Análisis
Austria, el laboratorio experimental
El democristiano Sebastian Kurz, vencedor de la elecciones, se enfrenta a tres posibilidades: la gran coalición a la alemana, una inédita alianza con los verdes o repetir con el FPÖ, que no pierde la esperanza
Maren Häußermann Viena , 2/10/2019
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Austria es para Alemania lo que Portugal es para España: un sujeto de estudio que los medios observan y analizan por si algún día los resultados sirvieran para compararlos con los del propio país. Desde el 29 de septiembre pueden añadir nuevos datos. Los austriacos revalidaron en el cargo a su canciller Sebastian Kurz, que obtuvo el 37 % de los votos, pese a las críticas que le llovieron tras su decisión de formar una coalición con la ultraderecha en 2017. O su silencio con respecto a todos los pasos en falso y salidas de tono racistas y antisemitas de su socio, o incluso los interrogantes que han surgido en torno a las donaciones recibidas por su partido.
Para los alemanes, Kurz resulta fascinante. Ha sido el canciller más joven de la historia austriaca y también el líder más joven de un país europeo. Con apenas 27 años era ya ministro de Asuntos Exteriores. Para Sebastian Kurz lo más importante es “el control del mensaje”. En la campaña de 2017, por ejemplo, su partido no dudó en gastar en propaganda más del doble del límite legal establecido. Obtuvo, eso sí, muy buenos resultados. Incluso los alemanes querrían tener un político así, capaz de renovar el partido conservador. Obviamente, en Austria, Kurz también disfruta de la estima del electorado. Hasta tal punto de que no gustó la moción de censura que el Parlamento emitió contra él en mayo. La operación acabó de dinamitar el Gobierno, constituido en 2017 gracias a una coalición entre los democristianos de Kurz (ÖV) y los ultraderechistas del Partido de la Libertad (FPÖ). Poco antes el gabinete había perdido a todos los ministros del FPÖ, arrastrados por el escándalo del vicecanciller Heinz-Christian Strache por la causa Ibiza.
Kurz pretendía, a pesar de todo, continuar como jefe de Gobierno hasta el fin de su mandato. Sin embargo, la oposición e incluso los miembros de su antigua coalición querían la destrucción total de su gobierno. Este pasado domingo han pagado su precio por esta actitud.
El FPÖ obtuvo el 16 % de los votos, lo que significa una bajada de diez puntos porcentuales que, en su mayoría, han ido a parar a la formación de Kurz. Los socialdemócratas han cosechado el peor resultado de su historia, con solo el 21 %. En 2019 los colores de ambos partidos salpicaban el mapa austriaco, dos años más tarde todo, excepto Viena, está cubierto por el azul claro.
Es un día soleado. Los elegantes edificios característicos de la capital austriaca están de un blanco radiante. Los tranvías atraviesan el núcleo urbano y los turistas disfrutan de una excursión en un coche simón. Casi un cuarto de los 8,7 millones de habitantes del país vive en la capital, Viena. Los políticos deciden aquí, los periodistas escriben aquí, el dinero está aquí. La gente se conoce entre sí. Todos están conectados entre ellos. La palabra es Freunderlwirtschaft, que significa nepotismo. Eso es lo que pasa aquí a diario.
Un ejemplo es la amistad entre Kurz y el inversor René Benko. En 2018, una de sus empresas compró el 24,5% del Kronen Zeitung, un periódico sensacionalista con la mayor tirada del mercado. Poco después de que el semanario de investigación Falter publicara documentos relativos a la dudosa contabilidad del partido conservador, un columnista del Kronen publicaba un polémico artículo sobre el redactor jefe del Falter. René Benko posee también el 24% de otro diario suprarregional que, a su vez, es el propietario de otro semanario. La concentración de los medios en Austria es la más alta de toda Europa. A eso hay que añadir que el sector financiero y el poder político van cogidos de la mano.
Los alemanes llevan un tiempo observando esa situación y su interés por el país vecino ha ido creciendo en los últimos años. Ferdinand Otto, periodista del semanario alemán Die Zeit, explica que el medio publica cuatro páginas sobre Austria en cada edición desde que Jörg Haider, antecesor de Strache, reformará el partido de la ultraderecha FPÖ como alternativa a los partidos establecidos – conservador y socialista– en 1986. “Austria es el país que inventó la ultraderecha moderna en Europa”, dice. En 2016, la atención se redobló cuando cuando casi el 50% de los austriacos votaron por un presidente del partido de la ultraderecha. Según Barbara Toth, del Falter, las preguntas de los colegas alemanes a los periodistas austriacos siempre giran en torno a dos temas: Kurz y el trato que la prensa da a la ultraderecha.
En Alemania, el partido más parecido al FPÖ es la AfD (Alternativa para Alemania) y ya tiene mucha fuerza en el este del país. Otto cree que los derechistas alemanes se miran en su espejo austriaco y por eso la prensa germana sigue de cerca el desarrollo del clima político y la evolución de la opinión pública de sus vecinos y, si tiene oportunidad, también se mete en sus asuntos.
El 17 de mayo de 2019 Der Spiegel, con sede en Hamburgo, y Süddeutsche Zeitung, con sede en Múnich, publican un vídeo grabado en secreto en 2017, en Ibiza. Muestra al vicecanciller en funciones austriaco hablando con una presunta oligarca rusa sobre el Kronen Zeitung. Si forma parte del gobierno –dice Strache– le gustaría ayudarle a comprar una parte de ese influyente medio. En contrapartida, el periódico debería escribir a favor de su partido. Tres meses después de esa conversación, ese mismo partido entró a formar parte de la coalición gubernamental.
Las grabaciones, en las que Strache aparece vestido con camiseta de tirantes, con un cigarrillo y una cerveza se convirtieron en noticia en toda Europa. Poco antes de las elecciones europeas del 26 de mayo, a Strache, uno de los líderes más importantes de la ultraderecha europea, no le quedaba otra opción que dimitir de su cargo.
Pero Kurz no se conformó y quería también la renuncia del ministro del Interior, Herbert Kickl, que se había convertido en un problema y enturbiaba la reputación de su gobierno por su tendencia a excluir a los medios críticos, por cuestionar el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales y por exigir que los solicitantes de asilo fueran alojados en “campos de concentración”. Kickl había sido, además, secretario general y responsable de las finanzas del partido cuando se grabó el polémico vídeo y Kurz no dudo en encomendarse al presidente de la república para obligarle a dimitir. Los otros cinco ministros del FPÖ renunciaron también a sus carteras como forma de protesta, lo que acabó derivando en la convocatoria de elecciones anticipadas.
“Sin nosotros Kurz va hacia la izquierda” advierte la ultraderecha. En el FPÖ todavía mantienen la esperanza de poder continuar con la coalición negro-azul. Y, de hecho, es posible. Aunque ya no es tan probable como la semana previa a las elecciones porque la Fiscalía ha anunciado que hay indicios de malversación de fondos por parte de Strache. Da la impresión de que el partido está autodestruyéndose. “Ya no es un socio estable para Kurz que no quiere perder el respeto del resto de Europa”, dice Barbara Toth, redactora del Falter. “Después de lo de Ibiza, solo piensa en los titulares de la prensa internacional”, añade.
El ganador de las elecciones tiene otras opciones. Podría aliarse con los socialdemócratas en una coalición similar a la de Alemania; con los verdes, en lo que sería un nuevo experimento para Austria. Ambas combinaciones son difíciles por las divergencias que existen entre unos y otros. La tercera opción sería una coalición con verdes y liberales. Eso solo tendría sentido si se tradujera en una mayoría parlamentaria. En todo caso, el interés es enorme para los medios alemanes: el Süddeutsche Zeitung ya ha anunciado una nueva sección sobre Austria así como un acuerdo de de cooperación con Falter. “Los medios alemanes tienen una ventaja aquí”, dice el profesor de periodismo Fritz Hausjell, “ellos pueden trabajar de forma más libre porque no dependen de la publicidad austriaca.” Para el Falter, que se enfrenta a una querella por denunciar la contabilidad del partido de Kurz, la cooperación con el periódico alemán significa también recursos, inalcanzables hasta ese momento. Con el apoyo alemán, les resultará más fácil denunciar este tipo de situaciones, habituales en un país en el que todo está tan conectado.
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