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Nzang Nzé Ada / Feminista guineana

“Con el capitalismo, el matrimonio se convirtió en un negocio que da muchos beneficios a algunos”

Lucía Mbomío 17/04/2019

<p>Nzang Nzé Ada. </p>

Nzang Nzé Ada. 

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“Me llaman Anastasia Nzang Nzé Ada. Digo me llaman, porque nadie me preguntó cómo me gustaría llamarme. Anastasia me lo puso el cura, Nzang, mi padre, por su hermana, Nzé es el nombre de mi padre y Ada el de mi madre. Me gusta que me llamen Nzang Nzé Ada”.

Así se presenta una de las voces más destacadas del feminismo en Guinea Ecuatorial. Lleva 70 años, los que tiene, cuestionando un orden establecido que relega a las mujeres a ser para los hombres y no para sí mismas. En sus carnes ha vivido el yugo de la dote y la violencia de la poligamia que le obligaron a abandonar su país en barco, rumbo a España, con las manos vacías y acompañada, únicamente, por el menor de sus cuatro hijos. Pese a tener unos inicios durísimos, su esfuerzo le valió un empleo primero en el área de migración y más tarde en  cooperación. Hace una década, decidió regresar a su tierra y fundó una ONG para intentar que ninguna mujer tenga que tener una vida como aquella de la que se escapó ella.

¿Cómo era la sociedad de Anastasia niña?

Muy parecida a la de ahora: machista y, sobre todo, patriarcal. Desde mis seis años, siempre me ha gustado leer, estudiar y atreverme a casi todo. Mi maestro habló con mis pobres padres, para recomendarles que me apoyaran en los estudios ya que a mí me gustaban. Hay que pensar que eran tiempos en los que solo se preparaba a las niñas para casarse y para ser buenas esposas: sumisas y trabajadoras. En mi pueblo se rumoreaba que acababa de morir un hermano mío al que no conocí y justo, poco después, llegué yo, una niña, cuando mis padres esperaban un varón, por eso, a mi padre no le importó educarme “como un niño”.

Su actitud le granjeó problemas en el poblado, en la Casa de la Palabra, el lugar en el que se reunían los hombres. Le decían que desde cuándo una niña iba a la escuela. Él, por su parte no les respondía, pero me dejaba. Tanto mi padre como mi madre me educaron inculcándome los valores de libertad, independencia y responsabilidad, de tal forma que, con ocho años, ya tenía un prometido al que yo misma había escogido: él tenía diez. Nos prometimos porque nos sentábamos en el mismo banco en la escuela, los dos sacábamos buenas notas y jugábamos siempre en los mismos grupos, etc. Nos casamos cuando yo cumplí 22 años y por deseo propio. No todas las mujeres han podido hacerlo así, a algunas las casaban con solo doce o, incluso las apalabraban estando en el vientre de su madre.

Ser mujer era duro...

Implicaba tener muchos deberes y obligaciones, nunca derechos individuales, pero sí algunos colectivos: una esposa por la que se hubiera entregado una dote era “propiedad” de la tribu. Eso, de alguna manera, le convertía en sagrada, intocable, columna del hogar… Todo se controlaba desde la Casa de la Palabra, donde se ejercía el control social.

Según fui creciendo, aprendí que la dote la reunía todo el poblado aportando “bikuele” (“dinero” del clan Fang, una de las etnias del país, forjado en metal); que, precisamente por lo anterior, una mujer por la que se hubiera entregado una dote pertenecía a todo el poblado; que la primera esposa, en un matrimonio polígamo, era intocable y que la dote, en realidad, era un símbolo, no era exactamente dinero, ya que que solo servía para casarse.

Como era una sociedad colonizada, imagino que no se diferenciaba mucho la situación de la mujer guineana de la que vivía la española de aquella época (los cincuenta), salvo porque la guineana era objeto colonizado, mientras que la mujer española de entonces era objeto del país colonizador, con todo lo que eso supone.

¿El significado simbólico de la dote ha cambiado con el tiempo?

La dote tenía mucho peso, pero ya había dejado de ser un símbolo, porque los colonos trajeron el dinero, así que se acabó el trueque. En mis tiempos, la dote era de 5.000, 10.000 o hasta 25.000 de las antiguas pesetas. Ese dinero solo servía para casar a la mujer, no compraba nada. A medida que la independencia avanzaba y teníamos ya el neocolonialismo, el capitalismo, el matrimonio se fue convirtiendo en un negocio de compraventa y actualmente da muchos beneficios para algunos. “Casualmente” es un hombre el que da el dinero de la dote (el padre o familia del novio), es otro el que lo recibe (el padre, hermano de la novia) y el objeto de esta compraventa es la mujer. El matrimonio tradicional se ha convertido en un acto de compraventa, gracias a las grandes cifras que se alcanzan para el intercambio de una cosa llamada niña o mujer…

las mismas mujeres sin derechos dicen que no se pueden perder las tradiciones y los hombres me acusan de estar en contra de las culturas africanas

Desde 2006, existe un proyecto de ley del Código de la Persona y de la Familia, que no tiene perspectivas de ser aprobado por el Parlamento, ya que los hombres, que son la mayoría en esta institución, dicen que en el momento de separación o divorcio no pueden repartir sus bienes con su otro bien (su mujer)… Cuando trataba el asunto de la dote con los notables del poblado, en unas charlas informativas para recopilar las opiniones de mujeres y hombres, uno de ellos me dijo: estamos de acuerdo con casi todo el contenido del proyecto de ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, pero el tema de la dote lo dejamos para otro día. Una lástima, teniendo en cuenta que una de las causas profundas de la violencia domestica (física, psicológica, económica, sexual…)en Guinea Ecuatorial es precisamente la dote, da igual que se conciba como símbolo o como compraventa…

Todo es difícil de cambiar ya que las mismas mujeres sin derechos dicen que no se pueden perder las tradiciones y los hombres me acusan de estar en contra de las culturas africanas…

¿Y qué hay de la poligamia? ¿Qué consecuencias tiene para las mujeres?

Siempre ha existido la poligamia en Guinea Ecuatorial, sobre todo, en el grupo étnico Fang y tiene consecuencias nefastas en las mujeres y en las niñas. En un hogar polígamo, la violencia es común: entre las esposas, entre los hijos e hijas, entre las esposas contra el esposo y entre el esposo contra las esposas y los hijos e hijas.  Además, es un foco de propagación del VIH/SIDA.  En las uniones polígamas, todo el hogar acaba muy perjudicado, pero quienes se llevan la peor parte son la mujer y la niña. No le encuentro nada positivo y lo sé por experiencia propia.

En términos generales, ¿la maternidad es una imposición social o un deseo?

Siempre ha sido un “pecado mortal” no ser madre y ser soltera en la sociedad Fang. Pero, algunas jóvenes comienzan ya a defender sus derechos sexuales y reproductivos, de modo que deciden no casarse y no tener hijos. Pero es como separarte o divorciarte, puedes enfrentarte a que el poblado, el clan o la familia te repudien. Salirse de las reglas tradicionales impuestas es sinónimo de repudio y lo digo por experiencia propia también.

A las niñas embarazadas forzosamente les son violados todos sus derechos humanos, ya que abandonan la escuela por obligación

Pero hay más, en la tradición Fang los hijos y las hijas son siempre de los hombres ya sea dentro o fuera del matrimonio. Si la mujer está casada, tanto ella como sus vástagos pertenecen al pueblo que ha cotizado para reunir la dote. Por así decirlo, son como los productos o bienes que produce la dote. De ahí que si la mujer se empeña en separarse o divorciarse del marido, no solo devuelve la dote, sino que todos los bienes producidos (hijos, hijas, coches, casas…) son de la familia del exmarido, así que le toca marcharse con lo puesto, cosa que a mí me ha tocado vivir.

En el caso de las mujeres que son madres solteras, las hijas e hijos pertenecen a los padres de ella o a sus hermanos.

Desgraciadamente, en Guinea Ecuatorial parece que es un “deporte nacional” lo de “quedarse embarazada” y el “no reconocer los embarazos dados”.  A las niñas embarazadas forzosamente les son violados todos sus derechos humanos, ya que abandonan la escuela por obligación, puesto que en la Ley General de Educación, quedarse embarazada es uno de los delitos del alumnado. El problema es que la única que es penalizada es la niña a la que se le obliga a abandonar, mientras que el padre continúa estudiando. La impunidad domina en Guinea Ecuatorial.

¿Es posible abandonar esas construcciones exógenas? ¿Usted pudo zafarse de su matrimonio polígamo?

Sí, pero me costó. Al abandonar el hogar no quisieron aceptar la demanda de separación en ningún juzgado –no existía entonces ley de divorcio, tampoco ahora, ojo– hasta que, por fin, accedieron en uno. Sin embargo, el padre de mis hijos e hija no quiso darme el divorcio y exigió al juez que sentenciara la separación definitiva, pero todos menos el pequeño –que era lactante– debían quedarse con él. Esa sentencia también disponía que yo, como madre, no podía estar a más de 100 metros de mis hijos e hija.

En los años siguientes las pasé canutas, no podía ni solicitar un pasaporte ni nada de la administración sin la autorización marital, padecí muchas presiones familiares y ni siquiera podía estar con mis hijos e hija, etc.

Una día decidí ir a España con mi pequeño en barco y prácticamente sin despedirme de nadie. Con él estuve en el centro de madres solteras de Santa Marta, en la provincia de Salamanca. Trabajaba cosiendo camisones para pagar la guardería y el resto del día lo dedicaba a estudiar Formación Profesional. Al no encontrar nada, una vez salí del centro me fui a Sevilla donde comencé como interna, pasé a ser externa y eso me permitió entrar en la Escuela Universitaria de Ciencias Empresariales de la Universidad de Sevilla. Tras mucho sufrimiento, porque mis hijos e hija, que se quedaron con su padre, me escribían sobre su mala situación y yo, a tantos kilómetros, no podía hacer nada, finalmente recuperé primero a mi hija –tras cuatro años separadas– y a sus hermanos –después de una década sin poder verles–. Una vez adquirí la nacionalidad española, las cosas fueron un poco más fáciles.

¿Europa le ha hecho más feminista?

Es un error pensar que buscar la igualdad es algo exclusivamente blanco y europeo, lo que pasa es que la militancia es diferente. Ya desde la colonia había feministas, en Guinea Ecuatorial teníamos a la sra. María Jesús Ayecaba, que estaba en política junto con Acacio Mañe o Enrique Nvó, padres de la independencia. Tradicionalmente, desde la colonización las mujeres protestaban y reivindicaban sus derechos con canciones, danzas, teatro, en las fincas, en las cocinas… se quejaban por las injusticias basadas en el género.

desde la colonización las mujeres protestaban y reivindicaban sus derechos con canciones, danzas, teatro, en las fincas, en las cocinas

En la actualidad, habría que aprovechar estas manifestaciones consuetudinarias, ya que se reconoce el derecho a la igualdad formalmente en la Constitución pero las mujeres no lo conocen en la práctica, por lo que no pueden ejercerlo ni exigirlo y la sociedad se aprovecha de ello. Todavía existe mucho analfabetismo, sobre todo femenino. Para mí, el feminismo es una ideología, es una forma de concebir la vida, es una forma de trabajar y de vivir. Solo en África, no se puede contar cuantas feministas hay de diferentes edades y diferentes épocas.  

Decidió volver a Guinea después de muchos años, ¿ha encontrado cambios en el país, en cuanto a la situación de la mujer se refiere?

He encontrado muchos cambios, pero en relación a los temas de igualdad entre mujeres y hombres en todos los ámbitos, ya sea empoderamiento de las mujeres y las niñas o protección de sus derechos humanos, debo decir que casi ninguno. Por ejemplo, ha disminuido el analfabetismo, pero entre las mujeres es de un 80%; ha aumentado el materialismo de modo que ha desaparecido la solidaridad tradicional; por otro lado, ha desaparecido el respeto a la vida y se producen asesinatos que quedan impunes.

La violencia contra las mujeres y las niñas se está visibilizando, pero para los hombres ha aumentado la violencia contra ellos, no tenemos un código de la familia o código civil, se siguen utilizando las leyes españolas de la colonia. Sin olvidar las desigualdades en la política, en la economía, etc...

En fin, no está todo perdido, por suerte están surgiendo unas feministas ecuatoguineanas jóvenes que pisan fuerte (Melibea Obono, Francisca Roca, Pamela Nze, etc.), aunque trabajan a contracorriente y no es fácil. La gente dice que es mi culpa, que les enseño a ser como son.

En Guinea trabaja con mujeres, ¿qué es lo que hace exactamente?

Fundé una ONG llamada Igualdad por los Derechos Humanos de la Mujer en África (IDHMA). Con las mujeres, directamente, casi no hacemos nada, pero armamos mucho ruido para divulgar, difundir y crear conciencia en torno al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer; mucho ruido en torno al  31 de julio, Día Panafricano de la Mujer; en torno al 25 de Noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (Campaña Nacional 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género en Guinea Ecuatorial de cada año, con o sin recursos.

Durante estos eventos, realizamos talleres o seminarios sobre los derechos, la violencia contra la mujer, las prácticas tradicionales nefastas, la participación política, los derechos de las mujeres rurales, etc.

Actualmente, IDHMA, con el proyecto Punto de Información Juvenil de Guinea Ecuatorial, financiado por la UE, está centrada en la educación sexual integral para adolescentes jóvenes (de 10  a 14 años) y adolescentes mayores (de 15 a 20 años), porque desde que entró en vigor una Orden Ministerial en septiembre de 2016 –que obliga a realizar el test de embarazo antes de matricularse en los centros educativos y prohíbe que asistan a ellos las niñas embarazadas– casi toda Guinea Ecuatorial está alarmada, pero no se dan alternativas a las menores que abandonan la escuela por haberse quedado embarazadas.

¿Cambiar la sociedad en temas de machismo pasa también por trabajar con los hombres? ¿Se hace? ¿Está teniendo resultado?

Existen hombres simpatizantes de las temáticas de igualdad de género, la discriminación de género, violencia de género, etc. porque tienen solo hijas y les preocupa que el día de mañana sufran. Con todo, no apoyan abiertamente la causa, quizá por miedo al qué dirán.

En los talleres y seminarios que organiza IDHMA, los hombres jóvenes dicen que conspiramos contra ellos. Supongo que siempre pasa eso con lo desconocido. Nuestros seminarios se dirigen más a miembros de las organizaciones de la sociedad civil, pero nuestros temas  (igualdad entre los géneros, empoderamiento, protección derechos humanos de las mujeres y de las niñas) no son atractivos para la mayoría de los hombres. Sin embargo, hay esperanza, puesto que es lo último que se pierde.

¿Es un ejercicio de valentía reconocerse como feminista en Guinea Ecuatorial?

Claro, necesitas ser valiente para reconocerte abiertamente como feminista. La gente concibe el feminismo como lo contrario del machismo y yo les repito, constantemente, que están equivocados. Hay muchas mujeres machistas, también. El feminismo es emancipación, empoderamiento de las mujeres y de las niñas que, desde hace siglos, según la balanza de la igualdad, siempre están a la baja…

No obstante, considero que el feminismo está calando muy hondo entre las jóvenes, especialmente, entre las que son escritoras. Creo que se puede decir que ha venido para quedarse.

¿Quiénes son sus referentes femeninos y feministas?

Todas las  feministas del mundo, en particular, mis colegas españolas, andaluzas que me han enseñado mucho (si digo sus nombres no acabaría nunca). Aparte, Simone de Beauvoir, Marcela Lagarde, Evangelina Garcia, Aminata Traoré (Investigadora de Mali y activista), Bineta Diop (Presidenta de Femmes Afrique Solidarité, GIMAC, Senegal), Remei Sipi (escritora y editora  de Guinea Ecuatorial), pero sobre todo, mi madre y mi padre, por apoyarme en todo momento para estudiar, a  pesar de la extrema pobreza en la que vivíamos y a que ninguno sabía ni leer ni escribir.

¿Cómo ve el futuro?

Soy muy optimista, gracias a esta nueva generación de jóvenes mujeres que están haciendo que el feminismo esté calando en Guinea Ecuatorial. Pienso que valió la pena llegar a Malabo un 28 de febrero de hace diez años.

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Autora >

Lucía Mbomío

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