ANÁLISIS
El último (y trágico) ‘bunga bunga’ de Berlusconi
La muerte por supuesto envenenamiento de Imane Fadil, una modelo de origen marroquí, de 34 años, considerada la testigo clave en el proceso Ruby, resucita las peligrosas relaciones del exprimer ministro
Steven Forti 19/03/2019
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Si no han visto Silvio (y los otros) deberían verla. Permítanme empezar el artículo con esta sugerencia cinematográfica porque la última película de Paolo Sorrentino, dedicada a Silvio Berlusconi y sus fiestas repletas de escorts de lujo, es la mejor banda visual de la historia que les voy a contar. Una historia, dicho en passant, que no necesita de ningún añadido picante ni exageración porque ya de por sí es una mezcla entre una peli porno, un culebrón latinoamericano y una de espías. No falta ningún elemento. Más bien sobran. Hay personajes o acontecimientos que un buen guionista eliminaría de un filme por parecer demasiado forzados: unas jóvenes chicas que se prestan a juegos sexuales a cambio de dinero y de regalos en las villas de un primer ministro; testigos sobornados durante el juicio; condenas y absoluciones inesperadas; la aparición de sectas satánicas; el suicidio asistido de un abogado que deja un testamento-confesión; la muerte súbita de una testigo clave, la intervención de un supuesto agente secreto sirio... La realidad supera a la ficción, sobre todo cuando se trata de Italia.
Empecemos por el final. El pasado 15 de marzo se hizo pública la noticia de la muerte de Imane Fadil, una modelo de origen marroquí de 34 años, considerada la testigo clave en el proceso Ruby ter (el tercer proceso de la serie Ruby Robacorazones), en el que está acusado, una vez más, Silvio Berlusconi por las fiestas conocidas mundialmente como bunga bunga.
Fadil había ingresado en el hospital Humanitas de Rozzano, cerca de Milán, el 29 de enero: tras un mes de agonía, falleció el 1 de marzo. Los médicos descartaron todas las patologías. También los análisis sobre un posible envenenamiento dieron resultado negativo, aunque mostraron unos niveles muy altos en la sangre de metales como cadmio, antimonio, cromo y molibdeno. Queda, pues, la sospecha de que la muerte de Fadil se deba a “una mezcla de sustancias radiactivas difícilmente localizable en el mercado”, como apuntaba La Stampa. Para más inri, cuando ya estaba ingresada, la joven declaró a su abogado que estaba convencida de que la habían envenenado. La Fiscalía de Milán ha abierto una investigación por homicidio voluntario.
Hasta aquí los hechos, lo demás son suposiciones o fantasías. Todo el mundo está a la espera de la autopsia, que debería conocerse esta misma semana y que podría aclarar más las cosas. Quizás fue profético el director de este periódico, Miguel Mora, por entonces corresponsal en Italia de El País, cuando, en una rueda de prensa celebrada el 11 de septiembre de 2009 en Cerdeña, sugirió a Berlusconi que echara veneno en el café de los periodistas, recordando sus malas relaciones con la prensa progresista.
¿Quién era Imane Fadil?
Fadil había participado allá por 2010 en media docena de “cenas elegantes”, en la villa de Arcore propiedad de Berlusconi, por aquel entonces presidente del Consejo (primer ministro) de la tercera economía de la Unión Europea. Además, en aquellos meses, afirmó haber visto al excavaliere en otras dos ocasiones, y fue la primera que habló en público del bunga bunga. A Arcore la llevaron el “cazatalentos” (sic) Lele Mora y el ex director de Rete 4 Emilio Fede, históricos amigos del líder de Forza Italia y organizadores/participantes de las fiestas. Fadil contó que había bailado la danza del vientre y recibido un anillo, además de unos 5.000 euros, con la esperanza de poder tener un futuro como periodista deportiva en la televisión. Según aseguró más tarde, Fadil jamás se acostó con Berlusconi y se marchó asqueada de aquellos encuentros que describió como “fiestecillas” con muchachas desnudas, stripteases y manoseos.
La modelo Chiara Danese, otra de las chicas arrepentidas por haber participado en las fiestas, declaró en 2012 ante el juez que Berlusconi pedía a las muchachas que hiciesen sexo oral con el pene de una pequeña estatua, mientras él las tocaba y se hacía llamar “Papi”. Según otros testimonios, como el de la modelo Marysthell García Polanco, en las fiestas, en las que participaban políticos, empresarios y periodistas, las chicas se disfrazaban de monjas, policías o incluso de Barak Obama o de Ilda Bocassini, la fiscal que investigaba a Berlusconi, para divertir al entonces premier italiano de 74 años. Un papel protagonista jugaba Nicole Minetti, una ex showgirl elegida diputada regional en Lombardía por Forza Italia. No se olviden de este nombre.
Junto a Danese y otra joven llamada Ambra Battilana, Fadil se constituyó como parte civil en el juicio contra el Cavaliere y otra veintena de personas porque se consideró perjudicada por el clamor mediático negativo de toda la historia. En los años siguientes, según ella misma declaró, rechazó todo tipo de intentos de corrupción por parte de Berlusconi y su entorno para que cambiara su testimonio durante el juicio. En la última entrevista que concedió, el pasado enero, afirmó que siempre había dicho la verdad, al contrario de otras de las chicas que participaron en las fiestas, y que estaba pagando por ello. Fadil estaba escribiendo un libro, cuyo título debía ser Encontré al diablo, donde describía el ambiente de los bunga bunga, llegando a afirmar que Berlusconi era parte de “una secta que invocaba al demonio”, según relata el periodista de Il Fatto Quotidiano Luca Sommi, que ha podido leer una parte del manuscrito, que ha sido secuestrado por la policía tras el fallecimiento de la joven.
Ruby Robacorazones y otras chicas del montón
Hagamos un poco de historia. Todo empezó la noche del 27 de mayo de 2010. En Italia gobernaba desde un par de años antes el centro-derecha liderado por Silvio Berlusconi. La crisis de la deuda soberana acababa de estallar en Europa: a principios de aquel mes, Grecia había sido “rescatada” por la Troika, y Zapatero había aplicado las primeras medidas de austeridad. El euro se tambaleaba, las primas de riesgo de los países mediterráneos comenzaban a dispararse.
En la comisaría de Milán apareció Karima El Mahroug, de nombre artístico Ruby Robacorazones, una joven marroquí de 17 años de edad: la policía la llevó a declarar porque su entonces compañera de piso la había acusado de haberle robado unas joyas y algunos millares de euros. Unas horas más tarde, avisado por la escort brasileña Michelle Conceição, el Cavaliere, que se encontraba en París por una reunión de la OCDE, llamó por teléfono al jefe de gabinete de la comisaría, Pietro Ostuni, para pedirle que se entregase a Ruby a Nicole Minetti. Ruby se volvió a casa con la entonces diputada regional. Problema resuelto, aparentemente.
Sin embargo, a finales de octubre de 2010 explotó el Rubygate: la Fiscalía empezó a investigar a Berlusconi por concusión por haber abusado de su rol institucional para pedir la liberación de Ruby con el objetivo de cubrir un delito de prostitución de menores. ¡Boom! La defensa sostuvo que el inefable premier italiano había dicho a la policía que Ruby era la sobrina del entonces presidente egipcio, Hosni Mubarak, para evitar una crisis diplomática. Vaya por delante que Ruby es marroquí y no egipcia. Gianfranco Fini, entonces presidente de la Cámara y cada vez más alejado de su aliado, definió la situación como “embarazosa” para el país.
No era la primera vez que Berlusconi acababa bajo los focos de la justicia por escándalos eróticos-festivos: en 2009, la modelo pullesa Patrizia D’Addario le había acusado de alojar coca-parties (fiestas con cocaína) y de haberla invitado al lettone di Putin (una cama enorme regalada por Putin) en el romano Palacio Grazioli, durante unos festejos organizados por el empresario Gianpaolo Tarantini (posteriormente condenado). Y en la primera página de El País (y luego de medio mundo) se habían publicado las fotografías del entonces primer ministro checo Mirek Topolanek retozando en pelotas junto a varias chicas desnudas en la piscina de Villa Certosa, la casa de veraneo de Berlusconi en Cerdeña.
En 2011 empezó el primer proceso del Rubygate. El otoño siguiente, Berlusconi tuvo que dimitir por la dramática situación financiera italiana y las repetidas crisis en su mayoría de gobierno. Bruselas impulsó el Ejecutivo técnico de Mario Monti, y en la primavera de 2013, tras unas elecciones con resultado incierto que catapultaron en el Parlamento al Movimiento Cinco Estrellas, se formó el Gobierno de gran coalición de Enrico Letta. En junio, el Tribunal de Milán condenó a Berlusconi a siete años de cárcel por los delitos de prostitución de menores y concusión, además de inhabilitarlo de por vida. La carrera política del fundador de Fininvest parecía haber llegado a su fin. Sin embargo, el año siguiente la magistratura cambiaba de parecer y absolvía in toto a Berlusconi porque “el hecho no constituía delito”; si bien no se negaba que hubo prostitución, se concluía que el investigado “no conocía la edad de la muchacha”, en referencia a Ruby. La Casación confirmó esa sentencia en marzo de 2015. Berlusconi estaba otra vez políticamente vivo, en síntesis, aunque el fiscal Eduardo Scardaccione declarase que el episodio era “digno de una película de Mel Brooks, por el cual fuimos el hazmerreír del mundo entero”. No cabe duda de ello.
Más mambo: soborno a testigos
No obstante, el affaire no acabó ahí. La magistratura abrió otras investigaciones judiciales: en el Ruby bis, Lele Mora, Emilio Fede y Nicole Minetti fueron finalmente condenados a penas de entre dos y seis años por favorecimiento de la prostitución. Mientras que en el Ruby ter se investigan –aún no ha habido ninguna sentencia, ni del tribunal de primera instancia– las supuestas corrupciones de testigos: Berlusconi habría pagado a las chicas involucradas para que declararan en el primer juicio que los bunga bunga no eran nada más que “cenas elegantes”. Y es aquí donde estaba jugando un rol nada desdeñable Imane Fadil que, junto a Danese y Battilana, explicó a los magistrados que el ex Cavaliere habría pagado, tras el estallido del Rubygate, unos diez millones de euros para que las chicas que vivían en la famosa via Olgettina se callasen: sobres con dinero, alquiler pagado, coches, joyas y un largo etcétera. Las demás lo niegan, empezando por la mismísima Ruby, que se alegró mucho de la absolución de Berlusconi en 2014.
Como suele pasar Alpes abajo, el juicio Ruby ter se estaba alargando entre aplazamiento y aplazamiento por una razón u otra, incluida la actividad política de un redivivo Berlusconi que a sus 82 años ha decidido presentarse como candidato a las próximas elecciones europeas, vendiéndose como una especie de muralla contra la deriva nacional-populista de la Liga de Salvini (con la cual, por cierto, sigue aliándose a nivel local y regional). Sin embargo, a principios de enero de este año estalló la primera bomba, metafóricamente hablando: se hicieron públicas las declaraciones que hizo poco antes de morir uno de los exabogados de Ruby, Egidio Verzini. En una especie de testamento, Verzini, que había decidido un mes antes suicidarse en Suiza para evitar la agonía de un cáncer que le habían diagnosticado, afirmaba que Berlusconi había dado cinco millones de euros a Ruby, para que la chica callase, mediante una transferencia realizada a través de un banco en Antigua. Según Verzini, que explicó también el papel clave jugado por Niccolò Ghedini, histórico abogado y colaborador del expremier, Karima El Mahroug se habría embolsado tres millones de euros, mientras que los dos restantes se los habría quedado el entonces compañero de la marroquí, Luca Risso.
Y el supuesto espía sirio
Unas semanas después Fadil ingresa en el hospital. Estalla la segunda bomba. También porque los magistrados vuelven a dar importancia a unas declaraciones hechas por la fallecida hace unos años, en las que explicaba que en la primavera de 2011 fue contactada por un supuesto intermediario sirio, Saed Ghanaymi. Fadil quedó con el hombre, que le dijo llamarse Marco y ser amigo de Berlusconi, en el aeropuerto milanés de Linate. Ghanaymi le dió un teléfono para que pudiera hablar sin ser interceptada: “Me decía de coger un taxi e ir a Arcore para que me dieran dinero. Creo que era un hombre de los servicios secretos”, declaró Fadil. Antes su negativa, el hombre la habría amenazado y le habría “aconsejado” quedarse callada. La fiscalía lo encontró y lo interrogó, pero Ghanaymi lo negó todo y dijo “no recordar” si pertenecía a los servicios.
Tras la muerte de Fadil, Berlusconi ha negado públicamente haberla conocido, mientras Emilio Fede, condenado en el juicio Ruby bis, ha declarado que sí, que él la conocía: “La quería mucho. Era una buena chica con problemas económicos, su familia era pobre. Un par de veces le pagué el taxi”, afirmó. Según el director de Il Fatto Quotidiano e histórico anti-berlusconiano, Marco Travaglio, la muerte de Fadil no puede ser una buena noticia para el líder de Forza Italia, que lo último que quería en este momento era un nuevo escándalo en la primera página de los periódicos. Travaglio apunta a posibles “excesos de entusiasmo, favores no pedidos o mensajes chantajistas” por parte de los distintos “ambientes criminales, italianos e internacionales, que se mueven alrededor” de Berlusconi, haciendo referencia a las muchas, demasiadas, “coincidencias” que se han dado en los últimos treinta años en los asuntos judiciales que han visto involucrado al Cavaliere.
¿Fantasías? ¿Teorías conspirativas? ¿Simples coincidencias? Quién sabe. Ojalá un día se sepa la verdad, aunque parece más probable que este se sume a los muchos misterios que salpican la historia italiana. De una cosa no cabe duda: parece que el tiempo se haya parado y hayamos vuelto diez años atrás. Con los enanos y las bailarinas tomando farlopa en pelotas en la villa del capo dei capi. Sin embargo, las cosas han cambiado. Italia está aún más hundida que cuando los bunga bunga, y en vez del incombustible Silvio tenemos al pequeño Duce Salvini vistiendo el uniforme de la policía, cerrando los puertos y subiendo fotos de spaghetti al ragù a Instagram. Las dos cosas van de la mano, no os engañéis.
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Steven Forti es profesor asociado en Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa.
¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
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Steven Forti
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).
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