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Un occidentalis vacationis del tipo guiri de 18 años asoma la cabeza desde las alturas del hotel del viaje fin de curso. Tras haber aprobado matemáticas con buena nota, el chico sabe que, siendo el cateto-a la altura del balcón, el cateto-b la distancia en línea recta entre edificio y agua y siendo él mismo la hipotenusa inconsciente que se va a jugar la vida, toca resolver la siguiente ecuación: ¿se matará o tendrá un orgasmo de adrenalina que además le aportará miles de likes en Instagram? El balconing es, a pesar de lo que pueda denunciar el telediario, a pesar de lo chocante del asunto, una de las formas más respetuosas de turismo vacacional ejercida por el occidental. ¿Qué mal puede provocar uno saltando desde un sexto piso en busca del agua prometida? En el peor de los casos, salpicaduras de sangre propia afeando esos horribles azulejos con palmeras. Nada que no se solucione con un cubo de agua, lejía y un buen restregón de fregona.
Un chico africano de poco más de 20 años monta su tenderete en el suelo del paseo marítimo. Vende grandes pañuelos de colores. Cuando aún no ha terminado de colocar el producto, recibe la visita de un occidentalis vacationis. En este caso, un ejemplar de hombre blanco con náuticos, pantalón corto y polo Ralph Lauren acompañado de su mujer y su hija adolescente. Dejad negociar a papi, nenas. Amigo, cuánto el pañuelo, se dirige occidentalis vacationis al africano en idioma indio de película del Oeste. 20 euros. Uy, muy caro, adiós, adiós –gesticula despidiéndose en lenguaje universal–. El vendedor africano se encoge de hombros y vuelve a la tarea de colocación del material en el suelo. Cuando levanta la cabeza, occidentalis vacationis, como el dinosaurio de Monterroso, todavía estaba allí. El chico observa como se observa a quien se despidió y nunca se fue y la actitud de occidentalis vacationis no ya es amigable como lo era unos segundos atrás. Ahora occidentalis ha sufrido un agravio y pide la hoja de reclamaciones. ¿Qué le pasa a ese niñato africano? ¿Es que no conoce la tradición veraniega del regateo al negro? Esta gente viene aquí y no respeta nada. “Niño, escúchame: 20 euros no te ha costado eso, yo te doy 10 y vas que chutas”, centra occidentalis vacationis su estrategia en la denuncia de la plusvalía. Una sorpresa descubrir cómo occidentalis vacationis pasa a ser marxistus vacationis por obra y gracia del veraneo. “Si quiere dos se lo puedo dejar por 30 euros, pero uno solo son 20 euros”, responde el chico, consciente, tras ojear la escena, de que allí había en juego algo más que un pañuelo y unos cuantos euros en la cartera: cumplir ante su esposa e hija las expectativas de ser ese tipo que sabe pelear en la selva de la vida. Niña, elige dos, que nos los rebaja 10 euros. Un 25% menos, qué te parece, ese de las palmeras también es bonito. Tu padre es bueno negociando, deja propina moral el africano mientras recibe sus 30 euros de mano de Karl Marx en náuticos.
Me preocupa el cambio climático y también la gentrificación de la ciudad en la que vivo. Puro egoísmo. Lo primero porque podría provocarme la muerte y lo segundo porque, cuando esa muerte llegue, me pillará viviendo a tomar por culo del centro. Sin embargo, en verano me gusta conocer sitios. Aprovecho para presentarme. Soy Gerardo, occidentalis vacationis del tipo concienciado tres de las cuatro estaciones del año. En verano saco un billete de avión en una aerolínea de bajo coste y alquilo un piso de corta estancia en el centro de una ciudad a descubrir. Ese avión en el que llego al destino ha contaminado tanto que el coste de mi billete me parece aún más chollo que el día que lo reservé. Mi estancia de cuatro días provoca que alguien viva a tomar por culo de su centro. Lo sé. El occidentalis vacationis concienciado tres de las cuatro estaciones del año es, probablemente, el ejemplar más peligroso e hipócrita existente. Peor que el saltador de balcones y el marxista de paseo marítimo juntos. Sin embargo, cada año intento irme de vacaciones sin culpa. Más que nada porque el peso de esa culpa haría superar el límite de 10 kilos por maleta permitidos por la aerolínea. Mi truco para descargarme de culpa es pensar que cualquier ejemplar de occidental de vacaciones tiene algo en común: la huida. Huimos de lugares, de responsabilidades y de creencias. Llega el verano y respiramos con tal intensidad que ese inspira-espira retumba en forma de pregunta gigantesca y obligatoria: ¿qué nos pasará el resto del año para que en verano necesitemos ser otros? La pregunta, como la operación bikini, llega tarde. Es una tarea más de enero que de julio.
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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