Aunque parezca imposible, se puede ser más torpe que Rajoy, que se ha dejado comer el terreno por su aliado Ciudadanos y, en cada cita electoral, ha ido perdiendo votos, en un chorreo continuo, y situarse más a la derecha del PP tradicional, ultraconservador y neofranquista, en sus procedimientos. El Sr. Casado, máster de recuelo, universitario de yapa (argentinismo, regalo), y amparador de corruptos, como es habitual en su cargo, ha iniciado su andadura presidencial, con mal pie, extremando su posición política hacia a la ultraderecha, con la que comparte, según declaración personal, parte de su programa, complaciendo así al ala más extremista de su partido. Su herencia no tiene desperdicio; pero, él, desde el principio, ha dado señales de llevarla todavía más lejos. Con el PP, se ha proclamado la Ley Mordaza; se han cercenado los derechos laborales; han crecido los beneficios de las grandes empresas, hasta límites desorbitados; se ha amnistiado a los defraudadores de Hacienda; se han degradado las pensiones, fundiendo los fondo previstos; se ha suprimido la obligatoriedad, en la Segunda Enseñanza,  de los estudios de Filosofía, que no cotizan en bolsa; ha aumentado la brecha social y se ha llevado a una cuarta parte de la población a vivir en riesgo de pobreza y exclusión; la deuda pública ha crecido, durante los últimos tres años de la Administración “popular” y, naturalmente, la justicia, en algunos casos, se ha degradado vergonzosamente. Con esta pesada carga, el Sr. Casado inaugura su gestión, con un único objetivo negativo, al parecer, acorralar, desacreditar (cuando ellos tienen tanto que tapar), ridiculizar, atacar, acogotar, y desdeñar a Pedro Sánchez y a sus colaboradores, para obligarle a adelantar las elecciones, que prevén ganar ellos y recuperar el poder, que es de lo que se trata. La principal disculpa, de momento, son los presupuestos sociales del Gobierno, para lo que se ha desplazado el Sr. Casado a Bruselas, en plan acusique, para delatar sus posibles deficiencias, ante las autoridades europeas, lo que un comentarista ha calificado de golpe bajo, sucio y feo. Y, para rematar la faena, ha denunciado la subida de impuestos, que, en realidad, solo afecta al 0.3 % de los ciudadanos españoles y ha pedido de nuevo la aplicación del artículo 155 de la Constitución, para solucionar el problema catalán. De verdad, tampoco él tiene desperdicio.