LAS AVENTURAS DE VERA NÉANTE, VIAJERA DEL TIEMPO (y IV)
El hierofante en el palacio del sol
Mar Calpena 21/08/2019
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En el capítulo anterior, Vera Néante está esperando noticias sobre su atacante mientras se hace pasar por una esclava liberada en la Antigua Roma. Su camino la lleva a una villa romana de vacaciones en el golfo de Nápoles, pero, cuando apenas ha comenzado a explorar el lugar, el Vesubio entra en erupción.
¡El volcán! Como señal de que tiene que abandonar la época, Néante piensa que podían haber elegido algo más sutil. Pero la sutileza nunca fue el fuerte de la agencia. El verano es un lugar de colores chillones y música alta. Incluso en las ciudades la gente se cree obligada a organizar fiestas por la noche en las azoteas… mientras corre en dirección al portal otra vez, por la cabeza de Néante suena como un flash Summer in the city de The Lovin Spoonful pero la imagen es la de la conga de La grande bellezza. Mientras al otro lado de la bahía del golfo el cielo se ha oscurecido –en esta ocasión van a pringar unos cuantos, piensa estóica–, Néante salta por el portal, contenta de alejarse de ese verano dejado de la mano de dios.
Su salto –naturalmente, de arbusto en arbusto, no vayamos a innovar– la deja en un jardín de aspecto cuidado, probablemente de un palacio o un castillo. Néante lo reconoce de inmediato; ha estado allí antes y sabe que, pese a la extravagancia del lugar (dos esfinges guardan la puerta), los jardines de Bomarzo son un lugar resguardado en el que la agencia puede camuflar sus actividades con la excusa de ser una mera oficina de turismo. Bomarzo es, desde su construcción, un lugar exagerado y grotesco –grotesco, de gruta, toma en jardines como ese el significado de extraño–, un lugar popular en el siglo XXI, pero abandonado durante muchos otros siglos tras la decadencia de la familia Orsini, por lo que una fiesta de época o cierto trasiego de visitantes pasan en él totalmente desapercibidos. Néante ha vuelto a casa, aunque no sabe bien en qué época, porque el parque está extrañamente silencioso.
También le llama la atención de inmediato que la túnica romana que aún viste le resulte escasa. Sopla un viento frío y desangelado, y en el suelo hay bastantes hojas caídas. Para ser un día de verano, todo tiene un inusual aire gótico. Bien parecería que el parque podía haber inspirado a un Edgar Allan Poe lloroso por la muerte de Annabel Lee: al fin y al cabo el lugar parte de otro homenaje necrófilo, el del duque Vicinio Orsini por su difunta esposa Giulia Farnesio, a la que dedicó este lugar lleno de recovecos, figuras y espacios ocultos. Algunos dicen que este es el jardín de los senderos que se bifurcan y que está inspirado en un viaje alquímico, cosa que, por otra parte inspira a montones de obras renacentistas. A Néante el cambio de tiempo le da mala espina. Ha estado en el lugar centenares de veces, y aunque es fácil imaginarlo como escenario de una novela histórica a lo Dan Brown, sabe que en realidad su tristeza ha inspirado obras de mayor calado, como la novela de Manuel Mújica Lainez de 1962, consagrada por la crítica como una de las mejores en el género histórico de todos los tiempos. Esta, a su vez, ha dado pie a una ópera, y los propios jardines –el bosque sagrado, o parque de los monstruos, como también se lo conoce– encuentran ecos en otros de la época, como los del bromista arzobispo de Hellbrunn, en Austria, que llenó los suyos de juegos de agua que dejan empapado al incauto visitante. Son espacios que constituyen el reflejo llevado al límite manierista de los jardines renacentistas, jardines que ansiaban recrear el ideal romano de vida ordenada, en los que el arte domina la naturaleza.
Néante ve entonces una hoja naranja, roja como cierto pelirrojo, que destaca aguda sobre el lecho del follaje aún verde. Y más allá otra. Todas parecen marcar un camino, que se adentra en el parque siguiendo sus sinuosas curvas. Ni un alma en el camino surcado de dragones, sirenas, monstruos, tortugas, laberintos y templos. Néante se apresura; sabe a dónde le lleva el camino, y siente un frío cada vez más cruel. Saca disimuladamente el arma de los pliegues de la túnica. Se siente observada, y sabe que, tras pasar la figura de un perro tricéfalo, el cancerbero, su enemigo Otto Nhial le espera en la gruta del orco, la construcción en forma de monstruosa cara que alberga un comedor en la garganta del monstruo. “Ogni pensiero vola” reza una inscripción en la boca, “todo pensamiento vuela”, y los de Néante vuelan a ritmo de música barroca: todos los veranos que ha vivido; los innumerables solsticios, algunos paganos y sacrificiales, otros cristianos y clericales, y algunos laicos y descreídos que ha vivido; y su fin, los inaplazables equinoccios de otoño en los que todo se acababa, y tocaba recoger la cosecha, encerrarse en la casa o volver al trabajo. Una y otra vez el mismo ciclo y el mismo enemigo, al que, sin embargo, sabe que pronto vencerá para siempre.
Aunque sea por la costumbre y por todo el entrenamiento recibido, Néante intenta acercarse al lugar con disimulo, andando por los lados de la escalera que lleva a la entrada, pero una bala resuena en la distancia. Y, pese a todo el cuidado que ha puesto en ello, no se sorprende cuando la bala atraviesa su corazón.
“He vuelto a matarte, Néante”, ríe rugiendo el rey otoño, un emperador renacentista de cabellos pelirrojos que emerge como un león de la boca de la gruta. “Un año más te he vencido”.
En ese momento, el viento comienza a soplar con una terrible intensidad y la hojarasca se arremolina. Toma la forma de un hombre, barba y cabellos plateados, ojos de hielo, vestido con una túnica gris y una corona blanca como el sol de invierno. Saca un arma, dispara a Nhial, y alcanza directamente el centro de su pecho. Coge la mano inerte de Vera, y esta recupera su color. Un beso, breve e intenso, y cuando sus labios se separan, una sonrisa. “Malditos equinoccios”, ríe Néante. “No te preocupes. Ahora vamos a cazar a tu prima”, le contesta el hombre, el sr. De Winter, “en pocos años no quedará rastro de ellos”.
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Mar Calpena
Mar Calpena (Barcelona, 1973) es periodista, pero ha sido también traductora, escritora fantasma, editora de tebeos, quiromasajista y profesora de coctelería, lo cual se explica por la dispersión de sus intereses y por la precariedad del mercado laboral. CTXT.es y CTXT.cat son su campamento base, aunque es posible encontrarla en radios, teles y prensa hablando de gastronomía y/o política, aunque raramente al mismo tiempo.
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