LAS AVENTURAS DE VERA NÉANTE, VIAJERA DEL TIEMPO (III)
Perreo ‘avant la lettre’
Mar Calpena 14/08/2019
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En el capítulo anterior, Vera Néante se desplaza a un balneario del siglo XIX siguiendo los pasos de Nhial, quien ha intentado dispararle en una discoteca de los ochenta, y traba conocimiento con Estie Val, la agente del tiempo que está allí estacionada. Pero cuando Néante está a punto de cazarlo, Nhial se escabulle por un portal temporal en unas termas, mientras llegan gritos del exterior que indican que se ha producido un atentado contra Otto von Bismarck.
“Rápido”, susurra Val, “ve al portal por donde entraste antes de que se cierre también. O corremos el peligro de crear una distorsión en el continuo”. Néante sale acelerada hacia los árboles donde apareció y llega justo a tiempo para escurrirse como una Indiana Jones de la vida por el agujero. Va a parar a otra zona arbolada –qué afición tienen por la naturaleza en la central, por Dios– aunque en esta ocasión detecta enseguida que el clima es más cálido. Olivos y pino, lentisco y tomillo, y un leve toque salino: el Mediterráneo.
Néante está contrariada. Sólo se ve una carretera o un camino en la lejanía. No sabe dónde ha ido a parar, y es poco probable que el pelirrojo esté en la misma época que ella. O sí. ¿Por qué le disparó en los ochenta? ¿Y por qué dijo que habían disparado al Otto incorrecto? Si el Otto correcto era Nhial, Otto Nhial, eso explicaría por qué Estie no había previsto que hubiera un atentado… pero también implicaba que había alguien más viajando a través de los portales, alguien que tenía su propia agenda.
Mientras pensaba todo esto, Néante intentaba apartarse los mosquitos que le iban dejando las piernas como un ecce homo. El paisaje que vislumbraba a su alrededor parecía cultivado, pero aún bastante entero. “Genial”, pensó, “con un poco de suerte estoy en Grecia con Leonard Cohen o pijeando en el Saint Tropez de los cincuenta”. Pero cuando llegó el paquete de la central no se esperaba lo que encontró en su interior.
“Néante:
Has sido enviada a Roma para buscar a la perrita. Estate quieta aquí mientras localizamos al agente enemigo. No toques nada. Tómatelo como unas vacaciones. Sabrás tú misma cuándo tienes que largarte”.
¿Roma? ¿Vacaciones? ¿Perrita?
Esto es un castigo en toda regla: en la Antigua Roma no había casi veraneo, por mucho que hubiera verano. Bueno, o eso cree, pero no lo sabe realmente, porque sus misiones nunca la han llevado tan atrás en el tiempo. Néante se ciñe la túnica como puede y se encamina a la carretera, que es, claro, una calzada romana. Junto al camino alguna estela funeraria le recuerda a algún muerto. Las sandalias de cuero blando, por suerte, parecen de calidad y no le irritan los pies, pero hace mucho sol y Néante tiene sed. Así que se alegra cuando finalmente divisa en la lejanía una construcción, o, mejor dicho, un conjunto de edificios. Mientras se acerca, revisa el archivo de documentación que le han mandado:
“Los antiguos romanos fueron, probablemente, los primeros que exploraron la idea de viajar por placer en las épocas en las que no estaban ocupados. Naturalmente, las vacaciones no estaban al alcance de todos los romanos, pero para que existan las vacaciones debemos estar en una civilización próspera y donde el viaje puede llevarse a cabo de modo relativamente seguro, con caminos y posadas. De hecho, los propios romanos tenían guías de viaje, como la de Pausanias, que describía qué hacer y ver en Grecia. El primer Lloret de la época también se lo debemos a los romanos: la ciudad de Baiae en el golfo de Nápoles, llena de villas de superlujo y casas de bebida y comida para las clases populares. A su lado Magaluf era un convento cisterciense” –Néante se pregunta quién carajo se dedica a redactar estos informes– “por ejemplo, Séneca lo describió como un ‘vórtice del lujo’ y un ‘puerto del vicio’ y en él se decía popularmente que ‘las chicas acudían para jugar a comportarse como chicas, las matronas, para jugar a comportarse como chicas, y algunos hombres, para jugar a comportarse como chicas’. Puedes ampliar información en el libro Pagan holiday, de Tony Perrottet, o alojarte en el Hotel Aqua Libera, de Badajoz, el alojamiento rural que reproduce una villa romana y que ha sido diseñado por un arquéologo”.
Vale, sí. Lo que quieras, ahora no es momento. Lo cierto es que el lugar al que se acerca Néante más parece una masía de pueblo que un lugar desde donde hacer balconing. Una masía, eso sí, muy grande.
En la entrada, un hombre vestido con una túnica corta parece sorprendido. “Ah, tú debes ser la nueva liberta que viene a acompañar a la señora. ¡Bienvenida, no te esperaban hasta esta tarde! Yo soy Ignatius, el esclavo al mando de todo esto. Ven, que te voy a enseñar dónde está todo”. Néante sonríe y asiente, como aprendió a hacer durante su entrenamiento. Hacerse la ingenua es una estrategia que nunca caduca.
“Esta entrada que ves flanqueada de árboles y con la fuente lleva, por un lado, a los aposentos de la familia, la pars urbana. Aunque ahora te parezca lioso, no te va a costar distinguirlos: están decorados con suntuosas pinturas y en el suelo hay mosaicos. Venga, no te quedes embobada mirándolos… te podrías pasar el día así, porque los hay con escenas de caza, cortejo, luchas en el circo. También hay unos baños y un gimnasio. Aquí es donde la señora pasa el día y donde tú trabajarás. Nos dijo Fondae Janina que conoces las artes del masaje y la gimnasia, ¿no? Pues aquí tú se las enseñas, y sobre todo, le dices a esa cacatúa a todas horas que está guapa y lo hace muy bien. Dómina Claudia no te pegará porque eres una mujer libre, pero tiene mala uva y no quiero que se lo haga pagar a alguno de los míos. Por aquí, en cambio, se va a la pars rustica, que es donde están las cocinas y tenemos a los animales. En la villa fructuaria están los almacenes de lo que se produce en los campos del señor. No te quiero ver por allí, si necesitas algo, lo pides. También hay algunos dormitorios porque al señor le gusta recibir huéspedes, y a menudo organiza cenas para que le vengan a hacer la pelota. Si le caes bien a la domina igual te deja quedarte en alguna y puedes probar los platos de Lúculo. A mí me gusta el erizo relleno, pero no les digas que lo he probado”.
Néante se para un momento ante un mosaico. “Cave canem”. Un enorme mastín dormita encadenado a él. “Si no lo molesta, en realidad es muy manso”, dice Ignatius. “¿Es una perrita?”, pregunta Néante, a sabiendas de que la pregunta suena extraña, y mientas la formula, notando el inclemente sol que hace caer el sudor a goterones por su frente, la traducción de su dispositivo le aclara lo de la perrita o, lo que es lo mismo, la canícula o los dies caniculares, cuando hace más calor en el año y se ve con claridad la estrella Sirio, en la constelación del Canis Maior, en forma de perro. Pero la risa de Néante queda borrada por el estruendo de una enorme explosión en la distancia.
“¡Oh, no!” grita horrorizado Ignatius. “¡Tenemos que huir! ¡El Vesubio ha entrado en erupción!”
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El siguiente capítulo de la serie se publicará el 21 de agosto.
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Autora >
Mar Calpena
Mar Calpena (Barcelona, 1973) es periodista, pero ha sido también traductora, escritora fantasma, editora de tebeos, quiromasajista y profesora de coctelería, lo cual se explica por la dispersión de sus intereses y por la precariedad del mercado laboral. CTXT.es y CTXT.cat son su campamento base, aunque es posible encontrarla en radios, teles y prensa hablando de gastronomía y/o política, aunque raramente al mismo tiempo.
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