MARÍA GIMENO / ARTISTA
“Nos vemos al otro lado”
Carmen Fernández Ortiz 25/09/2019
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María Gimeno lleva casi toda su vida viviendo en Madrid, aunque nació en Zamora en 1970. Un día se dio cuenta de que era feminista y decidió reconocerlo en su trabajo. Ha recorrido un largo camino de dibujos, fotografías, videos, cerámica, acciones, bordados, libros y otras herramientas que utiliza simultáneamente para plasmar su creatividad. Se considera, con acierto, artista multidisciplinar. Con este compromiso de igualdad, coherente con su obra y en el que se encuentra inmersa surge la llamada de El Prado social, programa del Museo del Prado para realizar un taller con mujeres reclusas en la cárcel de Alcalá Meco, partiendo del cuadro de Diego Velázquez, Las Hilanderas. Ha sido la primera vez que ha realizado un taller artístico/creativo. “Me ha supuesto una experiencia personal increíble y como artista un reto bastante grande porque no soy docente”, “nunca había estado en un centro penitenciario y me producía mucho vértigo porque me sacaba de mi zona en la que me siento segura y cómoda” afirma Gimeno.
“Tú que conoces todas las discotecas, ahora vas a conocer todos los museos” dijo un padre a su hija, Eva, reclusa en la prisión de Meco, cerca de Madrid. Eva es peluquera y se arregla el pelo con color violeta. Con un brillo de vitalidad en los ojos, cuando le pregunto cómo se siente en este taller con María, me cuenta: “A mí esto no me llamaba hasta que me la han traído (señalando a la artista), a mí no me gusta coser pero me motiva venir aquí, aprendo cosas de otras situaciones. Estamos acostumbrados al día a día y cuando sales el fin de semana pues haces lo que se hace (hablando de las discotecas). Nunca he ido a un museo y cuando salga voy a ir al Prado”.
Testimonios, comentarios entre mujeres, que se encuentran en momentos puntuales y situaciones rutinarias dentro de una prisión. Cumplen sus deudas con la sociedad, justas o injustas, pero ahí están y quieren sacar algo positivo de su estado: “Hay que pasarlo bien en cualquier situación, esto es como un parque temático. No merece la pena perder el humor” afirma la malagueña Carmen, guapa y sonriente, que ha estado callada y concentrada en su bordado toda la mañana y al final se acerca a mí para contarme que hasta ha sabido darle la vuelta a su claustrofobia cuando le cierran la puerta por la noche porque piensa: “es para protegerme”.
María Gimeno ha querido contar a estas mujeres, dos mañanas de cada mes desde enero a junio de 2019, cómo ha sido su proceso de artista, cómo se siente cuando crea, compartiendo sus emociones más íntimas, esas que llegan a lo más profundo y nos enseñan a conocernos. “La finalidad del taller es crear un trabajo artístico plástico con el bordado, en grupo, explorando los recursos creativos desde un lugar limitado y vincularse con algo que es de todos, nuestro patrimonio artístico, que valoramos mucho porque todos sentimos que es algo un poco nuestro”, dice María cuando vamos de camino a Meco con Tania Ugena, profesional en la arteterapia que acompaña a la artista durante estos meses. Ella colabora estrechamente con Santiago González, componente del departamento de proyectos sociales en el Museo del Prado y cuya directora Ana Moreno ha pensado y puesto en marcha esta iniciativa, #Las Hilanderas, con el mecenazgo de la Fundación Profesor Uría, en colaboración con el CEPA Clara Campoamor y el Centro Penitenciario Madrid I-Mujeres. El objetivo es crear un acercamiento del arte a más públicos que tiene difícil acceso a él. Da mucha alegría cuando se conocen acciones así. Celebremos.
En general, estas mujeres no habían tenido un acercamiento con un lenguaje artístico ni tampoco un deseo de hacerlo y María Gimeno no sabía qué iba a hacer exactamente en esta sesiones; de una forma intuitiva decidió dirigir el taller hacia el bordado como manera de hacer catarsis interior, de mirar hacia adentro, pues a la artista le sirvió mucho en sus propios procesos. En la primera sesión les mostró una de sus piezas, Frágil, donde hacía una pregunta a las personas que formaban parte de ella: ¿qué les hacía sentirse frágiles? “Pensé que era una buena manera de conectar con la situación que ellas estaban viviendo, privadas de libertad”, dice. “Si yo me mostraba de una manera honesta y abierta podía ganarme su confianza y comenzar”. La siguiente pregunta fue: “¿Qué te hace sentirte poderosa?”. Acción e interacción, imprescindibles en su trabajo… no puedo olvidar la imagen de la artista en su performance Queridas Viejas, cuando se dispone a diseccionar con un enorme cuchillo el libro de Historia del Arte de Gombrich, para incluir a las mujeres artistas que ha ‘olvidado’ mencionar ese gran historiador. “Casi 90, pero quedan muchísimas más, y eso que hasta el capítulo VIII se puede considerar un libro mixto, ya que hasta ese momento las obras son anónimas” afirma María.
José María es el director del Centro de Educación de la cárcel. Está allí antes de que fuera un lugar para reclusas, con los jóvenes que necesitaban rehabilitación. Se le nota la vocación. Cuando llegamos, me presenta al grupo para saber si quieren que esté allí con ellas, si me quieren hablar. Me siento muy acogida desde el principio. Paty como una gran anfitriona se acerca a mí, me saluda con dos besos y me cuenta su experiencia con el arte, que va más allá de estos encuentros.
La sesión comienza desplegando dos grandes tapices bordados por ellas, en colectivo, durante las sesiones anteriores. Tela de lino, orgánica, color natural, exquisito material para sumergirse en el mundo del arte y en el cuadro del maestro Velázquez. Letras, formas, dibujos y nombres en proceso se muestran para seguir siendo trabajadas.
Van llegando las mujeres, se saludan, se cuentan sus cosas, se besan, y abrazan a las personas que venimos del exterior. A estos encuentros también asisten otras compañeras de curso que no están en la cárcel (pertenecen a la Fundación Mecenas). Todas se sienten iguales en el encuentro con el arte, ante el arte. José María es “una” más aquí, colabora en el bordado y se sienta entre ellas, o se ocupa de la logística mientras alguien le releva bordando su nombre en la tela con hilo de color azul intenso. Comenta con entusiasmo que cuando llegó la propuesta del taller le pareció una oportunidad muy buena: “María no solo toca la Historia del Arte, también el personaje femenino y otros valores que nos importan mucho aquí incluidos en el tema del género como la autoestima, la complicidad, el apoyo… Disfruto mucho con este proyecto, el trabajo de la creatividad es de María, me ha hecho hilandero”.
La artista cumplió años durante el taller y las componentes del mismo le hicieron un regalo con una tarjeta escrita: “Haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad” y entonces decidió compartir con ellas un “pedacito” importante de su vida que es donde María trabaja, su taller, para la última sesión en la cárcel. En ésta, la artista mostró la fotografía de la ventana de su estudio, por la que mira todos los días al exterior, desde la que ella sueña y hace sus realidades. Desde mi ventana, quizás su obra de más duración en el tiempo, cuenta con fotografías de gente que pasa delante de esa ventana situada en un semisótano desde donde la perspectiva es otra. Un día, Gimeno se dio cuenta de que también quería estar al otro lado de su ventana, atravesarla, cruzarla… aunque esta le ofrecía protección.
Y lo hizo. Se apuntó a una escuela de circo para aprender a saltar y se marchó entrenada a realizar una exposición en Guadalajara (México). Allí realizó su salto, ayudada de un plinto, en el que con las palabras doradas se podía leer: “Si muere el soñador mueren los sueños”. ¿Existe mejor impulso? Gimeno atravesó su ventana, representada en un gran dibujo hecho por ella misma, al otro lado de un océano. Un salto limpio con caída perfecta. Y una despedida perfecta, llena de esperanza, para esas mujeres que esperan su permiso de salida cada día para darse un respiro, que esperan salir del todo algún día, no muy lejano y cumplir sus sueños. “Nos vemos al otro lado”, dijo la artista como final de los talleres en la cárcel.
Sesión final en el Museo del Prado, en la sala donde se muestra y se custodia el cuadro del que parte esta historia tan importante ya para la artista. “Nunca pensé que podría hacer algo así”, dice. A esa sala, con Las Hilanderas esperando, antes de su apertura al público, son convocadas otras hilanderas (así se llaman entre ellas) para realizar una acción. Invitadas excepcionales que se muestran encantadas ante la posibilidad de ir al museo, de salir otro día de su reclusión y de poder sentarse a bordar en esta sala, siempre vigilada, habitualmente llena de gente y hoy vacía de público.
Justo la mañana anterior, María Gimeno cerró el círculo de toda esta experiencia de meses de talleres en la prisión, entendió el porqué de este trabajo y dio con la frase que daría el sentido a la acción delante de la obra velazqueña que sería bordada por todas juntas, poniendo punto y final a la obra: “Unidas por el hilo, hijas de Aracne, las hilanderas retamos a los dioses”. Mirando al cuadro, María nos recuerda el mito de Aracne, cómo reta a Atenea, consigue hacer un tapiz más bello que el de la diosa y esta la condena a ser una araña. Gimeno había entregado esta información a las mujeres, en la primera sesión de la prisión.
Sentadas, con los tapices sobre sus rodillas, se pusieron manos a la obra; la artista guía la acción con firmeza al bordar y dulzura al contar que tejer como arte mayor se ha recuperado tarde con artistas como Anni Albers o Sonia Delaunay ya en los albores del siglo pasado y que “desde la antigüedad los dioses condenaron a las tejedoras a ser arañas”. “El arte textil se ha relegado durante muchos siglos a la mujer, era la parte aceptada dentro de la sociedad, vinculada a la domesticación de la mujer”, afirma.
Para la artista, este acto final se convertía así en algo “totalmente subversivo” aunque surgiese de una forma poética e intuitiva: “Que esa frase la hayamos bordado mujeres en esta institución que representa el corazón de la estructura del arte, como institución canónica per se, está lleno de significado”.
María Gimeno no podía dejar de reivindicar su compromiso con el feminismo: “En ese momento me apropié de la obra. Ejercí en cierto modo mi egoísmo como artista y las hilanderas, mis compañeras, me ayudaron a convertir la acción final en la pieza que había estado buscando"
Con este escenario, la pintura situada al fondo cobra vida en un instante: miro el cuadro, las miro a ellas, la Historia se repite… composiciones y diferentes planos dentro del cuadro que ahora salen de él. Por un momento se hace silencio, paran las conversaciones entre las mujeres, solo veo la escena de Aracne, los gestos de los brazos, de las manos que pasan la aguja y el hilo por la tela, recuperando el tiempo fuera de aquel tiempo.
Este taller termina aquí y el trabajo de María Gimeno continúa. Aprendizajes de ida y vuelta, descubrimientos mutuos. Quizás nadie volverá a ser quien era después de estos encuentros pero de lo que sí estoy segura es de que la sala de Las Hilanderas ya no será la misma.
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Carmen Fernández Ortiz es historiadora del arte, comisaria de exposiciones, mediadora cultural.
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Carmen Fernández Ortiz
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