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Lo contó en Telemadrid (y lo recogió El Intermedio), a Errejón le pareció un síntoma del despertar de la izquierda que una señora, mientras él iba en moto y con casco, le transmitiera lo siguiente: “Oye, que yo estoy contigo, eh, gracias y venga palante”.
Esperemos que Errejón infravalore la inteligencia de la audiencia y del votante, porque la otra opción es que tenga las antenas rotas. Es posible ganar elecciones mediante la condescendencia (sea dulce o áspera); si no lo fuera, se declararían desiertos la mitad de los comicios. Pero es más complicado hacerlo despistado con los afectos, sin saber jerarquizarlos. Eso acaba contaminando.
Es un recurso de monologuista (“cuando venía hacia el teatro, el taxista me ha dicho...”). Un clásico para humoristas poco diestros o destemplados, de los que no logran transmitir espontaneidad ni servir la letra fresca y creíble, y necesitan balizas y lubricantes textuales. Siempre he pensado que desplegar este artificio, así, en plan flojo, revela cosas del humorista: que desconfía de que su monólogo esté bien imantado con lo que de verdad puede intrigar a la gente y que sospecha que lo que te va a contar no está muy vivo. Y como la realidad deseada no existe (en el caso de Errejón, la gente re-ilusionada, etecé), intentan convocarla. Es, resumiendo, una forma de sobornar a las neuronas espejo.
Luego hay humoristas que lo usan para mofarse del propio uso del truco. Pero es otro cantar: nadie espera ese manejo de la ironía en política.
Primero pensé, al oírlo, “venga palante”, que había dos opciones: que era mentira o que se lo había inventado. Luego caí en que debe ser normal que a nuestros representantes les pasen estas cosas y que puestos a inventar, Errejón se habría cocinado una historia con más gancho. En realidad, la señora le había dado la mínima cantidad de apoyo posible. Lo preocupante es que le pareciera significativo, y que le valiera de alimento para una sonrisa y un principio de rubor.
Otros (muchos) políticos han jugado a lo mismo (la niña de Rajoy no cuenta porque a la pobre se le vieron los circuitos de niña-robot desde la primera coma). Pedro Sánchez, por ejemplo, viajó por la geografía con sus Juanas, Valerias, Verónicas que mutaban en cada mitin. Cambiaban en todo menos en su precariedad y su malestar con el Gobierno de Rajoy. Esas historias podían encontrarse en cualquier barrio, no hacía falta inventarlas. La pirueta dejaba al descubierto que hay políticos tan desvinculados del suelo que no tienen más remedio que fabricar a las personas a partir de los datos y las estadísticas. En ese camino inverso se pierden muchas cosas; quizá todo.
Hay algo más en la señora de Errejón. No le mostró una realidad que haya que atajar, simplemente le expuso su apoyo personal. A él. Fue una versión del “Vamos, Rafa”, un grito que quien lo pronuncia no lo hace porque espera obtener una conquista propia de ese apoyo, sino, simplemente, una transferencia anímica del éxito de otro, una sensación vacía y cómoda de triunfo.
Lo contó en Telemadrid (y lo recogió El Intermedio), a Errejón le pareció un síntoma del despertar de la izquierda que una señora, mientras él iba en moto y con casco, le transmitiera lo siguiente: “Oye, que yo estoy contigo, eh, gracias y venga palante”.
Autor >
Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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