Alba del Campo es periodista, documentalista y asesora en procesos de transición energética. Coordinadora de la Mesa de Transición Energética de Cádiz, forma parte, desde 2012, de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético. Además, ha participado en la realización de dos documentales sobre el actual modelo energético y sus alternativas: #Oligopoly2. El imperio eléctrico contra todxs, que se alzó con el premio Eurosolar 2013, y #OligopolyOFF. Empieza la revolución energética ciudadana.

Tras estudiar y analizar las políticas energéticas asegura que existe una relación entre energía y género ¿En qué consiste?

La energía fósil y centralizada en manos de un pequeñísimo número de empresas sin ética ni corazón profundiza las desigualdades sociales, entre pueblos, al interior de los países y también las de género. 

La energía es fuente de concentración de poder y de generación de pobreza. Y el actual modelo energético es clave en la subordinación de las vidas y los cuerpos de las mujeres al capital y al patriarcado. Porque las mujeres somos las que gestionamos en el ámbito doméstico la energía que permite la reproducción de la vida, las que finalmente usamos la energía para cuidar, y las que, al tener menos ingresos, peores trabajos, peores pensiones y mayores cargas, padecemos en mayor medida la pobreza energética.

Que la energía sea considerada un bien más con el que especular nos perjudica especialmente. Y si pensamos más allá de nuestras fronteras, vemos que este modelo basado en el expolio y generador de cambio climático, también tiene unos impactos perversos sobre las mujeres del Sur global.

En la base de la pirámide del poder de la energía, encontramos que en España, al igual que en la mayor parte del mundo, las mujeres están excluidas de las esferas estratégicas de toma de decisiones. A pesar de tener por primera vez una ministra de Energía, las mujeres en España no estamos negociando el futuro energético.

La pobreza energética es un concepto que surgió hace una década, aproximadamente. ¿Por qué no se había reparado antes en esa situación?

En esta última década han cambiado varias cosas. Si bien la pobreza energética no es un fenómeno nuevo, el efecto fallido de la privatización del sector energético y los efectos de la crisis financiera han convertido la energía en un lujo para una parte significativa de la población. La magnitud del problema ha ido en aumento.

Por otro lado, si bien había algunos estudios, en España no es hasta 2013 cuando la sociedad civil empieza a movilizarse con este tema, que no salta a la agenda mediática. Luego los partidos de izquierdas tomarán el tema como bandera, pero es oportuno no olvidar el papel de la ciudadanía organizada, de la Alianza contra la Pobreza Energética y la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético, que catalizaron el malestar y la angustia de las familias y señalaron a los verdaderos responsables de la pobreza energética, las empresas del oligopolio. Curiosamente, ambos movimientos han sido liderados en gran medida por mujeres. 

En las cumbres del Clima -Bonn, París...- se habla siempre de "ambición" para frenar el cambio climático. Pero, además de esa voluntad, ¿qué medidas concretas es necesario adoptar para reducir las emisiones contaminantes?

En primer lugar, ciudadanía y gobiernos deben asumir que hay que dejar la mayor parte de los combustibles fósiles bajo tierra y reducir sustancialmente el consumo energético (que es distinto que reducir las emisiones). Para ello hay que decir adiós al consumismo, al crecimiento y a un modelo de alimentación y transporte energívoro. Sólo así podremos reducir las emisiones en el volumen que es necesario. 

Por otro lado, necesitamos elaborar urgentemente y de manera democrática un plan de transición ecosocialista, que asuma los límites reales y priorice las necesidades de las personas. Un plan que no deje la sostenibilidad y el futuro de las generaciones venideras en manos del mercado. La agenda de transición neoliberal de los partidos que gobiernan la Unión Europea y los principales centros del poder mundial no va en esa dirección precisamente. 

Hay que tener claro que no es posible frenar el cambio climático mientras los gobiernos se ocupen de asegurar un margen de beneficio estratosférico a los oligopolios energéticos y los poderes que hay detrás.

Las Jornadas Feministas de Zaragoza quieren buscar puntos en común de las diferentes corrientes feministas para promover nuevas políticas públicas. ¿Qué deberían tener en cuenta las políticas encaminadas a promover la economía solidaria? 

Al igual que hay que transversalizar el feminismo, hay que hacer lo mismo con la energía. En primer lugar, no podemos seguir delegando este tema en manos de un reducir número de expertos (normalmente hombres blancos, “técnicos”, de alto status). Hay que denunciar la exclusión de las mujeres de los espacios de poder y abrirse hueco para introducir una mirada ecofeminista de la energía.

En segundo lugar, necesitamos que los y las representantes políticos dejen de canalizar el dinero público a manos del oligopolio energético y de las grandes constructoras y exigir que faciliten la entrada de agentes empresariales que prioricen la ética, la sostenibilidad y la solidaridad. El cambio en la contratación pública de los suministros es un paso necesario, para abrir la puerta a entidades que no se muevan sólo por el lucro. También se puede avanzar en la planificación de las infraestructuras energéticas pensando en la democratización de la energía y visibilizando y cuantificando los impactos sociales y ambientales que hoy se obvian.

Pero, para participar hay que formarse, informarse, entrar en el debate, exigir un cambio de prioridades y la construcción de un modelo energético sensato y renovable, donde las riendas de la energía estén en manos de la gente. La economía social y el feminismo son fuerzas sociales de transformación. Ambas se tienen que energetizar y participar de alianzas amplias que necesitamos para darle la vuelta al modelo.