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La irrupción –nunca mejor dicho– de VOX en el panorama político nacional, con motivo de la cita electoral de Andalucía, ha tenido la virtud (algo bueno había de tener), no solo de completar abiertamente el arco de todas las opciones políticas posibles en España, desde la izquierda progresista e innovadora, hasta la ultraderecha, nostálgica del pasado, inmovilista y tradicional, sino de contribuir a aclarar, a ojos vista, de hacer más transparente, sin trampas ni cartón, la verdadera ideología de los partidos que se disputan el amplio espacio de la derecha española. Frente a las ambigüedades tácticas de los otros partidos conservadores, que compiten por ganarse a los mismos electores, VOX, como parte de su ideología, empieza por no tener relativamente pelos en la lengua, al contrario de sus otros competidores, y se le ve venir, transparente y homogéneo, tajante y simple, reaccionario de un modo que teníamos olvidado, desde los tiempos de Franco (aunque la elección psicológica de su imagen para el consumo andaluz, desmienta esta loable característica, pues se han dejado llevar del tópico popular falso de que los hombres gordos son pacíficos, en contraste con la imagen hirsuta de los otros hombres de la jerarquía de VOX, que no disimulan). El PP se ha visto obligado, derrochando sonrisas, de oreja a oreja, de relaciones públicas, a extremar su derechización (de centro derecha, nada, ni por el forro), volviendo al aznarismo más intransigente y cerril, para evitar su desangre por el flanco derecho, compartiendo, según declaraciones de Casado, parte del programa de VOX. Se les ha visto el plumero y son la reacción, monda y lironda, de siempre, dependiente del Mercado y sus necesidades, y oponiéndose a cualquier progreso social, que se salga de las palabras y que pueda interferir en los dividendos de las grandes empresas, siguiendo el “carril Bush”, de su profeta Aznar. NO a la subida de Pensiones. NO a los derechos laborales. NO a la intervención del Estado, en cualquier área (como decía Forges, en un dibujo, en El País, de hace unos años: “Menos Estado y más riñón forrado”). Ciudadanos (de centro derecha tampoco; eso se demuestra andando) siguiendo un proceso inevitable, desde coquetear con el PSOE hasta competir con el PP, ya no puede ocultar su proyecto de sustituir al PP, como representante de la derecha de siempre, aceptando incluso a VOX, comiéndole poco a poco el terreno a los “peperos” y su conocida, y consagrada por los Tribunales, corrupción institucional. NO a la subida de las Pensiones. NO a los Presupuestos sociales. NO a la liberación de la mujer (aunque, con vistas a la galería y haciéndole ascos a VOX, pero tragando, se han sacado de la manga, a última hora, una ridícula, aunque justa, reivindicación, de los vientres de alquiler). Por eso, su pretensión de ser el centro se ha ido al carajo, aunque sea verdad que son de derechas, pero no roban. Y, como confirmación de su radical identidad, los tres, unánimes, le dicen NO al venezolano Maduro y Podemos, a la deriva de sus errores. Vaya panorama.
Menos mal que el PSOE, quiero y no puedo o puedo y no quiero, busca su lugar al sol del centro, con variable fortuna.
La irrupción –nunca mejor dicho– de VOX en el panorama político nacional, con motivo de la cita electoral de Andalucía, ha tenido la virtud (algo bueno había de tener), no solo de completar abiertamente el arco de todas las opciones políticas posibles en España, desde la izquierda progresista e innovadora, hasta...
Autor >
Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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