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PALABRAS MAYORES

La ecologista que convirtió a Rajoy en ‘persona non grata’

Aníbal Malvar 14/07/2019

<p>Leonor González Prieto, <em>Nené. </em></p>

Leonor González Prieto, Nené. 

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Nené te explica que se unió a la causa feminista en los años 50 sin saber lo que era el feminismo, y que se hizo ecologista en los 60 sin saber lo que era ecologismo. “En Pontevedra, entonces, no había de esas cosas”. Ni en Pontevedra ni en ningún sitio: el movimiento ecologista nace con Greenpeace y otras asociaciones en 1971. Después de que Nené iniciara la batalla que aún hoy mantiene contra la fábrica de celulosa que cancera su ría, la Ría de Pontevedra.

Nené también fue represaliada del franquismo, y también sin saberlo. Durante muchos años. En casa del maestro y atleta Joaquín González nunca se hablaba de política ni de los Adrio, de los Pozo, de los Rei, de los Bóveda, apellidos de viejos amigos pontevedreses fusilados por los sublevados de Franco nada más iniciarse la guerra civil. Al padre de Nené lo apodaban o mestre tolo (el maestro loco) por los extravagantes ejercicios físicos que practicaba. Leonor González Prieto, Nené, hoy viene a decir que su padre se defendió de ser fusilado con un martillo, un disco y una jabalina. Era campeón de España de lanzamiento y había participado con éxito en varias competiciones europeas (cuatro oros, cinco platas y seis bronces).

– Mi padre era un triunfador en los deportes, una persona muy conocida. De no haber sido así, quizá hubiera sido represaliado como sus amigos. No se atrevieron a hacerle nada porque ya era un campeón nacional e internacional. Pero, como les interesaba hacerlo desaparecer de Pontevedra, lo mandaron a dar clases a un pueblo lejano y limítrofe, Barcia de Mera, durante muchos, muchos años. Yo tenía tres y le acompañé. Mi madre y mis dos hermanas se quedaron en Pontevedra.

Supongo que era una mujer díscola para lo que se esperaba de nosotras en aquel momento. Me daba cuenta de que esa no era la forma de vida que me gustaba a mí.

¿Se hablaba en tu casa de aquellos amigos asesinados?

No, en mi casa no se hablaba de los amigos represaliados. Jamás se les nombraba en casa. Era una situación muy compleja. Unos supimos integrarla mejor y otros no lo hicieron.

Entras a trabajar en la Sección Femenina muy joven. ¿Por obligación o por convicción?

Yo no era una chica fácil. Era bastante rebelde. Mis padres temían que quizá yo pudiera hacer algo susceptible de ser represaliado. No lo sé. El caso es que me indujeron a entrar como instructora general, y a mi hermana la pequeña como secretaria de la Sección Femenina en Pontevedra. 

¿Qué se enseñaba en la Sección Femenina? 

Está clarísimo. Ser la mujer que hace feliz a su marido, que mantiene la casa unida, que espera a su esposo con la copa y las zapatillas... A mí, aquello, quizá por mi manera de ser, no me iba mucho. Supongo que era una mujer díscola para lo que se esperaba de nosotras en aquel momento. Me daba cuenta de que esa no era la forma de vida que me gustaba a mí. No quería ser la mujer esclava del hombre, ni la mujer dependiente. Yo quiero trabajar fuera de casa. Cuando yo me realice con mi trabajo, ya volveré a casa cansada y feliz y haré feliz a mi hombre. 

Con 23 años te vas a Argentina, luego Ecuador y Perú, como profesora de educación física dentro de un programa de la Unesco. ¿Saliste de España por razones políticas? 

No. En 1956, me caso y me voy a la Argentina. No era una emigrante al uso. Me voy porque allí estaba mi esposo, y me caso como se casaban entonces las empleadas de hogar: por poderes. Una de mis hermanas vivía en Ecuador y me fui a vivir allí. En Quito nació mi primer hijo. Allí encontré trabajo de profesora de educación física, en un colegio experimental de la Unesco que se llamaba 24 de mayo. Tenía 1.600 alumnas, el colegio. Casi toda la gente era aborigen. Y por las tardes trabajaba en otro colegio, ya de élite, de las Mercedarias. Había mucho clasismo. Las Mercedarias eran solo para las chicas bien de Quito. Déjame que te cuente una cosa que me pasó una vez que volvía de trabajar, por la tarde. Me crucé con una pareja: un indio le estaba pegando a su mujer, y ella llevaba un niño a la espalda, y se cayó al suelo, y yo creí que había matado al niño. Paré el coche, los afronté. Le grité a él y me di cuenta de que el niño estaba vivo, porque ya lloraba, y él no me contestó. Él me miró con una profundísima mirada y me respondió ella: “Marido es, pegar puede”. Supe que a partir de entonces tendría que trabajar en aquel mundo, y en el mío, para hacer comprender que las mujeres también somos seres humanos. Que no hay ningún hombre que pueda ponernos la mano encima. Solo para acariciarnos. De Sudamérica me traje una idea de la mujer. No una idea política. Pero fui capaz de entrar en la ideología feminista sin saberlo, y sin conocer ni la terminología ni nada. Pero es que yo estoy segura de que nací feminista.

Si salías por la mañana, veías a las mariscadoras recogiendo; si salías por la tarde, veías los delfines saltando. Era una ría viva, divina, con un color y un olor y una…

Cuando regresas a Pontevedra te encuentras con que Franco ha colocado una celulosa en la ría de tu infancia. Ahí empieza tu segunda vida. La de ecologista pionera.

Yo llego en 1969. Me había marchado en el 56 y no sabía lo que estaba pasando en Pontevedra. Yo había vivido en la ría toda la infancia y la juventud. Tuve la suerte de que mis padres nunca tuvieran dinero para alquilarse una casa en la playa. Los veranos los pasábamos en El Club. Cuando terminaban las clases en junio, nuestro veraneo era ir al club, anotar en la pizarra “Joaquín González se lleva el barco número seis”, coger los remos y salir todos remando por la ría. Aquella ría cristalina, pura, con mareas altas y bajas. Si salías por la mañana, veías a las mariscadoras recogiendo; si salías por la tarde, veías los delfines saltando. Era una ría viva, divina, con un color y un olor y una… –no es capaz de seguir hablando–. La fábrica de celulosa fue algo que me dejó aplastada en cuanto llegué. 

¿No había respuesta ciudadana a la celulosa antes de que tú llegaras? 

Ence nació en la época franquista del desarrollismo. Mucha gente en Pontevedra gritaba entonces: ¡Viva el papel! Pero esa empresa nació ya con la pelea de muchas mariscadoras que sabían que ellas se iban a quedar sin sus puestos de trabajo, pero también que se iba a perder toda aquella riqueza absoluta para todos, no solo para los que la explotaban. Cuando éramos pequeños, salíamos con nuestros baldecitos a la playa y volvíamos a casa con marisco. No era robado. Allí nadie robaba nada. La ría era tan rica que producía marisco para todos. Era una gozada vivir allí. Era nuestro paraíso.

¿Existía ya en aquella época conciencia ecológica? 

No. Por lo menos, no en Pontevedra. En algunos lugares más desarrollados del planeta puede ser. En Pontevedra solo se criticaba que olía mal, que el marisco salía contaminado y cada vez la gente protestaba más por la presencia de la fábrica. Así que nos unimos un grupo grande para empezar a luchar contra aquello y, en un momento determinado, fundamos una asociación para enfrentarnos a aquel deterioro tan tremendo para nuestra ciudad y nuestra ría. 

La Asociación por la Defensa de la Ría. Los poderes políticos y mediáticos no os recibieron con demasiado entusiasmo.

Me causó, nos causó muchos problemas. La misma prensa me trataba mal. Hablaba de nosotros como Nené y sus muchachos, Nené y sus secuaces, Nené y sus comparsas. El trato era degradante. Era obvio que la gente bien de Pontevedra, las señoras, muchos estudiantes, no se atrevían, no se acercaban. Solo se acercaban a nosotros precisamente los muy progres, y era muy fácil decir que eran unos peludos los que iban con Nené, y tal y cual. A mí me creó problemas familiares graves, de amistades también, pero yo tenía tan claro que la lucha valía la pena que no la dejé en ningún momento.

La misma prensa me trataba mal. Hablaba de nosotros como Nené y sus muchachos, Nené y sus secuaces, Nené y sus comparsas. El trato era degradante.

Llegaste a recibir amenazas de muerte.

Me tuve que ir de mi propia casa a un apartamento. El teléfono no paraba de sonar a cualquier hora. Mi marido amenazaba con arrancarlo.

¿Cómo eran aquellas llamadas? 

Te vamos a matar mañana a las cuatro de la tarde en tal sitio y con tal arma… Daban muchos detalles. Suponemos que eran obreros manipulados por la dirección de Ence, porque nadie de arriba se hubiera atrevido a tanto. Al final, el abogado de la asociación me convenció para denunciarlos y me pusieron un seguidor de llamadas en casa. Pero fue un desastre. Cada vez que algún amigo llamaba, se le cortaba la línea. 

Al movimiento ecologista incipiente se lo ridiculizó mucho. Recuerdo que en casa se hacían chistes sobre los defensores del escarabajo pelotero. ¿Os tomaban por bichos raros?  

Sí. Se nos ridiculizaba hasta los máximos extremos. Se trataba de hacerme perder el prestigio. Pero, con ridículo o sin ridículo, yo sabía que la causa valía la pena, Y sigue valiendo hoy. No era un movimiento ecologista fuerte, pero estábamos poniendo la semilla. Algunas de las mujeres, mariscadoras, que habían luchado desde el primer momento, habían incluso pasado por la cárcel. 

Se nos ridiculizaba hasta los máximos extremos. Se trataba de hacerme perder el prestigio. Pero, con ridículo o sin ridículo, yo sabía que la causa valía la pena, Y sigue valiendo hoy.

En 2002 ganáis un juicio a Ence por delito ecológico. Sin embargo, tú no estás demasiado de acuerdo con cómo se desarrolló aquel proceso.  

Yo dejé la presidencia de Defensa de Ría precisamente por eso. Decidieron que era mejor aceptar una condena por delito ecológico que celebrar un juicio como yo quería, más minucioso y ante la prensa del mundo entero, por delito ecológico continuado. Con esa especie de pacto se resolvió todo en una mañana. Ocho miembros de la directiva de Ence se personaron en el juzgado y se levantaron uno por uno: “Yo sí, reconozco haber cometido delito ecológico”. Y se volvieron a sentar. No tuvimos repercusión. (Tras cincuenta años de vertidos, Ence fue condenada a pagar una multa de 433.000 euros). Fue un juicio absolutamente comprado.

Preferiría no tener que citar a Trump. Me da vergüenza y tengo miedo de que se me quede la boca manchada.

Mariano Rajoy, un pontevedrés, es el que como presidente del Gobierno prolonga la vida de Ence en 2005 [la decisión está recurrida judicialmente].   

Rajoy presume de pontevedrés. Si se sintiese pontevedrés, de ninguna manera podría prolongar la presencia de Ence 60 años más, una vez que ya había caducado en 2018 su permiso para estar aquí. Yo hablé con el alcalde y conseguimos un pleno extraordinario para nombrar a Rajoy persona non grata. Hoy Rajoy es en Pontevedra persona non grata. La única que tenemos.

Rajoy presume de pontevedrés. Si se sintiese pontevedrés, de ninguna manera podría prolongar la presencia de Ence 60 años más.

El movimiento ecologista nunca llegó crear en España un partido político de peso. ¿A qué se debe?

A que no nos lo tomamos demasiado en serio. Hoy todo el mundo sabe que el ecologismo es el futuro. Que sin ecología vamos al desastre. Nadie lo pone en duda. En aquel momento, no era así. Parecíamos cuatro locos. 

Los nuevos aires políticos mundiales son preocupantes para el planeta. Hasta el presidente de los presidentes, Donald Trump, es un negacionista. 

Preferiría no tener que citar a Trump. Me da vergüenza y tengo miedo de que se me quede la boca manchada. Sí, hay un problema gordo con la aparición de la extrema derecha. Pero no creo que el futuro vaya necesariamente a girar a la derecha. En el mundo estamos más gente que Trump y Bolsonaro y esos muchachos. ¿Seremos capaces de frenarlos? No lo sé. Voy a hacer 86 años dentro de unos días, y no me tocará ver las cosas resueltas. Pero tengo muchísima ilusión en pensar que, algún día, la parte que a mí me correspondió salvar de mi planeta, que es mi ría, vuelva a ser como yo la conocí cuando era pequeña. 

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