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Volver a casa después de la solitaria experiencia de ver (palmar) a tu equipo en un estadio repleto, con 30.000 personas que desean ardientemente lo contrario que un servidor y que los doce o trece seguidores rojiblancos que distinguí en la grada de Anoeta es un lenitivo muy recomendable, con o sin receta. Y casa aquí no es el hogar de uno, es un Metropolitano todavía con rescoldos humeantes de los nervios, el coraje y el corazón que desplegaron los muchachos del Cholo y el Mono Burgos el miércoles pasado contra la Juventus, La Vieja Señora, la del jugador más execrado por la hinchada colchonera, de cuyo nombre no quiero acordarme pero que fue inspirado en Cristo y en Ronald Reagan según ha declarado orgullosa su señora madre. “La gente es tonta?” ha dicho hoy el deportista portugués refiriéndose a la afición. ¿Alguien da más? Un fenómeno, o sea. Y para terminar de dejarlo claro; Yo al fútbol quiero ir con mis amigos del alma, con mi chica, con las hijas, hijos y sobrinos, con el pescadero, el carnicero y el olivarero que siempre llega tarde y se va antes del final... A cantar, a divertirme y a tomar una cerveza, antes y después del partido. Lo otro es como acudir a la oficina, y eso, en fin de semana, está muy pero que muy feo.
Día de las ‘Peñas’, previsible llenazo, así llega el Celta de Vigo, envuelto en otoño, amenaza lluvia y ya me lo dijo el gitano del mercado por la mañana, “la lluvia favorece –y mucho, recalcó– a los equipos del norte”. Nos reímos, uno con más dientes que el otro. El celtiña es un equipo que cae bien por aquí. “Isto vai de corazón” es su lema, probablemente ese sentimiento nos hermana. Ellos también han perdido las tres finales más importantes de su historia. Agraviados por arbitrajes, dicen que injustos, vienen con un equipo colmado de canteranos, la directiva parece decidida a gastarse los cuartos en recuperar galegos de otros equipos, gente que estuvo en la cantera viguesa y que quieren de vuelta. Eso mola, claro que mola. Pero en los días de partido las simpatías es preferible aparcarlas hasta mejor ocasión.
Con la peor entrada de la temporada empieza la cosa. La primera parte resulta bastante igualada y tan plomiza como la tarde. Destacó Rubén Blanco, vaya apellido, portero visitante con un par de paradas milagrosas, sobre todo la primera a un remate de cabeza a bocajarro de Felipe a los dos minutos del inicio, el descomunal central brasileño, hoy titular y probablemente el mejor hombre sobre el campo. Hubo detalles del mexicano Herrera, potencia y desborde del otro brasileño, Lodi, por la banda izquierda y una ligera empanada de Saúl, gallega obviamente. Pocas noticias de los hombres de arriba. El equipo celeste, defensor de un juego dinámico y asociativo presenta una alineación teóricamente ofensiva, pero no remató a puerta entre los palos del imperturbable Oblak. Rafinha, buen pelotero, sobresalió en el once vigués. Durante el primer cuarto de hora el vecino de localidad habla de seguros, de una prima dentista, del precio de los amortiguadores de su moto y no sé de qué otras materias trascendentales. Veo una butaca libre en la fila de atrás y me zafo del tirón. ¡Qué sosiego! Al trantrán y desperdiciando una falta peligrosa en el borde del área en el último instante nos llega el descanso. Apunto algunas frases en el teléfono que luego elimino.
Tras la reanudación continúa percutiendo un inagotable Lodi por su costado zurdo, rápido, efervescente y un pelín impreciso en el pase final, parece la única vía para desbrozar una defensa viguesa superpoblada. Koke arranca solo y rodeado de cinco o seis rivales se despacha un zurriagazo desde fuera del área que el arquero pontevedrés saca adornándose de palomita a mano cambiada. El mismo Jorge Resurección saca después el córner, uno de los inútiles trece. El Atleti sigue empujando con escaso acierto, ocasiones sin gol mientras un aire ligeramente pesimista va tejiéndose por los graderíos. Pesan las piernas y también las gargantas, la semana ha sido complicada. Poco en la hierba, casi nada. Cerocerismo, con certeza el peor amigo del fútbol. Fin.
Salida parsimoniosa y malhumorada, camino de las rosas de la línea 2. Rumbo al hogar seguimos recordando el fabuloso despliegue de Renan Lodi, cuando, al repetir con Bruno Lara ese nombre en voz alta, fantaseamos con que éste podría también ser el nombre de un director de cine rumano, un artista de culto durante la década de los 90. En próximas entregas iremos revelando su impresionante palmarés y singular filmografía.
Y así, contando palabras nos enteramos que el líder esta noche es el Granada, que le ha mojado las dos orejas al Barça. La vida continúa. El equipo está bien y llegará, ha dicho Simeone.
Nada mejor después de asistir a un partido sin goles que ir al cine. Incluso a un ciclo de cine rumano independiente.
Pero entonces, ¿la crónica cuándo se escribe?
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Autor >
Luis Mengs
Luis Mengs es realizador. Algunos de sus trabajos se han proyectado en museos como el Thyssen-Bornemisza de Madrid, Bellas Artes de Bilbao, Fundación Telefónica, Reina Sofía, Nagasaki Prefectural Art Museum, Public Library de Nueva York y el Palacio de Carlos V en Granada. Desde 2015 dirige con mano de hierro una empresa de un solo empleado.
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