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Tienen razón, esta vez, el flasheado Albert, la desaforada Inés. En Ciudadanos deben vetar a Sánchez y cavar fuerte en la derecha, cavar encenegados aunque no sepan si están abriendo una trinchera o una tumba. Es lo que les toca. Lo contrario sería una traición a sus votantes. Que, después de tantos años, hayan decidido empezar a respetarlos justo ahora, con la ultraderecha marcando la agenda, es ya cosa suya y de Sigmund Freud.
En el fondo de las alegrías que oigo a mi alrededor por las dimisiones en C’s (y digo a mi alrededor por no decir que soy yo también el que se alegra), de las presiones generales y de la retirada del aplauso automático de algunos medios o voces (¿cómo se siente, Albert, el frío en el omóplato, la ausencia de la manita del poder amasándote los hombros y la americana?); en el fondo de esto, decíamos, hay una falta de respeto a la democracia, una asunción de que sí, que bueno, que las urnas hablaron, pero ya fue… Constituye además, esta alegría, una necedad táctica, al menos, entre quienes deseamos un gobierno de izquierdas.
No puede ignorarse. Ciudadanos ha multiplicado sus votantes porque se ha derechizado. Caben (cabían) pocas confusiones. El partido butano jugó una campaña inequívoca, de rango corto, machacona. Y lo demostró en prime-time. Dos veces. El veto a Sánchez era la premisa y la levadura de sus discursos diarios. Apenas habló Rivera de nada más, porque cuando lo intentaba, tocara el tema que tocara, la narración acababa desembocando en el líder socialista. El “Vamos, Ciudadanos” en realidad quería decir “Me cago en Sánchez”, y en esto fueron transparentes.
La derechización de Ciudadanos era una realidad desde hace mucho. No hacía falta esperar a estos acuerdos firmados con Vox en la ultimísima lámina de papel carbón: donde la letra apenas se ve pero los que la han escrito saben perfectamente lo que pone. La salida de Carolina Punset tenía un contenido claro y puede sospecharse que se vinculaba a convicciones y principios. La de Toni Roldán y Nart, habrá que ver.
Tiene razón Arrimadas cuando alude a la unanimidad de los votos del órgano rector del partido, pero es mala idea tener razón en eso y hacerlo público. Brotan preguntas en la gente. ¿Por qué votaron a favor de algo quienes estaban en radical desacuerdo? ¿Eso qué es, leninismo postural-liberal? Cree Inés que está demostrando la hipocresía de Roldán, pero solo está arrojando sombras en adelante sobre la honestidad democrática de sus decisiones internas.
Recuerdo que, en 2011, UPyD (que en paz descanse) eligió a Rosa Díez como candidata con un 95% de los votos (había cinco rivales). En marzo de este año, Albert Rivera hizo lo propio en C’s con un respaldo del 97% (14 rivales). El centro político de este país desprende un fanatismo preocupante. Ahora se ve cada vez más claro. Acaso la alegría es esa, que sea incontestable lo que antes había que pararse a explicar.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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