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Tribuna

De pronunciamientos, errores y desobediencias

Réplica al artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca

Santos Juliá 1/05/2018

<p>Momentos finales de la votación de la DUI en el Parlament de Catalunya. 27 de octubre de 2017</p>

Momentos finales de la votación de la DUI en el Parlament de Catalunya. 27 de octubre de 2017

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Firma Ignacio Sánchez-Cuenca en esta revista digital un artículo titulado, para mi gran sorpresa, No fue un golpe de Estado ni un pronunciamiento: respuesta a Santos Juliá. Sorpresa porque yo no le preguntaba nada ni me refería para nada a sus opiniones sobre lo sucedido en Cataluña en los días de septiembre y octubre del año pasado. Más que respuesta, su artículo es lo que en la tradición clásica recibía el nombre de libellus adversus… Pero, en fin, y puesto que dice responder a lo que yo no preguntaba, lo que sigue sí será una réplica a la falsa respuesta de tan distinguido analista de la política española.

Pasaré por alto la costumbre, tan característica de Sánchez-Cuenca, de comenzar su Libellus adversus Santos Juliá con el manido recurso a la argumentación ad hominem: fabricar un muñeco de aquel contra quien dispara para así desacreditarle desde el mismo punto de salida. Yo sería un autor “liberal”, entre comillas, del establishment español. Qué manía. Nunca dejará de admirarme la facilidad con que profesores universitarios españoles, y algunos hispanistas extranjeros, sitúan a un colega que no es menos, pero tampoco más que ellos en el plano institucional, en el centro del establishment para luego atribuir lo que escriben, sin mayor análisis, al espurio interés de la defensa de intereses bastardos. Así nos va: hemos acabado por convertir el debate de ideas en descalificación pura y simple del adversario desde la primera línea. Sánchez-Cuenca es adicto a este juego, alardeando de la superioridad moral que entraña no ser miembro del establishment ni escribir, por tanto, en su defensa.  

Más que este tipo de zafio argumento, interesa el hecho de que todo lo que tiene que decir este intelectual contra mi artículo Doblegar al Estado se limita a negar que haya existido violencia alguna y que, por tanto, se haya producido una rebelión; negación que valdrá lo que valga, pero que no es una respuesta a mi artículo por la sencilla razón de que en ningún momento aparecen en él las voces “violencia” ni “rebelión”. 'Doblegar al Estado' trataba de pronunciamiento, que es, como la misma palabra indica, un acto de habla con todos los ingredientes de los enunciados performativos: 71 diputados, con su presidente de Gobierno al frente, se reúnen en una sala del Parlament de Catalunya, se pronuncian y declaran constituida “la República catalana, com a Estat independent i sobirà, de dret, democràtic i social”. Lo hacen de la manera más solemne posible: tomándose por “els legitims representants del poble de Catalunya”; desde instituciones catalanas del Estado español y vulnerando la Constitución y el Estatuto de Autonomía que son las fuentes directas de su poder, legítimo en su origen, ilegítimo e ilegal, y presuntamente delictivo, en este concreto ejercicio, en sus antecedentes y en sus secuelas. 

Se presentan, pues, con su acto de habla, como un poder del Estado que se pronuncia contra la Constitución del Estado a la que habían prometido o jurado lealtad: en eso consiste el pronunciamiento de los secesionistas catalanes, similar al de Primo de Rivera en el hecho de que tampoco en este caso recurrió nadie a la violencia, ni a la amenaza de violencia, aunque muy diferente en su resultado final. Fue el de Primo de Rivera un pronunciamiento del todo pacífico, recibido con aplauso y adhesión por buena parte de la opinión pública, comenzando por los empresarios del Foment del Treball Nacional, y que obtuvo enseguida el respaldo de la jefatura del Estado, ostentada por Alfonso XIII, acusado años después formalmente de alta traición por las Cortes Constituyentes de la República. De la misma manera, se podría calificar desde el 10 de octubre, y ratificar desde el 27, al presidente del Gobierno de Cataluña como culpable de alta traición, pues ambos –Alfonso XIII y Carles Puigdemont– traicionaron al Estado que hasta ese momento legítimamente representaban, aunque, en el primer caso, el nuevo rey felón permaneció como su antepasado Fernando VII en el trono, mientras que en el segundo su equivalente president traïdor suspendió el resultado de su acto de habla a los ocho segundos de pronunciarlo. Pero haberlo, lo hubo, el pronunciamiento; militar en un caso, civil en otro.

El hecho de que Carles Puigdemont ocupara legítimamente un poder del Estado no significa que lo ocurrido, como afirma nuestro experto en ciencia política, sea resultado de una crisis constitucional producida por “un choque de legitimidades”. Cierto, reconoce Sánchez-Cuenca por parecer equidistante, las autoridades catalanas han cometido “errores graves” y es un “asunto muy serio” que una parte del Estado desobedezca. Errores, asunto muy serio, desobediencia; unas categorías impropias de un análisis científico y que indican bien la propensión al análisis ideológico tan habitual en este intelectual: califica de error aquello que desvía, entorpece u obstaculiza la obtención del resultado final que ideológicamente considera acertado. En este caso, transformar al Estado español en un estado plurinacional, por las buenas o a las bravas, tanto da. Un objetivo, por cierto, que a estas altura de la historia trae a Carles Puigdemont y a sus secuaces perfectamente al pairo. Pero al reducir lo actuado a simple error, Sánchez-Cuenca, además de formular un vano juicio moral, utilizando una categoría vacía de significado para el análisis político, no dice lo que la acción es, trivializa su potencial resultado –liquidar la Constitución española al constituir una República catalana–, y se sitúa en la falsa posición del croupier que reparte cartas a los jugadores en una partida de legitimidades para ver quién acierta o quién yerra. 

No estará de más recordar en este punto la reiteración con que Sánchez-Cuenca calificó de error –por lo que se ve, su categoría analítica preferida– la negativa a negociar políticamente con ETA aunque persistiera en su costumbre de matar. También se había producido en aquella ocasión un “conflicto” político y también era necesario abrir una negociación entre las partes, o sea, entre el Estado español y una organización terrorista, para alcanzar la paz perpetua. Tanto insistió en su argumento que, al final, cuando ETA anunció que dejaba de matar, atribuyó la buena nueva a que, si el Gobierno de Zapatero no hubiera negociado, y fracasado en el empeño, ETA nunca habría abandonado las armas. Años después, su defensa de la legitimidad de la acción política secesionista emprendida por las autoridades catalanas se sostiene en que Parlament y Govern catalanes han actuado como representantes de un nuevo demos, o sujeto de soberanía, que sería el sol poble de la nación catalana. Sánchez-Cuenca olvida, argumentando de esta manera, que el pueblo de Cataluña fue obligado a pronunciarse en unas elecciones ilegítimamente convocadas como plebiscitarias, en la convicción de que los partidos nacionalistas que sostenían el Procés alcanzarían, si se juntaban para el sí, una mayoría absoluta. El resultado fue que se quedaron por debajo de la suma de CiU y Esquerra cuando se presentaban por separado, en el 39,5% que, sumado al 8,2% de la CUP, que siempre ha ido a lo suyo, llegaban al 47,7%.

Antonio Baños, cabeza de la candidatura de la CUP en aquellas elecciones y autor de un libro titulado La rebelión catalana, en un arranque de honestidad política afirmó que con aquel resultado era imposible declarar nada; fue rápidamente marginado. La derrota en el plebiscito debía presentarse como el gran triunfo de una mayoría de catalanes, según las instrucciones explícitas de un fantástico documento en formato power point titulado ENFOCAT. Y así fue como procedieron a actuar, como si en efecto los diputados nacionalistas, sumados a los diputados de la CUP, representaran al sol poble de Catalunya: en eso consiste la legitimidad democrática que, según Sánchez-Cuenca, choca con la legitimidad constitucional. Hay que leerlo para creerlo.

Termina el autor del libellus expresando su dolor, como “nieto de la guerra civil”, por el hecho de que tantos hijos de la guerra, arrastrados por el resurgir del nacionalismo español, hayan abandonado los valores democráticos que hicieron posible la transición y califiquen como golpe de Estado lo sucedido en Cataluña demandando la prisión para los líderes del independentismo catalán. Consuélese el dolorido analista: ni la mayoría de la generación anterior ha renunciado a los valores democráticos en su defensa o apoyo a afrontar de nuevo la secular “cuestión catalana” por medio de una reforma de la Constitución española, ni ha exigido prisión provisional para esos líderes: Felipe González se ha expresado de forma inequívoca contra esta medida cautelar, y algunos hemos razonado y escrito que la prisión en el tramo de instrucción del procedimiento penal abierto contra ellos era un regalo a su causa, como así efectivamente ha resultado. Lo que ocurre, al menos a este hijo póstumo de la guerra civil que soy yo, es que no logro entender que un ilustre profesor de Ciencia Política pueda separar tan bonitamente la defensa de los valores democráticos del obligado respeto y lealtad, por promesa o juramento, que todas las autoridades del Estado deben a la Constitución.

No lo entiendo porque, sin haber sido nunca profesor de Ciencia Política, ni dirigido seminarios o tesis en la Fundación Juan March, sí he alcanzado a saber que en la historia política española, desde 1812 a esta parte, el mayor obstáculo para la consolidación de un Estado liberal y democrático ha procedido de aquellos poderes del Estado que se han pronunciado una y otra vez contra la Constitución vigente, convirtiendo toda la historia, como lamentaba don Juan Valera, en “un continuo tejer y destejer, pronunciamientos y contrapronunciamientos, constituciones que nacen y mueren, leyes orgánicas que se mudan apenas ensayadas”; todo esto, en fin, que “hace de nuestra historia política algo tan sin finalidad y sin propósito, tan triste y desengañado que da gran dolor el tener que escribirla”. 

Gran dolor, tristeza y desengaño debía dar la necesidad de vernos obligados a volver sobre el acto realizado por los 61 diputados de Junts pel Si más los 10 de la CUP, cuando el 10 de octubre de 2017 publicitaron una declaración tomándose como únicos representantes legítimos del pueblo de Cataluña y proclamando la constitución de una República Catalana. Y eso fue lo que con toda solemnidad votaron 70 de estos diputados en la sesión de 27 de octubre de 2017 del Parlament de Catalunya cuando “en el libre ejercicio del derecho de autodeterminación, y de acuerdo con el mandato recibido de la ciudadanía de Cataluña, constituimos la República Catalana como un estado independiente y soberano”. A Sánchez-Cuenca puede parecerle todo esto un mero error o una desobediencia, y proponer que se castigue a los errados y díscolos parlamentarios a ponerse de rodillas y de cara a la pared cuatro horas al día durante cuatro semanas; está en su derecho de intelectual opinante. Pero si 'hoy, aquí, nosotros, los representantes legítimos del pueblo de Cataluña', "constituimos la República catalana”, no es un enunciado performativo, proclamado desde una institución del Estado español contra la Constitución española, o sea, un pronunciamiento en toda regla, que venga dios y lo vea.

 

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Santos Juliá

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21 comentario(s)

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  1. Quim

    Un artículo deleznable. Ni siquiera menciona que la supuesta declaración de independencia (que no fue tal cosa) del 27 de Octubre de 2017 fue una propuesta de resolución. Esto es, un texto sin ningún valor jurídico donde solamente se insta al Govern a desarrollar una república que ni siquiera existía, puesto que Puigdemont suspendió la aplicación del artículo 4.4 de la Llei del Referèndum el día 10 de Octubre de 2017. Convertir la votación de un texto sin ningún valor jurídico, y por tanto sin ningún efecto performativo en un pronunciamiento contra el Estado es una maniobra burda y de escaso reflejo democrático. El cansino y constante victimismo del autor respecto de un ad hominem que no se advierte en el texto al que responde es otra maniobra de distracción bien burda. En mi opinión, CTXT no debería publicar artículos de tan escasa calidad; medios haylos a porrillo para que Santos Juliá responda con las fantasías que considere oportunas.

    Hace 4 años 9 meses

  2. Larralde

    Yo creía que CTxt era un intento de revista de información y pensamiento. Pero no termino de entender su target, porque la mayoría de los lectores parecen incapaces de terminar de leer los artículos que no emanan del argumentario podemita. Osea, son incapaces de leer lo otro. Y si uno no es capaz de leer al otro, no piensa. Sólo reproduce.

    Hace 5 años 10 meses

  3. Iñigo

    Lo que me da miedo es la violencia que destila por todos los poros de sus palabras el señor Santos Julià. Al margen de que puedo estar de acuerdo con algunas cosas de las que dice.

    Hace 5 años 10 meses

  4. Santos-Tón

    Gran lección de sabiduría del insigne historiador del Reino Don Santos Juliá, púlpito de oro en El País (para los neófitos balón de oro de Historia) y entre cuyas creaciones destaca el hegemónico relato de la “modélica Transición”. Ahora nos alumbra sobre la historia reciente de Cataluña y lo allí sucedido. Oh! Santos Juliá, cuéntanos ¿era Tejero o Puigdemont con bigote postizo?

    Hace 5 años 10 meses

  5. Pepe Grilo

    Curioso paradigma el de los reaccionarios liberales. Espero no envejecer tan mal.

    Hace 5 años 10 meses

  6. Francesc

    No entiendo por qué Santos Juliá ha tenido que pasarse de frenada, porque en mi opinión acaba desvirtuando un análisis que sigue siendo necesario y me temo que seguirá en el limbo. El sector independentista forzó absolutamente la maquinaria parlamentaria, a sabiendas, y luego intentó disimular diciendo que no iba en serio, como si sólo fuera un aviso. Sólo un dato: para reformar la ley electoral catalana (que sigue siendo preconstitucional porque a CiU nunca le interesó cambiarla ya que le favorecía en el reparto de escaños) hace falta un quórum parlamentario que no se aplican los mismos independentistas para proclamar la supuesta República independiente catalana. Esto no es serio. Tampoco lo es que hayan aplicado prisión preventiva para unos actos que no fueron para nada violentos (aunque se saltaran la Constitución y ello signifique un pronunciamiento civil y/o desacato), y se haya abusado del conflicto catalán para reforzar la recentralización y el patrioterismo españolista. De todos modos, por este camino no acabaremos nunca, porque da la impresión de que si no se acepta el traje a medida (sea el de los independentistas o el de los llamados constitucionalistas) nadie se bajará del burro. Y me parece que hay una cantidad de gente que estamos hartos ya de esta bulla, que a algunos les irá muy bien, pero a otros nos está impidiendo que se haga política en otros menesteres que afectan a una gran mayoría de la población en Catalunya y en España. Igual que ocurre en todos los países europeos, donde los conflictos sociales producidos por la explotación del sistema capitalista se están derivando hacia otros derroteros ideológicos de cariz identitario. Y así nos va.

    Hace 5 años 10 meses

  7. Pau

    Después de leer los 3 artículos, por orden cronológico, dejando este para el último. Acabo de sorprenderme mucho por la respuesta de Santos Juliá, contradiciendose en el mismo artículo y sin dar respuesta al otro artículo, faltando al respeto y destilando odio al que se atreve a pensar y escribir algo distinto. El artículo de IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA no entra en ningún momento en la descalificación del autor. Esta respuesta de Santos Juliá me parece una chiquillada escrita con un cabreo, faltando al respeto, queriendo demostrar su superioridad intelectual, etc. Además no responde a un tema importante por muchos catalanes como es la sentencia contra el estatut del 2010, estatut refrendado por la gente. Mucha suerte a los autores y medios que os atrevéis a alzar una voz discordante.

    Hace 5 años 10 meses

  8. Juan Fernández

    El nomen que se le aplique a la cuestión (pronunciamiento civil, rebelión u otro) es irrelevante, no debe ser el elemento directivo del debate. Lo relevante es que un poder político subordinado al Estado se ha enfrentado a éste. A partir de ahí es necesario dirimir si los cauces para el enfrentamiento han sido los adecuados y si se tiene legitimidad para hacerlo. También habría que discutir las consecuencias de que de ese enfrentamiento saliese uno u otro vencedor.

    Hace 5 años 10 meses

  9. Carlos Ávila

    Dejo a continuación algunos ejemplos de que nadie está libre de culpa y también Juliá incurre en vicios que critica. No puedo entrar en el fondo del debate porque carezco de los conocimientos necesarios para ello. Sí puedo decir que he leído el libro de Sánchez- Cuenca y que me han convencido bastante sus argumentos. En todo caso creo que estamos ante un tema en el que la ideología y las posiciones políticas tienen mucho que ver con las opiniones, por otro lado como pasa casi siempre. “tan distinguido analista de la política española”. “Sánchez-Cuenca es adicto a este juego, alardeando de la superioridad moral que entraña no ser miembro del establishment ni escribir, por tanto, en su defensa. “ “Consuélese el dolorido analista” “No lo entiendo porque, sin haber sido nunca profesor de Ciencia Política, ni dirigido seminarios o tesis en la Fundación Juan March,”

    Hace 5 años 10 meses

  10. Gijs Mulder

    Un apunte lingüístico sobre el uso de los términos “acto de habla” y “enunciado performativo” por parte de Santos Juliá. ‘Constituimos la República catalana’ y ‘pronunciamiento’ no son actos de habla ni tampoco enunciados performativos. Al decir “constituyo una república” no se ha constituido una república; un ‘pronunciamiento’ no es un acto de habla “como la misma palabra indica” sino más bien un acto instrumental, igual que ‘hablar’. ‘Declarar’, por otra parte, sí es un verbo performativo con que se puede llevar a cabo un cambio en el mundo: “¡Declaro la República!” Sin embargo, para que un acto de habla sea adecuado, el que lo realiza tiene que cumplir con ciertas condiciones. Tal como explicó María Márquez Guerrero en su día en Público (http://blogs.publico.es/otrasmiradas/11266/un-acto-de-habla-muy-infeliz/) aquella declaración de independencia fue un acto no adecuado o ‘infeliz’ desde la perspectiva de la teoría de los actos de habla.

    Hace 5 años 10 meses

  11. Nepas

    Bravo, Juliá. Cuando leí el título de Cuenca ya apostillé que usted no hablaba de lo que él criticaba, que la Generalitat y el Parlament forman parte del Estado Español, que los catalanes han ejercido 40 veces el derecho a decidir desde 1977, y que el choque de legitimidades que decía Cuenca no era tal, sino la oración de una parte contra el todo. Bravo, otra vez, Juliá.

    Hace 5 años 10 meses

  12. Nukessu

    Aquí en los comentarios mucha gente que confiesa no poder acabar de leer un análisis razonado y bien argumentado, simplemente porque no casa con su ideología. Esa negativa a leer, a escuchar al que disiente, tan propia de la izquierda, y el consiguiente juicio moral y ataque ad hominem. Qué cansancio. Gran artículo, le pese a quien le pese.

    Hace 5 años 10 meses

  13. Emiaj

    He empezado a leer el artículo con la idea de enriquecer mis ideas a traves del contraste de opiniones, pero lo he dejado en el primer párrafo. Estoy harto que que las reflexiones se fundamente en la premisa del insulto moral e intelectual del que discrepa y eso es lo primero que hace el Sr. Juliá. Es sufciente para mi. Estoy harto de esas formas

    Hace 5 años 10 meses

  14. Mark

    Estado liberal y democrático. Ese oxímoron.

    Hace 5 años 10 meses

  15. Mark

    Pollaviejismo a sueldo. Triste cuesta abajo lo de Santos Juliá

    Hace 5 años 10 meses

  16. Xavier

    El profesor Santos Juliá se contradice a sí mismo en su respuesta a Sánchez-Cuenca. Le afea a este último que le acuse en su respuesta de hablar de 'violencia' cuando, según señala, en su artículo de El País hablaba tan sólo de pronunciamiento (que es, "como la misma palabra indica, un acto de habla con todos los ingredientes de los enunciados performativos"). Por ello, produce entre sonrojo y desconcierto leer lo que el mismo Santos Juliá entiende por pronunciamiento en su artículo 'Doblegar el Estado' de El País (al que él mismo enlaza): "pronunciamiento significa, en el DRAE, “alzamiento militar contra el Gobierno”". Comparar lo que ha pasado en Cataluña con el golpe de Estado de Primo de Rivera mediante la invención de un neologismo en mi opinión bastante desacertado ('pronunciamiento civil'), resulta obsceno para cualquier especialista en la historia de España del siglo XX. Más grave aún resulta que lo haga un historiador de tanto prestigio y de tanta influencia como el profesor Santos Juliá.

    Hace 5 años 10 meses

  17. Iggy

    Zasca

    Hace 5 años 10 meses

  18. Fermi

    Lo más curioso es que un sabio lider indepe como Antonio Baños, hoy sería despreciado como "constitucionalista" por los propios indepes. Y total, por decir lo obvio: que las cosas hay que hacerlas bien, y con los apoyos necesarios.

    Hace 5 años 10 meses

  19. sinbandera

    Seamos serios, por favor, al margen de nuestras coincidencias o discrepancias con el fondo del artículo. Su autor es un reputado historiador mientras que Sánchez-Cuenca no es más que un politólogo (encima creo que es sociólogo) de los que están de moda, que se ha venido arriba aupado por determinados grupos mediáticos que, hasta ahora, no goza de ningún reconomiento en el campo de la Historia. En fin, Vds. mismos. Y ahora, bórrenme el comentario como otras veces.

    Hace 5 años 10 meses

  20. Alnaru

    Dice el autor que le da pena escribir la historia de España. Lo que a mí me da pena es que gente como él la escriba. No se puede ser más parcial y reaccionario. Los autodenominados "constitucionalistas" nos son más que puros "borbónicos" que pisotean una y otra vez la Constitución de palabra, obra y omisión.

    Hace 5 años 10 meses

  21. Viperabeltza

    Lo siento mucho, no he acabado de leerlo, pero me he visto impelido a detener mi lectura, cuando he leido que " similar al de Primo de Rivera en el hecho de que tampoco en este caso recurrió nadie a la violencia, ni a la amenaza de violencia" fundamentalmente para que no se me pierda todo el cariño y respeto que a la gran obra como historiador, tengo para con este señor. Tratar de meter con calzador a un lector poco avisado que que un Capitán General de una de las regiones militares más grandes de entonces y ahora, suspendiera por decreto, con tropas en la calle, ocupando edificicios clave, no es usar violencia, por mucho que no obtuviera oposición, sino aquiescencia del resto de las fuerzas militares, llamadas a defender la legalidad vigente, no es serio. Sería como decir que el golpe de Companys, o Asturias del ·34 o el 18 de Julio de 1936, no eran violentos en origen, y solo se tornaron así, cuando hallaron resitencia. Vamos la lógica del maltratador "si te pego es por tu culpa, porqué ya sabes como me pongo cuando me llevas la contraria ..." Que la inacción e irresponsabilidad de los políticos del Estado Español y de Catalunaya nos hayan llevado a una situación inédita en la historia, que la escalada desobediente deba tener reproche legal, es bien cierto, pero también lo es que el Estado de Derecho no se defiende mejor, sobreactuando, y tergivesando al gusto, para tratar de tapar la inecesaria alarma social que la ineptitud de los polítcos ha creado. De hecho pude acabar herido de muerte, si se persiste en ese camino.

    Hace 5 años 10 meses

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