Fernando Rivarés / Autor de ‘Declive’
“Todo lo importante se hace con otros, nunca a solas”
Miguel Ángel Ortega Lucas 16/01/2019
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Fernando Rivarés (1970), novelista, periodista de larga trayectoria y, desde junio de 2015, concejal de Economía, Hacienda y Cultura, así como portavoz del Gobierno en el Ayuntamiento de su ciudad natal (por Zaragoza en Común), no sabría decir qué emergió antes en él, si la pasión literaria o el compromiso cívico. Ya participaba de adolescente en movimientos vecinales, y en lo que luego se conoció como LGTB; pero ya era entonces un lector precoz, atento a Dostoievski, Tolstoi, los grandes clásicos españoles...
Su primera novela, Victoria (Tropo, 2015), coincidió en el tiempo con su entrada en política como cabeza visible de Ganemos Zaragoza. Era aquella una historia que trataba de remendar los retazos deshilachados de una galería de mujeres “enfrentadas a la soledad”, en un contexto social cada vez más hostil –atizado por lo que suele llamarse crisis, y que Rivarés prefiere denominar “estafa”–. El pasado octubre vio la luz Declive (Ed. Pregunta): una ficción realista, retrato coral de los estragos de esa crisis (¿estafa?), liderada sin embargo por la esperanza de un joven que, siguiendo la antorcha de H. D. Thoreau, se empeña en tener su propio bosque de Walden en una fábrica abandonada.
Para Rivarés “no hay novela”, u obra artística de cualquier tipo, que “no sea ideológica”, desde el momento en que se filtra la mirada sobre el mundo de su autor. En este caso, la mirada de un novelista que llama continuamente a recuperar la unión, el reconocimiento del otro: la “interdependencia” sin la cual los individuos, solos, mueren, y una sociedad acaba colapsando, antes o después.
“...Otra cosa es que una novela sea más o menos política o social, pero no hay obra que no refleje un modo de estar en el mundo, lo quieras o no. Y yo no lo disimulo. El declive del título habla del declive material, efectivo, emocional, espiritual, de una sociedad que se ha venido abajo. Con Yon (el protagonista), que ha leído a Thoreau, aparece una amalgama de personajes que se relacionan con problemas distintos pero comunes; la soledad, la falta de red... La esperanza está en que haya una red de afectos, no sólo material. Hay personajes de toda cuerda o ideología pero todos tienen carencias emocionales, afectivas...”.
Sobre Thoreau se dice al comienzo: “Un hombre, una idea y la tierra”. ¿Cuál sería su idea, o ideal, del ser humano en la Tierra?
Creo que todos los seres vivos somos interdependientes. El que diga lo contrario miente o está muerto. No hay ningún ser vivo, no ya humano, que sea capaz de vivir sin depender en alguna medida del entorno. Creo entonces que cualquier cosa que viole ese equilibrio es una forma de vida destructiva, y una de las razones del declive moral, afectivo, espiritual, que sufrimos. Los que sufren, pierden, se vienen abajo, son los que rompen o les rompen esa interdependencia. Sea material, mediante un desahucio, sea por la soledad o la separación, sea por la corrupción, o la mentira. Éste es un libro que duele, como la vida, pero no es desgarrador; siempre hay un hálito de esperanza basado en esa red de interdependencia, en los sueños, en la poesía que nos salva.
Sería interesante quizás aplicar ese ejercicio psicológico del novelista en los rivales políticos: la empatía necesaria con cualquier tipo de ‘personaje’ que, para poder construirse bien, se necesita primero entender, pero ejercida en un parlamento, un pleno de Ayuntamiento...
Claro. Es una desgracia muy habitual, la actitud de algunos (concejales en mi caso) que se comportan de modo bastante maleducado, soberbio; aunque eso ocurre también en la vida cotidiana. Pero la verdad es que solemos fijarnos más en lo que nos separa que en el nivel de convivencia que tenemos. Eso es una desgracia de la izquierda también, fijarnos más en el 20% de lo que nos separa que en el resto que nos une. Pero es algo que depende de las dos partes, porque si una de ellas se empeña en que no, es que no. Declive trata de recoger un catálogo amplio de comportamientos humanos, y tuve que hacer el esfuerzo de ponerme en la voz de un racista por ejemplo, o un machista, o un corrupto; tengo que asumir lo que piensa ese tipejo porque como novelista tengo que mirar con sus ojos.
Porque es una mirada que no justifica sino que sólo trata de entender. Y con ese entendimiento quizá se pueda cambiar algo realmente...
Sí; hay multitud de comportamientos injustificables, pero cuando entiendes por qué un cabrón es tan cabrón, empiezas a lograr que se desencabrone, o al menos a gestionar mejor esa situación.
Esos dos universos en los que usted confluye ahora, la política y la literatura, ¿no resultan muchas veces antagónicos? La una parece ser más ruido; la otra debería ser silencio.
No veo ese antagonismo tan claro, aun estando muy de acuerdo con que la política hoy, y sobre todo lo que trasladan los dueños de los medios de comunicación (subrayo lo de dueños), es un ruido sucio. Un ruido sucio que no tiene nada que ver con la reflexión ni con las ideas y el diálogo. Y la culpa es de todo el mundo: de los medios, de los que tragan algunos discursos, de algunos políticos de oficio, y con los que tragan con esos políticos de oficio; porque a mi modo de ver la política jamás debe ser un oficio, sino una función que desempeñar una temporada y largarte. Si la política es tu único oficio no me voy a fiar de ti, seas del partido que seas... Pero no estoy de acuerdo en lo que decías del antagonismo porque creo también que ambas actividades son colectivas. Vale que en política trabajas obviamente en grupo, porque estás en una organización. Pero también en la literatura, porque al final no puedes sentarte a escribir nada si no has pensado y vivido antes en colectivo. Qué vas a escribir, si lo que escribes no está basado en lo que vives o imaginas; y eso está basado en un grupo. No son tan contradictorias porque ambas necesitan de una realidad grupal, aunque luego seas tú a solas el que escribe.
Porque también nos venden una realidad falsaria, ¿verdad? Si uno ve los informativos puede pensar que el mundo es un estercolero, y un parlamento o un pleno de ayuntamiento una pelea de gallos continua, cuando la realidad no es así. ¿Le interesa al poder que creamos eso?
Sí. Porque nosotros [su partido político] ahora no tenemos el poder: tenemos el gobierno, que es otra cosa. El poder lo siguen teniendo los bancos, las grandes multinacionales... La política puede ser a favor de la mayoría para repartir los recursos o puede ser una actividad de criados de los dueños de las cosas. Existen ambas... E incluso hay quienes, en su concepto de las cosas, creen que están haciendo algo bueno para los demás, aunque yo crea que no... Pero no es verdad que las instituciones sean un estercolero. Hay tanta gente mala o buena como en el autobús, el tranvía o el mercadillo. Otra cosa es que a los dueños de las cosas les interese trasladar eso. Pero es sólo una parte de la realidad, no es completa, no es la vida cotidiana. Eso también se ve en Declive, y que todo pasa porque lo hacemos nosotros, consciente o inconscientemente. Y está claro que cuando algo importante se logra es porque lo hacemos junto a otros, nunca a solas.
Fernando Rivarés (1970), novelista, periodista de larga trayectoria y, desde junio de 2015, concejal de Economía, Hacienda y Cultura, así como portavoz del Gobierno en el Ayuntamiento de su ciudad natal (por Zaragoza en Común), no sabría decir qué emergió antes en él, si la pasión literaria o el compromiso...
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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