Diario de un agente cultural en desplazamiento
Todos nos enteramos cuando una librería cierra, ¡vamos si nos enteramos! Pero, ¿quién nos informa de cuándo abre una? O mejor todavía: de cómo abre. Lo que sigue es un informe personal del arranque de una librería
Mireia Pérez 1/02/2019
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Querida Silvia:
Me invitaron a escribir un diario sobre lo que me está pasando y la mejor forma de hacerlo ha sido con esta cronología de cartas breves dirigidas a ti. Sé que encontrarás el momento para leerlas con atención, tratando de comprender todo lo que te cuento pero también lo que no te cuento en ellas. Así, contigo, es como mejor suelo entender.
Tu amiga, Mireia
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Callao. Madrid
Cualquier momento de dos mil dieciocho
Otra vez no sé qué estoy haciendo con mi vida.
¿Para qué sirve una librería? Hace seis años que entré a trabajar aquí porque necesitaban que alguien estuviera a cargo de una “pequeña sección de cómic”. Me recuerdo bebiendo vino blanco el día de la inauguración, doce de septiembre de 2012, en la primera planta, detrás del puesto de información y pensando algo así como: “Vaya, la gente normal también lee tebeos”.
En esos seis años han pasado muchas cosas: te he conocido, la gente normal no existe, esa pequeña sección nunca dejó de crecer, La Central de Callao sigue en pie y, sin embargo, cuanto más sé sobre todo lo que hay detrás de una librería menos entiendo la lógica que nos impulsa a seguir abriéndolas. He llegado a un punto donde no puedo obtener más explicaciones. Necesito salir de aquí, salir de los cómics, salir de La Central y observar todo esto desde fuera.
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El Cabañal. Valencia
Agosto de 2018
Recorro el local que todavía está en obras. Lorenzo me enseña cómo ha quedado la barra del bar. Veo las estanterías de madera que Santiago ha fabricado a mano con la ayuda de un amigo. Están abarrotadas de libros hasta arriba formando una especie de milhojas recién hecho. Es apetitoso. Quiero llorar. ¿Cuánto hace que no me siento así? Creo que durante la hora punta del GRAF de 2018, desbordada pero feliz, te miré desde lejos y sentí algo parecido. Sin embargo, la ansiedad y el regreso de lo inexplicable fulminaron como siempre el espejismo.
Corey también está feliz hoy. Vacía una caja de libros usados en la mesa y me enseña títulos en mejor o peor estado de Ursula K. le Guin, de Simone de Beauvoir, de René Daumal... Ediciones inglesas, españolas, francesas, americanas, de 1970, de 2014... Yo lloro y doy abrazos a todos. No sé de dónde hostias viene tanto entusiasmo. ¡Están completamente chiflados y todo va a salir mal! Ese día subo una cantidad obscena de stories. En uno le digo a Carlo: “I’m like a proud mamma!” Pero ahora he entendido que un estado emocional es solo eso, y que las fantasías son fantasías. Las románticas y las perversas también. Así que volvamos a la tierra.
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Callao. Madrid
Septiembre de 2018
He enseñado a todos los compañeros de Callao los vídeos. ¡Mis amigos van a abrir una librería preciosa en Valencia!
Mis “amigos” antes no se conocían. No es la primera vez que ejerzo de persona nexo entre dos o más fuerzas que ponen en marcha proyectos. Tú conoces las ventajas y los inconvenientes de estar a la vista de todos en el centro de una ciudad como esta. Hace unos años Troy era un personaje excéntrico puesto de pie ante el mismo mostrador de información donde un par de cartas antes yo bebía vino blanco. Me mira con cara de clímax y me dice: “this is the best comic bookshop I’ve ever seen. Congratulations!”. Hoy su socio Corey Eastwood está a punto de abrir una librería en mi ciudad natal, muy cerca de la playa, lejos del centro de Madrid.
Hay algo de azar, de escuchar, de estar en el lugar adecuado y conocer cuáles son los estímulos de las personas que te rodean, intervenir, ponerlas en contacto, facilitar los recursos y después disfrutar de que las responsabilidades se alejen de ti observando cómo sucede la magia mientras otros se benefician de tus acciones y tú te evaporas como si nada.
Sin embargo, me sigue pareciendo imposible.
Sin embargo, estoy agotada.
Al final sí que había responsabilidades con una misma y con los demás, y no quiero saber nada más de esta librería. Lo siento. No quiero saber nada más sobre montar una feria independiente de tebeos. Estoy completamente seca de estímulo. No quiero saber nada más sobre la gestión cultural. Si no he mandado todo a la mierda todavía es por ti. Quizá es porque estoy en este lado de una industria, que en ocasiones me resulta terrorífica por lo incomprensible. Quizá es porque la recompensa económica es irrisoria o porque nuestro esfuerzo se dirige a una minoría demasiado consciente de sí misma a la que me resulta sencillo deshumanizar y llegar a despreciar. Quizá es porque en el fondo soy un poco ceniza y me creo importante. Pero es real, sigue siendo real: la gente sale a la calle y compra libros. Están locos. Necesito aire, perspectiva. Esta ciudad me asfixia. Irme a Barcelona contigo tampoco es una opción. No cambiaría nada.
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Embajadores. Madrid
30 de septiembre de 2018
Fragmento de un e-mail que me envía Santiago.
Por favor, dinos que más podemos hacer para convencerte, porque nos encantaría que pudieras unirte a nuestro proyecto.
Un abrazo, Santi y Corey
Quince días es poco tiempo para tomar una decisión así pero yo ya sé lo que tengo que hacer y tú también, porque cuando te lo he contado te has puesto muy contenta.
Hasta luego, Madrid. Hasta luego, La Central.
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El Cabañal. Valencia
16 de octubre de 2018
¿Cómo debería ser una librería? Lo primero es tener en cuenta sus circunstancias. Hace diez años que me fui de Valencia y ahora vuelvo para trabajar en la puesta en marcha de una en un barrio alejado del centro que apenas he pisado dos veces en toda mi vida porque era peligroso, porque aquí no había nada que hacer. Nunca has estado, pero sé que cuando vengas te va a gustar. Es un distrito singular, con una identidad muy fuerte y que ha pasado por numerosos episodios traumáticos que yo he observado siempre desde lejos. Un lugar que no es el mismo que era hace diez años y que dentro de diez años no tendrá nada que ver con lo que es ahora.
Una librería es importante, una librería determina. Es un agente cultural que deforma la realidad. Igual que hemos hecho nosotros, otros vendrán y lo aprovecharán. Cuidado. Cuidado. Cuidado. Tengo poca responsabilidad en el proyecto, mi labor será la de una asesora de libreros, poner en marcha el diálogo con las distribuidoras y tal vez resolver alguna tarea de comunicación. Después, ya veremos.
Sin embargo, habrá repercusión para el ecosistema del barrio. Siento mucha presión, mucha incertidumbre. ¿Y si esta vez no sucede? ¿Y si la gente ya no entra a comprar libros? ¿Para qué sirve una librería? ¿Qué daño puede hacer? ¿Y si rompemos algo?
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El Cabañal. Valencia
1 de noviembre de 2018
La gente entra y compra libros. Pero también hay muchas personas (y esto lo viví exactamente igual cuando abrimos la central de Callao durante los primeros meses y después también) que no tienen ni la menor idea de dónde acaban de introducir su cuerpo. Se repiten las mismas preguntas: ¿Es esto una biblioteca? ¿Estos libros son para leer? ¿Son gratis o se alquilan? Antes me llevaba las manos a la cabeza pero ahora me parece algo normal. Si intento definir qué es exactamente una librería me podría tirar varias horas y no llegaría a una conclusión coherente. Muchas de esas personas se dirigen directamente al bar. Les violenta tener que atravesar eso para poder llegar hasta sus recompensas inmediatas en forma de alcohol, café o comida.
Aproximarse a lo que parece no tener límites es duro. Una diminuta porción de literatura agolpada en un solo lugar puede ser motivo suficiente para desencadenar la apeirofobia. Estos paseantes que han caído por accidente en una librería no son tontos. Saben que hay mucho más de lo que se aprecia a simple vista y que no tendrán tiempo suficiente en la vida para leer y asimilar toda la información que contiene una sola de esas estanterías. La mera expectativa de tiempo consumido por palabras escritas les resulta agotadora.
Sé quiénes son los que más incómodos se sienten porque por el camino me lanzan una sonrisa exculpatoria. Practican la huída fácil e inmediata de uno mismo y en sus partículas imaginarias de sufrimiento inconsciente encuentro cierto regocijo sádico que anticipa la utilidad un espacio así.
Todas las personas pueden leer libros. A veces solo es cuestión de ponérselos cerca, y aquí estamos, para cuando quieran dejar de sentirse culpables. Así que creo que ya lo entiendo, Silvia: Ya sé para lo que sirve una librería y mi única responsabilidad ahora es aprender a leer.
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Mireia Pérez es autora y agente cultural. Ha trabajado en La Central de Callao y en M21 Radio. Ahora, entre otras cosas, gestiona la programación de la librería de La Batisfera en el barrio valenciano de El Cabanyal mientras dibuja y escribe para diferentes medios.
Querida Silvia:
Me invitaron a escribir un diario sobre lo que me está pasando y la mejor forma de hacerlo ha sido con esta cronología de cartas breves dirigidas a ti. Sé que encontrarás el momento para leerlas con atención, tratando de comprender todo lo que te cuento pero también lo...
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Mireia Pérez
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