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Gran Reportaje

Buenos Aires, la ciudad que rompieron

La desigualdad quiebra la capital por la mitad en renta o empleo, pero también en voto. En las últimas primarias el sur se decantó por el peronismo kirchnerista, el norte por Macri

José Luis Marín Buenos Aires , 11/09/2019

<p>Entrada al taller de la imprenta Chilavert. </p>

Entrada al taller de la imprenta Chilavert. 

J.L.M.

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En la entrada de la imprenta Chilavert apenas hay referencias a la compañía. Ni grandes carteles, ni indicativos empresariales, ni luces de negocio. A cambio, en los muros laterales del portón se intuyen unas frases reivindicativas y colectivistas. ‘Pintadas’ artesanales y de barrio, como tantísimas que adornan Buenos Aires, de las que solo conociendo la historia del lugar se puede intuir su trascendencia.

La imprenta Chilavert es un símbolo. De resistencia y supervivencia. Pero también del pasado reciente de Argentina. La compañía fue una de las primeras empresas recuperadas por sus trabajadores tras el colapso de diciembre de 2001. Una suerte de colectivización, mediática en su momento, que se convirtió en punta de lanza de la maraña de cooperativas que fueron naciendo de las expropiaciones de aquellos convulsos meses en la capital. Tiempo después, la tendencia se extendió por gran parte de las provincias.

–Cuando la imprenta estaba a punto de cerrar, en abril de 2002, aquí quedábamos solo ocho trabajadores. Se inició el concurso de acreedores y nosotros decidimos ocupar la planta. La estaban vaciando, debían mucho dinero en salarios y nosotros necesitábamos trabajar para poder comer.

Ernesto González aparece por un extremo del taller vestido de faena. De pelo y barba larga, sonríe y saluda alegremente. Él fue uno de los que, cuando el antiguo propietario de la imprenta intentó expoliar el poco capital que le quedaba a la empresa, ocupó el lugar para evitar el fraude.

En aquel inventario, el que precedía a la quiebra de la compañía, no figuraban las piezas de mayor valor, las máquinas impresoras. “Las querían vender o usar para montar un nuevo negocio”. Se dieron cuenta de esta situación, asegura, cuando los pocos trabajadores que quedaban fueron a denunciar al juzgado responsable del concurso de acreedores. Para evitarlo, solo quedaba pasar día y noche en el lugar.

Ernesto es todo vitalidad. En el despacho que hace las veces de gerencia y recepción narra, con mucho humor, las anécdotas de aquellos meses. No es despreocupación, sino más bien la tranquilidad de alguien que ha pasado por casi todo. El cuarto es un pequeño museo de la lucha. En las paredes cuelgan retratos del Che y de Pancho Villa, insignias del PT brasileño, carteles contra la política del ‘gatillo fácil’ o en defensa de la memoria histórica… Por supuesto, también hay un marco que protege la foto, icónica, de los ocho compañeros que se quedaron cuando todo se fue a pique.

La imprenta Chilavert es un símbolo. De resistencia y supervivencia. Pero también del pasado reciente de Argentina

Para ellos, la empatía de la justicia fue, en un primer momento, nula. Con la empresa recién embargada, allá por mayo de 2002, el juzgado mandó casi una decena de vehículos blindados para expulsar a los trabajadores. El barrio dijo no y se echó encima. Decenas de personas impidieron la entrada de la policía en un acto masivo de apoyo a Ernesto y a sus compañeros. 

Solo entonces la judicatura dio un paso atrás. Los empleados fueron reconocidos en el proceso como acreedores privilegiados –en forma de salarios no pagados–, y pudieron permanecer en la fábrica para proteger su ‘deuda’. Trabajar y producir quedaba, eso sí, completamente ‘prohibido’.

Ernesto señala a una pared cercana, donde unos pasadores de madera delimitan una pequeña superficie de ladrillo visto.

–Aquí hicimos un agujero que daba a la casa contigua. Estuvimos sacando material a escondidas durante varios meses. La policía guardaba la puerta, así que era la única forma de seguir trabajando y produciendo.

La casa de al lado pertenecía, ni más ni menos, que al mecánico que durante años había mantenido las máquinas para los antiguos dueños. La lucha de Chilavert era, definitivamente, la de gran parte del barrio. Ernesto lo recuerda mostrando la portada del libro ¿Qué fue de la asambleas populares?, primer volumen editado por la imprenta una vez pasó a manos de los trabajadores.

Una resolución que llegó, finalmente, en octubre de 2002. La ciudad de Buenos Aires aprobó una ley de expropiación que declaraba lugares de interés público a varias de estas empresas recuperadas. Se reconocía entonces la capacidad de la cooperativa Chilavert para mantener el empleo en aquellos terribles meses y la importancia que el proyecto había tomado para los vecinos de la fábrica.

Hoy, 17 años después, la imprenta sufre para mantener sus puertas abiertas, al igual que muchas de las empresas recuperadas y el resto de cooperativas que salpican el mapa de Argentina. Se mueven a merced de los vientos económicos del país. No es de extrañar: en la Cooperativa Chilavert Artes Gráficas apenas hay 10 trabajadores/socios, y su negocio pasa por editoriales y clientes pequeños o encargos independientes. Perder uno significa rearmar las cuentas, apretarse el cinturón.

 

Reunión de trabajadores de la imprenta en 2011. Foto: Hernan Cardinale. Cedida por la imprenta.

Reunión de trabajadores de la imprenta en 2011. Foto: Hernan Cardinale. Cedida por la imprenta.

–Está claro que el momento que atraviesan las empresas recuperadas está relacionado con la llegada del macrismo. Hay una concentración de factores económicos, provocados por el Gobierno, que ha afectado a la economía en general y a las empresas recuperadas en particular.

En un lateral de la imprenta Chilavert, Matías Halpin manipula un ordenador en un vetusto cuarto repleto de papeles. El espacio, de apenas unos metros cuadrados, es la modesta sede del Centro de Documentación de Empresas Recuperadas, un proyecto puesto en marcha en 2006 por el programa Facultad Abierta de la universidad de Buenos Aires. Desde entonces, sus miembros han mapeado y seguido el desarrollo de estas sociedades.

Hoy, 17 años después, la imprenta sufre para mantener sus puertas abiertas, al igual que muchas de las empresas recuperadas 

Halpin, antropólogo e investigador, se refiere, por ejemplo, a situaciones como las que ha generado el conocido como ‘tarifazo’ energético, una serie de aumentos desmedidos en el precio de los servicios básicos encaminados a acabar con los subsidios de la época del kirchnerismo. En la imprenta Chilavert, aseguran, los costes de algunas facturas han llegado a aumentar un 1.500%.

Otras medidas, aún más negativas, han tenido que ver con la suspensión o paralización de las leyes de expropiación. Las mismas que llevaron a que la imprenta Chilavert pasase a manos de sus trabajadores.

Esto no ha impedido que durante los últimos años sigan surgiendo, a duras penas, proyectos de este tipo por todo el país. Su crecimiento no hace más que constatar un deterioro de la economía que vuelve a provocar quiebras o cierres de negocios. Desde que Macri asumiera su cargo en 2015, en el país se han iniciado casi 40 procesos de recuperación de compañías por parte de los trabajadores. A finales de 2018, se podían contar 384 de estas empresas en Argentina, de las que casi la mitad se encuentran en la provincia de Buenos Aires.

En cuanto a su viabilidad, los datos que maneja el Centro de Documentación son preocupantes: cuatro de cada diez empresas recuperadas está produciendo a unos niveles inferiores al 30% de su capacidad. A su vez, cerca del 40% de sus trabajadores ha sufrido recortes en sus salarios, y el número de empleados en empresas recuperadas se ha reducido en cerca de 500 personas.

Pero no solo el Gobierno nacional ha chocado con el modelo de estas empresas recuperadas. La relación de las cooperativas con las instituciones de la capital tampoco ha sido sencilla. “Nuestro primer contacto con el gobierno de la ciudad [en aquel momento en manos del Frente Grande] fue que nos vinieran a echar”, bromea Ernesto González. “Cualquier gestión, cualquier papeleo, se queda por el camino. Rara es la vez que hay respuesta”, añade sobre la burocracia capitalina.

Pronto, el gobierno de Buenos Aires cumplirá doce años, tres mandatos completos, en manos del oficialismo del PRO. Ocho de ellos, entre 2007 y 2015, encabezados por el hoy todavía presidente de la nación. “Es un sector que nunca tuvo simpatía por las empresas recuperadas. Pero el contexto nacional, con la victoria del macrismo, les envalentonó”, afirma Matías Halpin.

Bajo el mandato del oficialista Horacio Rodríguez Larreta, la pobreza se ha incrementado un 54% en la ciudad

En este sentido, uno de los episodios más recientes es la amenaza de desalojo –una más– que los últimos meses ha sobrevolado sobre el Hotel Bauen, otro de los iconos  de la recuperación de empresas en la capital –en este caso, en el pudiente Barrio Norte– y donde trabajan en la actualidad cerca de 200 cooperativistas.

“Somos muy sensibles a los cambios de la economía, incluso en momentos de expansión”, comenta Ernesto González sobre una gestión, la del mandato de Macri, que ha terminado por fracturar los débiles cimientos de iniciativas como la cooperativa Chilavert.

Pero también, y por extensión, los de una sociedad cada vez más golpeada por la pobreza y la exclusión. Algo en lo que Buenos Aires, y pese a ser la región más prospera del país, destaca como referente nacional. Bajo el mandato del oficialista Horacio Rodríguez Larreta, la pobreza se ha incrementado un 54% en la ciudad, mientras que la indigencia se ha duplicado en el conjunto de la capital. Son datos del estudio La ciudad en deuda, publicado hace escasos meses por el Centro de Estudios de Ciudad (CEC) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

El trabajo es un compendio, completísimo, del devastador deterioro que ha sufrido la capital durante los últimos años. Entre sus conclusiones, una destaca por encima del resto: Buenos Aires es una ciudad terminalmente quebrada por la desigualdad. Renta, salud o educación delimitan y separan el norte y el sur en dos realidades paralelas. Y las brechas no paran de agrandarse.

“En un contexto de crisis económica y de políticas recesivas nacionales, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires no ha puesto en marcha medidas anticíclicas con capacidad para contener esta situación”, advierte Inés Albergucci, licenciada en Trabajo Social y una de las autoras de informe del CEC.

Según la investigadora, esta inacción no hecho más que profundizar los problemas estructurales que venía arrastrando la capital, donde el ingreso del 10% de la población más rica ha pasado de multiplicar por 10 el de la población más desfavorecida a ser 25 veces superior en apenas tres años.

Otros datos señalan que, en términos de educación, cuatro de cada diez estudiantes de secundaria del sur arrastra retrasos en sus estudios, un ratio 13 puntos por encima del resto de la ciudad. Por si fuera poco, el desempleo en las zonas desfavorecidas es del 13%, tres veces más alto que en el centro y norte. En la Comuna 4, el porcentaje se eleva aún más, hasta el 17%, y afecta a los barrios de La Boca, Barracas, Parque Patricio y Nueva Pompeya. Este último es donde se ubica, precisamente, la imprenta Chilavert.

Quizá, por ello, la resistencia férrea de la cooperativa para seguir operando y dando espacio no solo a los 10 trabajadores que son socios de la imprenta, sino también a las decenas de personas que acuden al centro cultural que ocupa la segunda planta del edificio y a los cerca de sesenta alumnos que participan en el Bachillerato Popular que se imparte entre los muros de la fábrica.

“La ayuda de los barrios siempre ha sido muy importante para las empresas recuperadas. El criterio general ha sido de un apoyo de ida y vuelta”, comenta Matías Halpin. Para Ernesto González, estos espacios no son más que una forma de devolver el apoyo a los vecinos de Nueva Pompeya, que hoy sufren las consecuencias de la situación del país.

El cooperativista asegura, incluso, que por Nueva Pompeya ya se han empezado a notar los efectos de fenómenos como la gentrificación. Desde luego, si existe, todavía no funciona con los estándares de otras zonas del mundo. En este barrio, una zona trabajadora y humilde, apenas algún edificio pasa de las dos alturas. Las construcciones a medio terminar, abandonadas, son parte habitual del paisaje, y los registros estéticos no guardan relación alguna con las comunas del centro y el norte de la ciudad.

Tampoco lo hacen, dando en parte la razón a Ernesto, las cifras sobre acceso a la vivienda. Pese a tener un suelo un 60% más barato, una familia de los barrios del sur debe emplear 20 años de sueldo para comprar una casa usada de tres ambientes. En la zona norte, el ratio se reduce hasta los 15 años.

La brecha entre los extremos de la ciudad se ensancha al mismo tiempo que lo hace la avenida General Francisco de la Cruz, que da comienzo a muy pocas calles de donde se ubica la imprenta Chilavert. En ella, las casas bajas dan paso a los parques y a la suburbanización aún más latente de la Comuna 8. En esta zona, que ni siquiera cuenta con un hospital, el hacinamiento afecta al 23,1% de los hogares, un ratio un 77% más alto del que se sufre en la zona norte de la ciudad.

Ante esto, no parece casualidad que la Comuna 8 y la 4 fueran también las únicas zonas donde, en las primarias obligatorias y abiertas del pasado mes de agosto, ganara el peronismo kirchnerista que se aglutina en la coalición Frente de Todos. Lo hizo tanto en las generales, donde el candidato Alberto Fernández arrasó, como en las que se elegían gobernación para la ciudad y la provincia, ahora abiertas a un posible balotaje (segunda vuelta).

“El destino económico del país, donde Horacio Larreta también ha tenido incidencia –ha formado parte de la ‘mesa chica’ de decisiones de Macri–, ha sido muy perjudicial para las clases populares. En Buenos Aires, donde existen estos sectores y cada vez están peor, es lógico que no se acompañe a este proyecto nacional y, en consecuencia, al gobierno actual de la ciudad que es parte de lo mismo”, comenta Inés Albergucci.

La ciudad quebrada, la que han roto, proyecta el voto de una población divida social y políticamente, pero también acongojada ante la posibilidad de rememorar una crisis galopante como la que ya asoló el país a comienzos de siglo.

Porque, si bien Buenos Aires marca el pulso del país, las cosas fuera del centro neurálgico y económico no pintan mucho mejor. En el conurbano, espacio donde dominan las villas y que extiende hasta el infinito la urbanidad bonaerense, más del 40% de la población vive en la pobreza. Aquí, el trabajo del politólogo Andy Tow identificó, de nuevo, una coincidencia casi completa entre el voto y la renta. Es decir, entre el comportamiento político y la riqueza.

En última instancia, es el conjunto del país el que lleva meses notando las turbulencias de un proyecto de gobierno que se tambalea en sus últimas semanas. Decenas de protestas, de varios signos, han inundado las calles de muchas ciudades, al tiempo que la inflación y la devaluación del peso siguen causando estragos en el país. Queda por ver cómo aguantará los problemas para asumir los compromisos de deuda con el FMI, parcialmente renegociados, especialmente hasta las elecciones del próximo 27 de octubre.

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1 comentario(s)

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  1. Diego Garcia

    Hay un error de bulto en el artículo, cuando habla de los resultados de las PASO (las últimas elecciones) en las Comunas 4 y 8: las Comunas de la Ciudad de Buenos Aires votan para el gobierno autónomo de la ciudad, pero no votan para las elecciones de la provincia. Son 2 jurisdicciones separadas.

    Hace 4 años 9 meses

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