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PALABRAS MAYORES

XAVIER ALCALÁ / ESCRITOR DE ‘A NOSA CINZA’

“Nuestro objetivo era echar de Galicia a Manolo Escobar”

Aníbal Malvar 11/09/2019

<p>Xavier Alcalá. </p>

Xavier Alcalá. 

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Xavier Alcalá (1947) pertenece a esa secta de afortunados que han logrado amancebarse con las artes y las ciencias simultáneamente. Ingeniero de telecomunicaciones, autor de la tercera novela más vendida de la historia de la literatura gallega, nacionalista clandestino en su juventud y septuagenario candidato diletante y carallán de un PNV gallego que nunca fueactualmente trabaja desde una empresa tecnológica a mejorar la inteligencia de drones no recreativos. 

Lo primero que voy a hacer es confesarte una maldad. La entrevista no te la hago por escritor, ni por ingeniero de telecomunicaciones ni por esa excentricidad que te ha dado ahora, a tu edad, de meterte en el negocio de los drones. Te la hago porque eres de Ferrol, porque te criaste y viviste en el Ferrol del Caudillo, esa ciudad medio nebulosa que parece inventada por Torrente Ballester. Tú has vivido muy de cerca toda esa historia mágica. Una vez me contaron que, cuando Franco se convirtió en el jefe del Movimiento, su padre, que era un hombre ciertamente excéntrico, salió por las calles de Ferrol gritando que se iba de España, que no se podría vivir en España si tomaba el mando Paquito, su hijo más tonto, decía el hombre. 

Yo de Franco sé muchas cosas. Porque me crié entre sus más íntimos enemigos. El padre de Franco era masón. Su hermano Ramón era masón de alto nivel, grado 23. Y Franco también quiso entrar en la masonería, pero no lo dejaron. Era un hombre pequeñito de voz aflautada y con cara amarillenta al que en Ferrol le llamaban “Cerillita” y también “Paquita la Culona”. Fue un personaje siniestro que, milagrosamente, fue quedándose sin contrincantes. En Ferrol somos todos una pandilla de tipos raros. Dice mi hermano que eso es porque los ferrolanos siempre hemos tenido mucho tiempo para dedicarnos al azar, a las artes y a la filosofía.  

Curiosa visión. 

Cuando abrieron la Escuela de Telecomunicación, me di cuenta de que lo que me interesaba, mi vocación, era comunicarme lo mejor y más lejos posible. 

Estudiaste en Madrid, supongo. 

Sí, claro. Llegué a estudiar a Madrid en el año 64 y me marché en el 74, pasando entre medias por Lisboa. 

Te lo pregunto porque debía ser curioso en esa época alternar el Madrid estudiantil políticamente bullicioso de entonces y el muy guerracivilista ambiente del Ferrol del Caudillo, con la ultraderecha militar en unos barrios y el sindicalismo comunista peleando desde otro. 

La diferencia fundamental es que en Ferrol nos conocíamos absolutamente todos. Estábamos divididos entre los de una orilla y la otra de la ría. Pero nos conocían a todos incluso los de la Policía Político-Social. Yo recuerdo que, cuando fui a hacer mi primer pasaporte, me lo tiró por encima de la mesa un miembro de la policía social y me dijo: “Te lo doy porque eres hijo de mi médico”. Yo creo que eso no podría pasar en Madrid. También me suspendieron las prórrogas de la mili por ser “peligroso activista cultural” y, en 1968, me vi vestido de marinerito. 

Pero en ese año aún no había publicado nada. Tu primer libro no aparece hasta el 72. ¿Qué habías hecho para ser un peligro cultural? 

Había escrito las letras de las canciones de Andrés Dobarro [Ferrol, 1947-1989, cantante melódico gallego tremendamente popular en los 70]. Parece ser que eran peligrosas. 

¿Cuál fue la canción más peligrosa que escribiste para Andrés Dobarro? 

Vamos a reírnos todos un poco. Lo más peligroso pudo ser Fogar de Breogán, que a lo mejor era una canción un tanto chauvinista. O Rapaciña, que ya en el título se ve que es gravemente peligrosa. Pero en general era canción melódica, grandes baladas cantadas en un idioma que no se debía usar para la música moderna. El peligro cultural que ellos veían era algo muy complejo y de lo que no se ha llegado a hablar aún del todo. 

Te refieres quizá a que eran canciones peligrosas no por su contenido, sino por el simple hecho de que estaban escritas en gallego. 

Exacto. El problema es que yo andaba con un tipo, vecino mío de Ferrol y de Cabanas, que consiguió cuatro discos de oro cantando en gallego. Ni Joan Manuel Serrat lo consiguió jamás con un disco en catalán. Éramos peligrosos porque estábamos echando de Galicia a Manolo Escobar. Que, la verdad, era nuestro objetivo.  

¿En esa época ya empezaban a aparecer en Ferrol los Cadeneros, las escuadras violentas de fachas de las que formó parte Arsenio Fernández de Mesa [ferrolano y director de la Guardia Civil entre 2011 y 2016], a quien tan bien conoces? 

No, ellos son más jóvenes. En los 60 Ferrol estaba dominado por el enorme poder de Comisiones Obreras. Todavía no se había despertado la reacción fascista de Cuco Tenis de Mesa, como se le llama aquí, y otros personajes. Ellos empiezan a actuar al final del franquismo. Pongamos que a partir del año 72. Mi generación ya éramos padres de familia. 

¿Cómo vivís los ferrolanos aquello? Porque, por mucho que los ridiculizarais, un poco de miedo tenían que dar. 

Daban miedo. Recuerdo un amigo y compañero mío que asistió a una reunión política en la casa del cura para lo de la Platajunta. Esta gente de Fuerza Nueva echó gasolina por debajo de la puerta y prendió fuego. Los que había dentro se salvaron porque les dio tiempo a tirarse por las ventanas. Claro que daban miedo. 

También tenían a las mujeres obreras como objeto de sus atenciones. 

Sí. Las rojas estaban muy señaladas. Las que trabajaban en las fábricas. Todas las que se atrevían a salir de la senda convencional del trabajo propio de mujeres eran bastante perseguidas. Además, eran bastante reivindicativas. 

¿Aumentaba el número de mujeres en las fábricas? 

Ten en cuenta que es tiempo de promoción de elementos muy delicados. Hasta que llegó la robotización a las fábricas de sistemas electromecánicos y electrónicos, todo ese trabajo lo hacían las mujeres. No por nada. Es que las mujeres tienen los dedos más pequeños y una gran agilidad para manejar componentes delicados.

¿Y tú, estabas politizado? 

En cuanto me fui dando cuenta de lo que pasaba a mi alrededor. Yo estaba en Ferrol el día en que los grises mataron a aquellos dos hombres [trabajadores de Bazán vinculados a CC.OO. y abatidos por la policía armada el 10 de marzo de 1972, durante la represión de la huelga general. Otros 40 trabajadores ferrolanos fueron heridos por bala]. Entonces, yo nunca había oído hablar de los socialistas. No existían. El sindicalismo secreto era todo comunista.  

¿Y cuál era tu posición ideológica?  

Yo era miembro de una célula clandestina de la Unión do Povo Galego [nacionalista y comunista] que había en un piso de la Calle Ordes de Madrid, en Cuatro Caminos. Los de la político-social no eran tan listos, porque nunca lo supieron. Mi enlace continuado era Xulia Cerviño Amado cuando yo estaba en la mili. Yo estaba en la UPG siguiendo una línea de actuación que me llevaba al nacionalismo de izquierdas... moderado. Finalmente desemboqué en el Partido Socialista de Galicia. 

Me he enterado casi por casualidad de que hace poco, en 2016, volviste a incurrir en la tentación política como candidato a diputado en el parlamento gallego. ¿Cómo se te ocurre semejante insensatez, en estos tiempos, a tu edad, con lo que te respeta a ti la gente? 

Eso fue, con perdón de la expresión, una carallada. Me pidieron ir de último en la lista por A Coruña de Compromiso por Galicia. Porque yo creo que en Galicia falta, y siempre faltó, una versión del PNV. Creo que en Galicia debe haber un partido industrialista, nacionalista y retornista, dispuesto a recuperar todo el talento que hay en la diáspora. Compromiso nunca se concretó en nada, pero yo sería partidario de que sí se concretase. 

¿Por qué en Galicia nunca ha eclosionado ese nacionalismo moderado que sí ha sido hegemónico en Catalunya y Euskadi?  

Porque, muy inteligentemente, el Estado decidió que ya tenía bastante con el problema de Cataluña y el de Euskadi como para que apareciese en Galicia otro problema similar. Tentaron muy bien a aquellos movimientos nacionalistas burgueses que sí había en Galicia, y los fue absorbiendo Alianza Popular. Por eso Alberto Núñez Feijóo no quiere que se le metan aquí las ultraderechas antinacionalistas furibundas, porque puede haber en el PP una facción flotante de regionalismo nacinalistoide que se escinda. En Valencia, a ningún tipo del PP se le ocurre hablar valenciano ni de coña. Aquí muchos se definen como galleguistas. 

Publicas tu primer libro, Voltar, en 1972. En el año 80, A Nosa Cinza (nuestra ceniza) se convierte en un gran fenómeno literario gallego. 

Mi primer libro ya había tenido problemas con la censura. Pero cuando le entregué el original de A Nosa Cinza, en el año 74, a Ramón Piñeiro [intelectual galleguista y editor], me dijo: esto la censura nunca permitirá publicarlo. 

No consigues sacarla hasta el 80, ya en democracia. ¿Erais más censurados los escritores en gallego, vasco y catalán que los escritores en castellano? 

Éramos más escrutados. En la censura, además, había mucho gallego del Régimen que entendía lo que escribíamos. Claro, A Nosa Cinza toca en lo más profundo, la condición de nación, la religión, el sexo… Reflejaba esa España terrible en la que no sé cómo pudimos sobrevivir. 

¿Cuántos ejemplares llevas vendidos en Galicia de A Nosa Cinza? 

Anda sobre los 80.000. Es la tercera novela más vendida de la historia de la literatura gallega después de Memorias dun neno labrego [Xosé Neira Vilas] y A esmorga [Eduardo Blanco-Amor] 

¿Por qué un autor que ha tenido tanto éxito en gallego ha sido tan poco traducido y promocionado en castellano? 

Me encantaría que mi obra estuviera más publicada en castellano. Yo creo que las editoriales de bulto que publican en castellano se deben de creer que, como escribimos en gallego, somos localistas y carecemos de otros valores. “Qué bien cuentas la historia de España”, me dijo hace poco una lectora madrileña. “Pareces Almudena Grandes, pero sin todo lo que le sobra a Almudena Grandes”.  

También, cuando empiezas tú, había un recelo político por parte de las editoriales españolas a traducir autores que escribíais en  lenguas minorizadas. 

En España, con respecto a los periféricos, siempre hubo un cupo. Hace bastantes años me dijo muy graciosamente alguno, no me acuerdo, que escogían un indígena de cada país; entonces eran en Catalunya Quim Monzó, en Galicia Manuel Rivas, y en Euskadi, ¿cómo se llama?… 

...Bernardo Atxaga. Esa frase te la dije yo. Sí, hace muchos años. Alguna gente se la tomaba mal, como si estuviera atacando a los tres autores. 

¿La frase es tuya? Pues la aplico. Pero en los años 70 era peor, la inexistencia absoluta, el infinito desprecio. Gonzalo Torrente Ballester un día me confesó que había empezado a escribir la Saga/Fuga de J.B. en gallego y no siguió. 

En alguno de sus libros memorialísticos llega a decir que, si hubiera empezado a escribir más tarde, habría escogido el gallego como lengua literaria. 

Yo me metía con él y le decía que cómo se le había ocurrido escribir Los gozos y las sombras en castellano. Y él respondía: “Es que yo tenía que escribir en ferrolán”, y otras disculpas idiotas. En el fondo hay una profunda discriminación. Madrid es un mal. Madrid es el mal de España. Yo insisto en que, para que España funcione, hay que despoblar Madrid y crear una España policéntrica. 

Cuando empiezas a trabajar en telecomunicaciones, ¿esperabais o intuíais esta revolución tecnológica que hoy casi nos avasalla? 

La pregunta es interesantísima y la respuesta es no. A partir de los años 80 es cuando empieza a funcionar la teoría de un personaje muy peculiar que pasó por mi vida. Él era realmente músico. Aunque también era ingeniero de telecomunicación. Y que fue quien le enseñó a tocar la guitarra a su primo hermano Juan Pardo [el cantante gallego]. Este Fernando Pardo Bustillo, en los años, 80 empieza a decir: “Todo lo que va hoy por aire, va a ir por cable; y todo lo que va por cable, va a ir por aire”. Así de claro, y así ha sido. ¿Quién nos iba a decir que la televisión nos iba a venir por un pack telefónico o por un cable de fibra? 

Ahora que ya estás jubilado de Telefónica, te metes en el negocio de los drones. ¿A tu edad, Xavier?

Bueno, bueno… Yo me meto en una empresa, Drotek, dedicada a la fabricación de drones para la inspección de parques eólicos. ¿Cuándo hay que jubilarse? Depende de los trabajos y de lo que te divierta el trabajo. 

Tengo entendido que el sector tiene ahora problemas normativos. 

El problema del dron es que empezó como un juguete y se fueron desarrollando nuevas aplicaciones. El juguete se ha convertido ahora en algo muy peligroso. Sus comunicaciones tierra-aire y aire-tierra están en la zona del espectro de frecuencias libres que corresponde a la wifi. Está trabajando en sistema wifi extendido. ¿Qué peligro tiene eso? Es una zona de la banda abierta. Y tú no puedes evitar que nadie acceda a tus comunicaciones y las interfiera, con el riesgo de que use tus datos. Hay que hacer una legislación ad hoc, una reglamentación ad hoc. Va a haber que limitarlo totalmente.  

¿Pero realmente con un dron de esos de juguete se puede hacer eso? 

Tengo un informe hoy mismo en casa que viene a decir que por 100/150 euros tienes lo necesario como para, por ejemplo, torpedear el funcionamiento de otro dron que está haciendo una función trascendente. Por ejemplo los de la guardia civil, los de lucha contra incendios. También en el caso de nuestra empresa. Yo desarrollo proyectos para que los drones se hagan cada vez más inteligentes y eviten trabajos peligrosísimos. Por ejemplo, inspeccionar las palas de un aerogenerador a 100 metros de altura. Ahora lo hacen a ojo unos señores colgados de unas cuerdas. 

Qué cosas más raras se aprenden contigo, Xavier.

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