ARTISTAS VISUALES EN CONTEXTO (II) / JOSECHU DÁVILA
“El arte es social, pero no tiene por qué representar a la sociedad”
Carmen Fernández Ortiz 11/09/2019
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Josechu Dávila (Madrid, 1966). Artista visual multiINDISCIPLINADO, nos informa desde su propia web. Entre la pintura, el vídeo y las acciones anda su trayectoria. Desde los primeros encargos que recibía cuando era estudiante de Arte que le hacían ganar dinero, como él cuenta, han sucedido muchas cosas. Hace años decidió que quería hacer lo que le diera la gana con su creatividad, con sus ideas, y el realismo pictórico que le daba de comer en aquel entonces desapareció. Comprometido con su forma de vida y su profesión, vocacional hasta la médula y crítico sin lugar a dudas, Dávila se mueve cómodamente entre diversos formatos artísticos mostrando realidades que no dejan impasible a nadie.
En el escenario de un bar, con una cerveza, ruido de algún vaso que se cae en la barra y música de fondo surgen las mejores reflexiones del artista. Suena su teléfono, responde porque es alguien importante para él. Vuelve y continuamos con la conversación.
Estábamos hablando de la inutilidad del arte. Para ti lo útil es coger un lienzo en blanco, un soporte cualquiera, una idea y comenzar a hacer algo sin objetivo, sin una utilidad concreta.
Este sería el punto de partida, y aunque parezca una obviedad no es tan sencillo. Plantearte una obra desde ese punto cero, es decir que no tenga una utilidad o que no sirva para nada a priori, te da un margen de libertad absoluto. Puedes hacer cualquier tipo de arte, pero tienes que tener mucho cuidado cuando partes de algo predefinido de antemano para no limitar el propio potencial del trabajo. No solo ya desde ese punto de partida cero, que creo es básico para todo artista, sino que en tu propio trabajo puedas crear situaciones inútiles, ambiguas, raras con las que conseguir (o intentarlo) que un proyecto vuelva a empezar otra vez de cero; este proceso, yo lo llevo a sus últimas consecuencias generando situaciones en las que una circunstancia quede en terreno de nadie, por ejemplo, en trabajos como Aportación de contenido económico a 25 mujeres de Ciudad Juárez, donde el mismo artista, que ejerce de espectador universal de su obra, no sabrá de la reacción de las mujeres al recibir dinero regalado, ni ellas conocerán que es una pieza de arte (ni el origen del dinero, unos 9.000 euros en total). Ahí, en ese espacio de tierra de nadie es donde yo trabajo y esa es la pieza: el punto mágico de desconocimiento mutuo. En el momento que sitúas el arte en ese punto cero, inevitablemente empieza a generar cosas, cosas con las que tú no contabas y que surgen de su propia libertad. De esta forma te encuentras con un infinito mundo de emociones, y sensaciones inimaginables que parten de ese desencuentro. Una parte importante del arte es ir a ciegas.
Esa expresión es muy interesante. Hay artistas en la Historia y en la actualidad que sí buscan y transitan caminos concretos desde algo que les interesa personalmente. ¿Cómo es tu “ir a ciegas”?
No se puede ir a ciegas del todo pues hay que construir poco a poco una especie de estructura artística con tu trabajo de la que partir. Más que ir a ciegas, la expresión sería no saber exactamente lo que haces. Cuando tienes todo muy claro, a mí me da vértigo, mal vértigo, pero cuando no sabes por donde ir y estás un poco perdido y acojonado, es bueno. Te estás sorprendiendo a ti mismo, con todo un camino nuevo por recorrer y sin saber hasta dónde puedes llegar.
Quizás el mejor ejemplo de tu obra para ilustrar este proceso sería Anonymous Woman, obra en la que llevas trabajando más de diez años desde que escuchaste la voz de una mujer hablando sola en un patio de vecinos, te diste cuenta de que lo hacía con regularidad y grabaste sus discursos durante un año entero aunque no sabías qué ibas a hacer con esto. Fue una sorpresa en tu vida.
Sí, y además al principio no me gustaba mucho la idea. Fue un planteamiento de encontrarme una situación potencialmente interesante en arte y a la vez me parecía demasiado fácil y no me convencía del todo, pero desconfié de mí mismo y decidí grabar durante un año, y al año ver si hacía algo con ello o no. Y fue casi al final cuando lo decidí, pues antes de ese momento, aunque me interesaban y emocionaban las grabaciones, me parecía más un rollo sociológico muy potente, pero no me interesaba como pieza de arte. La decisión la tomé cuando la señora dijo un día: “no sé cómo, pero estoy segura de que este mensaje va a salir de este patio y se va a difundir por el mundo”, y me dije: ahí está, eso es lo que tengo que hacer como artista.
Aquí se define muy bien tu concepto de la inutilidad del arte, en el descubrimiento del proceso creativo de un artista que se encuentra con una situación inesperada, no buscada y decide: por aquí sí.
Yo tengo el cajón lleno de ideas y proyectos que no han salido adelante. Los trabajas y los trabajas durante tiempo y al final dices: no me gusta. Es el mismo mecanismo que un cuadro en el que vas superponiendo capas, una primera, otra encima y otra y otra, vas tapando, vas avanzando mientras que destruyes/anulas la capa anterior. Unas veces casi en la primera capa el cuadro está perfecto y otras tienes que trabajarlo mucho, incluso al final, puedes decidir mandarlo a la mierda y empezar otro encima.
Con tu obra, además de partir de la inutilidad a priori que mencionas ¿quieres hacer arte con una conexión social, con un compromiso?, o sale algo y piensas: me gusta este compromiso.
Son dos cosas diferentes. Primero, creo que el arte es inevitablemente social, siempre, pero eso no quiere decir que tenga que representar a la sociedad. El arte costumbrista del siglo pasado tuvo mucho éxito, sin embargo, ahora está en los sótanos de los museos. Una cosa es que el arte utilice elementos sociales como materia prima para crear y otra, que el arte sólo sea el escaparate de conflictos sociales, políticos, etc…esto estaría más cerca de la sociología, que está muy bien, pero para mí no tiene ningún interés artístico y, además, para eso ya existen otros mecanismos de visibilidad. Pero claro que hay arte reivindicativo con grandes piezas, siempre será arte universal y no sociológico... Me parece igual de absurdo que un artista diga: esto es un botijo y esta es la representación del botijo, a que otro artista vea un conflicto social y haga una representación tal cual de ese conflicto. Para mi gusto es la misma mierda realista, ni más ni menos, es una vulgar representación. Que la representación social es interesante y más vistosa que el botijo, pues sí, pero básicamente es lo mismo: vulgar realismo, y hay muchos “bodegones conceptuales” que son una basurita. Si el principio es: aquí hay un conflicto y aquí está la representación del conflicto, nos dejamos llevar por la sensiblería social.
Y la sensiblería no es lo mismo que la sensibilidad. En mi opinión, tu postura ante la creación desde la inutilidad del arte está vinculada a la sensibilidad. Y para ti ¿a qué está vinculada?
Depende de dónde sitúes la sensibilidad. Hay una sensibilidad emocional, una sensibilidad intelectual… Es como el gusto, ¿tenemos un gusto porque sí? Algo nos parece bonito o feo, algo nos emociona o no, ¿porque sí? No, es desde el conocimiento, desde una lectura cultural, histórica y ancestral. El ser humano tiene una educación adquirida y otra instintiva, espontánea, que reconoce al instante, como Fi, la proporción áurea, que vemos constantemente en la naturaleza; nos gustan más unas formas que otras porque esa armonía está en la misma naturaleza. Hubo un momento que dejé de pensar si el arte me gustaba o no, y pasé a si el arte me interesa o no me interesa; algo te puede gustar o no, según las modas, pero el interés trasciende todo eso.
En tu opinión entonces, ¿el espectador ante el arte debería estar formado en algún camino teórico, histórico, para poder apreciarlo?
No es que haya que tener conocimientos previos solo, sino estar abiertos a una información universal que está en todo y vamos adquiriendo consciente e inconscientemente, sólo con el acto de salir a la calle y ver cosas; las flechas, por ejemplo, nos dan una información de direccionalidad, y estamos asumiendo, sin quererlo, a Kandinsky, pues antes de él la dirección se representaba con una mano apuntando con el dedo índice. Una cosa es el elitismo intelectual pedante, que se da mucho en arte, y otra cosa el borreguismo de muchos espectadores que no tienen ningún interés y creen que el arte es una mierda y una tomadura de pelo, cuando lo más “actual” que conocen es a Picasso, y si eso...
La estética occidental parte de un malentendido, a mí siempre me ha emocionado eso
Interés sería la palabra clave para desarrollar la sensibilidad y la mirada.
Nuestro gusto se reduce a nosotros, al individuo, y el interés es universal. El flamenco a mí me parece una tabarra y no pondría un disco de flamenco en mi casa, pero intelectualmente sé que es buenísimo. De hecho tengo una antología del flamenco de los años 50, heredada de mi padre, que es una joya, y se la grabo a muchos amigos, aunque a mí no me guste sé que me interesa. Esa es la diferencia. Claramente, el conocimiento lleva al interés y éste lleva al gusto, a la estética. A mí me hace mucha gracia que tenemos una estética y un gusto marcado por la Historia, lógicamente, y eso nos lleva a planteamientos estéticos como el minimalismo, tan limpio, sintético, sin adornos. Esto, que viene de la estética adquirida desde la cultura clásica griega, con esos edificios de planta y columnas sencillas y todas las esculturas de mármol blanco… y resulta que era todo mentira, que las esculturas eran espantosas, pintadas de color carne con pestañitas de bronce y ojos de cristal, y los templos cubiertos con una policromía hortera a más no poder, y conjuntos escultóricos pintados medio hiperrealistas, arghhh. La estética occidental parte de un malentendido, a mí siempre me ha emocionado eso. La elegancia del canon clásico viene de una herencia histórica que es falsa. Es buenísimo: trastocando un pequeño elemento en el sistema emisor-canal-receptor, ¡cambia todo!
Esto me hace pensar en tus primeras obras pictóricas, primeras y que siguen estando aquí y ahora. Denominadas “minimalismo conceptual” en algún momento, te llevan a una confusión de espacios, que no son reales desde nuestra visión de la perspectiva clásica, desde nuestro ojo renacentista. ¿Tienes la intención de provocar esa sensación en el espectador?
Puede parecer que mis cuadros y mis acciones o instalaciones son mundos diferentes pero en realidad son lo mismo. Igual que trastoco un elemento en una situación para que genere otra acción diferente, en los cuadros es igual; aparentemente son muy formales, muy correctos con su geometría construida por luces y sombras, muy cómodos a la vista… pero en realidad son imposibles de mantener desde una realidad realista. Yo utilizo las sombras a mi gusto, a mi comodidad, aparentemente reales pero erróneas, hay algo que no encaja y esto al cerebro, le perturba, le incomoda, le inquieta…
Eso es lo que atrae de tu obra, algo que nos perturba, que nos lleva a una emoción que nos va a llevar a una reflexión y al interés de descubrir. Hay algo que no das por sentado, esa libertad del arte de nuevo y como lo completamos nosotros como espectadores desde nuestra libertad también.
¿Y cómo no lo va a completar el espectador si los propios artistas no sabemos exactamente lo que estamos haciendo? Si tu trabajo te va indicando el siguiente paso, ¿cómo el espectador no va a participar de eso? Por supuesto. A mí me molesta mucho tener que escribir sobre mi propio trabajo porque siento que automáticamente lo estoy limitando. ¿Por qué nos empeñamos tanto en concretar algo que es abstracto? No se puede, no tiene sentido.
Habría que quitar presión ante la teorización del propio concepto de arte, sus etiquetas y dejar más camino a la inutilidad del arte como tú la planteas.
Hace unos años para una entrevista me preguntaron: “¿qué es el arte?”, gran y original pregunta, y puse la definición del diccionario de la RAE. Para mí, la mejor definición que he leído, me pareció perfecta, indiscutible. ¿Por qué? Porque está dando la definición de un mecanismo, un proceso, simplemente. Nadie va a poder definir el arte en su fondo, nadie ni nada, porque es un concepto abstracto, no concreto, así de sencillo.
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Carmen Fernández Ortiz es historiadora del arte, comisaria de exposiciones, mediadora cultural.
@CarmenFdezOrtiz
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Carmen Fernández Ortiz
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