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Migraciones vistas desde otra galaxia (I)

PorCausa encuentra el diario de a bordo de Nuscaa, una alienígena que desde hace años observa la realidad migratoria. Le interesa saber y no entiende nada: dejan morir a los suyos en el Mediterráneo

Alba Zamudio (PORCAUSA) 21/08/2019

<p>Nuscaa, la alienígena enviada a la Tierra.</p>

Nuscaa, la alienígena enviada a la Tierra.

Diana Moreno

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Preparada para tener contacto con los habitantes de la zona, he decidido adentrarme en uno de las área de más tránsito, el Mediterráneo. Desde las últimas observaciones, puedo comprobar que los humanos se han convertidos en entes cada vez más individualizados. A nivel científico y tecnológico, a pesar de cierta simplicidad estructural, he de reconocerles un gran progreso en el último siglo. Han logrado interconectar entre sí tanto elementos materiales como humanos. Sin embargo, parecen no haber respetado su entorno natural: hace más calor de lo que pensaba y el paisaje es mucho más árido de lo que imaginaba. 

Primer encuentro

Más allá de mis primeras impresiones, veo que eso de explorar nuevos espacios, tal y como yo hago, es un asunto candente en esta sociedad. Un tal Trump dice que va a construir un “gran muro”, es decir, un tipo de construcción para frenar que los humanos migren, viajen y anhelen pasar al “otro lado”. No hay una ley clara sobre el tema, pero parece simbolizar una separación de poder entre Norte y Sur que casi siempre significa entre ricos y pobres. De hecho, en los últimos años, el mundo está siendo dividido con ellos: entre Bulgaria y Turquía; Corea del Norte y Corea del Sur; Brasil-Paraguay; Eslovenia y Croacia; Ucrania y Rusia; Francia y Gran Bretaña; Pakistán y Afganistán; España y Marruecos... 

Lo que sí puedo confirmar, en el área que me muevo, la Unión Europea, es que además de poner esas “puertas al campo” también cierran fronteras por medio de un curioso tecnicismo: externalización, lo llaman. Resulta que pagan una gran suma de dinero –esos papelillos de colores y metales a los que les otorgan gran valor– a cambio de la subcontratación del control migratorio a terceros países como Turquía, Libia, Egipto, Sudán, Mali, Mauritania y Níger. Este verano la ONG Oxfam Intermón ha presentado un informe en el que señala a España como uno de los mayores países involucrados en el dispositivo de control en la zona del Sahel. No entiendo el porqué de tanto esfuerzo, cuando el 75% de los migrantes africanos se desplazan internamente entre regiones. 

Os preguntaréis, como yo, qué tipo de humanos no son bienvenidos a sus territorios, pues es realmente ingenioso y de gran esfuerzo cómo se gestionan en este planeta para controlar a los de su propia especie. 

Resulta que dependiendo de su zona de origen encuentran unas trabas u otras para acceder a los países que conforman la UE y otros lugares ricos  en el mundo. Forma parte de lo que ellos denominan políticas migratorias. Para que entendáis mejor, hace unas semanas detuvieron a una comandante italiana por desembarcar a 40 personas a bordo de un barco humanitario en Lampedusa (Sicilia). Por lo visto, estos humanos, denominados como “inmigrantes” y “refugiados” (categorizan a su comunidad en función de su situación administrativa), buscan cruzar el mar en unas barcazas para llegar a un territorio más próspero o lejos de la guerra: ¡caen bombas sobre ellos¡ Es complejo, porque según dictan los que están en zona segura y no les quieren porque dicen que no hay sitio para todos, al final, la única posibilidad legal para los humanos de estos territorios es esperar que sus países alcancen el nivel de bienestar de los llamados países “desarrollados” –este es un nuevo vocablo que han incorporado en su léxico para referirse a los anteriormente conocidos como “países del primer mundo”. Intuyo que es una forma más elegante de referirse a éstos, porque por lo que leo, los otros, a pesar de estar ubicados en la misma Tierra eran tan poco considerados que se referían a ellos como Tercer Mundo, ¡alucinante!

Según categorizan los humanos, esta navegante estaría fomentando, según un político italiano, Salvini (¡vice primer ministro y ministro de Interior!) y otros muchos señores, la migración “irregular”. Este es un término que atribuyen a las personas cuando cruzan ciertas fronteras naturales o ficticias, independientemente de la razón que les lleve a cruzarlas, sin un permiso que le permita residir en ese país. Para mi sorpresa, solo hablaban de la chica: nadie preguntó a los que iban a bordo por qué decidieron abandonar sus países y, lo más fundamental, de qué huían. De hecho, no he logrado (y he rastreado en Google durante horas) encontrar de dónde procedían los viajeros. Y es raro, porque según sus propias normas, el derecho a la vida ha de estar por encima de cualquier decisión político-administrativa. Y la historia continua, me llegan noticias de barcos abarrotados de personas en mitad del Mediterráneo a los que no les dejan llegar a puerto. ¿Les dejarán ahogarse?

Pero la epopeya no finaliza cuando llegan (si lo hacen; no hay forma de saber cuántos se han ahogado en el Mediterráneo). Las personas que arriban, por ejemplo, a España sin permiso se exponen a una sanción de expulsión, prohibición de entrada y/o multa. Lo que no he llegado a comprender es por qué una infracción administrativa supone la privación de libertad y ser tratado, según sus normas, como un criminal. Tampoco entiendo las órdenes y excusas varias, por parte del Gobierno español, de no dejar salir los barcos a salvar vidas. Trámites administrativos, alegaban, uf. 

Los humanos que llegan son clasificados en función de su situación administrativa como migrantes, solicitantes de asilo y refugiados. De acuerdo a la categoría a la que pertenezcan, reciben un tratamiento diferente. Este sistema, a la par que complejo, podría resultar peligroso. En primer lugar, no he logrado comprender cómo evalúan el nivel de vulnerabilidad de una persona y qué elementos son necesarios para nombrarlos como “refugiados”. En teoría, parece fácil plasmar una definición de estos, pero en la práctica se muestra una realidad mucho más desdibujada. Solicitar el derecho de asilo y que te lo concedan no es fácil, has de demostrar que mereces ese “título” de refugiado. En este sentido, creo que esta civilización se enfrenta también a ciertas trabas con su léxico. Algunos, por ejemplo, huyen de guerras que no son reconocidas como tales. Muchos salen de sus lugares de orígenes porque viven en Estados frágiles o las violencias (de múltiples formas) y pandillas les amenazan y matan. La vulnerabilidad de muchos de estos humanos puede ser igual o superior a la de otras zonas de conflicto armado, sin embargo, en la clasificación general son considerados migrantes y, como tales, han de responder a las políticas migratorias del país al que acceden. En España, según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) tan solo el 13% de las solicitudes de protección internacional fueron aceptadas en 2018. Espero que la evolución biológica de esta especie le permita ser consciente de que estas decisiones les llevará al punto de partida, pues lejos de solucionar el problema, se agravará a largo plazo; estas personas rechazadas vivirán en clandestinidad o tendrán que volver a sus países de origen del que decidieron marcharse. Y esta información, ojo, no es de esa especie que no encuentro y que denominan “perroflauta”; lo dicen los Gobiernos, el español en este caso, en 2016. 

Mareas de ida y vuelta 

Recordaréis que hace unos años puntualizaban que España era un país principalmente emisor. Los datos son claros: a finales del siglo XIX, casi tres millones de españoles emigraron a países del “Nuevo Mundo” –ay, qué lío, porque es el mismo, pero así lo llamaron– y a destinos africanos en busca de mejores oportunidades socioeconómicas. Por aquella época, la emigración era vista como un factor de desarrollo y la entrada a estos países se realizaba con facilidad, sin barreras como las actuales. Como podéis ver, es un proceso tan racional como el que está sucediendo actualmente. Sin embargo, parece que este flujo a la inversa no es de tan buen agrado. Y fíjense qué paradójico cuando aún son miles los jóvenes españoles que, a falta de perspectiva de futuro, emigran a otros países en busca de mejores oportunidades económicas (se estima que son más de 30.000 los que han emigrado en los últimos años). 

Sigo leyendo y conversando con los habitantes de la zona y, por lo que he podido percibir, ser infante extranjero y menor en “el mundo civilizado” tampoco debe ser tarea fácil. A pesar de eso, no dejan de llegar a Europa. A España, por ejemplo en 2018 llegaron más de 6.000, casi el triple que un año antes, según datos oficiales.   

Menores abandonados a su suerte

Y como ante temas de la infancia todos somos más sensibles, entiendo que, para no llorar, les han cambiado el nombre, les llaman Menas: suena menos hiriente, imagino. El anhelo de estas niñas y niños de buscar nuevas y mejores oportunidades vence al miedo y la incertidumbre de qué pasará en un país diferente. La verdad es que me resulta extraño pensar en nuestras criaturas lanzándose al espacio sin más indicación que lo ancho de este. Mucha necesidad, intuyo.

Así, adentrándose en la aventura migratoria, muchos de ellos se exponen al peligro de cruzar fronteras arriesgando sus vidas y enfrentarse a una situación de desarraigo una vez llegan a su destino. Tal es su vulnerabilidad que existen redes que trafican con ellos. Googleo un poco y colapso: 10.000 menores desaparecidos en Europa. Sí, es de hace dos años, pero ¿nadie se pregunta dónde están? Una entidad internacional conocida como ONU, que busca solucionar problemas globales, recientemente ha condenado a España por la “devolución en caliente” de un menor. Hace tres años las autoridades de este país expulsaron a un niño que huía de un conflicto en  Mali sin tener en cuenta su vulnerabilidad por partida doble: menor no acompañado huyendo de un conflicto en su país de origen. Parece que España no quiere responsabilizarse de los pequeños y pequeñas que han nacido fuera de su país, como si estos tuvieran una composición biológica diferente a los niños españoles. Los que consiguen quedarse, son almacenados en centros, en demasiadas ocasiones masificados y con graves carencias. 

Parece que España se enfrenta a la encrucijada entre respetar el derecho de los humanos a emigrar y buscar un futuro mejor, y la defensa del denominado “Estado de bienestar” y estabilidad, que algunos perciben amenazados por la inmigración. 

Me pregunto cómo van a abordar la gestión del flujo migratorio cuando establecen condiciones cada vez más restrictivas para que el humano busque una vida digna. 

Encuentro aquí otra incoherencia; si constantemente se repite y actualiza el fenómeno migratorio, es más que probable que el hecho de imaginar fronteras como muros de piedra agrave lo que ellos denominan la “inmigración irregular” y, como ya imaginareis, cuando se trata de salvar la vida lo demás importa poco.

––– 

Alba Zamudio es licenciada en Periodismo y Máster en RRII y Estudios Africanos. Colabora en porCausa.org como periodista e investigadora asociada. 

(*) Parte de los datos de este reportaje provienen de las lecciones de Tumba a tu cuñao, una guía práctica elaborada por porCausa.org para entender el fenómeno de las migraciones. Más información en https://bit.ly/2trG7XO

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Alba Zamudio (PORCAUSA)

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2 comentario(s)

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  1. Terrícola

    Solo espero que en la siguiente entrega de "Migraciones vistas desde otra galaxia" el alienígena que escriba tenga algo más de luces que Nuscaa y vaya a la causa del problema explicando un poco el funcionamiento del sistema económico capitalista globalizado que genera esas consecuencias inhumanas que describe. Porque si de lo que se trata es únicamente de hacer caridad dejando intacto el capitalismo neoliberal, para eso ya está Richard Gere.

    Hace 4 años 10 meses

  2. David

    Que razón lleva Nuscaa, vivimos en una incoherencia total en el que cada uno solo mira hacia su ombligo.

    Hace 4 años 11 meses

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