¡Y usted no pise ese escudo!
Thomas reina en el páramo
Atleti 0 - Real Madrid 0
Luis Mengs 29/09/2019
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Esperando a que mi hijastro llegara a la cita frente al Banco de España, un vendedor subsahariano me pidió por favor que vigilase su chiringuito mientras él iba a hacer “una cosa”, dijo con exquisita educación el nuevo conocido. Mientras estuve abandonado detrás de la mercancía me sentí importante, no me pregunten ustedes por qué, pastoreando unos cochecitos de plástico que, al golpearse con obstáculos o entre ellos se convierten en algo parecido a robots. La manta en el suelo me otorgaba una autoridad desconocida ante los transeúntes, que me ignoraban olímpicamente. La calle era mía, un trozo digamos. No sabía siquiera el precio de lo que vendía, cosa que pregunté al africano a su vuelta, 10 pavos la pieza. Una ganga. “No he vendido ni uno” me contó triste. Yo no podía cargar con ese juguete toda la tarde, así que tampoco compré al hombre cuyo nombre no entendí pero sí su procedencia: Ghana. Vaya coincidencia. Cuando llegamos al estadio, desconocido para el fascinado Theo, aconteció lo mejor de la velada, antes de ver rodar, o trotar, o rebotar o lo que fuera, la pelota: un encuentro casual debajo del mástil del banderón rojiblanco con Chus Visor, para quien no lo sepa, el mejor y más importante editor de poesía en España, también alguien que ha declarado que:
“El Real Madrid es una de las cosas que no soporto, la cosa que menos soporto de la vida, tengo hasta carné de antimadridista...”.
Nos ponemos rápidamente al día de nuestros asuntos familiares y cuando le pregunto con quién va a ver el partido, acaso con sus nietos, me dice resignado mirando la cerveza que sostiene entre las manos: “Me han salido madridistas los tres. (Silencio)... Bueno, uno dice ahora que se ha hecho del Rayo, pero son socios del Atleti desde que nacieron y no van a dejar de serlo. Algún día cambiarán”. Para tirarse al río, que dijo el otro. ¿Una maldición bíblica, una fatalidad, una broma del destino? Puro Atleti. Risas, abrazos y para adentro. Se cantó a pulmón el himno con la salida de los futbolistas, gallina de piel, esa increíble emoción que describió en su día Johan Cruyff. Y después entrega de placa a Forlán, pedazo de delantero uruguayo que nos encandiló varias temporadas en el Manzanares. Un nueve de época, un tío elegantísimo de esos a los que todavía hoy se echa en falta sobre el césped y más en derbis como el de ayer en el que el equipo no remató a puerta una sola vez. La hinchada colchonera fue lo mejor de la noche, como viene siendo habitual.
Después de eso, no recuerdo demasiado. Sí, que me dolía horriblemente la cabeza y que a João Félix le dieron una buena coz tras recibir en la medular la primera pelota. Fue Sergio Ramos, un muchacho sevillano, coleccionista de arte y de tarjetas rojas. Nadie en la historia del balompié patrio tiene tantas como él. Será eso del orgullo vikingo.
En los estadios habría que repartir analgésicos por la grada para soportar algunas propuestas tácticas. El páramo es mi reino, Shakespeare entregó a Macbeth estás palabras (disculpen la pedantería) que Simeone y Zidane hicieron suyas en la calurosa velada del sábado. “En la búsqueda nos quedamos cortos los dos” aseguró Diego Pablo en rueda de prensa contradiciendo a un irritado ZZ, que proclamaba una superioridad madridista que nunca pareció tal. Nadie quería perder. “Hay mucho que mejorar”. Cholo dixit. Santa palabra.
En el truñazo cósmico destacó Thomas Partey, ya con total certeza uno de los favoritos de la grada. Cortó, rebañó, distribuyó, pegó. El ghanés, paisano de nuestro mantero y con suerte dispar en la vida jugó al fútbol a lo grande. Del otro lado un Benzema siempre incisivo, aunque ayer su movilidad estuvo en general bien vigilada por un Savic excelso y un Giménez generoso y contundente. Pero arriba, nasti. João enciende la luz y luego se apaga, su intermitencia enoja al personal pero es normal en un chico de 19 años. Clase tiene para aburrir y la disfrutaremos en días, meses y años por venir.
En el Madrid todos muy juntitos y temerosos, Kroos es el que mejor se mueve y es el alemán quien pega un trallazo lejano que saca Oblak. Al descanso con jaqueca notable. Se queda en el vestuario un voluntarioso e inoperante Vitolo y entra Correa para menear el avispero defensivo blanco, pero no sirvió de nada. Sacaron después a Lemar que no dio una por un Lodi fatigado. En el Madrid calentaba Modric y cuando el banquillo de casa lo vio, en un feroz ataque de miedo a la derrota, el Cholo retiró al menino para dar entrada a Llorente. Fuera un delantero y dentro un centrocampista defensivo, vaya. Hubo silbidos en el Metropolitano y no fueron pocos. A falta de 15 minutos llegó el susto, balón colgado al área y Benzema supera a Giménez en el salto, remate abajo y estupor hasta que la manopla izquierda de Oblak alcanza a desviar lo que parecía gol visitante. Con el atragantón ni siquiera se cantó al portero esloveno eso de que cada día lo queremos más. Pero así es.
Una cerveza al salir no hace olvidar la migraña. Otro empate sin goles en casa, lo dicho, habrá que volver otra vez al cine. Estudiaré con detenimiento la cartelera a ver qué encuentro, pero nada de un western rancio de los que ahora llaman crepusculares –tipo Clint Eastwood– no, mejor una peliculita de bajo presupuesto sin delirios de grandeza en la que, por qué no, ganen los indios.
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Luis Mengs
Luis Mengs es realizador. Algunos de sus trabajos se han proyectado en museos como el Thyssen-Bornemisza de Madrid, Bellas Artes de Bilbao, Fundación Telefónica, Reina Sofía, Nagasaki Prefectural Art Museum, Public Library de Nueva York y el Palacio de Carlos V en Granada. Desde 2015 dirige con mano de hierro una empresa de un solo empleado.
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