TRIBUNA
Descafeinar a Unamuno
“Mientras dure la guerra” (título desafortunado, que no dice nada sobre el real contenido de la obra) ha abierto viejas heridas sin cerrar, replanteando problemas de difícil solución y añadiendo más confusión a los enigmas de nuestra historia nacional
Luciano G. Egido 30/10/2019
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La buena –en términos cinematográficos, formales– película de Amenábar, como todas las suyas, permite plantearnos, por las múltiples y atractivas sugerencias que levanta, cuestiones fundamentales de nuestra realidad histórica y de nuestro proyecto de vida en común, bajo el nombre de España, lo que no deja de ser interesante.
El gran ensayista mexicano Christopher Domínguez Michael considera el enfrentamiento de Unamuno y Millán Astray, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el día 12 de octubre de 1936, durante la conmemoración del llamado entonces Día de la Raza, clave y punto cenital de la obra, con densidad nuclear, como “uno de los momentos emblemáticos del siglo XX”, consciente del valor altamente significativo de aquella disputa, a lo bestia, sin rigor ni modales académicos, entre el rector de la Universidad salmantina y el general Millán Astray, que entonces dirigía la oficina de propaganda de los sublevados. Los dos representaban no solo las dos Españas en litigio, sino dos ópticas opuestas frente a una misma realidad histórica, la racionalidad y la sentimentalidad contra la cerrazón irracional de la historia cosificada e inerte del pasado. La guerra civil, a estas alturas, ya no tiene ninguna incógnita que desvelar, a pesar de los apasionamientos con que se la ve todavía y se la juzga, desde los prejuicios políticos. Podemos decir que fue el último levantamiento militar decimonónico, urdido para defender los privilegios de clase y evitar la liberación social poniendo trabas a la evolución histórica. El resto son anécdotas manipuladas.
Unamuno y Astray representaban no solo las dos Españas en litigio, sino dos ópticas opuestas frente a una misma realidad histórica
La flagrante traición a la verdad, latente en el libro del matrimonio Rabaté, que ha servido de base para la película, es otra muestra de la derechización de la opinión pública occidental, dirigida por los poderes fácticos que dominan las democracias occidentales y que tratan de rectificar y manipular la Historia, obviando las diferencias, los inconformismos rebeldes, los malos ejemplos de las actitudes críticas y los héroes de las disidencias para ofrecer la imagen de un pasado paradisíaco y feliz, calificando de mal gusto y de resentimientos personales las actitudes de protesta y de violencia dialéctica, que estropean esa sedante imagen del mundo, de días luminosos y de sonrisas perpetuas, de las historias oficiales, consagradas a la homogeneización intelectual del pensamiento único, correspondiente a la globalización del mercado como fin de la historia, que es de lo que se trata.
El banderín de enganche de la operación “descafeinar a Unamuno”, es el libro del bibliotecario salmantino, Severiano Delgado, Arqueología de un mito –Unamuno no es ningún mito, es un gran escritor y filósofo, un hombre humano, demasiado humano, un ser de “carne y hueso”, como él mismo se definió, y una fuente inagotable de polémicas e interpretaciones, de contradicciones y de aciertos–. Delgado se empeña en desvirtuar a Unamuno, quitándole hierro al famoso escándalo del paraninfo, calificándolo de “brutal banalidad” (la brutalidad ni se duda, pero la banalidad es muy discutible. La RAE define el adjetivo banal como “trivial, común, insustancial”. ¿De verdad, se puede pensar que el enfrentamiento del Paraninfo fue trivial, común e insustancial?), basándose en testimonios tan sospechosos como los de Vegas Latapié, miembro de Renovación Española, un grupo político de derechas, que, desde el principio de la guerra civil, colaboró con el general Franco contra la República, y el del psiquiatra López Villaamil, que cuidaba de la cabeza de Millán Astray. No es el primer testimonio que trata de desvirtuar el significado de aquella batalla verbal, tan justamente definida por Domínguez Michael. Jose M. Pemán, que intervino en el acto, niega la feroz discusión entre el rector y el militar, igual que harían otros como José María García Escudero y sorprendentemente Jon Juaristi. Si no pasó nada o lo que pasó fue banal, ¿por qué el general Franco destituyó fulminantemente a Unamuno de su cargo de Rector vitalicio, y lo confinó en su casa, con una orden de “arresto domiciliario” y un policía en la puerta?
A su rueda, los Rabaté, matrimonio francés de investigadores, en la misma órbita ideológica, tratan, en su libro En el torbellino (la guerra civil fue mucho más que un torbellino, lo arrasó todo, lo destruyó todo y levantó, sobre sus cenizas, un régimen dictatorial, a sangre y fuego), se proponen igualmente descafeinar a Unamuno, con la disculpa retórica de “matizar los hechos”, para buscar la verdad. Pero lo cierto es que su libro huele a rancio.
¿Cómo se puede decir que la creencia en la Virgen del Pilar tiene algo que ver con la identidad nacional española? ¿Cómo se puede tomar en serio a Ramiro de Maeztu como pensador y usar sus ideas como argumentos? ¿Cómo se puede, todavía hoy, seguir hablando del Descubrimiento de América, con óptica neocolonialista y eurocentrista? He ahí otro intento más de negar la realidad de los hechos, edulcorarlos, colorearlos y calmar los ánimos, por mucha erudición inerte que le echen y mucha cita sectaria que traigan a colación. Su trabajo no consiste en matizar, sino en cambiar el sentido de lo que sucedió aquel día, poniendo en duda la violencia de la discusión, a gritos, y los términos dialécticos de la dramática confrontación.
¿Cómo se puede mentir tan descaradamente como lo hacen el sr. Delgado y los Rabaté? Tenemos el testimonio, por si fuera poco, del propio Unamuno, del día 1 de diciembre, dos meses escasos después de los hechos, escrito de su puño y letra, en una carta a su amigo bilbaíno Quintín de Torres, que no deja lugar a ninguna duda sobre lo que ocurrió aquel día en el Paraninfo y del tono en que se desarrolló: “En una fiesta universitaria que presidí, con la representación del general Franco, hubiera usted oído aullar a esos dementes de falangistas azuzados por ese grotesco y loco histrión que es Millán Astray” (carta incluida en el “Epistolario inédito”, de Unamuno, tomo II, Colección Austral, de Espasa Calpe, 1991, preparado por el prof. Laureano Robles).
Amenábar defiende que él trataba de presentar “una tercera vía”, entre las partes enfrentadas
El mismo Amenábar, con sus declaraciones, ha contribuido a embarullar más el tema. Ha dicho que él trataba de presentar “una tercera vía”, entre las partes enfrentadas, en la película y en la realidad. Pero es un intento vano, porque en la realidad no hay una tercera vía que valga, como nos recordó sabiamente Charles Peguy hace muchos años: “Cuando una persona nos dice que no es de derechas ni de izquierdas, nos está confesando que es de derechas”. En aquel momento y en aquella situación, el mundo estaba dividido en dos mitades irreconciliables, como venía sucediendo y cómo fue poniéndose de relieve en los años sucesivos, hasta nuestros días. Aquel diálogo imposible entre Unamuno y Millán Astray (“Venceréis, pero no convenceréis” frente a “Abajo los intelectuales” y “Viva la muerte”), era la expresión de una dolorosa y terrible realidad histórica, que nada ha venido a rectificar y que ha demostrado, hasta la saciedad, que no hay paños calientes que la dulcifiquen o la alivien. Cerrar los ojos es equivocarse o contribuir a la confusión, con mala fe.
La lúcida y rigurosa crítica de Arturo Tena, en estas mismas páginas de CTXT, a la película de Amenábar, viene a confirmar el error de planteamiento de la obra. Las medias tintas nunca pueden causar entusiasmo y el cine tiene un componente emotivo que nunca falla. En la semioscuridad de la sala, las imágenes cinematográficas adquieren un extraordinario valor de convicción, y si las imágenes no cantan en el subconsciente, el corazón no se conmueve. Parece que fue así en el Festival de San Sebastián y parece que sigue siendo así en sus proyecciones diarias, lo que no quita que los fascistas traten de boicotear la película. La guerra civil es un tema al que no le van las medias tintas. O estás conmigo, o contra mí.
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Luciano G. Egido es autor del libro “Agonizar en Salamanca. Unamuno. Julio-Diciembre, 1936”, Ed. Alianza Editorial, 1986 y Ed. Tusquets.
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Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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