En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos culturales de toda índole. Puedes hacerte socia/o en este enlace y tendrás descuentos de hasta el 50% en todas las actividades.
En tres días de alboroto y motín, un movimiento popular ciudadano echó del poder a Blaise Compaoré, presidente golpista y hombre fuerte de Burkina Faso durante 27 férreos años. La turba, por impedir el voto con que Compaoré pretendía una vez más prolongar su mandato, prendió fuego a la Asamblea. Perdidos todos los apoyos, el tirano en desgracia se fugó a Costa de Marfil.
Aquellos últimos enfebrecidos días de octubre del 2014 Bobo-Dioulasso, segunda ciudad del país, se entregó también al entusiasmo del pillaje. Y ahí está, a tres años de los hechos, el imponente edificio del Hôtel de Ville: un galerón destripado, tres vastas plantas regadas de vidrios, de grisácea basura y escombros, los altos techos ornados con manchones de tizne...
— Mira: ¡hasta los apagadores se llevaron! —Papus, siempre sonriente y fresco, me presume in situla desolación de la antigua oficina pública.
En el piso, la punta de su sandalia juguetea con una confusa forma plástica, un vago remedo coralino. Fueron canutillos para encuadernar, rojos, fundidos juntos por el fuego.
— El africano es así —aclara Papus con desenfado—. Pensamos únicamente en lo inmediato y trabajamos siempre contra nuestros mejores intereses: ¡ahora hay mil pleitos y problemas entre vecinos con todos los títulos de parcela quemados! Al Blaise lo querían fuera, pero al menos con él las cosas eran claras...
Ríe de su provocadora afirmación y me deja rematar, por mi cuenta, el silogismo.
El Ayuntamiento, símbolo y asiento del poder, no sufrió solo el martirio. En las villas boboleñas de Blaise y de sus familiares la turbamulta se cobró un cuarto de siglo de impunidad y agravios.
— ¡Jó! ¡Mucha adrenalina, mucha, mucha, mucha! Fueron días divertidos.
Entonces me entero del colchón.
Entre humaredas, la marabunta se afana en arrancar marcos de ventanas, aires acondicionados, puertas, cortinas en la villa de descanso del recién depuesto presidente. Siluetas emergen del humo cargando sillones, hatos de ropa, vajilla, bibelots: una improvisada y tumultuaria mudanza.
A un fulano del barrio de Tounuma, que entró de los primeros a las recámaras, le tocó llevarse el colchón. Un colchón de verdad, fino, de resortes, como de hotel de toubabou1 —y no una de esas rebanadas de hule espuma sudado en las que duerme la gente del pueblo.
El pillo consiguió algo de cuerda. Entre varios, tras un par de intentos y con grandes esfuerzos, doblaron el colchón matrimonial sobre sí mismo y lo ataron, como mejor se pudo, a la parrilla trasera de una moto.
Cuando se logra un buen botín, demorarse raramente sale a cuenta. El pícaro se monta a caballo en el vehículo y arranca, un poco tambaleante, hasta que le coge el modo a su insólita carga. Los bobodiulasenses se mueven primordialmente en scooter, en moto. Puede subirse —doy fe— una familia de cinco (todos sin casco, ça va de soi)... más ¡dos borregos! O bien piloto, copiloto, y ¡el refrigerador!
Tras doblar en la avenida, el pícaro acelera, regocijándose ya del tremendo retozón que esa misma noche le va a poner a su querida. En colchón de resortes. ¡En el colchón presidencial! ¡El del Blaise, nada menos!
No pensó en nada más: tremendo patadón en el culo lo lanza disparado de la motocicleta. Reventadas las riendas, un elástico salto —¡twoinnnggg!—, y el colchón se yergue, muro florido, momentáneo, en el aire, para —¡plop!— mejor darse de bruces contra el polvo. La moto derrapa, se desliza de costado una decena de metros y se detiene al fin fuera de la calzada.
De inmediato se arremolinan los curiosos.
El conductor yace inerte en la vereda, al borde del asfalto, el cráneo hendido.
Un improvisado conciliábulo debate qué pasó y qué procede...
Alguien, que viene también de los pillajes, reconoce al accidentado y aporta valiosas precisiones: ¡Es el colchón de Blaise! ¿Vieron con cuánta enjundia se elevó? Blaise mantenía en nómina féticheurs poderosos... Sí, sí, al colchón lo protegen, eso seguro, fuerzas invisibles. Hechizos. Conjuros.
Una sombra atraviesa algunos rostros. Surge de algún lado una botella ambarina, llena de keroseno. Se rocía con generosidad el colchón embrujado. Sus flores satinadas se oscurecen. Un fósforo crepita. La guata prende.
En torno a la pira, los ánimos son endiablados, incluso jocosos. Aunque el entusiasmo se apaga antes que las estopas y guatas. Los presentes pasan a ocuparse del occiso (que deja dos familias), o se dispersan sin más.
El colchón termina de chamuscarse solo. Acaso más tarde alguien vuelva para recuperar la armazón de alambre quemado: una estupenda valla para las aves de corral.
Papus no lo vio, no; se lo contaron así como lo cuento. También le llegaron, tras cambiar varias veces de mano, unos huevos de codorniz en una caja negra, elegantísima, con un listón fucsia que decía 'FAUCHON / Paris'.
¡Él sí que se los comió! Y no le sentaron mal: no le tiene —aclara—un miedo excesivo a los embrujos.
-------------------------------------------------------
1. Blanco, en diversas lenguas mandingas del África occidental.
El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y...
Autor >
Alain-Paul Mallard
Escritor, coleccionista, fotógrafo, viajero, cineasta, dibujante, Alain-Paul Mallard (México, 1970) es autor de 'Evocación de Matthias Stimmberg', 'Nahui versus Atl', 'Altiplano: tumbos y tropiezos'. Vive en Barcelona.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí