Rokhaya Diallo (París, 1978) es periodista, escritora y directora de cine. Ha dirigido varios documentales, entre ellos, el galardonado Pasos hacia la libertad. En 2007, Diallo fundó Les Indivisibles, una organización que usa la sátira y la ironía para llamar la atención y romper los prejuicios racistas y xenófobos. Recibió el Premio Mujer en Comunicación Feminina Digital en la categoría “Generosidad” #LabcomWomen  y el de Periodista del Año 2016 de los European Diversity Awards.

¿Cómo afecta el sexismo, el racismo y otras desigualdades institucionales a su trabajo como periodista y escritora?

Ser una de las pocas mujeres negras y musulmanas visibles en la esfera pública francesa atrae mucha atención. Ya he llevado a los tribunales a varias personas que me han amenazado y han pedido mi muerte o han incentivado mi violación, todo esto acompañado de insultos racistas o sexistas. El verano pasado, un colaborador de un medio nacional dijo que debería ser enviada al KKK. La alcaldesa del distrito 20 de París me demandó por un artículo en redes sociales sobre ella, que yo no escribí, que la acusaba de censura después de que cancelase un evento del que yo formaba parte. Dijo que me “machacaría” si me atrevía a acudir a su distrito a debatir con ella. Fui absuelta, pero la causa duró dos años y no percibí ningún tipo de compensación. Me encuentro constantemente bajo escrutinio y paso mi tiempo yendo a los tribunales para defenderme o demandar a personas que me amenazan.

El año pasado, cuando la directora del Consejo Digital francés –una comisión consultiva para asuntos sociales y tecnológicos– me nombró consejera, no solo sufrí los ataques de comentaristas de extrema derecha y de la Twitteresfera conservadora, sino también de personas que se autodenominan de izquierdas. El Gobierno francés cedió aparentemente ante la presión pública y emitió un comunicado solicitando una nueva lista de miembros del Consejo Digital, pese a que se trataba de un puesto sin remuneración.

La presión fue tan alta que el Gobierno, que fue quien me designó en un primer momento, pidió mi cese, por lo que la directora del Consejo y todo el Consejo – yo incluida– dimitió.

¿Cómo han afectado las redes sociales y los medios de comunicación alternativos al feminismo y a los movimientos antirracistas?

Les ha permitido expresar sus inquietudes sin tener que pasar por el filtro de los medios convencionales, aunque algunos se han visto forzados a informar sobre la causa feminista por el ruido online que estaban provocando. Ha sido también una vía de contacto para activistas que, en otro caso, no hubieran podido trabajar juntas. Varios movimientos sociales han nacido y crecido en las redes sociales. Pienso en las Primaveras Árabes, #blacklivesmatter en EEUU o #MeToo, que se han hecho eco de cuestiones muy graves. También ha permitido que la gente siga las noticias directamente desde la perspectiva de personas que se encuentran sobre el terreno. No digo que los periodistas sean innecesarios, pero a veces el filtro de ciertos medios desdibuja algunas voces que son fundamentales para que los cambios se produzcan.

¿Cuáles son las carencias de la izquierda en Francia para combatir las desigualdades institucionales y la discriminación?

La izquierda no es lo suficientemente contundente al abordar estas cuestiones. Trata los derechos de las mujeres, pero ha fracasado al poner en marcha políticas que conduzcan a cambios reales. En cuanto a temas de raza e identidad, puede decirse que no están asumiendo ningún riesgo. Hemos escuchado a nuestro presidente, Emmanuel Macron, decir que las personas contra los derechos LGTBI fueron “humilladas” al ser criticadas durante sus protestas violentas contra el matrimonio homosexual. Es como si estuviera intentando parecer progresista sin molestar a los conservadores.

El auge del Frente Nacional es obvio, pues ha ido ganando más y más votantes. Pero su principal victoria ha sido haber popularizado sus ideas. No solo en la parte derecha del ajedrez político, sino también en la izquierda. Desde su fundación, el Frente Nacional ha orientado su discurso hacia la inmigración. Su primer éxito fue convertir esa preocupación en relevante y respetable. Cuando se trata de identidad e inmigración, la izquierda no debe preocuparse por el consenso, sino ser lo suficientemente valiente como para ir a contracorriente. Debe cuestionar los efectos del capitalismo y respaldar políticas que ayuden a las minorías, ya sean étnicas o raciales. Popularizar las ideas de la extrema derecha no ha ayudado nunca al Partido Socialista a ganar poder, sino que únicamente ha hecho que pierdan más y más votantes, y es probablemente una de las razones de su implosión. Si su deseo es permanecer dentro de la izquierda, tendrán que asumir riesgos y manifestar ideas que no complacerán a una mayoría. En estas cuestiones, el partido La France Insoumise liderado por Jean-Luc Mélenchon se divide entre aquellos que apoyan una visión “patriótica” fuerte y una visión más multicultural. El partido del exsocialista Benoît Hamon, Génération, es el más proclive a adoptar visiones abiertas sobre estas cuestiones, estando claramente a favor de una Francia multicultural y antisexista. Pero, por el momento, no tiene amplia representación a nivel nacional.