Obituario
Jacques Chirac y España: una relación tortuosa
El expresidente francés supo ocultar las dificultades con nuestro país y mantener su imagen amable, incluso entre la opinión pública española
Sergio Molina García 2/10/2019
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Jacques Chirac ha sido considerado uno de los animales políticos franceses más relevantes de la V República. Comenzó con Charles de Gaulle en los sesenta como responsable de las relaciones parlamentarias, más tarde fue ministro de Agricultura (1972-1974), de Interior (1974), primer ministro (1974-1976; 1986-1988), alcalde de París (1977-1995) y presidente de la República Francesa (1995-2007). Sus más de cuarenta años dedicados a la política han estado marcados por la ruptura con Valéry Giscard d’Estaing, por el intento de mantener viva la doctrina ideológica de Charles de Gaulle, por la oposición a la guerra de Irak y por las condenas por corrupción. En 2011 se convirtió en el primer presidente de la V República en ser condenado por desvío de fondos públicos, por abuso de confianza y por conflicto de intereses. Sin embargo, su icono ha estado por encima de todo ello. Su oratoria y su carácter persuasivo han conseguido generar una imagen positiva de su longeva carrera política, tal y como hizo su predecesor Charles de Gaulle.
Comenzó siendo el heredero del gaullismo. Se trataba de una doctrina ideológica conservadora basada en el nacionalismo económico y político y en la grandeur de su país. El gaullismo entendía que Francia, en el marco de la Comunidad Económica Europea (CEE), era una gran potencia y la CEE era un medio para mejorar su economía, pero no para lograr objetivos comunes. De ahí que se negaran a aceptar la ampliación del mercado común y el aumento de competencias comunitarias. Ceder más poder a la CEE significaba perder parte de la autonomía nacional. Por todo ello, su lema en la década de los setenta fue Faire l'Europe sans défaire la France (Hacer Europa sin deshacer Francia). Sus fracasos electorales de 1979 y de 1981 le obligaron a realizar un giro copernicano en el corpus ideológico del partido. De manera progresiva, fue abandonando el gaullismo y convirtió a su partido, el Rassemblement pour la République (RPR), en una estructura neoliberal cercana a la de su homóloga británica Margaret Thatcher. De no aceptar la elección del Parlamento europeo por sufragio universal entre 1976 y 1978 pasó a ser uno de los defensores del Tratado de Maastricht de 1992.
Su posición con respecto a España es uno de los mejores ejemplos para comprender la manera que tuvo Jacques Chirac de hacer política. Para él, se trataba de una actividad en la que el objetivo principal era lograr la confianza del pueblo en las urnas. Sus capacidades discursivas le permitieron hacer afirmaciones para más tarde decir lo contrario, sin ser criticado. Entre 1976 y 1981, España estaba construyendo un sistema democrático y, al mismo tiempo, trataba de adherirse a la CEE. Entrar a formar parte del club europeo ayudaría a consolidar la nueva democracia gracias a la ayuda de los países europeos. Además, se podrían mejorar sus estructuras productivas y económicas. Sin embargo, dicha iniciativa tuvo la oposición de algunos representantes políticos franceses. Jacques Chirac fue uno de los políticos que más se negó a aceptar la adhesión de España y también la de Portugal. Uno de los lemas que más repitió durante esos años fue “non à la adhésion de l’Espagne” (Le Midi Libre, 3 julio 1976). Uno de los principales motivos de ese discurso era su cercanía al mundo agrario francés, mantenida hasta el final de sus días (Libération, 28 septiembre 2019). Desde 1981, los fracasos electorales y el cambio de rumbo del partido le obligaron a renovar también su discurso sobre la integración de España. Hasta ese momento, había utilizado la adhesión para criticar al gobierno francés y para cargar contra la política europea. Sin embargo, desde 1981, defendió la entrada de España en el club europeo. Después de abstenerse en la votación de la Asamblea Nacional sobre la integración española en 1985, dos años más tarde ya no quedaba rastro de su discurso anterior. Siendo primer ministro visitó España y se felicitó de la adhesión, formalizada un año antes. Incluso aceptó aumentar la colaboración en la lucha contra ETA (otro de los asuntos polémicos bilaterales) y trazar nuevos vínculos entre los sectores primarios de ambos países.
La estrategia política estaba detrás de sus diferentes visiones sobre España. En primer lugar, su cercanía a los agricultores y su gaullismo fueron los motivos por los que se decantó por el no a la adhesión. Después, su fracaso electoral y su giro neoliberal le hicieron cambiar de discurso. Mientras, España, como si de un juguete se tratase, quedó, en parte, a merced de la voluntad de los intereses de los diferentes partidos. En este caso, del RPR de Jacques Chirac. Tras ganar las elecciones de 1995, las relaciones con España todavía vivieron algunos momentos de tensión. Las conversaciones con José María Aznar fueron conflictivas pese a que ambos compartían valores ideológicos. La intervención en Marruecos, la guerra de Irak y las diferentes concepciones de la Unión Europea (por ejemplo, en la cumbre de Niza de 2000) fueron un ejemplo de ello. Aznar, en una entrevista en Le Monde y también en sus memorias (El compromiso con el poder) reconoce la tensión que existió entre ambos políticos. Sin embargo, Jacques Chirac, un verdadero animal político estaba por encima de crear nuevas polémicas. El expresidente francés supo ocultar las dificultades con España y mantener su imagen amable, incluso entre la opinión pública española.
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Sergio Molina García, Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición/Universidad de Castilla-La Mancha.
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