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El cierre de puertos para la llegada de migrantes rescatados en el Mediterráneo es uno de los ejemplos más recientes. Sin embargo, las políticas y discursos xenófobos y racistas, aderezados con mecanismos de posverdad, llevan años inundando la agenda de partidos y movimientos extremistas de Europa y otras zonas del mundo. Más allá de la ideología y las creencias que proyectan estos grupos, las retóricas antimigratorias encuentran en la crisis y las dificultades económicas un caldo de cultivo muy fértil para su crecimiento. Un realidad tangible y medible de forma objetiva, tal y como asegura el estudio La evolución de la economía y el rechazo a la inmigración en Europa. El documento recoge datos estadísticos relacionados con el crecimiento de estos sentimientos antimigratorios en los países europeos antes y después de la crisis de 2008. Destacan España, Irlanda y Grecia.
Los resultados apuntan a una causalidad directa, por ejemplo, entre el aumento de estas actitudes y los datos macroeconómicos de cada país, pero también con situaciones individuales como la vulnerabilidad económica en los hogares o en el nivel de competencia laboral.
De esta forma, el estudio revela que el sentimiento antimigración creció de forma muy destacada precisamente en los países europeos donde más se desplomó el PIB entre 2004 y 2010. Algo que, además, se vio potenciado aún más en el caso de Estados que habían recibido grandes flujos migratorios en los años anteriores a la recesión, como España o Irlanda.
Además, durante este periodo los trabajadores de otros cinco países muy golpeados por la crisis –Grecia, República Checa, Hungría, Eslovaquia y Reino Unido– también demostraron un mayor rechazo a la migración. Por el lado contrario, el sentimiento disminuyó significativamente en otros siete que solventaron mejor la recesión –Países Bajos, Polonia, Dinamarca, Alemania, Suecia, Portugal y Estonia–, y no mostró variación significativa en otros seis.
En el caso de los determinantes particulares y microeconómicos en el crecimiento de los comportamientos antimigratiorios, el estudio señala que si bien la educación formal de los trabajadores impacta de forma positiva en las percepciones que se generan sobre los migrantes, existen también factores ocupacionales relacionados con la competencia laboral que pueden influir en estas percepciones.
Así, entre 2004 y 2010 los trabajadores europeos que ocupaban puestos en los que era necesaria una formación específica, en los que la productividad estaba basada en intangibles o en los que eran necesarias habilidades sociales y comunicativas demostraron menor rechazo a migración que aquellos empleados expuestos a una competencia directa con trabajadores foráneos.
En última instancia, la sensibilidad a esta competencia es todavía mayor si los trabajadores afrontan problemas económicos en sus hogares, un extremo generalizado en toda Europa durante el estallido de la crisis. Solo en España, entre 2004 y 2010 las personas con problemas para llegar a fin de mes pasaron del 13% al 24%.
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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el artículo La evolución de la economía y el rechazo a la inmigración en Europa, de Javier G. Polavieja, de la Universidad Carlos III de Madrid, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.