1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.335 Conseguido 91% Faltan 16.440€

REPORTAJE

“Todos son valientes. Todos nos buscamos la vida”

El caso de Mohamed Antara ilustra la realidad de los menores extranjeros no acompañados que llegan a nuestro país. Confinados en centros de acogida hasta los 18, vuelven luego a ser carne de indigencia

Miguel Ángel Ortega Lucas 5/06/2019

Pedro Armestre/ Save the Children

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar puede leer la revista en abierto. Si puedes permitirte aportar 50 euros anuales, pincha en agora.ctxt.es. Gracias.

“Claro, pasé miedo... No, no sólo yo; todos son valientes. Todos nos buscamos la vida”. 

Lo dice sonriendo, vivaracho, con los ojos oscuros encendidos como faros. Quizás con la misma sonrisa con que vislumbró el primer faro de la noche, hace meses, aproximándose en la oscuridad a las playas de Tarifa. 

–Tus padres, ¿sabían que venías? 

–Sí. Ellos saben que en Marruecos no hay nada. Mi madre no trabaja y mi padre ahora tampoco.

Mohamed Antara [así le llamaremos para preservar su identidad] tenía 17 años cuando se embarcó en Tánger, el pasado otoño, en una patera atestada de jóvenes que ansiaban “buscarse la vida” en la orilla opuesta del Mediterráneo. No sabía castellano entonces –lo ha aprendido con una velocidad y solvencia insólitas–, pero sí tenía muy clara la ruta. 

Así como pudo saber, por sus amigos que ya estaban en España, con quién negociar su viaje clandestino, sabía que, de ser interceptado por la policía, pasaría a vivir en un centro de acogida, o piso tutelado: la primera estación en nuestro país para un mena (‘menor extranjero no acompañado’; los muchachos que consiguen llegar a Europa sin papeles ni adultos a su cargo. Según fuentes gubernamentales, en 2018 consiguieron entrar más de 6.000 en España, un 160% más que el año anterior). No saben, en realidad, qué son esos pisos, pero suponen el único comienzo posible para una nueva vida en Europa.

Antara también sabía que los pisos tutelados andaluces resultan “mucho peores” que los de Madrid o Barcelona; según consenso entre sus compañeros, son “más sucios”, la comida “no es buena”, no les dan ropa y suelen estar “lejos de la ciudad”. Por eso, lo primero que hizo al llegar a Tarifa fue acudir a una mezquita: “Va mucha gente y hablan árabe”. Allí podía encontrar ayuda. Un hombre le dio el dinero para tomar un autobús a Madrid. “Dormí en la calle dos días... Me dijo la policía: ¿quieres ir a comisaría? Yo dije que sí y ya está. Y luego ya directamente al centro de Hortaleza” –uno de los centros de acogida de menores de peor reputación en nuestro país, protagonista de amplia polémica por el hacinamiento de internos y los casos de violencia derivados–. No resultó mejor que los descritos en Andalucía: “La gente dormía en el pasillo. No te dan ropa. Si llegas tarde no puedes comer”. No sufrió malos tratos, pero sí vio cómo los sufrían otros. Allí pasó un mes, antes de pasar a un piso menos problemático.

La estancia de los menores extranjeros sin papeles en estos sitios, vale decir su respaldo administrativo, se extiende exclusivamente hasta el día en que cumplen 18 años. Después, deben irse. Sin documentación ni condiciones distintas a las que llegaron, en la inmensa mayoría de los casos. Antara está contento, mucho, porque tras varios meses en otro piso ha conseguido lo que casi nadie en sus circunstancias: que el engranaje burocrático le haya permitido dar los pasos que se le exigen para poder seguir arraigándose en España, conseguir un trabajo y “mandar dinero a su familia”. Hasta días antes de su cumpleaños, en el mes de abril, aún no sabía si podría seguir bajo un techo y con permiso temporal de residencia o quedaría en la calle. Ya mayor de edad, ilegal y a la intemperie, tendría todas las papeletas para ser carne de cañón: tomar alguno de los caminos que llevan a la indigencia, la explotación laboral irregular, o un CIE.

El sentido de esos pisos tutelados, gestionados por empresas concesionarias elegidas por los gobiernos autonómicos, sería dar a estos jóvenes no sólo un techo, sino recursos para que su estancia, en régimen de control, haya tenido sentido. Según cuenta Antara, la rutina suele consistir en la limpieza del apartamento (de la cual puede depender que reciban o no la ínfima paga semanal para gastos propios), el aprendizaje de español y la asistencia a nebulosos cursos formativos en los cuales los chavales cifran todas sus expectativas para cuando salgan de allí. Antara, cuyo caso también es excepcional por haber estudiado hasta bien entrada la adolescencia en Marruecos, sacó en claro de todo aquello un diploma: por un curso de nueve horas de “auxiliar de camarero”   

“¿Pero cuándo ha existido eso?”, se pregunta Eduardo Gutiérrez Nogal. Sociólogo con larga experiencia como educador en pisos tutelados de Madrid, Gutiérrez asegura que la telaraña burocrático-empresarial “se inventa títulos” como ése sólo por “rentabilizar” o justificar de alguna forma la estancia de los menas hasta que salgan a la calle“No son conscientes de entrar en un engranaje que no les deja escapar. Van literalmente a la deriva”: en el momento en que dan problemas,“les ‘derivan’, de un educador a un trabajador social, o a un psiquiatra...”. Pero, precisamente por ese juego de la oca de las derivaciones,“estos chavales generan dinero por sí mismos. Cada uno de ellos produce, por así decirlo, aunque luego no les revierte nada, casi 4.000 euros al mes. Dinero público que las administraciones [las CC.AA.] dan a empresas para que la gestionen”. 

Ejemplos: “Con que busques Fundación Samu en Google, verás los trapicheos que se han llevado en Andalucía. Usaban un cortijo de chavales para celebrar bodas... O la Fundación O’Belen [cerrada en 2017, con altos cargos del PP, Iberdrola y Endesa en su equipo fundador], que tenía un montón de denuncias por maltrato”. “Ha habido incluso muertes en centros como ésos. Hamid, que murió con 13 años... Una chica, atiborrada de pastillas, que se tiró de una furgoneta en marcha. Todo enmascarado de suicidio”. 

Desde aproximadamente los años 90, comenzó a imponerse una nueva lógica mercantil en el sector de la asistencia social: “Les llaman usuarios”, a quienes ocupan estos centros, “pero es que es al revés: son las entidades las que hacen uso de ellos. Cuando ya no son rentables, que es a los 18 años, los tiranRentables para el engranaje público-privado que gestiona sus estancias, creando “nichos laborales” que no existirían sin ellos. “Los chavales son el sustento del negocio”. 

Según su última experiencia en un piso tutelado de Madrid, aparte de techo y comida, a los muchachos “les dan lo mínimo para vestirse; zapatillas de 7 euros que están reventadas en mes y medio, tres mudas de ropa interior...”. “No se les da voz ni se les escucha. No se les educa; se les quiere adiestrar, mediante el sistema de premios y castigos”. (Gutiérrez fue despedido “de repente y sin explicación”, dice, del último centro en que trabajó, gestionado por Fundación Samu, aunque está convencido de que se debió a “no acatar la línea” de “represión” impuesta. “De los catorce” educadores que había cuando él empezó allí, dice, “quedan la mitad”; se han ido yendo “por despidos, bajas o abandonos, con el caso grave de una compañera que sufrió acoso laboral”). 

En ese piso, los menas “sólo tienen derecho a tres llamadas a la semana, que no pueden exceder los 15 minutos y que tienen que hacerse delante de un educador, apuntando además el motivo de la llamada y a quien llaman... Conozco a gente en la cárcel que tiene mejores condiciones”. Salvo por el toque de queda nocturno, a las 23 horas, pueden entrar y salir libremente durante el día, pero con “5 euros de asignación económica, que pueden convertirse en 10 si se portan bien y en 0 si se portan mal”, tampoco pueden ir muy lejos, sobre todo en Madrid. Suelen juntarse en pandilla para dar vueltas por el centro (algunos, como Antara, ahorran lo que pueden para comprar ropa).

Es frecuente, entonces, el conflicto con los educadores, a priori sus únicos puntos de apoyo y referencia: son adolescentes, algunos casi niños, solos, en un lugar desconocido, cuyo idioma y costumbres no conocen, y que se ven tratados como delincuentes en régimen de vigilancia. “Algunos te dicen: ‘eres como mi hermano, mi padre...’. Si en vez de eso somos chivatos, policías... –continúa Gutiérrez–. Otra consigna que dan los jefes: ‘distancia’. Pero vamos a ver: son personas. En lo pedagógico es absolutamente necesario el afecto; necesitan sentirse seguros, queridos... Si les tratas bien, en general responden muy bien. Pero como se les maltrata, se les amenaza, les quitan los móviles, muchos están en guerra” [y son posibles, entonces, noticias como ésta, de dudosa interpretación]. Pero no tienen elección: o el piso tutelado, que les ampara jurídicamente en el territorio, o la ilegalidad, el CIE o la deportación... Y “pueden soltarte en la frontera de Marruecos con Argelia aunque seas de Senegal”, apunta el educador. 

No era esto lo que imaginaban al salir de su país. “Parece que tienen miedo de que sean independientes. Les hacen inútiles, para que trabajen luego en lo que nadie quiere hacer. Aquí han venido a buscarse la vida, ganar dinero y mandarlo a las familias. Se imaginaban buscando curro. Algunos quieren llegar a Francia, a Alemania... Vienen con una idea completamente deformada, alimentada por lo que ven en la televisión, o por algunos que al volver a su país no cuentan la realidad, por no preocupar o no quedar mal”. 

Para Lourdes Reyzábal, presidenta de la fundación Raíces, un menor extranjero en situación de desamparo debe ser tutelado en España igual que uno nacional, con la propia Ley de Extranjería en la mano: “No podemos hablar de niños migrantes ilegales”. Debieran ser “acompañados en su proceso de autonomía” hasta cumplir la mayoría de edad, dice. Hay que acabar con las paradojas por las cuales pueden tener derecho de residencia temporal pero no autorización para trabajar; y tener que acreditar ingresos, luego, para poder quedarse, pero sin manera de obtenerlos. Los que consiguen en el margen necesario un contrato de trabajo que les permita normalizar su vida aquí “son dos o tres”. 

Según Reyzábal, la propia administración está “contraviniendo las leyes”. “Lo que ocurre es que los distintos gobiernos, y ahí da igual el PSOE que el PP, saben que si cumplen con esos derechos tendrán más difícil controlar los flujos migratorios. Lo que hacen es practicar políticas que contravienen esa ley, incluso modificando la edad de los chavales, para que pasen cuanto antes a ser adultos”. [Algo que nosotros mismos confirmamos: Antara viene acompañado a la entrevista de un amigo de Senegal que asegura tener 15 años; después de los exámenes físicos que suelen hacer las CC.AA. para determinar la edad, pasó a tener oficialmente 17 para la administración madrileña.] “Si los haces adultos ya no tienen esos derechos... El mensaje que quieren enviar es que España no da papeles. Quieren conseguir que no vengan. Y se vulneran sus derechos de manera bestial para que se acaben yendo. El de Hortaleza es el centro de acogida de mayor maltrato de menores. Las comunidades les pagan billetes de autobús para que se vayan a otras y quitárselos de encima”.

Julia –otra educadora dimitida de su puesto recientemente– explica que la fortuna ha sonreído a Mohamed Antara por varios flancos a un tiempo. Por una parte, contaba con un documento de identidad de su país de origen en regla, y España tiene acuerdos con Marruecos para facilitar los trámites para un pasaporte. Además, es educado, dócil; no presenta el perfil frecuente de mena: “La gran mayoría de ellos vienen de la extrema pobreza, chicos que tuvieron que ponerse a trabajar a los 10 años, de familias que viven en una sola habitación. Les cuesta adaptarse”. Y recibir órdenes porque sí.

Los trámites que varios educadores hicieron por su cuenta dieron sus frutos para que Mohamed pudiera acceder a un piso para mayores de 18 años gestionado por una entidad independiente de la Comunidad de Madrid. No pudo entrar en ninguno de los que hay concertados en la región para mayores, gestionados por 11 entidades privadas y que en total ofertan “menos de cien plazas” para los centenares de muchachos en la situación de Antara. En Madrid, apunta también Julia, hay ahora “solamente dos técnicos gestionando las residencias. Lo que antes se hacía en días, ahora tarda cuatro meses”. “La percepción que tengo”, dice, respecto a la empresa que ha tutelado a Antara todo este tiempo, “es que les da igual” lo que les pase, a él y a los demás, una vez cumplen los 18. “La administración no les obliga a que salgan con permiso de residencia”. Simplemente les dejan en la calle al dejar de ser menores. 

Enrique Martínez Reguera, psicólogo, filósofo, humanista, pionero en establecer pisos de acogida en el Madrid de los años 70, recuerda el caso relativamente reciente (podría contarlos por decenas) de un muchacho de Costa de Marfil que llegó a pie hasta Marruecos, atravesando varios países, y que “cruzó a nado el Estrecho”. “Cuando faltaban dos semanas para que cumpliera los 18” en un centro de acogida del sur, “le compraron un billete y lo mandaron a la estación de autobuses de Madrid”. Le dijeron que iría a recogerlo un señor llamado “Méndez Álvaro”. Pero Méndez Álvaro es en realidad el nombre de la estación sur de autobuses. “Estuvo horas esperando en la estación”, hasta que alguien le despertó del engaño. A través de una monja que conocía de su estancia en Ceuta, a la que pudo llamar, dio con Martínez Reguera. Éste le acogió. Consiguieron la nacionalidad, con tiempo y paciencia. Ahora, el chaval “trabaja en París, en una empresa importante”.  

“No necesitan tutela”, afirma Reguera, con la autoridad de sus cuarenta años de experiencia tratando con ellos, “sino que se respeten sus derechos. Y el primero es el reconocimiento de que existen realmente. Todo lo demás es un fraude, un montaje. Han reinventado la esclavitud con chavales sin papeles para que además legitimen el miedo ciudadano, la intervención policial, el racismo...”. “Un chavalillo que atraviesa varios países caminando, que salta una valla, que pasa meses viviendo en un monte, que se juega la vida para atravesar con una patera el Estrecho... está demostrando una capacidad extraordinaria para hacer frente a la vida. Con una finalidad casi siempre preciosa: a ver si consiguen dinero para su familia. Demuestran una sensibilidad humana impresionante; un arraigo, que aquí estamos perdiendo; y una valentía y una capacidad para salir adelante tremendas. Pueden traernos sus valores de entrega, su preparación para la vida.... Estos muchachos no necesitan tutela de nadie. Lo único que necesitan es que se cumpla el derecho internacional, es decir, el derecho a la vida”.

–...Yo quiero ayudar a mi familia y ya está –dice Antara, sentado, junto a su amigo senegalés, en una cafetería del centro de Madrid. En cuya terraza no nos han dejado seguir mucho tiempo sentados: tres personas en una mesa, en tan privilegiado lugar, son muchas para una sola consumición, y los dos chavales –niños casi– han rechazado una y otra vez pedir nada. Ahora dan tientos clandestinos, como pidiendo perdón, a la tarta que el periodista ha pedido para él solo, con tres cucharillas.   

–¿Pero te gustaría seguir estudiando? 

–Sí. Pero en Marruecos había que pagar por todo. 

–¿Qué soñabas ser en Marruecos? 

–Quería ser jugador de fútbol. Y economista... ¡Me gusta el olor del dinero! –se ríe con su propia broma, abiertamente ya: los faros otra vez, destellando en los ojos oscuros del muchacho de 18 años recién cumplidos.

Sonríe, Antara. Está feliz. Si todo va bien (¿acaso él contempla lo contrario?), podrá quedarse el tiempo suficiente para regularizar del todo su situación, conseguir un trabajo. Cualquier cosa le vale para empezar. Repite invariablemente, cuando se le pregunta qué trabajo podría hacer aquí: “Camarero”. Lo haría bien; es avispado, agradable, y tiene mucha paciencia. También le encantan el cine y las novelas. Sus libros favoritos, dice, son de Víctor Hugo: Los miserables El último día de un condenado.

--------------------

[Hace apenas unos días, el colectivo ExMenas lanzó en Youtube este vídeo, en que se puede ver y escuchar directamente a algunos de ellos: https://www.youtube.com/watch?v=BLvRlySI64k]

CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. c

    es la derecha quien maneja las mafias que ls meten para luego hundir el estado y fomentar racismo etc

    Hace 5 años 5 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí