TRIBUNA
52 balas
Esos francotiradores de lo absoluto están por todas partes. Han acaparado el debate público en los últimos cinco años, se han adueñado de la agenda social dando pábulo a delirios de todo género
Xandru Fernández 11/11/2019
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En mi ciudad lleva 52 horas lloviendo sin interrupción. Empieza a ser desesperante, pero los asturianos tenemos un refrán que nos consuela en circunstancias como esta: “nunca llovió que nun abocanara”.
Nunca llovió que no parara. Aunque en esta ciudad la lluvia sea frecuente, seguimos llamando a esto “mal tiempo” y creemos que el “buen tiempo” es lo correcto, lo normal. Ese cielo azul que solo vemos muy de vez en cuando nos parece, más que hermoso, ortodoxo.
Estas últimas 52 horas trajeron consigo, además de la lluvia, una jornada electoral que se saldó con un brote de 52 granos en el culo de la democracia española, como si esta tuviera poco con la irritación permanente del PP y el prurito naranja que, no obstante, parece haber remitido, seguro que gracias a los lácteos.
Ya no huele a leche, o es la leche negra del poema de Paul Celan. Esos 52 voxarras que a partir de mañana podrán invertir grandes sumas de dinero público en su cruzada particular contra el feminismo y la Antiespaña deberían ser ahora mismo nuestra principal preocupación, y no la lluvia. Nuestra: de cualquiera que, siquiera de forma oblicua, se reclame demócrata o no excesivamente subnormal. Por resumir un poco, esas 52 almas negras defienden mano dura contra la inmigración, derogar la ley de violencia de género, suspender inmediatamente la autonomía en Cataluña, ilegalizar partidos y asociaciones que atenten de pensamiento, palabra u omisión contra la unidad de España, someter los contenidos educativos al control permanente de las familias, sobre todo de las más fachas, eliminar la sanidad universal y convertir en suelo urbanizable prácticamente todo el territorio nacional salvo el Valle de los Caídos. A esa fantasía de programa electoral le han caído más de tres millones y medio de votos. Tres millones y medio de razones para echar a correr aun sin paraguas.
Como la lluvia, esas 52 excepciones nos parecen eso, excepcionales. Como si lo normal, hasta ahora, hubiese sido el buen tiempo, el cielo azul, autorizar un referéndum incruento en Cataluña en vez de mandar a la policía a apalizar manifestantes pacíficos, anteponer el bienestar común a la codicia de la banca y las eléctricas, garantizar que nadie se queda sin techo o sin ayudas por dependencia en lugar de premiar fiscalmente a las grandes fortunas y tratar como líderes de masas a los delincuentes financieros. Como si lo normal no hubiera sido darle alas, motivos, munición y altavoces a la extrema derecha.
Lo cierto es que, igual que la lluvia en una ciudad lluviosa, esas 52 excepciones no tienen nada de excepcional. Son algo horrible, deprimente, enervante, pero no son una rareza que no podamos explicar de dónde ha salido.
En estas últimas 52 horas, en mi ciudad se ha debatido el caso de un instituto público que prohibió a una alumna musulmana ir a clase con la cabeza cubierta. La consejería de Educación desautorizó al centro educativo y el jefe de estudios de este último se marcó un chorreo en la prensa local que fue aplaudido por más de un progresista en la medida en que se decía (el chorreo) progresista y atacaba (el progresista) a las autoridades educativas, a las que acusaba a la vez de ser feministas y de no saber qué es el feminismo.
Esos francotiradores de lo absoluto no existen solo en mi ciudad. Están por todas partes, han acaparado el debate público en los últimos cinco años, se han adueñado de la agenda social dando pábulo a delirios de todo género: la hispanofobia, la dictadura de lo políticamente correcto, la falta de sentido del humor de “los ofendiditos”, el adoctrinamiento “progre”. Esa corrupción del lenguaje y de los foros de discusión no es la primera vez que se produce en la historia reciente de Europa ni de España, pero no se puede decir que, aun sabiéndolo, estemos haciendo lo correcto para evitar sus consecuencias.
Palabra de Charles Laughton en This Land Is Mine: “Cualquier ocupación en cualquier país es solo posible porque estamos corrompidos”. Los 52 diputados voxarras no habrían llegado muy lejos ocupando las instituciones sin esos famosillos del tres al cuatro que están encantados con su propuesta de eliminar el impuesto de sucesiones, pero tampoco sin esos periodistas que han entendido la audacia de su oficio justo al revés, como si lo audaz fuera perseguir al débil y alabar al fuerte. Como si un policía armado hasta los dientes fuera una víctima y un ciudadano desarmado un verdugo, aunque el primero esté cumpliendo con su obligación y el segundo desobedeciendo la ley. Como si fuera una hazaña dejar a una chiquilla musulmana sin escolarizar si con eso les podemos dar una lección a “las feministas” y hemos recibido la solidaridad despiadada de nuestros compañeros de gimnasio.
No me creo ni por un segundo que en España haya tres millones y medio de fascistas. Pero sí estoy convencido de que al fascismo le han regalado, entre todos, 52 balas, y que en la colecta han participado muchos más. Ojo que no les ayuden también a dispararlas.
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Autor >
Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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