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Tribuna

Sobre la contradicción y la equidistancia

Si cuidamos nuestras palabras, y el uso que hacemos de ellas, estamos cambiando el mundo. Esto es más poderoso que mil protestas en la calle

Joan Grau 23/10/2019

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Hace años que escribo para televisión, sobre todo, programas de humor. Escribo para Andreu Buenafuente desde la época de Una Altra Cosa, en TV3, por lo que entre mis funciones se encuentra la de detectar las contradicciones de la sociedad desde la perspectiva del humor. 

Considero que el humor es la herramienta más democrática que existe, pues es capaz de hacer caer del olimpo a los poderosos y, a la vez, puede elevar la anécdota a la máxima trascendencia. El humor hacia uno mismo y sus propios ideales, la autocrítica, son grandes herramientas para mantenerse en la ecuanimidad que, para mí, es un valor imprescindible para desarrollar una profesión en la que uno no debe casarse con nadie, y menos, consigo mismo. Ser guionista de humor es una profesión en la que uno ha de instalarse en el estado psicológico del bufón de la Corte, alguien que pone sobre la mesa las contradicciones de la sociedad para que los demás puedan sacar sus propias conclusiones. Esta idea es la que me ha impulsado a escribir sobre las contradicciones del momento que vivimos. No es un texto humorístico, solo es un intento desesperado para que la palabra ecuanimidad tenga el lugar que se merece en este momento de posiciones tan polarizadas.

********

Leo en la prensa que “Torra admite contradicciones en llamar a la protesta y enviar a los Mossos” y pienso que, desde el principio, el procès ha sido una secuencia de contradicciones, una tras otra.

Que un Estatut, aprobado en el Parlament y en las Cortes por la mayoría, sea recortado por vía judicial a petición de un solo partido es, como mínimo, una gran contradicción.

Recuerdo como una gran contradicción cuando ERC y la CUP, dos partidos de izquierda, se unieron en la causa independentista con CiU, la derecha catalana corrupta, enemigos de toda la vida. Un partido que estaba en plena huida hacia adelante para tapar el caso Pujol/Artur Mas.

Una ley de transitoriedad con la función de poder desarrollar un referéndum democrático fue aprobada después de saltarse los mecanismos democráticos del propio Parlament establecidos por el mismo Estatut; eso es una contradicción.

Declaro la independencia y la suspendo a los ocho segundos. La famosa imagen de la mujer celebrando y llevándose las manos a la cabeza es la imagen de la contradicción.

Un gobierno defendiendo el diálogo mientras envía miles de policías a reprimir manifestantes suena bastante a contradicción.

Una vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, hablando de sensatez mientras lanza proclamas incendiarias de patio de colegio (el famoso, “en liquidació”), otra gran contradicción.

Un govern hablando de democracia real que promete una república en 18 meses, cuando tramitar cualquier simple ley ya puede durar eso... contradicción (y autoengaño).

Un gobierno español defendiendo la legalidad mientras se demuestra en el juzgado que se ha financiado ilegalmente de forma sistemática... Más contradicción.

Un tribunal emitiendo una sentencia que niega la rebelión con penas que superan a las del 23F en la mayoría de los casos ... Contradicción.

Un partido, JuntsxCat, que no para de usar la palabra “moviment pacífic”, pero que no renuncia explícitamente a la vía unilateral reconociendo el error (como sí ha hecho ERC)... contradicción.

La lista es muy larga.

Lo que más me preocupa es la contradicción en la base de las personas. Nuestras contradicciones internas más profundas.

Cuando un independentista habla de diálogo, derechos humanos y libertad de ideas y, a la vez, califica a cualquiera que no piensa como él de fascista me parece una contradicción a la altura de la que supone que un unionista que habla de sensatez llame nazi a cualquiera que simpatice con el movimiento pacífico catalán.

Pero no hay mayor contradicción que la de alguien que pide diálogo y democracia e insulta a otro llamándole “equidistante”. Estos días hemos visto cómo a las personas que intentan ser ecuánimes, viendo las virtudes y contradicciones de ambos lados, se las insulta llamándoles equidistantes, como si fuera un calificativo denigrante que significa “o conmigo o contra mí” o, por decirlo de forma suave, “no implicado en el problema”. 

Todo lo contrario. Un “equidistante” está sumamente implicado con el conflicto, pues intenta comprender las razones y las contradicciones de ambas posturas, no solo de una, e intenta situarse en un término medio, en un territorio común, donde pueda haber entendimiento. Es, exactamente, el mejor estado psicológico para enfrentar una negociación. Un diálogo. Ponerse en la piel del otro, hacer autocrítica de los propios ideales, someterse a la duda, defender tu idea mediante la asertividad y el respeto, y ceder un poco hacia el medio para acercarse al otro, son valores que se destruyen cada vez que alguien insulta al otro llamándole “equidistante”. ¿Por qué “equidistante”? Porque nadie se atrevería a insultar a nadie llamándole “ecuánime”.

La ecuanimidad y la equidistancia son dos cosas muy distintas. La ecuanimidad es la imparcialidad de juicio, una palabra relacionada con un valor, la justicia. En cambio, la equidistancia, la distancia media entre dos puntos, está relacionada con el espacio y, por tanto, no tiene carga ideológica en sí, es una palabra más “vacía”. Tengas la ideología que tengas, puedes ser ecuánime o no serlo. El problema se halla en que se usa el término equidistante para menospreciar la ecuanimidad, sólo cuando ésta critica una idea propia. Los ejemplos de contradicción, arriba mencionados, no pueden ser calificados de equidistantes, al contrario, son claros ejemplos de un posicionamiento muy claro por mi parte en los temas que cito. La clave no está en si se es o no equidistante, sino en si defiendes tu posición desde la ecuanimidad o desde la falta de ella. En el fondo, la existencia de la equidistancia, en términos ideológicos, es imposible de defender. Raramente encontraremos a alguien posicionado en el centro exacto de dos ideologías. Es mucho más exacto hablar de ecuanimidad.

El equilibrio, el punto medio del que hablaba Buda, la denostada ecuanimidad (una de mis palabras favoritas) requieren, de quien defiende estas posturas, una implicación máxima con el conflicto, porque para llegar a este estado psicológico es necesario informarse en diferentes fuentes, aprender, rectificar, dudar, obligarse a replantear los propios ideales, razonar y, por encima de todo, controlar que ni la emoción esté por encima de la razón –porque provoca reacciones incontroladas– ni que la razón esté por encima de la emoción, porque provoca argumentaciones frías y vacías. No se puede conseguir esto sin un esfuerzo intelectual poderoso y una implicación más allá de lo superficial.

Todos lo sabemos. Todos. El conflicto solo se resolverá acercando posturas, comprendiendo al otro, cediendo y haciendo autocrítica, es decir, situándose en un punto más equidistante del que se estaba antes del acercamiento. Lo otro se llama “quedarse en los extremos”. Pasó en Irlanda cuando el IRA y el gobierno británico se sentaron a hablar. Pasó en Suráfrica cuando lo primero que hizo Mandela, después de salir de su largo confinamiento, fue sentarse con el enemigo que le había encerrado para tenderle la mano y encontrar una solución. Todo el mundo se movió un poco de su postura, hacia el centro, donde las palabras no caían en el vacío.

Considerarse demócrata o defensor de los derechos humanos y usar la palabra “equidistante” como insulto es de una contradicción infinita y el resultado evidente de la falta de reflexión. 

La palabra, y su uso, construye nuestro pensamiento y nuestro pensamiento, la forma de ver el mundo. La forma de ver el mundo condiciona nuestras acciones y nuestras acciones moldean el mundo en que vivimos. Si cuidamos nuestras palabras, y el uso que hacemos de ellas, estamos cambiando el mundo. Esto es más poderoso que mil protestas en la calle. Cuando nos demos cuenta de esto, avanzaremos juntos hacia algo mejor.

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Joan Grau es guionista del Terrat.

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3 comentario(s)

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  1. Fermi

    Gran artículo, y como casi siempre en ctxt ¡lástima que no sea un medio más leído!. Creo que, como sociedad, nos iría mejor si la reflexión del autor llegara a una mayoría (en vez de a los cuatro motivados que estamos por aquí)

    Hace 4 años 4 meses

  2. Martín Patrocinio

    En primer lugar, un saludo, sr. Grau. En segundo lugar, vamos por partes. 1) Que el humor es la herramienta más democrática que existe es una falsedad que no se ajusta a la realidad. Sin duda, la herramienta más democrática que existe es el voto. Costaría mucho encontrar un solo caso en el que un chiste, un gag o un sketch haya tumbado un gobierno; sin embargo, si usted lo desea le hago la lista de gobiernos que han caído del Olimpo (sea lo que sea el Olimpo) por un solo voto de menos respecto de su contrincante. 2) Donde usted dice "contradicción", tal vez debería decir "inconsistencia". Una contradicción es, técnicamente, una proposición en la que p y no p no pueden ser ambas verdaderas en ningún mundo posible. Otra cosa es la inconsistencia, o la incoherencia, que de esas las hay en el Procés (con acento cerrado, por favor), en la Moncloa, o en el historial de navegación de cada uno de nuestros ordenadores. 3) Usted habla de cuidar las palabras para crear o construir un mundo mejor: pues bien, empecemos por no usar "contradicción" en vano. Que de los hechos que usted cita no se deriva ninguna contradicción lo podemos ver en el dato de que se han llevado a cabo los dos a la vez. ¿Podría usted haber escrito este artículo sin escribirlo? Eso es una contradicción. Que un argumento no sea sólido no implica que sea contradictorio. 4) Donde usted dice que el humor busca la contradicción, creo que más bien busca la incongruencia. Pero no quiero ponerme pesado. A Locke y Kant me remito. Un saludo y, eso sí, bravo por lo que fue usted capaz de hacer junto a Buenafuente. Ahí sí.

    Hace 4 años 5 meses

  3. Kalidoscorpio

    Estoy de acuerdo con el espíritu de la ecuanimidad que se defiende en el texto en el sentido de encarar los problemas de manera profunda, intentando entender las contradicciones, motivaciones, emociones y causas debajo de los conflictos y de todos los implicados. Pero en cierto punto el texto parece caer sin querer en su propia trampa. Esa ecuanimidad no puede "axiomizarse" ni convertirse en un "ejercicio" o mantra porque tiene una serie de consecuencias y posibles vicios bastante indeseables: Para matar dos pajaros de un tiro, además de intentar apuntar ciertos peligros de algunas argumentaciones, voy a hacer lo que se recomienda en el texto. Voy a mediar entre aquellos ofendidos con el término equidistante, y aquellos que lo emplean, tratando de no simplificar el pensamiento de uno u otro bando: - Se asume que la ecuanimidad es un objetivo alcanzable y como es "sublime" en si mismo, si uno llega a ella, se vuelve irrefutable: Uno puede aspirar a esa ecuanimidad pero lo más seguro es que nunca lo consiga. Eso no quiere decir que no haya que intentarlo, pero uno no puede quedarse "agusto" solo por creer que por estar en un término medio entre las dos partes ya está siendo ecuánime, y el resto unos extremistas irreflexivos. Eso es trampa, y tiene una motivación más bien egoista y alejada del conflicto: Quedarse agusto con uno mismo y con lo bien que lo hace. El conflicto en si, en ese caso, se la traería al pairo. - Creo que es obvio que no se utiliza equidistante como insulto de una manera hiperliteral. Eso es simplificar demasiado la mente de "el otro". Es un palabro que tiene el mismo riesgo de utilizarse mal que extremista. Cuando se utiliza como insulto en si mismo, en efecto, no aporta nada, porque no es un mal en si mismo. Estar en un extremo o en el centro justo no tiene nada que ver con lo adecuado de una postura. Eso son meros atajos del sentido común para intentar situarnos en el sitio correcto. A veces un extremo puede ser "la verdad" o lo correcto, o lo puede ser el medio. Casi nunca además hablamos en ese sentido de TODO el espectro, solo de lo imaginable en nuestra cabeza como sitios posibles, lo que hace todavía más precaria la idea de guiarse por una referencia "espacial" a la hora de posicionarse en un tema (el "yo" siempre se considera "centrado" independientemente del vocabo que utilice para definirlo) - En conclusión: Aunque equidistante y extremista sean palabras que no tienen sentido para descalificar la postura de otro, entendemos lo que se quiere decir con ellas aunque puedan ser tramposas. No es un rasgo de personalidad en si, así que todos podemos caer en uno o en otro y tiene más que ver con la actitud: Se critica la actitud extremista de alguien cuando es excesivamente cerrada a aceptar cualquier cosa fuera de su entendimiento, o que es poco flexible (algo que no es demasiado malo si hablamos por ejemplo de derechos humanos, o no retroceder en derechos conquistados en general, o para posicionarse en conflictos donde el débil no tiene poder). Y se entiende como actitud equidistante la de aquel que habla, aun muy analiticamente, desde la distancia material del problema que trata de analizar (el ejemplo más típico sería aquel que dice: "La violencia nunca está justificada". Y lo dice desde una posición donde jamás se ha visto realmente presionado a recurrir a ella). Es decir, se pasa de aséptico y acaba priorizando su necesidad de posicionarse "correctamente" en función de ese valor, y siempre en sus propios zapatos, y con la falta de contradicciones como ideal (ciertamente inalcanzable), en detrimento de priorizar el problema y las vidas implicadas en él, de forma realista y no solo idealista. Admite tanta flexibilidad a la hora de valorar como igualmente válidos los argumentos de la gente situada en el conflicto que llega a resultar arbitrario, es decir, que concluirá cosas distintas en función de cuales sean sus anclas/referencias. Sin embargo es muy útil en conflictos menos jerárquicos que atañen a personas que están en una escala de poder similar. - En conclusión final: Ningún axioma o esquema es válido per se para entender un conflicto. No se trata a mi juicio entonces de elegir entre moderación y equilibrio o implicación y valores. Se trata de hacer multiples intentos teniendo en cuenta todas las maneras de acercarse a ese conflicto. Luego, en mi caso, valoro mis propios valores, los cuales deberían estar en revisión constante, y entonces decido dónde me posiciono y con quién, sin que eso me impida poder criticar tanto el sitio en el que estoy como en el que no estoy.

    Hace 4 años 5 meses

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