Obituario
Santos Juliá, historiador y maestro
Felipe Nieto 30/10/2019
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Con la muerte de Santos Juliá (1940) desaparece una de las voces más destacadas del panorama político e intelectual de nuestro tiempo. De oficio historiador, ha sido durante muchos años, además de maestro para muchos historiadores, el pensador que con el conocimiento de la historia política y social contemporánea española mejor podía iluminar las difíciles coyunturas del presente cercano sobre la base firme de los principios y valores democráticos. Un breve repaso a su trayectoria ayudará a entenderlo mejor.
Juliá completó los “estudios eclesiásticos” en la Sevilla de su infancia y juventud y en la Pontificia universidad de la levítica Salamanca. Un acervo sentido crítico con el desmesurado papel del catolicismo en la historia de España, nada ejemplar en su alianza con el “trono” y un gusto por la disquisición teórica y la distinción sutil en el arte de la argumentación serían la herencia persistente de aquellos años en su obra.
Con el ánimo de poner tierra de por medio, podríamos intuirlo, decidió ampliar estudios en París. Conoció el exilio político e intelectual y entró en contacto con el antifranquismo, representado en dos cimas significativas, los Cuadernos de Ruedo Ibérico y Fernando Claudín, asiduo colaborador de los mismos y su gran amigo desde entonces. La influyente revista del exilio parisino publicó sus dos últimas producciones intracatólicas importantes. Era el año 1968, precisamente. Juliá acabaría dejando de lado temáticas como las de aquellos escritos, último eslabón de un planteamiento muy crítico con la doctrina y praxis católicas sobre la paz y el diálogo. En ellos estaba, sin embargo, el escritor riguroso, el analista que utiliza una ingente documentación como aval de sus tesis “avanzadas” y la sazona con numerosas citas y notas a pie de página. Exactamente lo que haría a partir de unos años después el historiador. A este oficio, en sus diversas facetas –estudio, escritura y enseñanza por diversos canales– se consagró en exclusiva pocos años después. Por ello desdeñó cargos y encargos administrativos, con la excepción de los tres meses pasados en el Ministerio de Cultura de Semprún y los cuatro años en el decanato de la facultad de Políticas que llevaban como colofón el disfrute de un año sabático.
Llegó a la historia a través de la etapa de estudios de sociología, pues qué mejor vía para entender los modelos teóricos de esta ciencia que el estudio y el análisis de las sociedades del pasado mediante el uso de fuentes de aguas ignotas en gran medida. Habría que añadir, Santos Juliá no lo olvidó nunca, el magisterio de Ramón Carande, un “texto vivo” y guía excepcional que estimularía la vocación de historiador de su joven convecino sevillano. Así pues, el pasado devino en objeto propio de conocimiento y estudio. Encontró territorio por explorar en el periodo de la II República, tres libros para documentar que no fue el tiempo oscuro abocado a una guerra civil necesaria que la propaganda franquista se encargó de difundir durante 40 años. Fue un espacio de esperanza, de modernización y reformas necesarias, de duración breve y consolidación imposible que el historiador acierta a esclarecer. De este punto nace el interés de Juliá por la figura de Manuel Azaña y por el partido socialista. A los socialistas dedicó numerosos artículos y varios libros, el último un largo estudio desde los orígenes hasta el gobierno de Felipe González, en donde prefiere no entrar en el debate un tanto estéril de las distintas legitimidades confrontadas, a partir de la guerra civil de manera especial.
Encontró territorio por explorar en el periodo de la II República, tres libros para documentar que no fue el tiempo oscuro abocado a una guerra civil necesaria que la propaganda franquista se encargó de difundir durante 40 años
La figura del segundo presidente de la República fue objeto de atención preferente de Juliá. El estudio de sus diarios y papeles privados y una biografía política amplia y rigurosa muestran el interés y respeto del historiador por quien, a despecho de haber sido el político español más denostado, debería ser considerado, en su opinión, el dirigente político más importante, primero por el ejercicio de las más altas responsabilidades y después por la reflexión que hizo desde ellas, trasladada a sus diarios y discursos públicos en la mejor prosa política del siglo XX español. Socialismo democrático y visión política de largo alcance fundamentada en el poder de la razón y la palabra, fe en las soluciones de compromiso y, llegado el caso, reconciliación basada en el reconocimiento y el perdón, son los legados históricos que desde estos estudios Juliá ha querido trasladar al espacio público.
En consonancia con estos trabajos, el historiador Juliá ha prestado atención preferente a los intelectuales, concretamente a su papel en la política española, a sus contribuciones y a su peso específico en determinadas coyunturas problemáticas. La biografía del profesor, político y escritor Francisco Ayala atestigua tal interés de Juliá por quienes se mostraron contrarios al recurso a la confrontación, tan frecuente en el pasado español, entre las llamadas “dos Españas” a las que Juliá también dedicó, años después, uno de sus más reconocidos y premiados libros. Lo que esta metáfora repetida deja entrever no debe ser visto como una maldición del destino. Juliá estudia su presencia en la historia de España desde 1808, recorre los diferentes momentos de tensión resultado de distintos modos de entender el rumbo deseado de la patria que se dice amar muchas veces de forma excluyente. Todos, incluso los enfrentamientos más inciviles, como las guerras, tienen a juicio del historiador sus razones de ser. La investigación del historiador revela el carácter contingente de todos ellos, ninguno, en definitiva, fue inevitable.
No siempre es posible concordar en todo con este gran estudio. Valga como ejemplo la consideración, negativa en exceso en mi opinión, de Dionisio Ridruejo y otros intelectuales falangistas de primera hora, es decir, fascistas, que años después rechazan como nefandas en grado diferente aquellas convicciones y se suman a la lucha democrática en plena dictadura franquista. En esta como en otras ocasiones Juliá, pese a haber sostenido con fuerza sus posiciones, llegó a matizar sus iniciales presupuestos. Trabajos posteriores como el monumental Nosotros, los abajo firmantes. Una historia de España a través de manifiestos y protestas, (1896-2013), dieron original muestra de la fuerza de los intelectuales en la lucha por la construcción de una sociedad española libre, no aherrojada, enfrentada a los poderes autoritarios y dictatoriales.
Los traumas vividos por la sociedad española, los momentos de quebranto social atrajeron la atención del historiador como ocasiones privilegiadas para retratar la complejidad de los pueblos, el español en concreto que, a juicio de Juliá, no fue un caso excepcional ni “diferente” de otros pueblos europeos. Tuvo interés especial en explicarse el modo en que los españoles, después de 40 años de dictadura, lograron establecer un sistema democrático sólido y estable por un periodo más duradero que el anterior. Transición, su último gran libro, con el aparato crítico y la riqueza de fuentes acostumbrada, expone el proceso de larga duración que desde la guerra civil –Azaña, de nuevo– pasa por el exilio y por las generaciones antifranquistas del interior a partir de mediados de los 50, reconciliación nacional mediante, hasta culminar en los pactos entre las distintas fuerzas políticas a la muerte del dictador con dos presupuestos implícitos insoslayables, no volver a enfrentamientos como el de 1936 y establecer un sistema constitucional de naturaleza similar al de las democracias de Europa occidental. Fue un proceso difícil, en modo alguno un “milagro”, como a veces se dice gratuitamente, que no ahorró sus dosis de violencia, dolor y sangre. Pero el resultado no ofrece dudas, aprobada la Constitución de 1978 quedó abierto uno de los periodos más fecundos de la historia de España.
¿Para siempre? No. Según el historiador, en España ha habido Demasiados retrocesos entre 1898 y 2018, –así reza el título de su última publicación, una recopilación de artículos anteriores– y no es descartable que pueda volver a haberlos. La crisis económica y social de 2008 y la crisis territorial con origen en Cataluña desde 2017 están abriendo vías de agua en el sistema político español, entre otros motivos porque han puesto en cuestión algunos de los consensos básicos en los que hasta ahora se sustentaba el Estado de Derecho español nacido en los años de la transición.
¿Sabremos los españoles salir de la difícil situación a la que hemos llegado a finales de la segunda década del siglo XXI? El historiador Santos Juliá no está entre nosotros para ofrecer sus fundamentadas reflexiones. No tendría soluciones, mucho menos “la” solución. Se limitaría una vez más a buscar la explicación.
No cesó de buscarlas, no solo con los libros que aquí hemos glosado someramente. Lo hizo también a través de artículos, columnas y tribunas en la prensa diaria, en los que la volátil actualidad era desentrañada a fondo con, entre otros, el recurso al pasado, ejemplo y contraejemplo que ayudaría a actuar en el presente. La riqueza de estas contribuciones, un vademécum para orientarse en tiempos apresurados de confrontación, bien valdría una próxima edición antológica.
En la hora del adiós, necesariamente apesadumbrado por definitivo, es bueno recordar que su trabajo infatigable, su escritura esmerada y su voz clara, entre ligeros titubeos para acertar con la mejor formulación de su pensamiento, nos han acompañado iluminando las realidades complejas de nuestra pasado y nuestro presente durante décadas. Sin énfasis, sottovoce, es posible intuir, procedente de toda su ingente obra, un imperativo moral nunca formulado expresamente, a saber, el deber de evitar los enfrentamientos estériles como los del pasado que tanto cuesta desactivar y el de trabajar, cuando se produzcan, en la construcción de puntos de encuentro de los diferentes para afirmar el progreso y la convivencia de las generaciones futuras.
Ya está abierto El Taller de CTXT, el local para nuestra comunidad lectora, en el barrio de Chamberí (C/ Juan de Austria, 30). Pásate y disfruta de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos...
Autor >
Felipe Nieto
Es doctor en historia, autor de La aventura comunista de Jorge Semprún: exilio, clandestinidad y ruptura, (XXVI premio Comillas), Barcelona, Tusquets, 2014.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí