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Ángel Correa aprendió a jugar al fútbol en la calle, en el barrio de Las Flores en Rosario, Argentina, y tiene en sus piernas la improbable elegancia del suburbio, pero también el colmillo, la astucia y la valentía del que ha sabido defenderse en tierra hostil desde bien pequeño. Supo zafarse de un entorno atroz y según él mismo ha declarado, “veía que había un montón de pibes que la ‘rompían’ en el barrio y después se quedaban en el camino, porque fueron padres, o por la droga, o por el alcohol, o porque fueron heridos de bala por estar parados en un lugar en el que no tenían que estar…” . Por esto, el 10 del Atleti es uno de los jugadores que es tratado por la hinchada colchonera con mayor indulgencia, a pesar de cierta irregularidad y de una atropellada brusquedad que le cuesta casi una tarjeta por partido. Por eso y por su capacidad de inventar donde otros solo ven bosques de espinilleras, ahí aparece algunas veces el delantero con las cejas más diabólicas de primera división para dejar boquiabierto al personal, dentro y fuera del terreno. Su orgullo un poco pendenciero regala a su equipo tres o cuatro victorias por temporada. La de ayer contra el Athletic Club fue la primera de este curso, con dos jugadones de antología que culminaron Saúl el esperado –¡por fin!– en la primera mitad y Morata en la segunda. Correa fue el mejor de todos de punta a cabo.
Tercer partido como locales de los muchachos del Cholo en una semana y la mejor entrada de todas, muy cerca del lleno para recibir a los leones en estos días de aguiluchos y gusanos. Y la primera ovación fue para Raúl García, el gigante navarro a quien nadie ha olvidado en su exequipo y no es de extrañar: en la templada noche del sábado fue de largo el jugador visitante con más presencia y mayor jerarquía de los bilbaínos. Pudo además marcar un golazo que impidió el otro gigante, el esloveno Oblak, presente en todas las crónicas por derecho propio. Ayer, con solo 200 segundos de partido jugados, sacó una manopla de flipar a un testarazo de Iñigo Martínez que todavía debe andar rumiando cómo no entró ese balón.
No es fácil explicar por qué, pero en las gradas se vivía el encuentro con una inopinada tranquilidad, como si se supiera que la victoria caería del lado colchonero. Puede que fuera el marcaje que Felipe y Hermoso hicieron a Williams, el bólido de San Mamés que gusta de torturar a la defensa del Atleti. Ayer no pudo, los centrales le cerraron los espacios y sin metros por delante el delantero vasco es mucho menos dañino. Hermoso completó el partido más sólido desde que vino en verano del Español. Lo de Felipe no es novedad, el brasileño es un jugadorazo, a ver quién saca del once inicial a este tío. Tampoco estuvo fino Iker Muniáin, el capitán apodado Bart Simpson, otro que no proviene precisamente de un barrio señorial de Pamplona y al que también se le adivinan la astucia y el arrojo arrabalero. Buen pelotero con un peculiar gusto por los peinados punkarras.
La segunda gran ovación fue para Koke, que devolvió los aplausos al fondo sur sin demasiados adornos y se puso a tirar de su equipo como siempre, con el escudo en el pecho y en el brazo izquierdo. El Athletic parecía cómodo con la posesión de la bola, pero la sala de máquinas rojiblanca con Thomas, y los galones de Koke y Sául controlaba el partido. Dani “El Pesca” se viene arriba y empieza a vacilar a este pobre plumífero: “A ver, el de la crónica, tienes que decir que esa ha sido jugada elaborada, jugada elaborada, apunta”. Por suerte para mi llegó el descanso.
Detrás de nuestras butacas, en la última fila, hay un espacio amplio donde los niños juegan unos partiditos extraordinarios durante el intermedio. Normalmente lo hacen con alguna pelota pequeña que meten de rondón, pero ayer no había tal y sí una botella de plástico vacía. Lo mismo daba, los niños corrían tras ella, driblaban o lo intentaban, la pateaban en un increíble terreno de jugo sin porterías, mientras padres y madres se atizan los bocatas de obligada ingesta. Son la felicidad pura. Algunas tardes es de lo más divertido que puede uno ver en el Metropolitano, especialmente en ese periodo en que un speaker da estúpidos alaridos intentando animar a unos incautos jugadores no profesionales que suelen hacer el ridículo con pruebas delirantes en un lado del campo mientras en el otro calientan atónitos los suplentes locales. Una tortura. Pero no ayer, el niño que más se divirtió y que más entretuvo a la hinchada fue Angelito Correa, un demonio hasta que fue sustituido por el mejicano Herrera poco después de la hora de juego. Movío el banquillo Simeone, entró también Costa por Morata y ahí se terminó el partido. A falta de quince minutos, Vitolo entró por Lemar… nada nuevo bajo los focos del estadio. El francés debe seguir con su traducción y el otro con la hora canaria. Así que cuando pitó el irritante trencilla Hernández Hernández el final y nos despedimos de los sonrientes compañeros de fatigas hubo quién preguntó si recordábamos la última vez que se había ganado de local por más de un gol. Nadie supo responder –al parecer desde abril–. Pero la alegría era todavía mayor, como señaló otro: “Cojonudo, y además este fin de semana seguro que no ganan ni el Madrí ni el Barça. Gloria bendita”.
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Luis Mengs
Luis Mengs es realizador. Algunos de sus trabajos se han proyectado en museos como el Thyssen-Bornemisza de Madrid, Bellas Artes de Bilbao, Fundación Telefónica, Reina Sofía, Nagasaki Prefectural Art Museum, Public Library de Nueva York y el Palacio de Carlos V en Granada. Desde 2015 dirige con mano de hierro una empresa de un solo empleado.
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