Tribuna
Abriendo el foco: un cuento filosófico para encontrar soluciones
Con demasiada frecuencia nuestro foco se reduce a 140 palabras, a un solo titular o a una sola fotografía. Recuerda que tienes un gran angular que puedes ampliar a voluntad: tu mente
Joan Grau 20/11/2019
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“Mira esta foto y dime que sientes”, me dice mi amigo.
Una mujer de unos cuarenta años alza los brazos, desafiante, en medio de una calle de Barcelona. Cerca, algunos antidisturbios y, al fondo, restos de una barricada y humo.
¿Qué siento?
Miedo. Miedo a que todo empeore. Recuerdo los contenedores ardiendo frente a mi casa, cuando la manifestación pacífica terminó y me quedé atrapado entre los disturbios antes de poder entrar en casa. Observo la expresión de la mujer.
Y siento su odio, un odio que no es mío, pero que ahora siento dentro de mí.
Quizás lo que está en juego en Cataluña es algo más profundo que la independencia de una parte de la población
Me cuenta mi amigo que su cámara tiene un gran angular y que tiene la misma fotografía, pero con el foco más abierto. Me la enseña. Hay una fila de antidisturbios y otra de manifestantes, algunos lanzan objetos a la policía. En medio de las dos filas, un grupo de personas entre las que está la mujer. Esta nueva perspectiva me revela que la mujer no se encara a la policía, sino a los que tiran objetos. Forma parte de una línea de contención que intenta evitar las provocaciones de una parte de los manifestantes.
Y estoy sorprendido.
Me enseña una tercera fotografía. Está tomada con el foco más abierto y abarca a toda la ciudad. Miles de personas se manifiestan pacíficamente. Dos chicas caminan cogidas de la mano con banderas de distinto color. Mucha gente ajena a las protestas sigue con su día a día. Hay un quiosco. Las portadas escupen titulares variopintos. El President que controla a la Policía alienta a la gente a seguir su lucha en la calle. Un político lo acusa de no tener en cuenta a la mitad de la población. Un hombre está en la cárcel por convocar y disolver una manifestación.
Y siento hartazgo.
El foco del gran angular se abre todavía más. En esta foto, cabe todo el país. En Madrid, San Sebastián, Vigo, Granada, Valencia o Córdoba… hay protestas que empatizan con la causa catalana. Quizás lo que está en juego en Cataluña es algo más profundo que la independencia de una parte de la población.
Y siento confusión.
Me acuerdo de Blade Runner, cuando Deckard navega a través de una foto superando obstáculos físicos y me pregunto si es posible navegar por una imagen superando los obstáculos del tiempo. En la siguiente fotografía, el foco se ha abierto tanto que lo consigue. Veo a los padres de la Constitución. Están acordando dos puntos para integrar Cataluña en esta nueva España que acaba de salir de una dictadura por defunción de caudillo y no por revolución social. El primer punto, para satisfacer al Estado, establece que el Congreso deberá aprobar las normas aprobadas en el Estatut de Cataluña. El segundo punto, para satisfacer a Cataluña, establece que el pueblo catalán tendrá la última palabra mediante referéndum.
Muevo el foco a 2006. La reforma del Estatut es aprobada en el Parlament, en las Cortes y refrendado por la mayoría de catalanes. O sea que... ¿Cataluña ya había seguido la vía constitucional?
Me centro ahora en junio de 2010. En la fotografía, el Tribunal Constitucional resuelve una denuncia del PP recortando el Estatut de 2006. Y el Estatut resultante de ese recorte no es aprobado por el Parlament, ni por las Cortes Españolas ni tampoco es aprobado en referéndum por los catalanes. Esto significa que, de alguna manera, se ha roto el pacto territorial. Me asalta una pregunta incómoda: ¿Y si los catalanes que salieron a la calle en 2010 lo hicieron para protestar contra el quebrantamiento de la Constitución?
Y siento perplejidad.
Quizás la solución sea tan fácil como actualizar la Constitución. Y, a lo mejor, si hay tantas reticencias para hacerlo es porque, esto supondría hablar del retroceso de derechos, de la existencia de las cloacas del Estado, del papel de la monarquía, de las prebendas del Ibex35 y las puertas giratorias... La élite no quiere perder privilegios.
El mundo es una olla a presión que bulle por un cambio en la forma de pensar
¿Y si la transición nunca fue planteada como un punto de partida sobre el que construir sino como un punto de llegada dónde, pacíficamente y sin derramamiento de sangre, unos pocos pudieron aterrizar para seguir gozando de sus cargos y privilegios en un nuevo marco? ¿Y si esto es lo que está en juego y Cataluña es solo el síntoma más visible?
Se abre una vez más el gran angular. La fotografía abarca ahora, al mundo entero. Los contenedores arden en el Líbano, Bolivia, Chile, Ecuador, Perú, Brasil, Irak… En cada país, hay una mujer como la de la fotografía inicial levantándose contra la falta de diálogo, las estructuras estancadas de la sociedad, la corrupción inmoral del sistema económico neoliberal o la deriva autoritaria de sus gobernantes. El mundo es una olla a presión que bulle por un cambio en la forma de pensar que consiga dibujar una política y una economía con valores empáticos, un nuevo modelo que barra los vicios del capitalismo y del comunismo que hace tiempo que ya no son aptos para explicar nuestra realidad.
Lo que pasa aquí tiene su reflejo allí. La fotografía mundial refleja el choque entre lo viejo y lo nuevo reproduciéndose otra vez más ante nuestros ojos. El grado de violencia de este choque depende de la resistencia que oponen los defensores de las ideas muertas.
Y siento que es un momento trascendente para la humanidad.
Mi amigo, como el fantasma de las navidades que obliga a Míster Scrooge a revisar su perspectiva sobre la vida, me conduce ahora hasta una fotografía sacada con el angular abierto al máximo. La Tierra flota en una inmensidad de galaxias inconcebible. La mujer sentada en la calle no es ni un átomo en una mota de polvo. El mundo convulso parece un suspiro intrascendente. “Quédate en ese pensamiento”, me dice, “y observa su amplitud. ¿Qué sientes?”
Y siento paz y calma, pero también una frialdad horrible, como si ahora, nada me importara. Y no me gusta.
¡Qué loco se ha vuelto el mundo desde que el uso de la palabra “Amor” se ha convertido en un tabú!
“No te gusta porque te falta mirar atrás y conectarlo todo”, me dice. “Te voy a contar un secreto que en el fondo ya conocías. Lo mejor de tener un gran angular es que, cuando el foco está en la posición más amplia posible, la fotografía resultante incluye con absoluta definición todos los puntos focales por los que había transitado anteriormente sin que ninguno de ellos se contradiga. El miedo que sientes viendo a la mujer en la calle es tan real como el sentimiento de paz que experimentas cuando contemplas tu propia insignificancia. Los focos se van sumando y la verdad se revela.
Pero, existe algo que une a la primera fotografía con la última, y evita que caigas en la frialdad de los pensamientos intelectuales elevados, algo que no es otra cosa que el pegamento universal. El Amor. El Amor como ausencia de separación entre yo y todo lo demás. Como empatía, fraternidad y compasión. ¡Qué loco se ha vuelto el mundo desde que el uso de la palabra “Amor” se ha convertido en un tabú!
Esta fotografía no es otra cosa que tu mente abriéndose al máximo a nuevas perspectivas; es un solo pensamiento que incluye a todos los demás sin contradecirlos gracias al Amor. Yo lo llamo Síntesis”.
Ya lo sé, a veces me pongo filosófico, pero es que desde que hemos abandonado la filosofía en nuestros colegios, los humanos nos hemos vuelto cínicos. Todos tenemos nuestro gran angular, pero hay que usarlo. Como dijo Einstein, la mente es como un paracaídas, no funciona si no la abres. No importa donde pongas el foco. Podría ser una mujer manifestándose en la calle o un político desobedeciendo una ley. Tu hermano votando a unos intolerantes o un policía aporreando a un abuelo que vota. La Unión Europea callando ante un golpe de Estado o un desconocido insultando a otro en Twitter.
Con demasiada frecuencia nuestro foco se reduce a 140 palabras, a un solo titular o a una sola fotografía. Solo pretendo que recuerdes que tienes un gran angular que puedes ampliar a voluntad: tu mente.
No importa la ideología de la que partas. Si tu ideología es intolerante, cuando abras la perspectiva al máximo, lo único que no vas a tolerar será la intolerancia. Lo que importa es cuánto eres capaz de abrir esta perspectiva, porque desde el pensamiento amplio de Síntesis, las posturas contrarias pueden entenderse al estar todas incluidas en la misma fotografía, gracias al Amor. Abriendo el foco consigues que el miedo se diluya y aparezca la comprensión. Eso te hace sentir más unido a los demás.
La Unidad basada en el respeto a la diversidad es una ley natural y por eso lleva al consenso y al progreso. En cambio, la Unidad a través de la uniformidad es antinatural y por eso lleva al conflicto y al autoritarismo. Pensarás que soy un idealista. Y te doy la razón. A nivel de humanidad, la mente enfocada en Síntesis es todavía una utopía. A nivel de sociedad, es solo un ideal. Pero a nivel individual es algo que tú puedes hacer que sea real, aquí y ahora. No olvides nunca que la única forma de sacar una fotografía en la oscuridad, es añadiendo más luz.
Vuelvo a la primera fotografía. Una mujer alza los brazos, desafiante, en medio de una calle de Barcelona.
Y me pregunto, ¿qué sientes ahora?
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