraca. En otro orden de cosas, el Consell de Cent era la pera. No sólo gestionaba el tema de la prostitución. Es decir, los hábitos cotidianos. También los abastos, el agua, hasta cierto punto la sanidad, la defensa, el urbanismo –en una ley al uso, se establecía que lo construido por el Consell debía ser “bello”–. También gestionaba –las paredes del patio son la prueba del algodón– la cultura. Sin mucho énfasis, y sin sobrepasar a la Iglesia, que era quien cortaba el bacalao en esa disciplina. En cierta manera, la gestión pública de la cultura, desde que fue laica y chachi, desde que Malraux fue ministro de Cultura en Francia, por poner una fecha, no ha ido mucho más lejos. Consiste en seleccionar las palabras que se cuelgan en el patio en donde nos hacen dar vueltas. Son, vamos, valores no necesariamente contrastados y verificables. Es un marrón hacer cultura, vamos.

 LA POLÍTICA. Cualquier objeto cultural evaluado por el Estado tiene el riesgo de ser una baldosa con texto. En ese sentido, me ha sorprendido la Biennal Ciutat Oberta. No ha incidido en instituciones, no ha realizado una selección de intelectuales locales, no ha recompensado a intelectuales próximos y castigado a lejanos, no ha dibujado ni apostado por el concepto evento, y no ha aportado soluciones ni bandas sonoras épicas a la época, para luego capitalizarlas. Simplemente ha ofrecido una agenda mundial, de temas y propuestas que sobrepasan al concepto ayuntamiento, incluso al concepto Estado. Dibujan un mundo preocupado por las formas del ulterior ultraliberalismo. Es decir, un mundo preocupado por un mundo inabarcable. La cosa, tal y como ha quedado, obedece a una lectura de la cultura que obvia las posibilidades propagandísticas de la cultura para una institución. Me temo que detrás de esto está Joan Subirats, politólogo en la UAB, antiguo visitante de Bandera Roja, PSUC, nada y Comuns, y actual gestor de la cosa cultura en BCN. Gestionar la cultura es un oficioZzzz desde 1978. Por lo que sea, Subirats, supongo, pasa de ese oficio. Ha hecho, o ha modulado, algo cercano a lo que sabe. Igual, el cambio en la cultura, entre otros cambios posibles, consiste en alejarla de sus profesionales. Vaya, me encuentro a Subirats. De hecho, estos días me lo he encontrado en todos los actos en los que he estado. Subirats se ha acercado tanto a la ubicuidad que ha estado a punto de aparecerse a tres pastorcillos en Collserola. Hablo con Subirats.

SUBIRATS. “El origen de la propuesta era hacer accesible debates generales del mundo a un público lo más amplio posible, con un formato más abierto, y con el menor protocolo posible. Todo al aire libre, con sillas y con accesibilidad. Y, muy importante, huyendo del localismo, de aquello de que lo-que-más-pasa-aquí, y aquello de que sólo-nos-pasa-aquí. De manera sorprendente, apenas ha aparecido el tema catalán. Ni siquiera en una charla sobre soberanía”. ¿Qué época ha dibujado el público con su presencia o ausencia? “Los debates sobre ciudades” –ha habido debates sobre Madrid, Medellín, Lisboa...– han convocado más bien a especialistas. El mayor número de público, algo que no sé si es significativo, ha acudido a debates sobre las personas, las diferencias, el género, la identidad, quién-soy. Respecto a ese tema, parece que ha tenido menos interés el tema qué-podemos-hacer-juntos. Nunca sabes por qué viene o no viene la gente. Hay eso que los ingleses llaman fear of missing out, o miedo de no estar en un acto. Pero también existe el efecto contrario, el disfrutar de no ir, porque todo el mundo va”. “Ha habido sesiones de streamingcon más de 600 visitas, lo que explica otra convocatoria”. ¿El futuro? “Creo que la gente ha hecho suya la Biennal, desde organizaciones como el CIDOB, hasta entidades. Algunos piden que sea anual. Pero es bianual, consiste en no quedarse atrapado en la coyuntura, en meditarla". ¿Cambios? “Hecho a faltar más performances, teatro, danza, esas cosas, espectáculos como el de Marcus du Sautoy, un matemático que tiene una obra teatral sobre matemáticas, que enloqueció a los niños y niñas que la vieron. Mi intención era incidir en la cultura con otros temas, como la ciencia, la educación. Creo que eso ha pasado, no obstante”. Pasta. “Esto ha costado cinco veces menos que las Festes de la Mercé, 700.000”. Le explico las rarezas no peninsulares percibidas por mí esta semana. "Ho he fet per què em venia de gust”.

EL ACTO. Vaya, es la última crónica y se me ha desmadrado. Ni siquiera les he dicho dónde iba cuando iba al CCCB. Iba a un acto infantil que se iniciaba a las 10 y finalizará a las 21:00. En este momento, un grupo de señores sobre zancos la está liando frente a un grupo de niños. Los niños, a su vez, ríen con las bocas llenas de dientes, y alguno se extrae, en este momento, las ideas de la nariz. Los niños, en fin, se extraen las ideas de las narices. Con un dedo. Con los adultos, la cosa es más difícil y requiere otras coreografías. Espero que hayan disfrutado tanto como yo.